Ruina y ascenso - Leigh Bardugo
la mañana siguiente, encontré a Nikolai en la terraza del este, leyendo laspredicciones del tiempo. El equipo de Mal estaba listo para partir en menos de unahora, y tan solo estaban esperando a que les dieran el visto bueno. Me subí lacapucha. No estaba nevando mucho, pero tenía algunos copos en las mejillas y elpelo.—¿Qué tal pinta todo? —pregunté, entregándole una taza de té a Nikolai.—No está mal —respondió—. Los vientos son suaves, y la presión se mantieneconstante. Puede que lo tengan difícil para atravesar las montañas, pero no será nadaque la Garcilla no pueda soportar.Oí que la puerta se abría detrás de mí, y Mal y Tamar salieron a la terraza.Estaban vestidos con ropas de campesinos, gorros de piel y unos robustos abrigos delana.—¿Podemos marcharnos ya? —preguntó Tamar. Estaba tratando de parecercalmada, pero notaba la emoción apenas contenida en su voz. Tras ella, vi a Nadiacon la cara apretada contra el cristal, esperando el veredicto.Nikolai asintió con la cabeza.—Podéis marcharos.La sonrisa de Tamar fue cegadora. Logró hacer una reverencia contenida, ydespués se giró hacia Nadia y le dio la señal. Ella lanzó un grito de alegría y empezóa hacer algo a medio camino entre un ataque y un baile.Nikolai se rio.—Ojalá mostrara algo de entusiasmo.—Tened cuidado —dije mientras abrazaba a Tamar.—Cuida de Tolya por mí —replicó ella. A continuación, susurró—: Te hemosdejado el traje de encaje azul cobalto en el baúl. Póntelo esta noche.Puse los ojos en blanco y le di un empujón. Sabía que los vería a todos en unawww.lectulandia.com - Página 146
semana, pero me sorprendió lo mucho que iba a echarlos de menos.Hubo una pausa incómoda mientras miraba a Mal. Sus ojos eran de un azulvibrante a la luz grisácea de la mañana. Noté una punzada en la cicatriz del hombro.—Buen viaje, moi soverenyi. —Hizo una reverencia. Sabía qué era lo que seesperaba que hiciéramos, pero lo abracé de todos modos. Durante un momento él selimitó a quedarse ahí plantado, pero entonces sus brazos se cerraron con fuerza a mialrededor—. Buen viaje, Alina —susurró contra mi pelo, y se alejó con rapidez.—Nos pondremos en marcha en cuanto regrese el Reyezuelo. Espero veros atodos sanos y salvos dentro de una semana —dijo Nikolai—, y con unos huesos depájaro todopoderoso.Mal hizo una reverencia.—Que los Santos te amparen, moi tsarevich.Nikolai le ofreció la mano y él se la estrechó.—Buena suerte, Oretsev. Encuentra al pájaro de fuego y, cuando esto termine, measeguraré de recompensarte bien. Una granja en Udova. Una dacha cerca de laciudad. Lo que tú quieras.—No necesito nada de eso. Tan solo… —soltó la mano de Nikolai y apartó lamirada—. Sé merecedor de ella.Se apresuró a volver a la Rueca, con Tamar tras él. A través del cristal vi quehablaba con Nadia y Harshaw.—Bueno —dijo Nikolai—; al menos ha aprendido a hacer una buena salida.Ignoré el dolor de mi garganta y dije:—¿Cuánto tardaremos en llegar a Ketterdam?—Dos o tres días, dependiendo del tiempo y de nuestros Vendavales. Iremos alnorte, y después atravesaremos el Mar Auténtico. Es más seguro que viajar a travésde Ravka.—¿Cómo es?—¿Ketterdam? Es…No llegó a terminar la frase. Un borrón de sombras atravesó mi campo de visión,y Nikolai desapareció. Me quedé mirando el lugar donde había estado, y entoncesgrité al sentir que unas garras me aferraban los hombros y mis pies se levantaban delsuelo.Vi a Mal atravesando rápidamente la puerta que daba a la terraza, con Tamarpisándole los talones. Cruzó la distancia que nos separaba, me agarró de la cintura ytiró de mí para hacerme bajar. Me retorcí, moviendo los brazos en arco, y lancé unaráfaga de luz ardiente que atravesó al nichevo’ya que me había cogido. Este vaciló yexplotó en la nada. Caí de golpe a la terraza, derrumbándome sobre Mal y sangrandopor el lugar donde las garras del monstruo me habían atravesado la piel.Me puse en pie en cuestión de segundos, horrorizada por lo que veía. El aireestaba lleno de veloces formas oscuras, monstruos alados que se movían comoninguna criatura natural. Detrás de mí oí que estallaba el caos en el interior, y el ruidowww.lectulandia.com - Página 147
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semana, pero me sorprendió lo mucho que iba a echarlos de menos.
Hubo una pausa incómoda mientras miraba a Mal. Sus ojos eran de un azul
vibrante a la luz grisácea de la mañana. Noté una punzada en la cicatriz del hombro.
—Buen viaje, moi soverenyi. —Hizo una reverencia. Sabía qué era lo que se
esperaba que hiciéramos, pero lo abracé de todos modos. Durante un momento él se
limitó a quedarse ahí plantado, pero entonces sus brazos se cerraron con fuerza a mi
alrededor—. Buen viaje, Alina —susurró contra mi pelo, y se alejó con rapidez.
—Nos pondremos en marcha en cuanto regrese el Reyezuelo. Espero veros a
todos sanos y salvos dentro de una semana —dijo Nikolai—, y con unos huesos de
pájaro todopoderoso.
Mal hizo una reverencia.
—Que los Santos te amparen, moi tsarevich.
Nikolai le ofreció la mano y él se la estrechó.
—Buena suerte, Oretsev. Encuentra al pájaro de fuego y, cuando esto termine, me
aseguraré de recompensarte bien. Una granja en Udova. Una dacha cerca de la
ciudad. Lo que tú quieras.
—No necesito nada de eso. Tan solo… —soltó la mano de Nikolai y apartó la
mirada—. Sé merecedor de ella.
Se apresuró a volver a la Rueca, con Tamar tras él. A través del cristal vi que
hablaba con Nadia y Harshaw.
—Bueno —dijo Nikolai—; al menos ha aprendido a hacer una buena salida.
Ignoré el dolor de mi garganta y dije:
—¿Cuánto tardaremos en llegar a Ketterdam?
—Dos o tres días, dependiendo del tiempo y de nuestros Vendavales. Iremos al
norte, y después atravesaremos el Mar Auténtico. Es más seguro que viajar a través
de Ravka.
—¿Cómo es?
—¿Ketterdam? Es…
No llegó a terminar la frase. Un borrón de sombras atravesó mi campo de visión,
y Nikolai desapareció. Me quedé mirando el lugar donde había estado, y entonces
grité al sentir que unas garras me aferraban los hombros y mis pies se levantaban del
suelo.
Vi a Mal atravesando rápidamente la puerta que daba a la terraza, con Tamar
pisándole los talones. Cruzó la distancia que nos separaba, me agarró de la cintura y
tiró de mí para hacerme bajar. Me retorcí, moviendo los brazos en arco, y lancé una
ráfaga de luz ardiente que atravesó al nichevo’ya que me había cogido. Este vaciló y
explotó en la nada. Caí de golpe a la terraza, derrumbándome sobre Mal y sangrando
por el lugar donde las garras del monstruo me habían atravesado la piel.
Me puse en pie en cuestión de segundos, horrorizada por lo que veía. El aire
estaba lleno de veloces formas oscuras, monstruos alados que se movían como
ninguna criatura natural. Detrás de mí oí que estallaba el caos en el interior, y el ruido
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