Ruina y ascenso - Leigh Bardugo
los restos de dos molinos. Sin embargo, creíamos que en realidad eran las ruinas deun arco antiguo, un indicador del pájaro de fuego, el último de los amplificadores deIlya Morozova.—Hay una mina de cobre abandonada en Murin —explicó—. Podéis aterrizar ahícon la Garcilla y entrar en el valle a pie.—¿Por qué no volamos directamente hasta las Sikurzoi? —preguntó Mal.Tamar negó con la cabeza.—Podría ser muy difícil maniobrar. Hay menos lugares para aterrizar, y el terrenoes mucho más peligroso.—De acuerdo —aceptó Mal—. Entonces bajamos en Murin y vamos hasta elPaso de Jidkova.—Deberíamos tener una buena coartada —añadió Tolya—. Nevsky dice que haymucha gente viajando por las ciudades fronterizas, tratando de salir de Ravka antesde que llegue el invierno y sea imposible cruzar las montañas.—¿Cuánto tiempo tardaréis en encontrar al pájaro de fuego? —preguntó Nikolai.Todos se giraron hacia Mal.—No hay forma de saberlo —dijo—. Tardé meses en encontrar el ciervo, perocazar al azote marino me llevó menos de una semana. —Mantuvo los ojos fijos en elmapa, pero noté cómo el recuerdo de aquellos días se alzaba entre nosotros. Loshabíamos pasado en las aguas heladas del Paso de los Huesos, con la amenaza de unatortura sobre nosotros—. Hay mucho territorio en las Sikurzoi, así que tenemos queponernos en marcha tan rápido como podamos.—¿Ya has elegido a tu tripulación? —le preguntó Nikolai a Tamar.Ella prácticamente se había puesto a bailar cuando le había sugerido que fuera lacapitana de la Garcilla, y se había apresurado a familiarizarse con el barco y suequipamiento.—A Zoya no se le da bien trabajar en equipo —respondió—, pero necesitamosVendavales, y ella y Nadia son nuestras mejores opciones. A Stigg no se le dan mallas cuerdas, y nos vendrá bien tener al menos a un Inferni a bordo. Deberíamos poderhacer un viaje de prueba mañana.—Iríais más rápido con una tripulación experimentada.—He añadido a uno de tus Agitamareas y a un Hacedor a la lista —dijo—. Mesentiría mejor utilizando a nuestra gente para el resto.—Los rebeldes son leales.—Tal vez —respondió Tamar—, pero nosotros trabajamos bien juntos.Sobresaltada, me di cuenta de que tenía razón. Nuestra gente. ¿Cuándo habíasucedido eso? ¿En el viaje desde la Catedral Blanca? ¿Cuando se derrumbó la cueva?¿En el momento en que tuvimos que enfrentarnos a los guardias de Nikolai, ydespués a un rey?Nuestro grupito se estaba separando, y no me gustaba. Adrik estaba furioso portener que quedarse atrás, y sabía que lo iba a echar de menos. Incluso echaría dewww.lectulandia.com - Página 114
menos a Harshaw y a Oncat. Sin embargo, lo más duro sería despedirme de Genya.Entre la tripulación y los suministros, la Garcilla ya llevaba demasiado peso, y nohabía ninguna razón para que fuera con nosotros a las Sikurzoi. Y aunquenecesitábamos a un Materialnik con nosotros para formar el segundo grillete, Nikolaicreía que David sería de mayor utilidad en tierra, utilizando su mente para ayudar enla guerra. En lugar de él habíamos escogido a Irina, la Hacedora rebelde que habíaforjado el grillete de escamas alrededor de mi muñeca cuando estuvimos a bordo delVolkvolny. David se alegró de la decisión, y Genya se había tomado la noticia mejorque yo.—¿Quieres decir que no voy a poder recorrer una cordillera polvorienta con Zoyaquejándose durante todo el camino y Tolya recitándome la Segunda Historia deKregi? —Se rio—. Estoy abatida.—¿Estarás bien aquí? —pregunté.—Creo que sí. No puedo creer que vaya a decir esto, pero le estoy cogiendocariño a Nikolai. No se parece en nada a su padre, y además viste genial.Lo cierto era que tenía razón en eso. Incluso en la cima de la montaña, las botasde Nikolai siempre estaban pulidas, y su uniforme siempre inmaculado.—Si todo va bien —dijo Tamar—, deberíamos estar listos para partir hacia elfinal de esta semana.Noté un ramalazo de satisfacción y tuve que resistir la necesidad de frotarme lazona vacía de mi muñeca. Pero entonces Nikolai se aclaró la garganta.—Sobre ese tema… Alina, me pregunto si considerarías dar un ligero rodeo.Fruncí el ceño.—¿Qué clase de rodeo?—La alianza con Ravka Occidental sigue siendo nueva. Van a sentir presión porparte de Fjerda para abrir la Sombra al Oscuro. Para ellos significaría mucho poderver lo que es capaz de hacer una Invocadora del Sol. Había pensado que, mientras losdemás comienzan a explorar las Sikurzoi, nosotros podríamos asistir a un par decenas de Estado, cortar la cima de alguna montaña, tranquilizarnos. Puedo llevartepara unirte a los demás en las montañas en el camino de vuelta de Os Kervo. Comoha dicho Mal, tienen mucho territorio que cubrir, y el retraso sería insignificante.Por un momento pensé que Mal hablaría sobre la necesidad de entrar y salir de lasSikurzoi antes de que llegaran las primeras nevadas, que señalara el peligro decualquier clase de retraso. En lugar de eso, enrolló el mapa sobre la mesa y dijo:—Parece inteligente. Tolya puede ir como guardia de Alina. Yo necesito practicarlas frases.Ignoré el vuelco de mi corazón. Aquello era lo que quería.—Por supuesto —asentí.Si Nikolai había esperado una discusión, lo escondió bien.—Excelente —respondió, uniendo las manos—. Hablemos sobre tu vestuario.www.lectulandia.com - Página 115
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los restos de dos molinos. Sin embargo, creíamos que en realidad eran las ruinas de
un arco antiguo, un indicador del pájaro de fuego, el último de los amplificadores de
Ilya Morozova.
—Hay una mina de cobre abandonada en Murin —explicó—. Podéis aterrizar ahí
con la Garcilla y entrar en el valle a pie.
—¿Por qué no volamos directamente hasta las Sikurzoi? —preguntó Mal.
Tamar negó con la cabeza.
—Podría ser muy difícil maniobrar. Hay menos lugares para aterrizar, y el terreno
es mucho más peligroso.
—De acuerdo —aceptó Mal—. Entonces bajamos en Murin y vamos hasta el
Paso de Jidkova.
—Deberíamos tener una buena coartada —añadió Tolya—. Nevsky dice que hay
mucha gente viajando por las ciudades fronterizas, tratando de salir de Ravka antes
de que llegue el invierno y sea imposible cruzar las montañas.
—¿Cuánto tiempo tardaréis en encontrar al pájaro de fuego? —preguntó Nikolai.
Todos se giraron hacia Mal.
—No hay forma de saberlo —dijo—. Tardé meses en encontrar el ciervo, pero
cazar al azote marino me llevó menos de una semana. —Mantuvo los ojos fijos en el
mapa, pero noté cómo el recuerdo de aquellos días se alzaba entre nosotros. Los
habíamos pasado en las aguas heladas del Paso de los Huesos, con la amenaza de una
tortura sobre nosotros—. Hay mucho territorio en las Sikurzoi, así que tenemos que
ponernos en marcha tan rápido como podamos.
—¿Ya has elegido a tu tripulación? —le preguntó Nikolai a Tamar.
Ella prácticamente se había puesto a bailar cuando le había sugerido que fuera la
capitana de la Garcilla, y se había apresurado a familiarizarse con el barco y su
equipamiento.
—A Zoya no se le da bien trabajar en equipo —respondió—, pero necesitamos
Vendavales, y ella y Nadia son nuestras mejores opciones. A Stigg no se le dan mal
las cuerdas, y nos vendrá bien tener al menos a un Inferni a bordo. Deberíamos poder
hacer un viaje de prueba mañana.
—Iríais más rápido con una tripulación experimentada.
—He añadido a uno de tus Agitamareas y a un Hacedor a la lista —dijo—. Me
sentiría mejor utilizando a nuestra gente para el resto.
—Los rebeldes son leales.
—Tal vez —respondió Tamar—, pero nosotros trabajamos bien juntos.
Sobresaltada, me di cuenta de que tenía razón. Nuestra gente. ¿Cuándo había
sucedido eso? ¿En el viaje desde la Catedral Blanca? ¿Cuando se derrumbó la cueva?
¿En el momento en que tuvimos que enfrentarnos a los guardias de Nikolai, y
después a un rey?
Nuestro grupito se estaba separando, y no me gustaba. Adrik estaba furioso por
tener que quedarse atrás, y sabía que lo iba a echar de menos. Incluso echaría de
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