273810
Muerte. (Transición.) Perdón…(Va a salir por la Galería del Silencio.)DOCTOR.— Un momento. Si no se ha decidido aún… esa Galería nodebe atravesarse más que en la hora decisiva. Al jardín de la Meditación,por aquí.AMANTE.— Gracias.DOCTOR.— ¿Necesita alguna cosa? ¿Libro, licores, música…?AMANTE.— Nada, gracias… (Sale. Saluda a la DAMA TRISTE conuna inclinación de cabeza.)DAMA.— ¿Otro desesperado? ¡Qué pena, tan joven…! ¿Algúndesengaño de amor?DOCTOR.— Así parece.DAMA.— ¡Pero si es un niño! De todos modos, dichoso él. ¡Si yotuviera al menos una historia de amor para recordarla! (Sale.)HANS.— Y así todos. Mucho llanto, mucha tristeza poética; peromatar no se mata ninguno.DOCTOR.— Esperemos, Hans.HANS (Sin gran ilusión).—Esperemos. ¿Alguna orden para hoy?DOCTOR.— Sí, hágame el favor de revisar la instalación eléctrica. Laúltima vez que el profesor de Filosofía se tiró al agua no funcionaron lostimbres de alarma.(Sale HANS. El DOCTOR se dispone a tomar unas notas. Se oye depronto un grito de mujer. Por la Galería del Silencio sale corriendoALICIA; una muchacha, apenas mujer, de dulce aspecto. Viste con unasencillez humilde y limpia. Viene espantada, como huyendo de un peligroinmediato.)ALICIA.— ¡No! ¡No quiero morir…, no quiero morir!… (Al ver alDOCTOR, que acude a ella.) ¡Paso! ¡Déjeme salir de aquí!DOCTOR.— Calma, muchacha. ¿Adonde va usted?
ALICIA.— No sé: ¡al aire libre!…, ¡a la vida otra vez!… ¡Déjeme!(Volviéndose sobresaltada.) ¿Quién anda ahí?DOCTOR.— Nadie.ALICIA.— He visto una sombra. La he oído reír…DOCTOR.— Vamos, vamos, alucinaciones.ALICIA (Empieza a sentirse aliviada. Se pasa una mano por la frente).—¿Quién es usted?DOCTOR.— El doctor Roda, director de la Casa. Tranquilícese.ALICIA.— ¿Por qué hacen ustedes esto? Esos árboles extraños, concuerdas colgadas, esa música invisible, esa Galería negra que da vueltas yvueltas… ¡Es horrible!DOCTOR.— No lo crea. Está usted dominada por un miedo pueril.Pero le aseguro que nada de eso es verdad. ¿Quiere usted volver conmigo?ALICIA.— ¡No! ¡Volver, no! Quiero salir de aquí.DOCTOR.— Nadie la detiene. No sé quién es usted, ni por dónde haentrado, ni por qué ha venido aquí; pero no importa. Ahí está el parque;bordeando el lago saldrá a la carretera; al otro lado de las montañas se ve,lejos, la ciudad. Es usted libre.ALICIA (Con una amargura infinita).—La ciudad… La ciudad otravez…(Se deja caer llorando en un asiento. El DOCTOR la contempla,conmovido. Pausa.)DOCTOR.— ¿Por qué ha venido aquí? ¿Sabe usted dónde está?ALICIA.— Sí, fue un momento de desesperación. Había oído hablar deuna Casa de Suicidas, y no podía más. El hambre…, la soledad…DOCTOR.— ¿Ha vivido siempre sola?ALICIA.— Siempre. Nunca he conocido amigos, ni hermanos, ni amor.DOCTOR.— ¿Trabajaba usted?ALICIA.— Más de lo que podía resistir. ¡Y en tantas cosas! Primerofui enfermera; pero no servía: les tomaba demasiado cariño a mis
- Page 2 and 3: Casona, crítico siempre de los mal
- Page 4 and 5: Título original: Prohibido suicida
- Page 6 and 7: ESSCENARIOEn el Hogar del Suicida,
- Page 8 and 9: algo de Chopin en el bosque al caer
- Page 12 and 13: enfermos, ponía toda mi alma en el
- Page 14 and 15: CHOLE.— ¡Ohoh! (Abre la verja de
- Page 16 and 17: FERNANDO.— El paraíso… (Se bes
- Page 18 and 19: DOCTOR.— ¿Les atienden a ustedes
- Page 20 and 21: enamorada, llena de esperanzas y de
- Page 22 and 23: (FERNANDO la detiene con un gesto.)
- Page 24 and 25: soñado aventuras y viajes, pero nu
- Page 26 and 27: DAMA.— Me pareció verle aquí ha
- Page 28 and 29: DAMA.— ¿Para qué conservar lo q
- Page 30 and 31: DOCTOR.— Pronto, Hans, calme a lo
- Page 32 and 33: ACTO SSEGUNDOEn el mismo lugar, tre
- Page 34 and 35: penetrando en las almas, buscando s
- Page 36 and 37: ¡Usted puede hacerlo! Por compasi
- Page 38 and 39: FERNANDO.— Todo el día.CHOLE.—
- Page 40 and 41: FERNANDO) ¿Se ríe usted? ¡Yo, no
- Page 42 and 43: CORA.— Soy artista, ¿sabe? He tr
- Page 44 and 45: AMANTE.— Me lo decían sus ojos,
- Page 46 and 47: JUAN.— Era yo el que estaba aquí
- Page 48 and 49: cómo él es feliz robándome todo
- Page 50 and 51: FERNANDO.— Sí, pero… ¿por qu
- Page 52 and 53: ACTO TERCEROEn el mismo lugar, al d
- Page 54 and 55: CHOLE.— Ve con él; no le hagas e
- Page 56 and 57: la sentí aquí? Piénselo doctor:
- Page 58 and 59: CORA.— Mi héroe, mi lobezno. Al
Muerte. (Transición.) Perdón…
(Va a salir por la Galería del Silencio.)
DOCTOR.— Un momento. Si no se ha decidido aún… esa Galería no
debe atravesarse más que en la hora decisiva. Al jardín de la Meditación,
por aquí.
AMANTE.— Gracias.
DOCTOR.— ¿Necesita alguna cosa? ¿Libro, licores, música…?
AMANTE.— Nada, gracias… (Sale. Saluda a la DAMA TRISTE con
una inclinación de cabeza.)
DAMA.— ¿Otro desesperado? ¡Qué pena, tan joven…! ¿Algún
desengaño de amor?
DOCTOR.— Así parece.
DAMA.— ¡Pero si es un niño! De todos modos, dichoso él. ¡Si yo
tuviera al menos una historia de amor para recordarla! (Sale.)
HANS.— Y así todos. Mucho llanto, mucha tristeza poética; pero
matar no se mata ninguno.
DOCTOR.— Esperemos, Hans.
HANS (Sin gran ilusión).—Esperemos. ¿Alguna orden para hoy?
DOCTOR.— Sí, hágame el favor de revisar la instalación eléctrica. La
última vez que el profesor de Filosofía se tiró al agua no funcionaron los
timbres de alarma.
(Sale HANS. El DOCTOR se dispone a tomar unas notas. Se oye de
pronto un grito de mujer. Por la Galería del Silencio sale corriendo
ALICIA; una muchacha, apenas mujer, de dulce aspecto. Viste con una
sencillez humilde y limpia. Viene espantada, como huyendo de un peligro
inmediato.)
ALICIA.— ¡No! ¡No quiero morir…, no quiero morir!… (Al ver al
DOCTOR, que acude a ella.) ¡Paso! ¡Déjeme salir de aquí!
DOCTOR.— Calma, muchacha. ¿Adonde va usted?