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príncipe—. ¿Padre? ¿Lo hiciste?
—Es una sirvienta, Nikolai. No tuve que forzarla.
Tras un largo momento, el chico dijo:
—Genya Safin, cuando esta guerra acabe, te someterás a juicio por alta traición
contra este reino, y por conspirar con el Oscuro contra la corona.
El Rey esbozó una sonrisa petulante, pero Nikolai no había terminado.
—Padre, estás enfermo. Has servido a la corona y al pueblo de Ravka, y ahora ha
llegado el momento de que tengas el descanso que mereces. Esta noche escribirás una
carta de abdicación.
El Rey pestañeó, confuso, y sus párpados se abrieron y cerraron como si no
comprendiera lo que estaba oyendo.
—No voy a hacer tal…
—Vas a escribir la carta, y mañana te marcharás en el Reyezuelo. Te llevará a Os
Kervo, donde te llevarán cuidadosamente a bordo del Volkvolny y cruzarás el Mar
Auténtico. Podrás ir a algún sitio cálido, tal vez las Colonias Sureñas.
—¿Las Colonias? —jadeó la Reina.
—Tendréis todos los lujos. Estaréis lejos de la lucha y del alcance del Oscuro.
Estaréis a salvo.
—¡Soy el Rey de Ravka! Esta… esta traidora, esta…
—Si te quedas aquí, te someteré a juicio por violación.
La Reina se llevó una mano al corazón.
—Nikolai, no puedes hablar en serio.
—Estaba bajo tu protección, Madre.
—¡Es una sirvienta!
—Y tú eres una reina. Tus súbditos son tus hijos. Todos ellos. El Rey caminó
hasta Nikolai.
—¿Me vas a echar de mi propio país por unos cargos tan insignificantes…? En
ese momento, Tamar rompió su silencio.
—¿Insignificantes? ¿Serían insignificantes si hubiera nacido en la nobleza? Mal
cruzó los brazos.
—Si ella hubiera nacido en la nobleza, él jamás se habría atrevido.
—Esta es la mejor solución —dijo Nikolai.
—¡Esta no es ninguna solución! —ladró el Rey—. ¡Es una cobardía!
—No puedo ignorar este crimen.
—No tienes ningún derecho, ninguna autoridad. ¿Quién eres tú para someter a
juicio a tu Rey? Nikolai se puso más recto.
—Estas son las leyes de Ravka, no las mías. No deberían romperse por el rango o
el estatus. —Templó su tono—. Sabes que esto es lo mejor. Tu salud está fallando.
Necesitas descanso, y estás demasiado débil como para dirigir nuestras fuerzas contra
el Oscuro.
—¡Mírame! —rugió el Rey.
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