El sutil arte de que te importe un carajo_Mark Manson
por mis miedos e incertidumbres, aceptar mis fracasos y los rechazos—, todo hasido más ligero gracias a la conciencia de mi propia muerte. Mientras más measomo a la oscuridad, más brillante se vuelve la vida, más quieto se vuelve elmundo y menos siento esa resistencia inconsciente a . . . bueno . . . a todo.Permanezco sentado aquí en el Cabo durante unos minutos, me lleno de todoa mi alrededor. Cuando finalmente decido pararme, pongo las manos detrás demí y me impulso. Lentamente, me incorporo. Reviso el terreno bajo mis pies, measeguro de que no haya una piedra errante lista para sabotearme. Habiendoconfirmado que estoy a salvo, comienzo a caminar de regreso a la realidad —unmetro, tres metros—, mi cuerpo se va restaurando a cada paso. Mis pies sesienten más ligeros. Dejo que el imán de la vida me atraiga hacia él.Conforme voy sorteando unas piedras de regreso al camino principal, levantola mirada y me encuentro con un hombre que me observa. Me detengo y hagocontacto visual con él.—¡Ehh!, te vi sentado en la orilla, allá arriba —dice.Su acento es australiano. La palabra allá emana de su boca con torpeza.Apunta hacia la Antártida.—Sí, la vista es fenomenal, ¿a poco no?Estoy sonriendo, él no. Me mira muy serio.Me tallo las manos contra los shorts, mi cuerpo aún vibra por la experienciavivida. Hay un silencio incómodo.El australiano se queda sin decir nada, perplejo, aun mirándome, claramentebuscando qué decir a continuación. Después de un momento, ordena de maneracuidadosa las palabras.—¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?Me tomo mi tiempo para contestar, aun sonriendo.—Vivo. Muy vivo.Su escepticismo se rompe y una sonrisa toma su lugar. Asiente ligeramente ysigue por el camino. Yo me quedo donde estoy, un poco más arriba, absorbiendola vista, esperando a que mis amigos lleguen a la cima.
AgradecimientosEste libro empezó como una cosa grande, desordenada, y requirió más que mispropias manos para cincelar algo comprensible.Ante todo, gracias a mi brillante y hermosa esposa Fernanda, quien nuncaduda en decirme no cuando más necesito escucharlo. No solamente me hacesuna mejor persona, sino que tu amor incondicional y tu retroalimentaciónconstante durante el proceso de escritura fueron indispensables.A mis padres, por soportarme durante todos esos años y continuar amándomea pesar de todo. En muchas formas, no sentí que me haya convertido en adultosino hasta que comprendí muchos de los conceptos en este libro. Bajo esa luz, hasido un placer conocerlos ya como adulto en estos últimos años. A mi hermanotambién: nunca dudo de la existencia del amor mutuo y el respeto que existenentre nosotros, incluso si algunas veces me molesta que no respondas mismensajes de texto.A Philip Kemper y Drew Birnie, dos grandes cerebros que conspiran paraque el mío parezca mucho más grande de lo que de verdad es. Su arduo trabajo ysu inteligencia continúan dejándome azorado.A Michael Covell, por ser mi examen de estrés intelectual, especialmentecuando se trata de entender las investigaciones psicológicas, y por siempreretarme en mis hipótesis.A mi editor Luke Dempsey, por apretar sin piedad los tornillos de miescritura y por tener, posiblemente, una boca más obscena que la mía. A miagente Mollie Glick, por ayudarme a definir la visión del libro y empujarlo aúnmás lejos en el mundo de lo que jamás esperé verlo llegar. A Taylor Pearson,Dan Andrews y Jodi Ettenburg, por su apoyo durante este proceso, ustedes tresme hicieron mantenerme responsable y con salud mental, que son las únicas doscosas que todo escritor necesita.Y, finalmente, a los millones de personas que, por cualquier razón,decidieron leer a este cabrón malhablado de Boston que escribe sobre su vida enun blog. La cantidad de correos electrónicos que he recibido de aquellos deustedes que están dispuestos a abrirme, a mí, un completo extraño, las másíntimas esquinas de su vida, me mantienen humilde y me inspiran. Hasta este
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Agradecimientos
Este libro empezó como una cosa grande, desordenada, y requirió más que mis
propias manos para cincelar algo comprensible.
Ante todo, gracias a mi brillante y hermosa esposa Fernanda, quien nunca
duda en decirme no cuando más necesito escucharlo. No solamente me haces
una mejor persona, sino que tu amor incondicional y tu retroalimentación
constante durante el proceso de escritura fueron indispensables.
A mis padres, por soportarme durante todos esos años y continuar amándome
a pesar de todo. En muchas formas, no sentí que me haya convertido en adulto
sino hasta que comprendí muchos de los conceptos en este libro. Bajo esa luz, ha
sido un placer conocerlos ya como adulto en estos últimos años. A mi hermano
también: nunca dudo de la existencia del amor mutuo y el respeto que existen
entre nosotros, incluso si algunas veces me molesta que no respondas mis
mensajes de texto.
A Philip Kemper y Drew Birnie, dos grandes cerebros que conspiran para
que el mío parezca mucho más grande de lo que de verdad es. Su arduo trabajo y
su inteligencia continúan dejándome azorado.
A Michael Covell, por ser mi examen de estrés intelectual, especialmente
cuando se trata de entender las investigaciones psicológicas, y por siempre
retarme en mis hipótesis.
A mi editor Luke Dempsey, por apretar sin piedad los tornillos de mi
escritura y por tener, posiblemente, una boca más obscena que la mía. A mi
agente Mollie Glick, por ayudarme a definir la visión del libro y empujarlo aún
más lejos en el mundo de lo que jamás esperé verlo llegar. A Taylor Pearson,
Dan Andrews y Jodi Ettenburg, por su apoyo durante este proceso, ustedes tres
me hicieron mantenerme responsable y con salud mental, que son las únicas dos
cosas que todo escritor necesita.
Y, finalmente, a los millones de personas que, por cualquier razón,
decidieron leer a este cabrón malhablado de Boston que escribe sobre su vida en
un blog. La cantidad de correos electrónicos que he recibido de aquellos de
ustedes que están dispuestos a abrirme, a mí, un completo extraño, las más
íntimas esquinas de su vida, me mantienen humilde y me inspiran. Hasta este