Ruina y ascenso - Leigh Bardugo
—Y la gente dice que yo estoy loco.Según pasaban los días, noté que mi paciencia se desgastaba. Pasábamos muchotiempo caminando sin nada que hacer excepto pensar, y no había ningún lugar seguropara que mis pensamientos vagaran. El pasado estaba lleno de horrores, y el futurome dejaba sin aliento con un pánico creciente.El poder de mi interior había parecido milagroso una vez, pero cadaenfrentamiento con el Oscuro dejaba claros los límites de mis habilidades. No hayninguna lucha posible. A pesar de las muertes que había presenciado y de ladesesperación que sentía, no estaba más cerca de comprender ni de utilizar elmerzost. Me molestaba la calma de Mal, la seguridad que parecía acompañar suspasos.—¿Crees que está ahí fuera? —pregunté una tarde que nos habíamos refugiadobajo un denso grupo de pinos para esperar a que amainara una tormenta.—Es difícil decirlo. Ahora mismo, bien podría estar rastreando a un halcóngrande. Estoy siguiendo mi instinto más que otra cosa, y eso siempre me ponenervioso.—No pareces nervioso. Pareces totalmente tranquilo.Podía oír la irritación en mi propia voz. Mal me echó un vistazo.—Ayuda que nadie te amenace con abrirte en canal.No dije nada. La idea del cuchillo del Oscuro resultaba casi reconfortante: unmiedo simple, concreto, manejable.Miró la lluvia entornando los ojos.—Y hay algo más, algo que dijo el Oscuro en la capilla. Pensaba que menecesitaba para encontrar al pájaro de fuego. Por mucho que odie admitirlo, por esoes por lo que sé que puedo hacerlo ahora, porque él estaba muy seguro.Lo comprendí. La fe que tenía el Oscuro en mí había sido algo embriagador.Quería esa certeza, el conocimiento de que todo saldría bien, de que alguien estaba almando. Sergei había ido con el Oscuro en busca de ese consuelo. Tan solo quierovolver a sentirme a salvo.—Cuando llegue el momento —preguntó Mal—, ¿podrás matar al pájaro defuego?Sí. Estaba harta de las dudas. No era solo que nos hubiéramos quedado sinopciones, ni que tantas cosas dependieran del poder del pájaro de fuego. Simplementeme había vuelto lo bastante despiadada o lo bastante egoísta como para quitarle lavida a otra criatura. Pero echaba de menos a la chica que había mostrado clemenciacon el ciervo, que había sido lo bastante fuerte como para darle la espalda a laatracción del poder, que había creído en algo más. Otra pérdida como consecuenciade la guerra.—Sigue sin parecerme real —dije—. Y aunque lo fuera, tal vez no sea suficiente.El Oscuro tiene un ejército. Tiene aliados. Nosotros tenemos…¿Un grupo de inadaptados? ¿Unos fanáticos religiosos tatuados? Incluso con elwww.lectulandia.com - Página 176
poder de los amplificadores, parecía una batalla muy poco equilibrada.—Gracias —dijo Zoya amargamente.—Algo de razón tiene —señaló Harshaw, apoyado contra un árbol. Tenía a Oncatsobre el hombro y estaba haciendo bailar unas llamitas por el aire—. Yo no me sientocapaz de mucho.—No me refería a eso —protesté.—Será suficiente —aseguró Mal—. Encontraremos al pájaro de fuego. Teenfrentarás al Oscuro. Lucharemos contra él, y ganaremos.—Y después, ¿qué? —Volví a notar la presión del pánico—. Incluso siderrotamos al Oscuro y destruimos la Sombra, Ravka será vulnerable.No había ningún príncipe Lantsov para tomar el mando. Ningún Oscuro. Tan solouna huérfana flacucha de Keramzin con las fuerzas que lograra conseguir de losGrisha que sobrevivieran y los restos del Primer Ejército.—Está el Apparat —dijo Tolya—. Puede que el sacerdote no sea muy fiable, perotus seguidores sí lo son.—Y David pensaba que tal vez lograra curar a Nikolai —añadió Zoya.Me giré hacia ella, notando cómo aumentaba mi furia.—¿Crees que Fjerda esperará a que encontremos la cura? ¿Y qué hay de ShuHan?—Entonces harás una nueva alianza —dijo Mal.—¿Vender mi poder al mejor postor?—Negociar. Imponer tus propios términos.—¿Organizar un contrato de matrimonio, elegir a un noble fjerdano o a ungeneral shu? ¿Esperar que mi nuevo marido no me mate mientras duermo?—Alina…—¿Y adonde irás tú?—Me quedaré junto a ti tanto tiempo como me dejes.—El noble de Mal. ¿Harás guardia al otro lado de nuestro dormitorio por lanoche?Sabía que estaba siendo injusta, pero en ese momento no me importaba.Apretó la mandíbula.—Haré lo que tenga que hacer para mantenerte a salvo.—Mantén la cabeza gacha. Cumple con tu deber.—Sí.—Un pie por delante del otro. En dirección al pájaro de fuego. Sigue marchandocomo un buen soldado.—Eso es, Alina. Soy un soldado. —Pensaba que iba a quebrarse por fin, que medaría la pelea que deseaba, que me moría de ganas por tener. Pero en lugar de eso sepuso en pie y se sacudió el agua del abrigo—. Y seguiré marchando porque el pájarode fuego es lo único que puedo darte. Ni dinero. Ni un ejército. Ni un fuerte en lacima de una montaña. —Se colgó la bolsa a los hombros—. Esto es todo lo quewww.lectulandia.com - Página 177
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—Y la gente dice que yo estoy loco.
Según pasaban los días, noté que mi paciencia se desgastaba. Pasábamos mucho
tiempo caminando sin nada que hacer excepto pensar, y no había ningún lugar seguro
para que mis pensamientos vagaran. El pasado estaba lleno de horrores, y el futuro
me dejaba sin aliento con un pánico creciente.
El poder de mi interior había parecido milagroso una vez, pero cada
enfrentamiento con el Oscuro dejaba claros los límites de mis habilidades. No hay
ninguna lucha posible. A pesar de las muertes que había presenciado y de la
desesperación que sentía, no estaba más cerca de comprender ni de utilizar el
merzost. Me molestaba la calma de Mal, la seguridad que parecía acompañar sus
pasos.
—¿Crees que está ahí fuera? —pregunté una tarde que nos habíamos refugiado
bajo un denso grupo de pinos para esperar a que amainara una tormenta.
—Es difícil decirlo. Ahora mismo, bien podría estar rastreando a un halcón
grande. Estoy siguiendo mi instinto más que otra cosa, y eso siempre me pone
nervioso.
—No pareces nervioso. Pareces totalmente tranquilo.
Podía oír la irritación en mi propia voz. Mal me echó un vistazo.
—Ayuda que nadie te amenace con abrirte en canal.
No dije nada. La idea del cuchillo del Oscuro resultaba casi reconfortante: un
miedo simple, concreto, manejable.
Miró la lluvia entornando los ojos.
—Y hay algo más, algo que dijo el Oscuro en la capilla. Pensaba que me
necesitaba para encontrar al pájaro de fuego. Por mucho que odie admitirlo, por eso
es por lo que sé que puedo hacerlo ahora, porque él estaba muy seguro.
Lo comprendí. La fe que tenía el Oscuro en mí había sido algo embriagador.
Quería esa certeza, el conocimiento de que todo saldría bien, de que alguien estaba al
mando. Sergei había ido con el Oscuro en busca de ese consuelo. Tan solo quiero
volver a sentirme a salvo.
—Cuando llegue el momento —preguntó Mal—, ¿podrás matar al pájaro de
fuego?
Sí. Estaba harta de las dudas. No era solo que nos hubiéramos quedado sin
opciones, ni que tantas cosas dependieran del poder del pájaro de fuego. Simplemente
me había vuelto lo bastante despiadada o lo bastante egoísta como para quitarle la
vida a otra criatura. Pero echaba de menos a la chica que había mostrado clemencia
con el ciervo, que había sido lo bastante fuerte como para darle la espalda a la
atracción del poder, que había creído en algo más. Otra pérdida como consecuencia
de la guerra.
—Sigue sin parecerme real —dije—. Y aunque lo fuera, tal vez no sea suficiente.
El Oscuro tiene un ejército. Tiene aliados. Nosotros tenemos…
¿Un grupo de inadaptados? ¿Unos fanáticos religiosos tatuados? Incluso con el
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