Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

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pájaro de fuego. Podría haber vivido cerca de las Sikurzoi, transmitiendo su poder degeneración en generación, durante cientos de años. Tal vez se hubiera manifestadofinalmente en mí.Sabía que no era más que una suposición. Una arrogancia terrible. Y aun así, siencontrábamos el pájaro de fuego cerca de Dva Stolba, tan cerca del lugar de minacimiento, ¿podría ser realmente una coincidencia?Me detuve en seco. Si estaba emparentada con Morozova, eso significaba queestaba emparentada con el Oscuro. Y eso significaba que casi había… La idea hizoque se me pusieran los pelos de punta. No importaba cuántos años y generacionespudieran haber pasado, me sentía como si necesitara un baño de agua hirviendo.Mis pensamientos quedaron interrumpidos por Nikolai, que avanzó a zancadaspor el pasillo en mi dirección.—Tienes que ver una cosa —dijo.—¿Va todo bien?—Espectacularmente, de hecho. —Me echó un vistazo—. ¿Qué te ha hecho esaarpía? Parece como si te hubieras tragado un bicho especialmente viscoso.O tal vez haya intercambiado besos y algo más con mi primo. Me estremecí.Nikolai me ofreció el brazo.—Bueno, sea lo que sea, tendrás que dejarlo para más tarde. Hay un milagroarriba, y no va a esperar.Entrelacé el brazo con el suyo.—Nunca te cansas de vender las cosas más de la cuenta, ¿verdad, Lantsov?—No es más de la cuenta si cumples lo prometido.Acabábamos de comenzar a subir las escaleras cuando Mal apareció corriendo endirección contraria. Estaba sonriendo, y su rostro estaba iluminado a causa de laemoción. Esa sonrisa era como una bomba que explotara en mi pecho. Pertenecía aun Mal que pensaba que había desaparecido bajo las cicatrices de la guerra.Nos vio a Nikolai y a mí, con los brazos entrelazados, y su expresión tardó tansolo un breve segundo en resquebrajarse. Hizo una reverencia y se apartó a un ladopara dejarnos pasar.—Vas en la dirección incorrecta —dijo Nikolai—. Te lo vas a perder.—Subo en un minuto —respondió Mal. Su voz sonaba tan normal, tan educada,que casi creí que me había imaginado esa sonrisa.Sin embargo, necesité toda mi fuerza de voluntad para seguir subiendo esasescaleras, para mantener la mano sobre el brazo de Nikolai. Desprecia tu corazón, medije. Haz lo que tengas que hacer.Cuando llegamos hasta la parte superior y entramos en la Rueca, me quedéboquiabierta. Habían apagado las lámparas de modo que la habitación quedara aoscuras, pero a nuestro alrededor las estrellas estaban cayendo. Las ventanas estabaniluminadas por unas manchas de luz que caían en cascada sobre la cima de lamontaña, como peces brillantes en un río.www.lectulandia.com - Página 142

—Una lluvia de estrellas —dijo Nikolai, mientras me conducía con cuidado através de la habitación. La gente había dispuesto mantas y almohadas en el suelocálido y estaban sentados en grupitos o tumbados boca arriba, observando el cielonocturno.De repente, noté un dolor en el pecho tan fuerte que casi me hizo doblarme.Porque eso era lo que había ido a enseñarme Mal. Porque esa mirada, esa miradaabierta, emocionada y feliz, había sido para mí. Porque yo siempre sería la primerapersona a la que buscara cuando viera algo bonito, y yo haría lo mismo. Fuera unaSanta, una reina o la Grisha más poderosa que hubiera vivido jamás, siempre lobuscaría a él.—Qué bonito —logré decir.—Te dije que tenía mucho dinero.—¿Así que ahora organizas eventos celestiales?—En mi tiempo libre.Permanecimos en el centro de la habitación, mirando la cúpula de cristal.—Podría prometerte hacer que lo olvidaras —se ofreció Nikolai.—No creo que eso sea posible.—Te das cuenta de que estás haciendo estragos en mi orgullo, ¿verdad?—Tu confianza parece completamente intacta.—Piénsalo —dijo, conduciéndome a través de la multitud hasta un rincóntranquilo cerca de la terraza occidental—. Estoy acostumbrado a ser el centro deatención allá donde vaya. Me han dicho que podría quitar las herraduras de un caballocon mi encanto en mitad de una carrera, pero tú pareces inmune.Me reí.—Ya sabes perfectamente que me caes bien, Nikolai.—Qué emoción tan poco entusiasta.—Yo no te oigo haciendo declaraciones de amor.—¿Ayudarían?—No.—¿Halagos? ¿Flores? ¿Un centenar de cabezas de ganado?Le di un empujón.—No.Incluso en ese momento, sabía que llevarme ahí arriba no era tanto un gestoromántico como una demostración. El comedor estaba desierto, y teníamos unapequeña zona de la Rueca para nosotros, pero se había asegurado de que habíatomado el camino largo a través de la multitud. Quería que nos vieran juntos; losfuturos Reyes de Ravka.Se aclaró la garganta.—Alina, si se diera el caso poco probable de que sobrevivamos a las próximassemanas, voy a pedirte que seas mi esposa. —Se me quedó la boca seca. Sabía queeso iba a pasar, pero seguía siendo extraño oírle decir esas palabras—. Aunque Malwww.lectulandia.com - Página 143

pájaro de fuego. Podría haber vivido cerca de las Sikurzoi, transmitiendo su poder de

generación en generación, durante cientos de años. Tal vez se hubiera manifestado

finalmente en mí.

Sabía que no era más que una suposición. Una arrogancia terrible. Y aun así, si

encontrábamos el pájaro de fuego cerca de Dva Stolba, tan cerca del lugar de mi

nacimiento, ¿podría ser realmente una coincidencia?

Me detuve en seco. Si estaba emparentada con Morozova, eso significaba que

estaba emparentada con el Oscuro. Y eso significaba que casi había… La idea hizo

que se me pusieran los pelos de punta. No importaba cuántos años y generaciones

pudieran haber pasado, me sentía como si necesitara un baño de agua hirviendo.

Mis pensamientos quedaron interrumpidos por Nikolai, que avanzó a zancadas

por el pasillo en mi dirección.

—Tienes que ver una cosa —dijo.

—¿Va todo bien?

—Espectacularmente, de hecho. —Me echó un vistazo—. ¿Qué te ha hecho esa

arpía? Parece como si te hubieras tragado un bicho especialmente viscoso.

O tal vez haya intercambiado besos y algo más con mi primo. Me estremecí.

Nikolai me ofreció el brazo.

—Bueno, sea lo que sea, tendrás que dejarlo para más tarde. Hay un milagro

arriba, y no va a esperar.

Entrelacé el brazo con el suyo.

—Nunca te cansas de vender las cosas más de la cuenta, ¿verdad, Lantsov?

—No es más de la cuenta si cumples lo prometido.

Acabábamos de comenzar a subir las escaleras cuando Mal apareció corriendo en

dirección contraria. Estaba sonriendo, y su rostro estaba iluminado a causa de la

emoción. Esa sonrisa era como una bomba que explotara en mi pecho. Pertenecía a

un Mal que pensaba que había desaparecido bajo las cicatrices de la guerra.

Nos vio a Nikolai y a mí, con los brazos entrelazados, y su expresión tardó tan

solo un breve segundo en resquebrajarse. Hizo una reverencia y se apartó a un lado

para dejarnos pasar.

—Vas en la dirección incorrecta —dijo Nikolai—. Te lo vas a perder.

—Subo en un minuto —respondió Mal. Su voz sonaba tan normal, tan educada,

que casi creí que me había imaginado esa sonrisa.

Sin embargo, necesité toda mi fuerza de voluntad para seguir subiendo esas

escaleras, para mantener la mano sobre el brazo de Nikolai. Desprecia tu corazón, me

dije. Haz lo que tengas que hacer.

Cuando llegamos hasta la parte superior y entramos en la Rueca, me quedé

boquiabierta. Habían apagado las lámparas de modo que la habitación quedara a

oscuras, pero a nuestro alrededor las estrellas estaban cayendo. Las ventanas estaban

iluminadas por unas manchas de luz que caían en cascada sobre la cima de la

montaña, como peces brillantes en un río.

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