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Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

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pájaro de fuego.

Hubo un breve silencio. A continuación, Harshaw dijo lo que sabía que muchos

de ellos tenían que estar pensando.

—Podríamos huir. Cada vez que nos enfrentamos a esos monstruos, más de

nosotros mueren. Podríamos ir con este barco a cualquier parte. Kerch. Novyi Zem.

—Ni de broma —murmuró Mal.

—Este es mi hogar —dijo Zoya—. No voy a salir huyendo de aquí.

—¿Cómo está Adrik? —preguntó Nadia, con voz ronca.

—Ha perdido mucha sangre —explicó Tolya—. Lo único que puedo hacer es

mantener su pulso firme, tratar de darle tiempo para que se recupere.

—Necesita a un Sanador de verdad.

—Si el Oscuro nos encuentra, un Sanador no le servirá de nada —replicó Zoya.

Me pasé una mano sobre los ojos, tratando de pensar. Adrik podría estabilizarse, o

bien podría sumirse en un coma profundo y no salir de él jamás. Y si aterrizábamos

en algún sitio y nos veían, seguramente moriríamos, o algo peor. El Oscuro debía de

saber que no aterrizaríamos en Fjerda, pues era territorio enemigo. Tal vez pensara

que huiríamos a Ravka Occidental. Enviaría exploradores a dondequiera que pudiera.

¿Se detendría para llorar la muerte de su madre? Se había estrellado contra las rocas;

¿quedaría suficiente de ella para enterrarla? Miré por encima del hombro, segura de

que en cualquier momento vería a los nichevo’ya abalanzándose sobre nosotros. No

podía pensar en Nikolai. No quería hacerlo.

—Iremos a Murin —dije—. Una vez allí, ya averiguaremos qué hacer después.

No voy a obligar a nadie a quedarse. Zoya, Nadia, ¿podéis llevarnos hasta allí?

Estaban decaídas, pero necesitaba creer que tenían alguna reserva de fuerza que

utilizar.

—Sé que yo puedo hacerlo —aseguró Zoya.

Nadia alzó la barbilla con seriedad.

—Trataré de mantener el ritmo.

—Todavía pueden vernos —añadí—. Necesitamos un Agitamareas.

David, que se estaba vendando las quemaduras de pólvora, levantó la mirada.

—¿Por qué no tratas de doblar la luz?

Fruncí el ceño.

—¿Cómo que doblarla?

—La única razón por la que pueden ver el barco es porque la luz rebota en él. Tan

solo tienes que eliminar el reflejo.

—Creo que no te sigo.

—Ya somos dos —dijo Genya.

—Es como si hubiera una roca en una corriente —explicó David—. Tan solo

tienes que doblar la luz de modo que no alcance realmente el barco. No habría nada

que ver.

—Entonces, ¿seríamos invisibles? —preguntó Genya.

www.lectulandia.com - Página 158

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