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Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

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l pequeño navío subía y bajaba, titubeante, balanceándose precariamente de un lado a

otro bajo las velas mientras Tamar y la tripulación trataban de controlarlo. La nieve

nos azotaba la cara en unas ráfagas punzantes, y cuando el casco rozó el lateral de un

acantilado, la cubierta se inclinó de modo que salimos todos rodando.

No teníamos ningún Agitamareas para que nos envolviera en niebla, así que tan

solo podíamos esperar que Baghra nos hubiera comprado el tiempo suficiente como

para salir de las montañas y alejarnos del Oscuro.

Baghra. Mis ojos recorrieron la cubierta y vi a Misha, que estaba pegado al lateral

del casco, cubriéndose la cabeza con los brazos. Nadie podía detenerse para darle

consuelo.

Me arrodillé junto a Adrik y Genya. Un nichevo’ya le había dado un enorme

mordisco en la espalda y Genya estaba tratando de detener la hemorragia, pero nunca

la habían entrenado como Sanadora. El chico tenía los labios pálidos, la piel fría

como el hielo, y mientras lo observaba empezó a poner los ojos en blanco.

—¡Tolya! —llamé, tratando de no mostrar el pánico en mi voz.

Nadia se giró, con los ojos muy abiertos a causa del terror, y la Garcilla

descendió.

—¡Mantennos en el aire, Nadia! —gritó Tamar, por encima del rugido del viento

—. ¡Tolya, ayúdalo!

Harshaw fue detrás de Tolya. Tenía un tajo profundo en el antebrazo, pero agarró

las cuerdas y dijo:

—Preparado.

Podía ver la forma de Oncat moviéndose dentro de su abrigo. Tolya tenía el ceño

fruncido. Se suponía que Stigg debía estar con nosotros; Harshaw no estaba

entrenado para trabajar con las cuerdas.

—Mantenlas firmes —le indicó Tolya. Miró hacia donde se encontraba Mal, en el

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