Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

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hacer críticas no demasiado constructivas.Mientras tanto, David estaba con Genya, inclinado sobre uno de sus cuadernos,tratando de averiguar de dónde podrían extraer los componentes para un lote delumiya. Resultó que Genya no solo tenía un don con los venenos. Sus talentossiempre habían estado a medio camino entre los de un Corporalnik y un Materialnik,pero me pregunté en qué podría haberse convertido, el camino que podría haberescogido, de no haber sido por la influencia del Oscuro. Mal y Misha se dirigieronhasta el extremo más alejado del campo con los brazos llenos de piñas y losdispusieron por la valla a modo de objetivos, para que el chico aprendiera a disparar.Eso nos dejó a mí y a Tolya sin nada que hacer salvo preocuparnos y esperar. Sesentó junto a mí en uno de los cascos, con las piernas colgando.—¿Quieres practicar un poco más? —preguntó.—Debería hacerlo.Pasó un largo momento, y después dijo:—¿Podrás hacerlo? ¿Cuando llegue el momento?Me recordaba de forma espeluznante a Mal preguntándome si podría matar alpájaro de fuego.—No crees que el plan vaya a funcionar.—No creo que importe.—Tú no…—Si derrotas al Oscuro, la Sombra seguirá allí.Golpeé el casco con los talones.—Puedo ocuparme de la Sombra —aseguré—. Los cruces serán posibles con mipoder. Podemos eliminar a los volcra. —No me gustaba pensar en ello. Pormonstruosos que fueran, los volcra habían sido humanos una vez. Me recliné haciaatrás y examiné el rostro de Tolya—. No estás convencido.—Una vez me preguntaste por qué no te dejé morir en la capilla, por qué dejé queMal fue a por ti. A lo mejor había una razón para que los dos vivierais. A lo mejor eraesta.—Fue un supuesto Santo quien empezó con todo esto, Tolya.—Y será una Santa quien lo termine. —Bajó del casco hasta el suelo y levantó lamirada hacia mí—. Sé que no crees como Tamar y yo, pero sin importar cómo acabeesto, me alegra que nuestra fe nos trajera hacia ti.Se alejó por el campo para unirse a Mal y Misha.Fuera la coincidencia o la providencia lo que había convertido a Tolya y Tamar enmis amigos, me sentía agradecida por ellos. Y, para ser honesta conmigo misma,envidiaba su fe. Si pudiera creer que había sido bendecida por algún propósito divino,tal vez las elecciones difíciles fueran más sencillas.No sabía si nuestro plan funcionaría y, si era así, todavía había muchas cosas queno sabíamos. Si vencíamos al Oscuro, ¿qué pasaría con sus soldados de sombras? ¿Yqué había de Nikolai? ¿Y si matar al Oscuro provocaba su muerte? ¿Deberíamoswww.lectulandia.com - Página 204

tratar de capturarlo en lugar de eso? Si sobrevivíamos, Mal y yo tendríamos queocultarnos. Su vida estaría en peligro si alguien descubría lo que era.Oí el sonido de unos cascos. Nadia y yo nos subimos a la plataforma del capitánpara ver mejor, y cuando el grupo quedó a la vista, el corazón me dio un vuelco.—A lo mejor hay más en la pista —sugirió Nadia.—A lo mejor —dije, pero no lo creía.Conté con rapidez: doce soldados. Cuando se acercaron más, vi que todos eranjóvenes, y la mayoría llevaba el tatuaje del sol en la cara. Ruby se encontraba ahí, consus bonitos ojos verdes y su trenza rubia, y vi a Vladim entre ellos junto a otros doshombres con barba que me pareció reconocer de los guardias del sacerdote.Salté de la plataforma y fui a recibirlos. Cuando me vieron, se bajaron de suscaballos e hincaron una rodilla, inclinando la cabeza.—Uf —se quejó Zoya—. Otra vez esto.Le lancé una mirada de advertencia, aunque había pensado exactamente lomismo. Casi había olvidado lo mucho que odiaba la carga de la santidad, pero aceptéel cargo e interpreté mi papel.—Levantaos —dije, y cuando lo hicieron le hice un gesto a Vladim para queavanzara—. ¿Sois todos? —Asintió con la cabeza—. ¿Y qué excusa envía elApparat?Tragó saliva.—Ninguna. Los peregrinos envían plegarias diarias por vuestra seguridad y ladestrucción de la Sombra. Él dice que vuestra última orden para él fue cuidar devuestros fieles.—¿Y mi petición de ayuda?Ruby negó con la cabeza.—La única razón por la que sabíamos que vos y Nikolai Lantsov habíais pedidoayuda era porque un monje fiel a vos llevó el mensaje de la Iglesia de Sankt Lukin.—Entonces, ¿cómo es que estáis aquí?Vladim sonrió y esos absurdos hoyuelos volvieron a aparecer en sus mejillas.Intercambió una mirada con Ruby.—Nos escapamos —dijo ella.Sabía que el Apparat no era de fiar, y aun así alguna parte de mí esperaba que nosofreciera algo más que plegarias. Pero le había pedido que se ocupara de misseguidores, que los mantuviera alejados del peligro, y desde luego estaban másseguros en la Catedral Blanca que en la Sombra. El Apparat haría lo que mejor se ledaba: esperar. Cuando el polvo se aclarara, o bien yo habría derrotado al Oscuro, ohabría hallado mi martirio. En cualquier caso, los hombres tomarían las armas en minombre. El imperio de fieles del Apparat se alzaría.Puse las manos sobre los hombros de Vladim y Ruby.—Gracias por vuestra lealtad. Espero que no os arrepintáis de ella.Inclinaron la cabeza.www.lectulandia.com - Página 205

tratar de capturarlo en lugar de eso? Si sobrevivíamos, Mal y yo tendríamos que

ocultarnos. Su vida estaría en peligro si alguien descubría lo que era.

Oí el sonido de unos cascos. Nadia y yo nos subimos a la plataforma del capitán

para ver mejor, y cuando el grupo quedó a la vista, el corazón me dio un vuelco.

—A lo mejor hay más en la pista —sugirió Nadia.

—A lo mejor —dije, pero no lo creía.

Conté con rapidez: doce soldados. Cuando se acercaron más, vi que todos eran

jóvenes, y la mayoría llevaba el tatuaje del sol en la cara. Ruby se encontraba ahí, con

sus bonitos ojos verdes y su trenza rubia, y vi a Vladim entre ellos junto a otros dos

hombres con barba que me pareció reconocer de los guardias del sacerdote.

Salté de la plataforma y fui a recibirlos. Cuando me vieron, se bajaron de sus

caballos e hincaron una rodilla, inclinando la cabeza.

—Uf —se quejó Zoya—. Otra vez esto.

Le lancé una mirada de advertencia, aunque había pensado exactamente lo

mismo. Casi había olvidado lo mucho que odiaba la carga de la santidad, pero acepté

el cargo e interpreté mi papel.

—Levantaos —dije, y cuando lo hicieron le hice un gesto a Vladim para que

avanzara—. ¿Sois todos? —Asintió con la cabeza—. ¿Y qué excusa envía el

Apparat?

Tragó saliva.

—Ninguna. Los peregrinos envían plegarias diarias por vuestra seguridad y la

destrucción de la Sombra. Él dice que vuestra última orden para él fue cuidar de

vuestros fieles.

—¿Y mi petición de ayuda?

Ruby negó con la cabeza.

—La única razón por la que sabíamos que vos y Nikolai Lantsov habíais pedido

ayuda era porque un monje fiel a vos llevó el mensaje de la Iglesia de Sankt Lukin.

—Entonces, ¿cómo es que estáis aquí?

Vladim sonrió y esos absurdos hoyuelos volvieron a aparecer en sus mejillas.

Intercambió una mirada con Ruby.

—Nos escapamos —dijo ella.

Sabía que el Apparat no era de fiar, y aun así alguna parte de mí esperaba que nos

ofreciera algo más que plegarias. Pero le había pedido que se ocupara de mis

seguidores, que los mantuviera alejados del peligro, y desde luego estaban más

seguros en la Catedral Blanca que en la Sombra. El Apparat haría lo que mejor se le

daba: esperar. Cuando el polvo se aclarara, o bien yo habría derrotado al Oscuro, o

habría hallado mi martirio. En cualquier caso, los hombres tomarían las armas en mi

nombre. El imperio de fieles del Apparat se alzaría.

Puse las manos sobre los hombros de Vladim y Ruby.

—Gracias por vuestra lealtad. Espero que no os arrepintáis de ella.

Inclinaron la cabeza.

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