07.08.2023 Views

Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

que el deber o el miedo. —Sus dedos tocaron la piel donde había estado su herida.

Tan solo quedaba una ligera rojez—. Hay rumores de que han visto a tu príncipe

Lantsov.

Me acerqué más a él, tratando de mantener la voz tranquila.

—¿Dónde?

Levantó la mirada, y sus labios se curvaron en una ligera sonrisa.

—¿Te gusta?

—¿Importa eso?

—Es más difícil cuando te gustan. Los lloras más.

¿A cuánta gente habría llorado? ¿Habrían sido amigos? ¿Una esposa? ¿Habría

dejado alguna vez que alguien se acercara tanto?

—Cuéntame, Alina —dijo—. ¿Ya te ha reclamado?

—¿Reclamado? ¿Como si fuera una península?

—No te sonrojas. No desvías los ojos. Cuánto has cambiado… ¿Qué hay de tu

fiel rastreador? ¿Dormirá aovillado a los pies de tu trono?

Estaba presionándome, tratando de provocarme. En lugar de acobardarme, me

acerqué más a él.

—Acudiste a mí con la cara de Mal aquella noche, en tus habitaciones. ¿Era

porque sabías que iba a rechazarte?

Sus dedos se tensaron sobre el borde de la mesa, pero entonces se encogió de

hombros.

—Era él a quien deseabas. ¿Sigues haciéndolo?

—No.

—Eres una pupila aventajada, pero una terrible mentirosa.

—¿Por qué sientes tanto desdén por los otkazat’sya?

—No es desdén. Es comprensión.

—No todos son débiles y estúpidos.

—Lo que son es predecibles —dijo—. La gente te amaría durante un tiempo. Pero

¿qué pensarán cuando su buen rey haya envejecido y muerto, mientras su esposa

bruja permanece joven? Cuando todos aquellos que recuerden tus sacrificios sean

polvo en el suelo, ¿cuánto tiempo crees que tardarán sus hijos o sus nietos en

volverse en tu contra?

Sus palabras me hicieron estremecer. Todavía no era capaz de hacerme a la idea

de la larga vida que tenía frente a mí, del enorme abismo de eternidad.

—Nunca te lo has planteado, ¿verdad? —continuó—. Tú vives en un solo

momento. Yo vivo en miles.

«¿No somos todas las cosas?».

En un destello, su mano salió disparada como una serpiente y me agarró la

muñeca. La habitación quedó enfocada de repente. Me atrajo más a él y me colocó

entre sus rodillas. Su otra mano presionó la parte inferior de mi espalda, y sus fuertes

dedos recorrieron la curva de mi columna vertebral.

www.lectulandia.com - Página 125

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!