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en marcharme de ahí, en abandonar a los otros, abandonar Ravka como una vez había
tenido intención de hacer, recorrer las montañas hasta llegar a la costa.
Pensé en todas aquellas cosas. Pero me levanté a la mañana siguiente, y también
la mañana de después. Comí galletas secas y bebí té amargo. Las montañas tardaron
demasiado poco en desaparecer, y comenzamos el descenso final hacia Dva Stolba.
Habíamos vuelto antes de lo que esperábamos, a tiempo de recuperar la Garcilla y
encontrarnos con las fuerzas que el Apparat pudiera enviar a Caryeva. Cuando vi las
dos columnas de piedra de las ruinas, quise nivelarlas, hacer con el Corte lo que el
tiempo y las inclemencias meteorológicas no habían logrado, y convertirlas en
escombros.
Tardamos un poco en encontrar la casa de huéspedes donde Tamar y los demás
habían encontrado alojamiento. Era de dos pisos de alto y estaba pintada de un azul
alegre, con el porche lleno de campanas de oración y el tejado puntiagudo cubierto de
inscripciones shu que centelleaban con pigmento dorado.
Encontramos a Tamar y a Nadia sentadas en una mesa baja en una de las
habitaciones públicas, con Adrik junto a ellas. La manga vacía de su abrigo estaba
bien sujeta con alfileres, y tenía un libro torpemente sobre las rodillas. Se pusieron en
pie con rapidez al vernos.
Tolya envolvió a su hermana en un abrazo enorme, mientras Zoya rodeaba a mala
gana a Nadia y Adrik con los brazos. Tamar me abrazó con fuerza mientras Oncat
saltaba de los hombros de Harshaw para rebuscar entre los restos de su comida.
—¿Qué ha pasado? —preguntó, al ver mi expresión afligida.
—Más tarde.
Misha bajó las escaleras corriendo y se lanzó hacia Mal.
—¡Habéis vuelto! —gritó.
—Pues claro que sí —dijo Mal, y lo envolvió con los brazos—. ¿Has cumplido
con tu deber? —Misha asintió solemnemente con la cabeza—. Bien. Espero un
informe completo más tarde.
—Venga ya —intervino Adrik, ansioso—. ¿Lo habéis encontrado? David está
arriba, con Genya. ¿Debería ir a buscarlo?
—Adrik —lo reprendió Nadia—. Están muy cansados, y probablemente muertos
de hambre.
—¿Hay té? —preguntó Tolya.
Adrik asintió con la cabeza y fue a pedirlo.
—Tenemos noticias —dijo Tamar—, y no son buenas.
No se me ocurría qué clase de noticias podían ser peor que las nuestras, así que le
hice un gesto para que continuara.
—Cuéntame.
—El Oscuro ha atacado Ravka Occidental.
Me senté pesadamente.
—¿Cuándo?
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