El sutil arte de que te importe un carajo_Mark Manson
lo volvieron a despedir.Entonces, Becker aterrizó en la Universidad Estatal de San Francisco, dondelogró mantener su trabajo por más de un año. Pero cuando las protestasestudiantiles explotaron en contra de la Guerra de Vietnam, la universidad llamóa la Guardia Nacional y las cosas se pusieron violentas. Cuando Becker apoyó alos estudiantes y condenó públicamente las acciones del decano (una vez más,acusándolo de ser hitleriano y demás), de nuevo lo corrieron sin demora.Becker cambió de empleo cuatro veces en seis años. Y antes de que lopudieran correr del quinto, se enfermó de cáncer de colon. El pronóstico erasombrío. Pasó los siguientes años en cama y con poca esperanza de sobrevivir.De modo que decidió escribir un libro, el cual se centraría en la muerte.Becker murió en 1974. Su libro, La negación de la muerte, ganaría el PremioPulitzer y se convertiría en una de las obras intelectuales más influyentes delsiglo xx al convulsionar los campos de la psicología y la antropología conprofundas afirmaciones filosóficas que aún siguen influyendo hoy en día.La negación de la muerte aborda dos puntos esenciales:1. Los humanos son únicos en cuanto a que son los únicos animales que puedenconceptualizarse y pensar abstractamente sobre sí mismos. Los perros no sesientan a pensar acerca de su carrera. Los gatos no piensan en sus errorespasados o se preguntan qué hubiera sucedido si hubieran actuado diferente.Los monos no discuten sobre sus posibilidades futuras, del mismo modo quelos peces no van por ahí preguntándose si les parecerían más atractivos aotros peces si tuvieran una aleta más larga.Como humanos, estamos bendecidos con la habilidad de imaginarnos ensituaciones hipotéticas, podemos contemplar el pasado y el presente e imaginarotras realidades o situaciones donde las cosas podrían ser diferentes. Justo poresta habilidad mental única —dice Becker— todos, en algún momento, nosvolvemos conscientes de la inevitabilidad de nuestra propia muerte. Al sercapaces de conceptualizar versiones alternativas de la realidad, somos tambiénlos únicos animales que se imaginan una realidad sin nosotros.Esta toma de consciencia causa lo que Becker llama “el terror de la muerte”,una ansiedad existencial profunda que subyace en todo lo que pensamos ohacemos.2. El segundo punto de Becker tiene que ver con la premisa de que, en esencia,poseemos dos yo. El primero es el yo físico, aquel que come, duerme, roncay defeca. El segundo es el yo conceptual, nuestra identidad o cómo nospercibimos.
El argumento de Becker es el siguiente: todos somos conscientes, en ciertonivel, que nuestro yo físico eventualmente morirá, que esa muerte es inevitable yesa inevitabilidad —en cierto nivel inconsciente—nos aterroriza. Por ello, y paracompensar nuestro miedo de la pérdida inevitable de nuestro yo físico, tratamosde construir un yo conceptual que viva eternamente. Ésta es la razón por la cualla gente se esfuerza tanto por poner sus nombres en los edificios, en estatuas, enlos lomos de libros. Por eso nos sentimos impelidos a pasar tanto tiempoentregándonos a los demás, especialmente a los niños, con la esperanza de quenuestra influencia —que nuestro yo conceptual— vivirá más allá de nuestro yofísico; que seremos recordados, venerados e idealizados mucho después de quenuestro yo físico haya dejado de existir.Becker denominó a estos esfuerzos “proyectos de inmortalidad”, los cualespermiten a nuestro yo conceptual vivir más allá del momento de nuestra muertefísica. La civilización humana —dice— es básicamente el resultado de proyectosde inmortalidad: las ciudades, los gobiernos, las estructuras y las autoridadesactuales fueron los proyectos de inmortalidad de hombres y mujeres quevivieron antes que nosotros. Son los remanentes de los yo conceptuales que nomurieron. Nombres como Jesús, Mahoma, Napoleón y Shakespeare son tanpoderosos hoy como cuando estuvieron vivos, si no es que más. Y ésa es lameta. Ya sea a través de dominar una forma de arte, conquistar una nueva tierra,acumular increíbles riquezas o simplemente tener una familia grande y cariñosaque seguirá por generaciones, todo el significado en nuestras vidas estámoldeado por este deseo innato de nunca morir realmente.La religión, la política, los deportes, el arte y la innovación tecnológica sonel resultado de los proyectos de inmortalidad de la gente. Becker discutía que lasguerras, las revoluciones y los asesinatos masivos ocurren cuando los proyectosde inmortalidad de un grupo se friccionan contra los de otro grupo. Siglos deopresión y el derramamiento de sangre de millones se han justificado como ladefensa de un proyecto de inmortalidad de un grupo contra el de otro.Pero cuando nuestros proyectos de inmortalidad fallan, se pierde elsignificado; cuando la pretensión de que nuestro yo conceptual viva más allá denuestro yo físico no se percibe como posible o probable, el terror a morir —esahorrible y deprimente ansiedad— vuelve a infestar nuestra mente. Un traumapuede causar esto, tanto como la vergüenza y el ridículo social. También puedeser causada, como sostiene Becker, por la enfermedad mental.Si no te has dado cuenta ya, nuestros proyectos de inmortalidad son nuestrosvalores. Son los barómetros de significado y valor en nuestra vida. Cuandonuestros valores fallan, también lo hacemos nosotros, psicológicamentehablando. Lo que Becker dice, en esencia, es que el miedo nos mueve a todos
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El argumento de Becker es el siguiente: todos somos conscientes, en cierto
nivel, que nuestro yo físico eventualmente morirá, que esa muerte es inevitable y
esa inevitabilidad —en cierto nivel inconsciente—nos aterroriza. Por ello, y para
compensar nuestro miedo de la pérdida inevitable de nuestro yo físico, tratamos
de construir un yo conceptual que viva eternamente. Ésta es la razón por la cual
la gente se esfuerza tanto por poner sus nombres en los edificios, en estatuas, en
los lomos de libros. Por eso nos sentimos impelidos a pasar tanto tiempo
entregándonos a los demás, especialmente a los niños, con la esperanza de que
nuestra influencia —que nuestro yo conceptual— vivirá más allá de nuestro yo
físico; que seremos recordados, venerados e idealizados mucho después de que
nuestro yo físico haya dejado de existir.
Becker denominó a estos esfuerzos “proyectos de inmortalidad”, los cuales
permiten a nuestro yo conceptual vivir más allá del momento de nuestra muerte
física. La civilización humana —dice— es básicamente el resultado de proyectos
de inmortalidad: las ciudades, los gobiernos, las estructuras y las autoridades
actuales fueron los proyectos de inmortalidad de hombres y mujeres que
vivieron antes que nosotros. Son los remanentes de los yo conceptuales que no
murieron. Nombres como Jesús, Mahoma, Napoleón y Shakespeare son tan
poderosos hoy como cuando estuvieron vivos, si no es que más. Y ésa es la
meta. Ya sea a través de dominar una forma de arte, conquistar una nueva tierra,
acumular increíbles riquezas o simplemente tener una familia grande y cariñosa
que seguirá por generaciones, todo el significado en nuestras vidas está
moldeado por este deseo innato de nunca morir realmente.
La religión, la política, los deportes, el arte y la innovación tecnológica son
el resultado de los proyectos de inmortalidad de la gente. Becker discutía que las
guerras, las revoluciones y los asesinatos masivos ocurren cuando los proyectos
de inmortalidad de un grupo se friccionan contra los de otro grupo. Siglos de
opresión y el derramamiento de sangre de millones se han justificado como la
defensa de un proyecto de inmortalidad de un grupo contra el de otro.
Pero cuando nuestros proyectos de inmortalidad fallan, se pierde el
significado; cuando la pretensión de que nuestro yo conceptual viva más allá de
nuestro yo físico no se percibe como posible o probable, el terror a morir —esa
horrible y deprimente ansiedad— vuelve a infestar nuestra mente. Un trauma
puede causar esto, tanto como la vergüenza y el ridículo social. También puede
ser causada, como sostiene Becker, por la enfermedad mental.
Si no te has dado cuenta ya, nuestros proyectos de inmortalidad son nuestros
valores. Son los barómetros de significado y valor en nuestra vida. Cuando
nuestros valores fallan, también lo hacemos nosotros, psicológicamente
hablando. Lo que Becker dice, en esencia, es que el miedo nos mueve a todos