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Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

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tanto.

—Esa es para mí —dije—. Pero las demás son para quien las quiera. No puedo

ponérmelas todas en Ravka Occidental.

—¿Ha mandado Nikolai a hacerlas para ti? —preguntó Nadia.

—No es muy devoto de la contención.

—¿Estás segura de que quieres regalárnoslas?

—Prestároslas —la corregí—. Y si no le gusta, que aprenda a dar instrucciones

más cuidadosas.

—Es inteligente —comentó Tamar, poniéndose una capa de un verde azulado

sobre los hombros y mirándose en el espejo—. Tiene que parecer un Rey, y tú tienes

que parecer una Reina.

—Hay algo más —dije. Una vez más noté que esa timidez me envolvía. Todavía

no sabía cómo comportarme con los demás Grisha. ¿Eran amigos? ¿Súbditos? Aquel

era un territorio nuevo, pero no quería estar sola en mi habitación sin ninguna

compañía salvo mis pensamientos y una pila de trajes.

Saqué el anillo de Nikolai y lo puse sobre la mesa.

—Por todos los Santos —suspiró Genya—. Es la esmeralda Lantsov.

Parecía brillar a la luz de la lámpara, y los diminutos diamantes centelleaban a su

alrededor.

—¿Te la ha dado y ya está? ¿Para que te la quedes? —preguntó Nadia.

Genya me agarró el brazo.

—¿Te ha propuesto matrimonio?

—No exactamente.

—Prácticamente es como si lo hubiera hecho —explicó—. Ese anillo es una

reliquia familiar. La Reina lo llevaba a todas partes, incluso para dormir.

—Tíralo —dijo Zoya—. Rómpele el corazón con crueldad. Yo me ofreceré

encantada a consolar a nuestro pobre príncipe, y sería una reina magnífica.

Me reí.

—Lo cierto es que podrías serlo, Zoya, si dejaras de ser horrible durante un

minuto.

—Con esa clase de incentivos, puedo serlo durante un minuto. Tal vez incluso

dos.

Puse los ojos en blanco.

—Tan solo es un anillo.

Zoya suspiró y levantó la esmeralda, que reflejó la luz con un destello.

—Sí que soy horrible —dijo bruscamente—. Con toda la gente que ha muerto, y

yo echo de menos tener cosas bonitas.

Genya se mordió el labio.

—Yo echo de menos el kulich de almendras —soltó abruptamente—. Y la

mantequilla, y la mermelada de cereza que los cocineros solían traer del mercado de

Balakirev.

www.lectulandia.com - Página 120

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