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Cuando pueda recordarte

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CUANDO PUEDA RECORDARTE<br />

Lucía Ramírez


Hace mucho tiempo, en las impenetrables<br />

profundidades del bosque de la Estaca, vivía<br />

una antigua tribu de elefantes que había<br />

conseguido escapar de la terrible mano del ser<br />

humano. Habitaban el lugar en paz y armonía,<br />

siempre compartiendo todo lo que tenían con<br />

el resto de animales del bosque.


Su día no era muy diferente al nuestro: se levantaban temprano por la mañana<br />

y los más pequeños se preparaban para ir al colegio, mientras que los mayores<br />

recogían hojas tiernas de los árboles para comer.


Más tarde, desayunaban todos juntos<br />

y los adultos, que trabajaban cada día<br />

para mejorar la tribu, dejaban a los más<br />

pequeños en la Escuela de Elefantes.


Pero la escuela era mucho más diferente que el resto de escuelas a las que<br />

estamos acostumbrados. En las clases no había ni una silla para sentarse y las<br />

paredes estaban llenas de creativos dibujos con los que los propios elefantes<br />

decoraban el aula año tras año.


También había muchos lápices, acuarelas, rotuladores, ceras<br />

de todos los colores inimaginables… Otra pared estaba llena<br />

de estanterías que llegaban hasta el techo, unas estanterías<br />

rebosantes de libros con historias y aventuras infinitas.


Y el patio… ¡Vaya patio que tenían! Estaba conectado con el bosque y podían<br />

descubrir toda la naturaleza que les rodeaba.


Y así aprendían: jugando, leyendo, descubriendo el entorno, dibujando… Usaban la<br />

creatividad a todas horas y, cuando sentían interés por algún tema, la maestra<br />

los ayudaba a organizar un proyecto con el que poder aprender todavía más.<br />

Se preguntaban lo que querían saber, escribían las ideas en un papel enorme y<br />

hablaban. Siempre hablaban, hablaban muchísimo para decidir, así, qué hacer. Y<br />

entonces lo hacían: llevaban a cabo el proyecto y descubrían todo lo que se habían<br />

propuesto.


Aprender cosas nuevas cada día no era para nada difícil porque, como seguro que ya<br />

sabéis, los elefantes tienen una memoria sorprendente. Pueden almacenar gran<br />

parte de sus recuerdos más esenciales y, como son tan espabilados, aprenden a una<br />

velocidad sorprendente. Así, la escuela se convierte en un sitio al cual les gusta ir<br />

porque aprender les resulta muy divertido.


Pese a todo, no todo el mundo es perfecto, ¿verdad? Y lo cierto es que, entre<br />

todos los elefantes de la escuela, había uno que tenía muchos problemas para<br />

recordar todo lo que aprendía cada día en clase. No os penséis que Kahila, que<br />

es así como se llamaba el elefante, no quería estudiar. Lo intentaba cada día:<br />

estaba siempre muy atento, tenía mucha curiosidad por su entorno y hacía<br />

muchas preguntas.


Pero al día siguiente, cuando volvía a la escuela, era incapaz de recordar lo que<br />

habían hecho el día anterior. Tampoco penséis que esto le hacía sentir bien. De<br />

hecho, Kahila pasaba el tiempo triste por no poder recordar todo lo aprendido.<br />

“Los recuerdos son importantes”, se decía Kahila a sí mismo cada día antes de<br />

dormir.<br />

“Todo el mundo tiene recuerdos, los otros elefantes se acuerdan de lo que hacen y<br />

aprenden, pero yo soy incapaz. ¿Cómo podría hacer para no olvidar mis recuerdos?”


Después de días pensando en el tema, intentando buscar una solución, Kahila se<br />

despertó una mañana con una sensación extraña en el pecho, como si estuviera<br />

nervioso por algo. Miró a su alrededor. La habitación seguía tal y como la había<br />

dejado el día anterior: los juguetes, guardados dentro de la caja; los folios y<br />

colores, sobre el escritorio; la ropa para el día siguiente, doblada en un rincón<br />

sobre la cama. Pero, de golpe, la vio.


Se trataba de una antigua caja de zapatos escondida debajo de la mesa. Estaba<br />

recubierta de polvo y tenía un papel con su nombre justo encima. Muerto de<br />

curiosidad, Kahila se agachó para coger la caja. Al despegar el papel con su<br />

nombre, vio que había también algo escrito en la parte de atrás:


El mensaje le llegó al corazón. De repente, Kahila abrió la caja. Olía a mar, a selva,<br />

a montaña, a campos de trigo, a verano, a cerezas… Olía a recuerdos.<br />

El pequeño elefante se fijó con detalle en la caja. En su interior había objetos muy<br />

variados, de todas las formas y colores. Todos ellos tenían una nota que colgaba de<br />

un hilo naranja. Las notas explicaban el recuerdo que simbolizaba cada objeto y, para<br />

su sorpresa, Kahila se dio cuenta de que representaban momentos importantes de<br />

quien había guardado los recuerdos.


Sorprendido por el descubrimiento, Kahila miró a su<br />

alrededor. Debajo de la cama encontró una caja de<br />

zapatos que ya no utilizaba. Muy decidido, cogió la nota<br />

que había encontrado sobre la caja de recuerdos y la<br />

guardó dentro de su caja. Este fue el primero de sus<br />

recuerdos


©Lucía Ramírez Giménez (de la obra)<br />

©Apuleyo Ediciones (de esta edición)<br />

©Lucía Ramírez Giménez (de las ilustraciones)<br />

Primera edición en Apuleyo Ediciones: Julio 2023<br />

Diseño de cubierta: Claudia Álvarez Vega<br />

Corrección: Isidoro Cidre González<br />

Maquetación: Francisco José Cordero Mora<br />

Coordinación editorial: Isidoro Cidre González<br />

info@apuleyoediciones.com<br />

www.apuleyoediciones.com<br />

ISBN: 978-84-19648-52-5<br />

Depósito Legal: H 143-2023<br />

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de<br />

ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin<br />

permiso previo y por escrito de los titulares del copyright<br />

Hecho e impreso en España - Made and printed in Spain

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