Ruina y ascenso - Leigh Bardugo
subestimado, y a lo mejor también me había subestimado a mí.Era estúpido. Era peligroso. Pero Ana Kuya solía decirme que la esperanza eraescurridiza, como el agua. De algún modo, siempre encontraba la forma de entrar.Nos quedamos despiertos hasta tarde aquella noche, hablando de la logística del plan.La realidad de la Sombra lo complicaba todo: donde y cómo entraríamos, si eraposible siquiera ocultarme a mí misma o a los otros, cómo aislar al Oscuro y liberar alos estudiantes. No teníamos polvos explosivos, así que tendríamos que fabricarlosnosotros mismos. También quería asegurarme de que los demás tendrían algunaforma de salir de la Sombra si me pasaba algo.Nos marchamos temprano a la mañana siguiente, y cruzamos Dva Stolba pararecuperar la Garcilla de la mina. Fue extraño verla donde la habíamos dejado, ocultay segura como una paloma en un alero.—Por todos los Santos —dijo Adrik cuando subimos—. ¿Esa sangre es mía?La mancha era casi tan grande como él. Habíamos estado tan cansados ydoloridos después del largo escape de la Rueca que a nadie se le había ocurridosiquiera librarse de ella.—Tú has hecho ese desastre —señaló Zoya—. Tú lo limpias.—Necesito dos manos para fregar —replicó él, y ocupó un lugar junto a las velas.Adrik parecía disfrutar de las burlas de Zoya por las quejas constantes de Nadia.Me alivió saber que el chico seguía pudiendo invocar, aunque tardaría un poco enpoder controlar corrientes fuertes con un solo brazo. Baghra podría enseñarle. Se meocurrió la idea antes de recordar que ya no era posible. Casi podía oír su voz en micabeza: ¿Debería cortarte el otro brazo? Así tendrías algo de lo que quejarte. Hazlootra vez, y hazlo mejor. ¿Qué habría hecho en esta situación? ¿Qué habría hecho conMal? Aparté el pensamiento: jamás lo sabríamos, y no había tiempo para llorar.Cuando estuvimos en el aire, los Vendavales mantuvieron un ritmo suave, y youtilicé el tiempo para practicar a doblar la luz mientras camuflaba el barco desdeabajo.El viaje tan solo llevó unas horas, y aterrizamos en un pastizal pantanoso al oestede Caryeva. Allí era donde se llevaban a cabo las ventas de caballos cada verano. Tansolo se conocía a aquel pueblo por las pistas de carreras y sus establos de crianza, eincluso sin la guerra, tan avanzado el año estaba prácticamente desierto.La misiva al Apparat proponía que nos encontráramos en el hipódromo. Tamar yHarshaw examinarían el terreno para asegurarse de que no estuviéramos cayendo enuna trampa. Si algo les olía mal, volverían con nosotros y después ya decidiríamos.No creía que el Apparat fuera a entregarnos al Oscuro, pero también estaba laposibilidad de que hubiera hecho algún pacto nuevo con Shu Han o Fjerda.Llegamos con un día de adelanto, y el pastizal era el lugar perfecto para practicarocultando objetivos en movimiento. Misha insistió en ser el primero.www.lectulandia.com - Página 202
—Yo soy más pequeño —dijo—. Así será más fácil.Echó a correr hacia el centro del campo. Yo levanté las manos, giré las muñecas,y el niño desapareció. Harshaw soltó un silbido de apreciación.—¿Podéis verme? —gritó Misha. En cuanto comenzó a mover los brazos, la luz asu alrededor ondeó y sus antebrazos flacuchos aparecieron como si estuvieransuspendidos en el espacio.Concéntrate. Se desvanecieron.—Misha, corre hacia nosotros —le pidió Mal.Apareció y volvió a desaparecer mientras ajustaba la luz.—Puedo verlo desde un lado —gritó Tolya desde el otro lado del pastizal.Solté aliento. Tenía que pensar en ello con más cuidado. Ocultar el barco habíasido fácil porque solo tenía que alterar el reflejo de la luz desde abajo, pero ahoratenía que pensar en cada ángulo.—¡Mejor! —dijo.Zoya soltó un chillido.—¡Ese niñato me acaba de pegar una patada!—Un chico listo —comentó Mal.Alcé una ceja.—Más listo que algunos.Tuvo la decencia de ruborizarse.Me pasé el resto de la tarde invisibilizando a uno, luego a dos, y después a cincoGrisha a la vez en el campo. Era un trabajo diferente, pero las lecciones de Baghra seseguían aplicando. Si me concentraba demasiado en proyectar mi poder, las variablesme abrumaban. Pero si pensaba en la luz estando en todas partes, si no trataba deempujarla y simplemente la dejaba doblarse, era mucho más fácil.Pensé en las veces que había visto al Oscuro utilizar su poder para cegar a lossoldados en una batalla, ocupándose de varios enemigos al mismo tiempo. Para él erafácil, natural. Sé cosas acerca del poder que apenas eres capaz de imaginar.Practiqué aquella noche, y después comencé otra vez a la mañana siguientedespués de que Tamar y Harshaw se marcharan, pero no dejaba de fallarme laconcentración. Con más tiradores, nuestro ataque al esquife del Oscuro podríafuncionar de verdad. ¿Qué nos estaría aguardando en la pista de carreras? ¿El propiosacerdote? ¿Nadie en absoluto? Había imaginado un gran ejército protegido por lostres amplificadores, marchando bajo el estandarte del pájaro de fuego, pero esa ya noera la guerra en la que íbamos a luchar.—¡Lo veo! —canturreó Zoya. Y, efectivamente, la forma de Tolya estabaparpadeando mientras corría a mi derecha.Bajé las manos.—Vamos a descansar un poco —sugerí.Nadia y Adrik desenrollaron una de las velas para que ella pudiera ayudarlo aformar una corriente ascendente, y Zoya se tumbó perezosamente en cubierta parawww.lectulandia.com - Página 203
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subestimado, y a lo mejor también me había subestimado a mí.
Era estúpido. Era peligroso. Pero Ana Kuya solía decirme que la esperanza era
escurridiza, como el agua. De algún modo, siempre encontraba la forma de entrar.
Nos quedamos despiertos hasta tarde aquella noche, hablando de la logística del plan.
La realidad de la Sombra lo complicaba todo: donde y cómo entraríamos, si era
posible siquiera ocultarme a mí misma o a los otros, cómo aislar al Oscuro y liberar a
los estudiantes. No teníamos polvos explosivos, así que tendríamos que fabricarlos
nosotros mismos. También quería asegurarme de que los demás tendrían alguna
forma de salir de la Sombra si me pasaba algo.
Nos marchamos temprano a la mañana siguiente, y cruzamos Dva Stolba para
recuperar la Garcilla de la mina. Fue extraño verla donde la habíamos dejado, oculta
y segura como una paloma en un alero.
—Por todos los Santos —dijo Adrik cuando subimos—. ¿Esa sangre es mía?
La mancha era casi tan grande como él. Habíamos estado tan cansados y
doloridos después del largo escape de la Rueca que a nadie se le había ocurrido
siquiera librarse de ella.
—Tú has hecho ese desastre —señaló Zoya—. Tú lo limpias.
—Necesito dos manos para fregar —replicó él, y ocupó un lugar junto a las velas.
Adrik parecía disfrutar de las burlas de Zoya por las quejas constantes de Nadia.
Me alivió saber que el chico seguía pudiendo invocar, aunque tardaría un poco en
poder controlar corrientes fuertes con un solo brazo. Baghra podría enseñarle. Se me
ocurrió la idea antes de recordar que ya no era posible. Casi podía oír su voz en mi
cabeza: ¿Debería cortarte el otro brazo? Así tendrías algo de lo que quejarte. Hazlo
otra vez, y hazlo mejor. ¿Qué habría hecho en esta situación? ¿Qué habría hecho con
Mal? Aparté el pensamiento: jamás lo sabríamos, y no había tiempo para llorar.
Cuando estuvimos en el aire, los Vendavales mantuvieron un ritmo suave, y yo
utilicé el tiempo para practicar a doblar la luz mientras camuflaba el barco desde
abajo.
El viaje tan solo llevó unas horas, y aterrizamos en un pastizal pantanoso al oeste
de Caryeva. Allí era donde se llevaban a cabo las ventas de caballos cada verano. Tan
solo se conocía a aquel pueblo por las pistas de carreras y sus establos de crianza, e
incluso sin la guerra, tan avanzado el año estaba prácticamente desierto.
La misiva al Apparat proponía que nos encontráramos en el hipódromo. Tamar y
Harshaw examinarían el terreno para asegurarse de que no estuviéramos cayendo en
una trampa. Si algo les olía mal, volverían con nosotros y después ya decidiríamos.
No creía que el Apparat fuera a entregarnos al Oscuro, pero también estaba la
posibilidad de que hubiera hecho algún pacto nuevo con Shu Han o Fjerda.
Llegamos con un día de adelanto, y el pastizal era el lugar perfecto para practicar
ocultando objetivos en movimiento. Misha insistió en ser el primero.
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