Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

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puedo ofrecerte. El mismo truco de siempre.Salió a la lluvia. No sabía si quería correr tras él para disculparme o paraderribarlo sobre el barro.Zoya alzó un hombro con elegancia.—Yo preferiría tener la esmeralda.La miré fijamente, y después solté algo a medio camino entre una risa y unsuspiro. Mi furia se desvaneció, haciéndome sentir ruin y avergonzada. Mal no semerecía aquello. Ninguno de ellos.—Lo siento —murmuré.—A lo mejor tienes hambre —dijo Zoya—. Yo siempre estoy antipática cuandotengo hambre.—¿Tienes hambre a todas horas? —preguntó Harshaw.—No me has visto antipática. Cuando lo hagas, necesitarás un pañuelo muygrande.Él resopló.—¿Para secarme las lágrimas?—Para contener la hemorragia.Esa vez mi risa fue real. De algún modo, un poco del veneno de Zoya era justo loque necesitaba. Después, a pesar de que sabía que no era una buena idea, le hice lapregunta que quería hacerle desde hacía casi un año.—Tú y Mal, en Kribirsk…—Sucedió. —Eso lo sabía, y sabía que había habido muchas otras antes que ella,pero seguía doliendo. Zoya me echó un vistazo, y sus largas pestañas negrascentellearon con la lluvia—. Pero nunca más desde entonces —dijo a regañadientes—, y no ha sido porque no lo intentara. Si un hombre puede decirme que no, es algo.—Puse los ojos en blanco, y ella me clavó un dedo alargado en el brazo—. No haestado con nadie, idiota. ¿Sabes cómo lo llamaban las chicas de la Catedral Blanca?Beznako.Una causa perdida.—Es extraño —añadió Zoya, pensativa—. Comprendo por qué el Oscuro yNikolai quieren tu poder. Pero Mal te mira como si fueras… Bueno, como si fuerasyo.—No, no es cierto —intervino Tolya—. La mira como Harshaw mira al fuego.Como si nunca fuera a tener suficiente de ella. Como si estuviera tratando de capturarlo que pueda antes de que desaparezca.Zoya y yo lo miramos fijamente, y después ella frunció el ceño.—¿Sabes? Si utilizaras un poco de esa poesía conmigo, tal vez considerara darteuna oportunidad.—¿Quién dice que la quiera?—¡Yo la quiero! —gritó Harshaw.Zoya se sopló un rizo húmedo de la frente.www.lectulandia.com - Página 178

—Oncat tiene más posibilidades que tú.Harshaw sostuvo a la gata atigrada por encima de él.—Vaya, Oncat. Eres una granuja.Mientras nos acercábamos a la zona donde se rumoreaba que estaba la Cera Huo,nuestro ritmo se aceleró. Mal se volvió aún más silencioso, y sus ojos azules semovían constantemente por las colinas. Le debía una disculpa, pero nunca encontrabael momento adecuado para hablar con él.Cuando llevábamos una semana casi exacta de viaje, llegamos a lo que parecía ellecho seco de un arroyo entre dos escarpadas paredes rocosas. Llevábamos casi diezminutos siguiéndolo cuando Mal se arrodilló y pasó la mano por la hierba.—Harshaw —dijo—, ¿puedes quemar parte de esta maleza?Él sacó el pedernal y envió una capa baja de llamas azules por el lecho del arroyo,de modo que reveló un patrón de piedras demasiado regular como para que no lohubiera hecho el hombre.—Es un camino —dijo sorprendido.—¿Aquí? —pregunté. Llevábamos kilómetros sin ver nada más que montañasvacías.Permanecimos alerta, buscando señales de lo que pudiera haber habido antes,esperando ver símbolos grabados, o tal vez los pequeños altares que habíamos vistotallados en la roca cerca de Dva Stolba, deseosos de encontrar alguna clase de pruebade que íbamos por el camino correcto. Pero la única lección en las piedras parecía serque las ciudades se alzaban, caían y quedaban olvidadas. Tú vives en un solomomento. Yo vivo en miles. Tal vez viviera el tiempo suficiente como para ver OsAlta convertirse en polvo. O a lo mejor volvía mi poder contra mí misma y acaba contodo antes de que eso pasara. ¿Cómo sería la vida cuando la gente que queríamuriera? ¿Cuando ya no quedaran misterios?Seguimos el camino hasta el punto donde parecía que simplemente terminaba,enterrado bajo unas rocas desmoronadas cubiertas de hierba y flores salvajesamarillas. Las subimos gateando y, cuando llegamos a la cima, una esquirla de hielose me clavó en los huesos.Era como si hubieran drenado el color del paisaje. El campo delante de nosotrosera de hierba gris. Una cordillera negra se extendía en el horizonte, cubierta deárboles, con la corteza suave y reluciente como pizarra pulida, y sus ramas angulareslibres de hojas. Pero lo más espeluznante era cómo crecían, en líneas perfectas yregulares, equidistantes, como si los hubieran plantado con infinito cuidado.—No pinta bien —comentó Harshaw.—Son árboles soldados —dijo Mal—. Así es como crecen, como si estuvieranformando filas.—Esa no es la única razón —señaló Tolya—. Este es el bosque de cenizas. Lawww.lectulandia.com - Página 179

—Oncat tiene más posibilidades que tú.

Harshaw sostuvo a la gata atigrada por encima de él.

—Vaya, Oncat. Eres una granuja.

Mientras nos acercábamos a la zona donde se rumoreaba que estaba la Cera Huo,

nuestro ritmo se aceleró. Mal se volvió aún más silencioso, y sus ojos azules se

movían constantemente por las colinas. Le debía una disculpa, pero nunca encontraba

el momento adecuado para hablar con él.

Cuando llevábamos una semana casi exacta de viaje, llegamos a lo que parecía el

lecho seco de un arroyo entre dos escarpadas paredes rocosas. Llevábamos casi diez

minutos siguiéndolo cuando Mal se arrodilló y pasó la mano por la hierba.

—Harshaw —dijo—, ¿puedes quemar parte de esta maleza?

Él sacó el pedernal y envió una capa baja de llamas azules por el lecho del arroyo,

de modo que reveló un patrón de piedras demasiado regular como para que no lo

hubiera hecho el hombre.

—Es un camino —dijo sorprendido.

—¿Aquí? —pregunté. Llevábamos kilómetros sin ver nada más que montañas

vacías.

Permanecimos alerta, buscando señales de lo que pudiera haber habido antes,

esperando ver símbolos grabados, o tal vez los pequeños altares que habíamos visto

tallados en la roca cerca de Dva Stolba, deseosos de encontrar alguna clase de prueba

de que íbamos por el camino correcto. Pero la única lección en las piedras parecía ser

que las ciudades se alzaban, caían y quedaban olvidadas. Tú vives en un solo

momento. Yo vivo en miles. Tal vez viviera el tiempo suficiente como para ver Os

Alta convertirse en polvo. O a lo mejor volvía mi poder contra mí misma y acaba con

todo antes de que eso pasara. ¿Cómo sería la vida cuando la gente que quería

muriera? ¿Cuando ya no quedaran misterios?

Seguimos el camino hasta el punto donde parecía que simplemente terminaba,

enterrado bajo unas rocas desmoronadas cubiertas de hierba y flores salvajes

amarillas. Las subimos gateando y, cuando llegamos a la cima, una esquirla de hielo

se me clavó en los huesos.

Era como si hubieran drenado el color del paisaje. El campo delante de nosotros

era de hierba gris. Una cordillera negra se extendía en el horizonte, cubierta de

árboles, con la corteza suave y reluciente como pizarra pulida, y sus ramas angulares

libres de hojas. Pero lo más espeluznante era cómo crecían, en líneas perfectas y

regulares, equidistantes, como si los hubieran plantado con infinito cuidado.

—No pinta bien —comentó Harshaw.

—Son árboles soldados —dijo Mal—. Así es como crecen, como si estuvieran

formando filas.

—Esa no es la única razón —señaló Tolya—. Este es el bosque de cenizas. La

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