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Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

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Estábamos apiñados alrededor de una mesa bajo un toldo, bajando un poco la

calle desde la casa de huéspedes. No había restaurantes de verdad en aquella parte del

asentamiento, pero habían montado una taberna improvisada en un solar quemado.

Había lámparas sobre las mesas desvencijadas, un barril de madera de leche dulce

fermentada, y carne asándose en dos barriles de metal como los que habíamos visto

aquel primer día en el mercado. En el aire flotaba un denso aroma a humo de enebro.

Dos hombres estaban lanzando dados en una mesa cerca del barril mientras que

otro trataba de tocar una canción sin forma con una guitarra maltrecha. No había

ninguna melodía discernible, pero Misha parecía satisfecho. Había comenzado a

hacer un elaborado baile que al parecer requería aplausos y una gran dosis de

concentración.

—Nos aseguraremos de poner el nombre de Genya en la placa —dijo Zoya—.

Pero sigue.

—¿Recuerdas cómo ocultaste la Garcilla? —preguntó David—. ¿Cómo doblaste

la luz alrededor del barco en lugar de dejar que rebotara?

—Estaba pensando… —intervino Genya—. ¿Y si hicieras lo mismo con

nosotros?

Fruncí el ceño.

—¿Te refieres a…?

—Es exactamente el mismo principio —señaló David—. Es un desafío mayor

porque hay más variables que solo el cielo azul, pero curvar la luz alrededor de un

soldado no es distinto a curvarla alrededor de un objeto.

—Espera un momento —dijo Harshaw—. ¿Quieres decir que seríamos

invisibles?

—Exacto —afirmó Genya.

Adrik se inclinó hacia delante.

—El Oscuro partirá desde el puerto seco de Kribirsk. Podríamos colarnos en su

campamento, y sacar así a los estudiantes.

Tenía el puño cerrado y los ojos luminosos. Conocía a aquellos chicos más que

ninguno de nosotros; probablemente algunos de ellos fueran sus amigos.

Tolya frunció el ceño.

—No hay forma de que entremos en su campamento y los liberemos sin que se

den cuenta. Algunos de esos niños son más jóvenes que Misha.

—Kribirsk será demasiado complicado —explicó David—. Demasiada gente, un

campo visual interrumpido. Si Alina tiene más tiempo para practicar…

—Tenemos cinco días —repetí.

—Pues atacamos la Sombra —dijo Genya—. La luz de Alina mantendrá a raya a

los volcra…

Negué con la cabeza.

—Todavía tendríamos que enfrentarnos a los nichevo’ya del Oscuro.

—No si no pueden vernos —señaló Genya.

www.lectulandia.com - Página 199

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