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Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

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Comenzaba a notar un dolor sordo cerca de la sien derecha.

—No me gusta esto —señalé—. Nada de esto. Estáis hablando de lanzar un

montón de cuerpos a los nichevo’ya. La cantidad de muertes será enorme.

—Sabes que yo estaré ahí con ellos —dijo Nikolai.

—Lo único que significa eso es que puedes sumar tu número a los muertos.

—Si el Oscuro utiliza la Sombra para separarnos de posibles aliados, entonces

Ravka es suya. Él se volverá más poderoso, consolidará sus fuerzas. No voy a

rendirme y ya está.

—Ya viste lo que hicieron esos monstruos en el Pequeño Palacio…

—Tú misma lo has dicho: no se detendrá. Necesita utilizar su poder, y cuanto más

lo use, más lo ansiará. Puede que esta sea nuestra última oportunidad de derrotarlo.

Además, se rumorea que Oretsev, aquí presente, es un rastreador magnífico. Si

encuentra al pájaro de fuego, tal vez tengamos una oportunidad.

—¿Y si no lo hace?

Nikolai se encogió de hombros.

—Nos pondremos nuestra mejor ropa y moriremos como héroes.

Estaba amaneciendo para cuando terminamos de debatir sobre los detalles de lo que

haríamos a continuación. El Reyezuelo había regresado, y Nikolai volvió a enviarlo

fuera con una nueva tripulación y una advertencia dirigida al concilio mercantil de

Ravka Occidental de que el Oscuro podría estar planeando un ataque.

También llevaban una invitación para encontrarse con él y la Invocadora del Sol

en Kerch, que era neutral. Era demasiado peligroso que Nikolai y yo nos

arriesgáramos a que nos atraparan en lo que muy pronto podía ser territorio enemigo.

El Pelícano había vuelto al hangar, y pronto partiría hacia Keramzin sin nosotros. No

sabía si me sentía triste o aliviada de no poder viajar con ellos hacia el orfanato, pero

simplemente no había tiempo para dar un rodeo. Mal y su equipo se marcharían hacia

las Sikurzoi al día siguiente a bordo de la Garcilla, y yo me encontraría allí con ellos

una semana más tarde. Nos ceñiríamos a nuestro plan, esperando que el Oscuro no

actuara antes.

Había más cosas que discutir, pero Nikolai tenía cartas que escribir, y yo tenía que

hablar con Baghra. Había terminado el tiempo de las lecciones.

La encontré en su guarida a oscuras, con el fuego bien avivado y la habitación

insoportablemente calurosa. Misha acababa de llevarle la bandeja del desayuno.

Aguardé mientras se comía su kasha de alforfón y se bebía su té negro y amargo.

Cuando terminó, Misha abrió el libro para comenzar con la lectura, pero Baghra se

apresuró a silenciarlo.

—Llévate la bandeja —dijo—. La pequeña Santa tiene algo en la cabeza. Si la

hacemos esperar más tiempo, podría saltar de la silla para zarandearme.

Qué mujer tan horrible. ¿Es que no se le escapaba nada?

www.lectulandia.com - Página 134

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