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Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

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después, despiertos de inmediato tal como hacían los soldados, y poniéndose las

botas. Mal había cogido su pistola.

—No la necesitarás —dije—. Al menos, no lo creo.

Me planteé la posibilidad de enviar a alguien a por Nikolai, pero primero quería

saber a qué nos enfrentábamos.

Recorrimos el pasillo a zancadas, y cuando llegamos a la habitación de David

Tamar llamó una vez a la puerta antes de abrirla.

Al parecer, habían echado a Adrik y Harshaw aquella noche. Genya y David,

adormilados, nos miraron pestañeando desde debajo de las mantas de un catre

estrecho. Señalé a David.

—Vestíos —dije—. Tenéis dos minutos.

—¿Qué está…? —comenzó Genya.

—Hacedlo.

Salimos por la puerta a esperar.

Mal soltó una tos.

—No puedo decir que me sorprenda.

Tamar resopló.

—Después de su discurso en la sala de guerra, hasta yo me planteé lanzarme

sobre él.

Unos momentos más tarde, la puerta se abrió con un crujido y David, descalzo y

despeinado, nos invitó a pasar. Genya estaba sentada con las piernas cruzadas sobre el

catre, con los bucles rojizos de su pelo señalando a todas direcciones.

—¿Qué pasa? —preguntó David—. ¿Va algo mal?

—He recibido información de que el Oscuro tiene intención de utilizar la Sombra

contra Ravka Occidental.

—¿Nikolai te ha…? —comenzó Tamar. Alcé la mano.

—Necesito saber si eso es posible.

David negó con la cabeza.

—No puede hacerlo sin ti. Necesita entrar en el Nocéano para expandirlo.

—Asegura que puede hacerlo. Asegura que dejaste secretos en el Pequeño

Palacio.

—Espera un momento —intervino Genya—. ¿De dónde viene esta información?

—Fuentes —dije secamente—. David, ¿a qué se refería?

No quería creer que sería capaz de traicionarnos, al menos, no deliberadamente.

Él frunció el ceño.

—Cuando huimos de Os Alta dejé atrás mis viejos cuadernos, pero no suponen

ningún peligro.

—¿Qué había en ellos? —preguntó Tamar.

—Toda clase de cosas —contestó, mientras sus diestros dedos arrugaban y

alisaban la tela de sus pantalones—. Los diseños de los platos espejados, una lente

para filtrar las distintas ondas del espectro, nada que pudiera utilizar para entrar en la

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