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Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

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del cristal roto mientras los nichevo’ya se lanzaban contra las ventanas.

—Saca a los otros —le grité a Tamar—. Llévatelos lejos de aquí.

—No podemos dejarte…

—¡No voy a perderlos también a ellos!

—¡Venga! —le gritó Mal. Se puso el rifle sobre el hombro y apuntó a los

monstruos que atacaban. Utilicé el Corte, pero se movían con tanta velocidad que no

podía apuntarlos. Estiré el cuello, buscando a Nikolai en el cielo. El corazón me latía

con fuerza. ¿Dónde estaba el Oscuro? Si sus monstruos se encontraban ahí, él debía

de estar cerca.

Vino desde arriba. Sus criaturas se movían a su alrededor como una capa viviente,

y sus alas batían el aire en una oleada negra, formándose y reformándose,

manteniéndolo en el aire, con sus cuerpo separándose y uniéndose, absorbiendo las

balas del arma de Mal.

—Por todos los Santos —dijo Mal—. ¿Cómo nos ha encontrado?

La respuesta llegó con rapidez. Vi una forma roja suspendida entre dos

nichevo’ya, con las garras negras profundamente clavadas en el cuerpo de su cautivo.

La cara de Sergei estaba blanca como la tiza, y tenía los ojos abiertos y aterrorizados,

mientras movía los labios en una plegaria silenciosa.

—¿Debería dejarlo vivir, Alina? —preguntó el Oscuro.

—¡Déjalo en paz!

—Os traicionó al primer oprichnik que encontró. Me pregunto si le daréis

misericordia o justicia.

—No quiero que le hagas daño —grité.

Mi mente iba a toda velocidad. ¿De verdad nos había traicionado Sergei? Había

estado de los nervios desde la batalla en el Pequeño Palacio, pero ¿y si llevaba todo

este tiempo planeando esto? A lo mejor había estado tratando de escapar durante

nuestra batalla contra la milicia, a lo mejor había revelado el nombre de Genya

deliberadamente. Había estado demasiado preparado para abandonar la Rueca.

Entonces fue cuando me di cuenta de lo que estaba murmurando. No eran

plegarias, tan solo una palabra repetida una y otra vez.

—Socorro. Socorro. Socorro.

—Entrégamelo —dije.

—Me traicionó a mí primero, Alina. Se quedó en Os Alta cuando debería haber

acudido a mí. Se sentó en tu concilio, conspirando contra mí. Me lo ha contado todo.

—Gracias a los Santos que habíamos guardado en secreto la localización del pájaro

de fuego—. Así que la decisión es mía. Y me temo que escojo la justicia.

Con un movimiento, los nichevo’ya arrancaron los miembros de Sergei de su

cuerpo y le cortaron la cabeza. Vi brevemente la expresión de aturdimiento de su

rostro, su boca abierta en un grito silencioso, pero entonces los trozos desaparecieron

bajo el banco de nubes.

—Por todos los Santos —susurró Mal.

www.lectulandia.com - Página 148

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