Revista Digital Valencia Escribe 6º número, 3ª era. Junio 2023
Revista digital del colectivo de escritoras y escritores Valencia Escribe. En este número encontrarás el especial La primavera la letra altera, con relatos, microrrelatos y textos subiditos de tono.
Revista digital del colectivo de escritoras y escritores Valencia Escribe. En este número encontrarás el especial La primavera la letra altera, con relatos, microrrelatos y textos subiditos de tono.
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Revista digital de
Valencia Escribe
Nº 6
Tercera Era
Junio de 2023
Especial
La primavera
la letra altera
Los mejores crímenes para mis novelas
se me han ocurrido fregando platos.
Fregar los platos convierte a cualquiera
en un maníaco homicida de categoría.
Agatha Christie
© Todos y cada uno de los derechos de las obras literarias, fotografías o ilustraciones
publicadas en esta revista pertenecen en exclusiva a sus autores.
Colaboraciones: revistadigitalvalenciaescribe@gmail.com
EQUIPO RDVE
Coordinación, imágenes y corrección: Amelia Jiménez, Ana Marben y Luis Jurado
Ilustración portada: Vivian Rodríguez (Cas)
Maquetación: Ana Marben
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Revista digital de Valencia Escribe
Índice
Editorial ............................................................................................................ 5
ACTIVIDADES DE VALENCIA ESCRIBE
IV Concurso Exprés de Microrrelatos, Biblioteca de Massamagrell ............. 8
VII Concurso de relato rápido de Port de Sagunt ....................................... 10
Valencia Escribe en el teatro ...................................................................... 13
II Encuentro de libros y autores en La Casa de Patraix ............................. 14
Concursos y más concursos ........................................................................ 15
MONOGRÁFICO: La primavera, la letra altera
Un lugar en el que naufragar, de Rosalía Guerrero ...................................... 20
Un somni amb final humit, de Pepe Sanchis ............................................... 21
Luna de miel, de Aurora Rapún Mombiela ................................................... 22
El día que cambió el mundo, de Gabriel Urciuoli Barber ............................. 22
Juego de adultos, de María Codoñer ............................................................ 23
La terapia, de Amalia Martínez-Alia .............................................................. 24
14 de febrero, de Manuel Serrano ................................................................ 24
Atracción sin fin, de Maite Bilbao ................................................................ 25
Carne fresca, de Françoise-Claire Buffé ........................................................ 26
El encierro, de Mari Moliné .......................................................................... 28
Conmigo, de Isa Juliá López ......................................................................... 28
Doña Cafetera y don Fogón, de Irene Lado Monserrat ................................. 31
El amor está en el cuadro, de Gema Blasco ................................................ 32
Nº 6 Página 3
Así quiero, de Ana Blanch ............................................................................ 33
El incómodo embrollo, de Rafa Sastre ......................................................... 34
Estás hecha para mí, de Isabel Cortijo ......................................................... 34
El viaje soñado, de Lou Valero ..................................................................... 36
Una tierra diferente, de Rafael Blasco .......................................................... 37
MICRORRELATOS
Celda número 6, de Marta Ortells y Julia Balaguer ...................................... 40
99, de Ginés J. Vera ..................................................................................... 40
In memoriam, de Amelia Jiménez ................................................................ 41
RELATOS
El disidente, de Francisco Pascual ............................................................... 44
A contraluz, de Jorge Zarco .......................................................................... 45
Viaje a Fitero, de María Amparo Bayo Griñena ............................................. 46
Los monstruos existen, de Marisa Martínez Arce ......................................... 48
Espías al acecho, de Maria Grazia Scelfo ...................................................... 49
CONSEJOS PARA ESCRIBIR MEJOR
6 usos incorrectos del gerundio, por Mari Moliné ....................................... 51
NOVELA POR ENTREGAS
Otra oportunidad. Capítulo 6. Una siesta y un sueño, por Lu Hoyos .......... 54
LA ENTREVISTA
A María Suré, autora de Huerfanos de sombra, por Ginés J. Vera ............. 58
CRÍTICAS DE CINE, SERIES Y LIBROS
Golpe de kárate: Una burla en toda regla, por Miguel Moliné ..................... 62
La Caza Guadiana, por Luis Jurado ............................................................. 63
BIBLIOTECA DE VALENCIA ESCRIBE ............................................................ 66
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Revista digital de Valencia Escribe
Editorial
Y
a con los primeros y prometedores calores de verano, llega a vuestras manos (o pantallas) el
número de primavera, tan repleto de contribuciones que nos ha costado un poco tenerlo listo.
Pero, la verdad es que resulta refrescante observar lo que ha traído consigo la reciente
estación. Nos entusiasma que estéis tan activos y tan receptivos a nuestras propuestas. Los relatos recibidos
para el especial La primavera la letra altera, si bien no han sido tan picantones como deseábamos,
no cabe duda de que han sido variados, muy variados. ¡Gracias!
En cuanto al resto de contribuciones, vemos que la sección de Microrrelatos se mantiene gracias, sobre
todo, a nuevas plumas y la de Relatos sigue siendo el espacio de los clásicos. Sin embargo, esta vez
no han llegado poemas de tema libre y nuestros menudos parece que tienen su sangre alterada en otro
lugar. Confiemos en que el aburrimiento del verano les anime para el próximo número.
Seguimos innovando, o lo intentamos, y en este número incluimos la sección Entrevista, un lujazo
que nos ha brindado, generosamente, un buen amigo. Además, seguimos atentas al nuevo capítulo de la
novela por entregas y a las novedades literarias de nuestras amistades.
En las primeras páginas del número hemos querido recopilar las principales actividades. A los habituales:
Concurso Exprés de Microrrelatos de la Biblioteca de Massamagrell y Concurso de relato rápido
de Port de Sagunt, hemos querido unir una revisión de las ocupaciones de nuestras amistades en los últimos
meses. Y, uf, no damos abasto. Es que no paráis, no paramos. Nos emociona saber que nuestra
sangre se altera tanto con lo literario. Esperamos que os guste lo recopilado que no es, lo sabemos, más
que la punta del iceberg.
Así que os deseamos una buena lectura de estas páginas realizadas con mucho cariño por el equipo
editor. Confiamos en que paséis un verano estupendo, que descanséis, riais, leáis y escribáis mucho.
Abriremos la próxima convocatoria en breve. No lo olvidéis.
Y para otoño… estamos pergeñando un encuentro, que eso de leernos y facebookear está muy bien,
pero también queremos vernos, escucharnos, abrazarnos y tomar unas cervecitas o unos vinos en buena
compañía.
Feliz verano
El equipo editor
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Imagen de geralt en Pixabay
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Tercera Era
Actividades
de
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Tercera Era
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IV Concurso Exprés de Microrrelatos, Biblioteca de Massamagrell
Para celebrar el Día Internacional del Libro, entre otras muchas actividades, la Biblioteca Pública Municipal
de Massamagrell convocó, un año más, el Concurso Exprés de Microrrelatos a través de Facebook.
Los microrrelatos debían incluir la palabra «libro» y no tener más de 100 palabras, título obligatorio incluido.
Podían escribirse en castellano o valenciano. Para participar, había que publicarlo como comentario en la
entrada de la página de Facebook de la Biblioteca que se publicó, a tal efecto, el 17 de abril.
Se recibieron un total de 34 textos, entre ellos varios de nuestras amistades de Valencia Escribe, fieles
participantes de este certamen.
Se seleccionaron 10 finalistas y. de ellos, se premiaron los tres mejor valorados.
Los finalistas fueron:
Com aconseguir la felicitat, de Rafa Sastre.
Moments íntims, de Francisco Pascual Sánchez.
Segona joventut, de Pepe Sanchis.
Locura colectiva, de Daniel Canals Flores.
La fuga de Zeta, de José A. Giménez.
Para siempre, de Susana Gisbert Grifo.
Cuidado con lo que deseas, de Amelia Jiménez Graña.
La gran debacle, de Rafa Ruiz Soberbio.
Primera lectura, de Ana Martínez.
La nota, de Lucía Terol.
Finalistas, ganadores y organizadores
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Revista digital de Valencia Escribe
Textos premiados
Primer premio
PARA SIEMPRE
Susana Gisbert Grifo
Sabía que era el final. La fiebre no me dejaba pensar, y pensar era lo único que me
había mantenido viva en ese sitio espantoso. Llegué a añorar el encierro, las bombas, y
hasta aquello que creí que era hambre y no era más que un anticipo de lo que estaba
por venir.
Me quedaba mucho por vivir y poca vida. Solo tenía una esperanza: que alguien encontrara
mi diario y lo convirtiera en libro.
Hoy, gracias a él, sigo viva, aunque dejara este mundo tan pronto. Hoy, todo el mundo
sabe quién es Anna Frank
Segundo premio
LA GRAN DEBACLE
Rafa Ruiz Soberbio
La travesía estaba llegando a su fin, y solo había dos opciones: gloria o
fracaso. Jake se había armado de valor, y después de seguir las indicaciones
del sabio de la aldea en su último aliento y recorrer todo el continente,
se hallaba a las puertas de la última parada de su inevitable destino,
el bastión abandonado de la última frontera. Solo él podía evitar la
debacle que se cernía sobre el reino.
Jake escuchó un ruido que provenía del otro lado del portón, cuando de
pronto...
[Batería baja, apagando dispositivo.]
―¡Oh no, maldito libro electrónico!
Tercer premio
SEGONA JUVENTUT
Pepe Sanchis
Em presentaré. Soc un llibre, la primera novel.la negra del comissari
Pereira. Un tipus llest que sempre troba l'assassí. La meua autora es
va fer d`or amb aquesta sèrie. Amb els anys, a mi, que sóc l'original,
m'han abandonat en un racó de la biblioteca. Fins que un senyor els
va demanar a Assun i a Aurora un llibre per a la seua dona. A ella li
va encantar la meua història. Després, tot van ser felicitacions. He
passat al prestatge de “ Recomanats”. Vaig de mà en mà. Visc tan feliç
una segona joventut.
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VII Concurso de relato rápido de Port de Sagunt
El pasado 3 de junio, en el Casal Jove de Puerto de Sagunto,
se celebró una nueva edición del Concurso de relato rápido, la
séptima ya.
En esta ocasión, el certamen contó con 21 participantes que
tuvieron cuarenta minutos para elaborar un relato de 75 a 150
palabras que comenzara por la frase: «El sol se ha levantado con
fuerza e ilumina la mañana».
Mientras el jurado deliberaba, los participantes departimos
animadamente en la terraza de una cafetería cercana. Tanto jolgorio
debió despertar la animadversión o la envidia de algún vecino
que no dudó en arrojar un cubo de agua sobre nuestras cabezas
para después ocultarse cobardemente. Por fortuna, el toldo
o su mala puntería consiguieron que solo nos llegaran unas salpicaduras
y que todo quedara en un susto.
Pensando en plasmar nuestra vivencia en un futuro relato
retornamos al Casal Jove, para asistir a la entrega de premios. El
jurado, compuesto por Rafa Sastre, Marisa Martínez y Alicia Navarro
nos indicó que el nivel de los relatos había sido muy alto.
Este certamen está organizado por Ágora Puerto Cultural y Marián Creación Literaria, y cuenta con la colaboración
de Valencia Escribe.
A continuación y como es tradición, reproducimos los textos premiados y algunas imágenes del evento.
Las tres flamantes ganadoras
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Revista digital de Valencia Escribe
Textos premiados
Primer premio
El apagón, de Sonia Mele Puerto
El sol se ha levantado con fuerza e ilumina la mañana del día después del apagón tecnológico. La
gente, en estado de shock, todavía está asimilando lo sucedido. No saben el alcance. No saben si es un
tema local o afecta de manera global. No pueden acudir al trabajo ya que sus vehículos inteligentes no
funcionan. Sus casas domóticas están como inertes. Sus dispositivos móviles no disponen de señal.
Por fin, algunos se deciden a salir y ven a sus vecinos cara a cara. Es una experiencia inquietante
por extraña. Muchos desconfían. Hasta hace unas horas todas las relaciones eran estrictamente digitales.
Una anciana se acerca con su paso lento desde la avenida. Todos se giran a mirarla.
—¡Venid conmigo! Empezaré por enseñaros a hacer magdalenas.
Segundo premio
Explota la primavera, a pesar de la noche, de Aurora Rapún Mombiela
El sol se ha levantado con fuerza e ilumina la mañana. Todavía me huele el pelo a hierba, la boca
me sabe a agua.
A través del ventanal contemplo el jardín. ¡Hay que ver qué mano tiene este hombre con las plantas!¡Y
conmigo! Intento desperezarme, pero es complicado hacerlo sobre esta silla. Parece que me he
vuelto a quedar dormida sentada. Me sobresalta la voz familiar de una mujer y el golpe de la puerta.
Entra acompañada por un fuerte aroma a lejía y a café. Dice que me va a sacar al patio a que me ventile.Que
qué asco de piso sin ventanas, que qué mierda de vida. Que siempre fui una mala madre, que
ella es una mala hija.
Y yo solo cierro los ojos y espero a que llegue el jardinero para elegirlo esta vez a él, para que me
cuide, como a los geranios.
Tercer premio
Boquerones en vinagre, de Susana Gisbert Grifo
El sol se ha levantado con fuerza e ilumina la mañana, igual que hace unos días. Era normal tomar
un aperitivo en la terraza y eso parecía hacer él cuando encontraron su cadáver. Un plato de boquerones
en vinagre y una cerveza a medio consumir eran su única compañía.
Todo el mundo está impresionado con su inexplicable muerte. Hoy, en el entierro, María, su novia,
lloro sin consuelo en el hombro de Gema, su mejor amiga. Mientras le despiden, María arruga un papel
en su bolsillo. Es el resultado que ella misma le hizo en su consulta médica y que él desconocía:
alérgico a los boquerones. En el otro bolsillo, la foto de él besando a Gema permanece oculta. Ha consumado
su venganza. Mientras, el sol sigue iluminando la mañana. Cada vez con más fuerza.
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El insigne jurado
Diferentes momentos del
certamen
Foto de familia final
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Valencia Escribe en el teatro
Nos fuimos al teatro, pero nos vinimos tan arriba que quisimos verlo desde el escenario.
El viernes 2 de junio de 2023, en el Teatro del Centro Cultural Joan Fuster i Ortells de Massamagrell,
la compañía Teatrevesteatre representó Vidas truncadas, obra basada en el relato homónimo de
Pilar Alejos, una de las autoras de 101 crímenes de Valencia, de la editorial Vinatea. La propia autora,
junto a sus compañeras Amelia Jiménez, Ana Martínez, Sonia Mele y Eulalia Rubio, fue la encargada de
presentar este libro colectivo de un modo diferente a lo habitual. Para ello se metieron en la piel de sus
personajes, dando unas pinceladas de sus propios relatos.
También nuestra amiga Ana Blanch lleva
el teatro en la sangre y así lo demostró
subiéndose al escenario en el fin de curso de
las actividades de las Aulas de la Tercera
Edad.
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II Encuentro de libros y autores en La Casa de Patraix
Con la consigna de llevar la cultura al barrio,
La Casa de Patraix organizó, junto a Eloi
Yagüe Jarque, el II Encuentro de Libros y autores
que tuvo lugar del lunes 27 de marzo al
domingo 2 de abril con la participación de una
veintena de escritores y siete editoriales, la mayoría
de ellas valencianas.
Presentaciones, foros, mesas redondas, lecturas
y más conformaron la programación que
este año se organizó en torno a días temáticos.
El sábado 1 de abril, un grupo de escritoras,
muy amigas de Valencia Escribe, con la
colaboración especial del Vagabundo Dichoso
(guitarra y voz), interpretaron la performance
«Más allá de las palabras» con textos, voz y
música: María Codoñer, Isabel Cortijo, Ana
Marben y Lou Valero.
Momentos en el escenario y foto final
de intérpretes y organizadores
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Concursos y más concursos
Si algo nos gusta a las amistades de Valencia Escribe es participar en concursos literarios. Por insistencias
y, por supuesto, por calidad, es fácil que nos incluyan entre seleccionados, finalistas y, a veces, incluso premiados.
A continuación una relación de lo más destacado:
Concurso de relatos de Valencia Negra.
3 de nuestras integrantes quedaron entre los relatos seleccionados. Aunque
no nos alzamos con el premio, no cabe duda de que nos alegramos:
Hay cosas que nunca cambian de Filibustero (Lou Valero):https://
bit.ly/42faxLi
Ideas preconcebidas de Ana Marben: https://bit.ly/44oy8ej
La desaparición de Indi de Aurora Rapún Mombiela: https://
bit.ly/41Z7M0Y
"I concurs de microrelats” organitzat per la Biblioteca d’Humanitats “Joan Reglà”, de la Universitat
de València
Francisco Pascual y Lucrecia Hoyos obtuvieron el segundo y tercer premio, respectivamente, de este concurso
en el que la premisa era incluir la sugerente frase «A las 12 en la biblioteca». Y un puñado de amistades
más también fuimos incluidos en la publicación digital que diseñaron los organizadores y que podéis ver aquí:
https://ir.uv.es/cqRVF5B
Relato 48, organizado por Exlibric
Rafael Blasco fue uno de los 48 seleccionados en este concurso exprés en el
que hay solo 48 horas para escribir un relato que incluya alguna de las frases
propuestas. Nos consta que no fue el único que participó, pero creemos que sí el
único seleccionado. Aunque algo hemos oído por ahí de que el premiado alguna
vez también frecuentó Valencia Escribe. Si por lo que sea nos lees, ¡enhorabuena!
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VIII Certamen Maratón de Microrrelatos, organizado por la Asociación Valenciana de Escritores y
Críticos Literarios (CLAVE) y Ámbito Cultural de El Corte Inglés).
El jurado de este certamen seleccionó 42 finalistas, entre las obras presentadas. Sabemos que varias de las de
nuestras amistades se encontraban entre ellas. Todos los microrrelatos finalistas se leyeron el 14 de junio y se proclamaron
tres premios. Nuestro amigo Rafael Blasco, fue el flamante ganador del 3º premio (bronce) con el relato
Dirección mutante. Dejamos algunas fotos que hemos tomado prestadas del Facebook de Rafa y de la web de CLAVE.
Otros
Sabemos que hay muchas más menciones y premios de nuestras amistades. Rara es la semana que Pilar
Alejos no tiene algún microrrelato premiado. Nuestra querida Aurora Rapún parece estar en racha. Por solo
citar dos ejemplos. Damos desde aquí la más cálida enhorabuena a las personas que hemos nombrado y también
a las que no. A estas últimas queremos pedirles disculpas porque, aunque lo intentamos, no podemos
abarcarlo todo. Nos es imposible.
Os invitamos a que nos contéis vuestros triunfos, vuestros momentos felices, a compartirlos con el resto
porque, sabemos, que un éxito de una de la personas que forman Valencia Escribe es, un poco, un éxito de
todas las demás.
Y además...
También sabemos que nos hemos dejado innumerables micros abiertos, charlas, presentaciones de libros…
y posiblemente más actos. Sabemos que algunas dais talleres y otras los recibís. Nos fascina vuestra
hiperactividad y nos gustaría, de verdad, poder reflejarla en estas páginas.
Os invitamos, una vez más, a que nos hagáis llegar cuanto evento o éxito os apetezca compartir. Escribidnos
al email de la revista. Mandadnos fotos. Dadnos mucha envidia… de la sana, por supuesto.
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Tercera Era
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Imagen de Vivian Rodríguez (Cas)
La primavera
la letra altera
L
a convocatoria de este número, concebida en la primavera, proponía
que nos hablarais del amor en todas sus formas.
Os animamos a que dejarais que vuestras plumas se sintieran juguetonas y
escribierais relatos sobre amor, eróticos, festivos, primaverales, sobre amor
otoñal o juvenil, sobre relaciones fieles o infieles, abiertas o cerradas, tóxicas o
liberadoras…
Incluso os sugerimos que si queríais, podíais usar un seudónimo para sentiros
más libres. Creemos que nadie se ocultó, aunque, ¿cómo podemos estar seguras?
El resultado son 18 contribuciones que abordan el tema
amoroso de las maneras más variopintas: con humor, con frenesí,
con tristeza, con resignación, introspectivos… A veces
solo rozan el tema y casi dudamos si incluirlos o no. Otras, se
dejan arrastrar por el tema, locos de pasión. Pasad y leed...
Un lugar en el que naufragar
Rosalía Guerrero
Lo veo en la parcela de al lado, azada en mano, labrando
el pequeño rectángulo de tierra rojiza. Un vaquero,
descolorido y roto, constituye toda su indumentaria.
Observo los músculos de sus brazos tensándose en
cada movimiento y el pequeño riachuelo salado que recorre
su espalda. Todo su cuerpo dorándose al sol como
pan recién hecho. El lugar perfecto en el que desearía
naufragar.
Lo miro de soslayo mientras aporreo el teclado, simulando
escribir tramas sesudas y metáforas inéditas.
Ha aumentado la temperatura a mi alrededor. Debe
ser la primavera acechándome.
Las palabras brotan de mis dedos como lluvia de
abril, los adjetivos salpican el texto cual flores silvestres y
las frases se entrelazan, indómitas y salvajes, hasta crear
un poema.
Me regocijo pensando que, mientras el calor del
estío no lo marchite todo, puedo seguir sentándome aquí
a escribir. Mi pequeño pedazo de paraíso.
Ha soltado la azada y se seca el sudor de la frente
con el dorso de la mano. Me mira y sonríe. Fuegos artificiales estallan en mi estómago. Camina hacia
el murete que nos separa, apoya los brazos en él y salta a este lado.
—Buenos días, doña Engracia—me dice—: ¿Quiere que la lleve a la sombra?
—Muchas gracias, joven —le contesto—. Hoy hace demasiado calor.
He cerrado el portátil de golpe. Ni siquiera he podido guardar el poema.
Me levanta entre sus brazos y, ahora sí, me permito el lujo de naufragar en el azul inmenso de
sus ojos.
.
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Revista digital de Valencia Escribe
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Un somni amb final humit
Pepe Sanchis
Cada vegada que somie es tracta de la
mateixa història d'amor. Em veig un xic jove,
rubio, guapo, intel·ligent, i ja posats a somiar,
de bona família, de papà riquíssim i
mamà sofisticadíssima.
Com soc un brillant universitari, les tinc a
totes subjugades, sospirant perquè els faça el
cas que elles creuen meréixer. Bé, totes no,
també existeix Patricia. I resulta que jo, per
aqueixa maledicció que el diable ens envia,
només tinc sentits per a Patricia. Que quede
clar: me la menjaria només veure-la. Olorarla
i tocar-la seria per a mi el summum de la
passió amorosa que em corroeix per dins.
En uns segons onírics, transcorren anys de joventut fins que faig un salt en l'espai-temps i em
trasllade a l'edat madura, posem als quaranta i tants. Estic casat amb Patricia, clar, tenim una parelleta,
xiquet i xiqueta preciosos, angelicals, l'enveja de la urbanització on vivim, la més exclusiva
de la ciutat. I és aleshores quan un dia s'instal·la un nou veí i descobrisc a l'altra (somiant és fàcil
tindre més d'una) i a partir d'aquest instant la meua vida fictícia dona un gir inesperat.
L'amor diuen que tot el pot: no tinc manera de sostraure'm al seu poder. El fet que la seua rutina
la faça passar enfront de la meua parcel·la tots els dies, a la mateixa hora, tampoc ajuda. En el meu
somni he desenvolupat una estratègia. Em faig amic del veí, Paco es diu, i quan es descuida, me la
porte a casa per un buit de la tanca del jardí. La seua simpatia, la seua bellesa, la seua sensualitat
em tenen boig. I ella sembla correspondre'm: de seguida se'm puja damunt, m'envolta amb les seues
cames, i amb la seua llengua ben humida em repassa tots els porus del meu cos. En aquest moment,
sentint-me l'home més feliç del món, és quan la meua dona, la bona, la Rosario, la filla del tío
Toni i la tia Visanteta, amb la qual em vaig casar després de deixar-la prenyada una nit de les festes
de Catarroja, em crida a ple pulmó:
—Ramonet, però home, una altra vegada t'has adormit en el sofà i la gossa se t'ha pixat damunt!
Fes el favor de traure-la de passeig, a veure si caga i abonem una mica l'hort.
.
Nº 6 Página 21
Luna de miel
Aurora Rapún Mombiela
Estaba hasta el moño de trabajar. La enfermera del centro
de salud de un pequeño pueblo de la provincia de
Teruel rozaba la desesperación cuando pidió dos días de
vacaciones para hacerse un puente. Los billetes a Berlín
salían baratos.
No eligió asiento, lo dejó en manos del azar. Le tocó ventanilla.
Estupendo. A su lado, el del centro quedó vacío,
en el del pasillo, otra mujer, más joven que ella, se pasó
el viaje leyendo. Ni se hablaron, ni se miraron, ni se conocieron, ni se interesaron la una por la otra. El
amor había pasado de largo en esta ocasión. Al mismo tiempo, en la fila 16, un hombretón barbudo daba
palique a una azafata jubilada, que viajaba por placer. Cuando llegaron a destino, él intentó profundizar
en su relación, pero a ella la esperaba su marido con los brazos abiertos. Mientras el matrimonio se fundía
en un abrazo, la enfermera, que activaba el móvil, chocó contra el barbudo y cayó en sus brazos por
pura casualidad. A él no le pareció mal, a ella tampoco. El puente se quedó corto. Hoy ha vuelto a solicitar
días libres en el trabajo. Le corresponden quince. A él también. Esta vez han elegido asientos, juntos
y en primera. Hay experiencias por las que vale la pena pagar.
Más relatos de Aurora en: https://lahistoriaestaentumente.wordpress.com
El día que cambió el mundo
Gabriel Urciuoli Barber
Sin poder superar su muerte se entregó
a una espiral de lujuria y desenfreno. Su
mente perturbada se convenció de que el
ánima de su amado se había trasladado a
todo cuanto la rodeaba, de manera que iba
por la calle restregándose lo mismo con una
farola que con el vendedor de la ONCE. Al
principio causó estupor, rechazo y escándalo,
pero el día que la policía intentó detenerla,
todo cambió: el forcejeo que se inició se
fue transformando en otra cosa... Cuando
cogió la porra de uno de los policías y empezó
a masturbarse, comenzó la Gran Orgía.
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Revista digital de Valencia Escribe
Revista digital de Valencia Escribe
Juego de adultos
María Codoñer
—Y tú, ¿estás de acuerdo con el nuevo juguetito ese que se ha comprado mi hija?
Gerardo ponía la mesa, levantó la vista, el tenedor suspendido en el aire. Lo contempló con recelo.
—¿Quién te lo ha dicho?
—Uy, pues ella, ¿quién va a ser?
—Pues la verdad es que me da un poco igual. —Se movió incómodo.
—Los hombres de hoy en día sois un poco blandengues. Por mucho que sea mi hija un hombre debe
tomar ciertas decisiones.
—Bueno suegro, hay que modernizarse un poco, entiendo que usted es de otra generación, pero las
cosas no son como antes.
Regresó a la colocación de los cubiertos en un vano intento de que su suegro le dejase en paz. Existía
cierto tipo de conversaciones que uno debía evitar con el padre de su mujer.
El anciano deambuló alrededor del yerno, las manos enlazadas a la espalda, los pelos hirsutos de la
cejas en un sube y baja.
—Antes las cosas se hacían como Dios manda, nada de cosas raras, ni aparatitos que lo único que
hacen es falsearlo todo.
—Ya, bueno, no pasa nada.
—No pasa nada, no pasa nada —dijo con retintín— ¿Y el
sabor? El sabor se pierde, la textura, todo lo hace el aparatito,
uno al final ya no sirve para nada.
—¡Suegro, por favor! Creo que la conversación se está
saliendo de madre, déjelo ya.
Soltó las servilletas con desesperación. Huyó a la cocina.
Su mujer había metido las patatas en la nueva freidora de
aire.
—No sé qué le pasa a tu padre, qué repelús me está dando…
—Ya, es verdad, tiene un trajín con la nueva freidora de
aire, que dice que no es lo mismo que freír las patatas con
aceite, que el sabor no es el mismo.
Gerardo se llevó la mano a la frente.
—¿La freidora? ¿No le has contado lo del satisfyer?
—¿¡Tú estás loco!?
Nº 6 Página 23
La terapia
Amalia Martínez-Alia
Encendió un cigarrillo mientras la observaba apoyado en el marco de la puerta. Su cuerpo desnudo
yacía exhausto después de una noche de libidinoso sexo.
Volvió a notar su abultado miembro en una imparable erección, al recordar el suave tacto de la sedosa
piel entre sus manos, los gemidos, el vello erizado y el arco de su espalda al llegar al clímax del orgasmo.
Trató de desviar el pensamiento y acallar la lujuria que de nuevo intentaba apoderarse de él.
Se sirvió un vaso de whisky. Apurándolo de un solo trago se acercó al ordenador.
Sus labios esbozaron una irónica sonrisa mientras los dedos comenzaban a golpear con avidez las
desgastadas teclas.
—¡Por favor sigue... así... así... no pares...!
Ella gemía retorciendo su torso desnudo, sus pechos
turgentes oscilaban al compás de los empujes que él ejercía
sobre sus prominentes nalgas, para llegar al unísono
al momento más álgido de placer...
Cada noche escribía una página de su novela.
Era la terapia que su psicóloga le pautó para superar
la adicción a su pecado... no sin antes satisfacer sus
deseos con ella y dejarla rendida en la cama.
14 de febrero
Manuel Serrano
Era un catorce de febrero. Ella siempre se quejaba de que era un desaborido. Desde hacía mucho
tiempo no le regalaba nada. Desde que una vez le regaló una pluma estilográfica y ella la devolvió. Pero
en esta ocasión era solo una pequeñez.
Se levantó ese día muy pronto. Ella se quedó en la cama. Le dejó el regalito envuelto en el asiento de la
silla de la cocina donde ella desayunaba.
Pasó las horas esperando que ella le llamara y le dijera algo. Pero no. Ya anochecía cuando llegó a casa
y se la encontró visiblemente enfadada.
—Ya te vale —dijo nada más verlo entrar.
—¿Por qué me dices eso? Si acaso te valdrá a ti. Ni siquiera te has dignado a
llamarme en todo el día.
—¿Yo? ¿Por qué?
—No me digas que no has visto el regalo que te dejé en la silla.
Sin decir nada, se levantó como si estuviera movida por un resorte y volcó el
cubo de la basura.
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Atracción sin fin
Maite Bilbao
Desde lo más profundo de mi existencia, atraes, y cuando me miras de cerca, me
desarmas y me arrastras a tus pies. Tu reflejo en mi cuerpo provoca una pasión que me
remueve mi interior y me lleva hasta tu orilla para hablarte de amor. Me haces sentir
viva y me vuelco en tu deleite, extrayendo del fondo de mi ser los presentes que te
ofrezco.
¿Acaso no escuchas mi bramar
contándote lo que siento?
Aunque soy orgullosa y altanera
iluminas mis presentes con tu luz hechicera, los dejas en tu orilla y
yo me pregunto,
¿acaso no son suficientes para ti?
¿O quizás es que quieres que me arrastre más
en esta atracción que siento en dos encuentros?
Déjame tenerte dentro, haces que viva
y te bramo mi sentir, ¿acaso no me oyes gritar en tu deriva?
Tu frialdad provoca mi furia y mi pesar aumenta al saber que te vas
con él. Tu partida
me hace daño y causa tempestades que inundan almas.
No te vayas, déjame disfrutar de la luz que desprendes, eres toda mi magia. Pero callas
y aprendo el lenguaje de tus miradas.
En la espera de tu regreso, me resigno
y mi corazón late entre anhelo y anhelo.
Aunque tu imagen no vea, tu presencia aún puedo sentir.
Me arrastro, exhausta, llevada por la fuerza que nos une, esa atracción que me
desarma y remueve mi centro de gravedad, haciéndome tambalear sin control.
Espero tu vuelta, puntual y añorada,
mientras mi alma se llena de esperanza, anhelando el momento en que vuelvas a mi lado,
y pueda de nuevo mi amor entregarte.
Te fuiste, me quedé extenuada y regresé a mis principios, arrastré lamentos por la
arena como lenguas degustando placeres prohibidos, hasta que tu fuerza volvió a
provocarme. Aunque el otro no me permita mirarte, sé que estas ahí, juntos pero
alejados.
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Carne fresca
Françoise-Claire Buffé
Desembarca del avión bajo un sol refulgente, el calor tropical lo asombra. Hambriento, agobiado y sediento
después de las muchas horas de viaje por encima del océano Atlántico, se dirige hacia la recogida
de equipaje. No sabe todavía que le tocará esperar tres horas antes de que aparezca su maleta facturada.
No funciona un país pobre con la misma eficacia que el suyo.
Al salir, distingue con alivio su nombre en el letrero que exhibe un taxista, el que le ha reservado la
agencia, lleva todo ese tiempo esperándolo. En un país de necesitados la paciencia es tanto una obligación
como una costumbre y, si el destino es lujoso, más todavía. Para conseguir sus fines, o solo el dinero
para comer, los autóctonos admiten todo tipo de contratiempos.
En el hotel de cuatro ―o cinco― estrellas donde se aloja, va a disfrutar de todas las comodidades de
las que están privados los habitantes del país, que envidian, con las que sueñan. Y que alcanzan con
trampas.
Entonces, al día siguiente, ya se pone en marcha el engaño.
Tiene una piel oscura y formas generosas, ojitos que le parecerán cariñosos, una voz melosa, un acento
dulce y una mirada bien entrenada al trato con hombres europeos maduros y solitarios que gozan de
una cuenta bancaria y ahorros .Por eso, la profesional lo acompaña en el taxi, luego en cada comida, cena
y por fin en la habitación, donde se hace la foto tumbada en la cama talla XL. Ofrecida, regalada piensa
él. Abierta a los deseos y caprichos sexuales. Pretende ser una familiar del guía,y viene de acompañante,
claramente de jinetera, término que él desconoce, ignorante e ingenuo, que designa el trabajo al
que se dedica.
Algo de turismo, algo de historia, mucha música, mucho ron y mucha caricia: con estos elementos el
hombre maduro se derrite, se enamora, se dobla delante de la juventud espléndida. Caerá en la trampa.
Cansado de un matrimonio que le deja insatisfecho, de varias operaciones y de una enfermedad acongojante
que por poco lo mata, se da un respiro con este viaje con el que lleva tiempo soñando.
Ha oído hablar del turismo sexual, pero bueno….si cada uno encuentra lo que busca…
El respiro no será económico, la tarjeta va a funcionar sin parar, más que el cerebro. El trópico tiene
los encantos tarificados.
Así es como el billete para la aventura se convierte en pasaporte para la explosión sexual, la estafa. La
carne es débil cuando el sol aprieta. El negocio aquí es cosa seria, se disfraza de amabilidad, falso cariño,
tolerancia extrema, comprensión ilimitada. Ni arrugas, ni michelines, ni canas o impotencia desarman a
los profesionales del sexo.
Volverá el viajero a su país encandilado, adicto hasta las médulas.
En cuanto pueda, volverá con la maleta cargada de regalos, más bien de encargos: comida, medicinas,
ropa, sin olvidar los juguetes sexuales que le han aconsejado para alcanzar el éxtasis.
Después de muchos mensajes, llamadas diarias, promesas, ilusionado y olvidadizo de la pareja que le
ayudó y acompañó durante décadas, dedicará dinero y tiempo a satisfacer las demandas de la profesional.
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El viajero perderá el juicio por culpa del acoso continuo de mensajes y exigencias, definitivamente
obsesionado.
Cada hora recordará la piel joven de la amante lejana y tirará por la borda la relación de
pareja, que pintará bajo los peores aspectos. Desamor, insatisfacción, soledad, enfermedad,
pretextos para justificar su actitud. Los malos tiempos y la modernidad le ponían todo
en bandeja. La verdad entre bastidores, la realidad cegada, hasta que salga al escenario
algún día el interés.
* * *
La puerta del avión se abre y poco a poco bajan los viajeros deslumbrados. La mujer
madura todavía tiene cara de sueño después del viaje intercontinental.
Le han salido muchas canas y numerosas arrugas últimamente. Ha intentado salir adelante,
vencer el fracaso de su matrimonio. Se dirige hacia la casa de rentas, prefiere evitar
los hoteles modernos y lujosos.
Tropieza, se cae, se abre la maleta. Un joven de piel oscura se precipita para ayudarla a
recogerlo todo, se ofrece a acompañarla. Qué casualidad, vive cerca del destino de la mujer.
Mientras se sientan en el asiento trasero, ella mira de reojo la camisa entreabierta, adivina
los músculos tensos, ve el sudor resbalar y siente la energía juvenil del chico tan disponible
y servicial. Él ha interceptado la mirada y de soslayo le contesta con cálida dulzura.
Empieza el juego de la seducción.
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El encierro
Mari Moliné
Follamos como conejos. Sí, sí, como conejos. ¿No dicen que
son muy prolíficos porque se pasan el día dale que te pego?
Pues así estamos nosotros desde el sábado.
Cerraron los bares y restaurantes a partir del viernes por la
noche. Teníamos reservada una cena para celebrar que llevamos
un año juntos, pero nos la cancelaron.
Salió el presidente a decir que nos teníamos que quedar en
casa. Y aquí estamos, aburridos porque nos dimos de baja
del servicio de telefonía e internet y no sabemos qué hacer.
Aparte de follar, claro.
En apenas cinco días hemos probado todas las posturas del
Kamasutra que nos regaló Paco. Nunca se lo podremos
agradecer lo suficiente. Aunque no sé si este confinamiento
durará mucho y tendremos que hacer otras cosas, como
jugar al parchís, amasar pan o leer los libros que pueblan
la estantería y hacen bonito.
Conmigo
Isa Juliá López
Llevaba todo el verano de aquí para allá, tranquila, feliz, contenta...
Estaba sola y muy a mi gusto, me encantaba estar sola, solo conmigo misma, me bastaba.
Quedaba con mi amiga Laura, cenábamos, cotilleábamos y veíamos conciertos en televisión. Iba a clase,
hacía trabajos con mis compañeras, todo genial.
Y entonces decidí presentar mi texto a un concurso. Las personas ganadoras se iban de viaje y conocerían
a escritoras famosas.
Gané. Gané con mi texto Perdida.
Ganaste tú también. Tu texto se llamaba Dulce.
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Dos semanas después nos fuimos a viajar. Raúl, Luna, Adrián, tú y yo.
Para conocernos nos fuimos a cenar, nos hicimos unas cervezas y, claro, el alcohol.
Yo nunca había probado el interés por una mujer, y tú ya habías probado varias veces.
Te fijaste en mí, te gusté.
Me escribiste toda la noche, sacando temas por doquier para que no dejase de escribirte.
—¿Cuál es tu canción favorita?
—Jaque Mate, de Juanse.
Cualquier pregunta te iba a servir de excusa.
Tras cinco días de volver del viaje empezaste a querer quedar conmigo.
Iban a publicar los textos en una revista y me pediste que te acompañara a revisar el tuyo.
A mí me empezaste a gustar también, no podía dejar de pensar en tus mensajes, en la forma que tenías
de lanzarme indirectas y en tu forma de mirarme. Te metías conmigo y me daba rabia. Te metías
conmigo y me gustaba.
Siete días más tarde me cogiste de la cintura y me
besaste. Te diste la vuelta, en seguida, y te fuiste. Dejándome
con tu sabor en mi boca y el color de tus labios
en los míos, dejándome con la palabra a medias.
En seguida, te escribí.
—¿Adónde vas?
—Tengo que irme a casa, son las nueve.
—No, ¿adónde vas?
—No puedo parar de pensar en ti, sé que está mal,
pero no puedo parar de pensar en ti y en lo que acaba
de pasar. Y sé que te ha gustado, que hay algo más
aquí. Déjame arriesgar.
Debí dejarte de contestar, debí alejarme de ti, pero
no pude. Juro que no pude.
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Después de un mes, Sofía se enteró, cortasteis vuestra relación y yo no supe reaccionar. Me alegré
porque eso suponía que me querías, me entristecí porque sabía que todo había estado mal, pero no pude
alejarme de ti, lo intenté, de verdad.
Me diste tanto en tan poco…y de la noche a la mañana cuando ya pensaba que iba a estar todo bien y
que iba a poder disfrutarte de verdad, llegó Ángela, tu compañera de trabajo.
—¿A qué estás jugando? ¿De verdad pensabas que no me iba a enterar?
Llevas jugando a este juego demasiado tiempo y creo que ha llegado a su final.
Quizás Sofía te perdone, quizás quiera formar parte de un trío y ser una más, pero yo no paso por
aquí, no soy una mujer de mentiras, ni una que añadir a tu lista de jugadas.
Has demostrado ser todo un personaje, y créeme que en este teatro seguro que el Óscar te lo vas a llevar.
Yo me bajo en esta parada, pensaba que era alguien para ti y me he dado cuenta de que no era más
que una ficha que mover.
Quizás tu juego sea ese, dulce al principio para embaucar y amargo en el paladar.
Olvídate de mí, sé que te será rápido, al final, quien es infiel, siempre lo será.
Lo siento por eso.
Gracias por ser un viaje, gracias por irte.
En seguida me escribiste pidiéndome disculpas, arrepentida.
Lloré, pero pasó a darme igual. Estaba perdida y me encontré. Quizás fue por ti, quizás fue por mí.
Entendí que es mejor estar sola que mal acompañada, como la canción de María Isabel.
Entendí que hay partidas con un Jaque Mate desde un inicio y que la nuestra era una de esas.
Ahora sigo feliz, contenta, con mi amiga Laura y encantada de estar conmigo misma.
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Doña Cafetera y don Fogón
Irene Lado Monserrat
Eso era que se era
una linda cafetera
con brazo de fino plástico
y traje de brillo metálico.
Y así vivieron una idílica historia,
porque cada vez que se tocaban
y sus niquelados cuerpos rozaban,
una fogosa pasión se desataba.
La elegante cafetera
a todos deslumbraba
con su porte y desparpajo
y plateada elegancia.
Cuando el ardiente fogón
su fuerte llama insuflaba,
fluía por las venas de ella
sangre de ébano y líquido carbón.
Quiso la buena fortuna
que en un fogón se fijara
férreo, rechoncho y robusto
que se encendía y apagaba.
Y así fue como surgió
de lo que muchos tenían
como un futuro amor imposible
una flama de amor indestructible.
Ni el calor de la tostadora
ni las piruetas del microondas
ni el frescor de la nevera
sedujeron a doña Cafetera.
La humildad de don Fogón,
su sencillez y bondad
lograron de doña Cafetera
su corazón conquistar.
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El amor está en el cuadro
Gema Blasco
A este pollino no hay quien lo amanse, parece entender tan solo el francés. Los cántaros de leche se
bambolean, junto con su joven dueña, de un lado a otro, oscilantes. Mas la pequeña Rosario, en vez de
enfadarse, ríe divertida con el pincel en la mano. No obstante, al maestro Goya la espera lo consume,
acostumbrado a modelos más dóciles. Finalmente, la tozudez del animal hace que el pintor decida reducir
el plano del lienzo. Retratarán a la lechera sin más, desechando la escena costumbrista que tenían en
un principio en mente reflejar.
La criatura es un fenómeno pintando, el viejo maestro asegura a cuantos lo frecuentan que nadie hace,
en el mundo entero, lo que la jovencísima discípula a su edad, aunque tiene que admitir que lo condiciona
su amor por ella. Hija o ahijada suya, es la alegría de sus días, junto con su madre. Los Weiss y
don Francisco conforman, verdaderamente, una familia, aun sea de forma ilícita.
La lechera aburrida y cansada, a pesar de la buena paga, comienza a bostezar, y eso hace percibir a
los absortos artistas que se acerca la hora del almuerzo. Leocadia y su hijo Guillermo deben estar esperándolos
en el comedor. Se obligan a tomarse un descanso y darle la tarde libre a la joven francesa, para
que su apariencia al retratarla resulte fresca. Con los bosquejos que ha tomado el viejo pueden ir decidiendo
por dónde proseguir mañana; presienten que este va a ser un cuadro especial.
Impresiona ver a Rosario plasmar los contornos con tanta delicadeza y atino. Se ha levantado temprano
para preparar sus utensilios de trabajo con esmero, no quiere echar nada en falta cuando le sea
necesario, don Francisco la enseñó bien. El aura serena que envuelve al personaje retratado habla del
ímpetu creador de la aprendiz, sus pinceladas son cortas, yuxtapone colores con naturalidad. Hoy, siguiendo
el consejo del experimentado pintor, la joven lechera inclina el cuerpo, ofreciendo la percepción
de una figura que va en marcha. Los tonos verdosos y grises dominarán poco a poco el lienzo, armónicamente
conjuntados. Goya observa encandilado a su pequeña mariquita, aprecia las innovadoras técnicas
pictóricas que ella aplica sin darse cuenta y, admirado, decide unirse a la creación. Comienza a trazar las
pinceladas que conformarán el pañuelo blanco que porta la francesita sobre su pelo castaño. Esta lleva
un chal de tonos azulados, que será adornado por Rosario con vistosas pinceladas amarillas, blancas
también, cruzando el pecho de la lechera, que, íntegra, cubre sus piernas con una larga falda negra, primordial
aliada en su oficio de trotar de aquí para allá con la pesada carga, aún gracias, a lomos de su
montura. De vez en cuando la leche rebosa y se sale de los cántaros, las gotas salpican las vestiduras de
la joven, impregnan el suelo y dejan un rastro lácteo a su paso. El camino queda marcado por su aroma
y presencia, quien pretende encontrarla puede hacerlo fácilmente. En cambio, durante estas últimas jornadas
nadie ha sabido de ella, imaginado lo que está haciendo. Seguro que sus asiduos notan en falta la
leche que vende, piensa, mientras posa abstraída. Por el contrario, está segura de que a ella tan sólo la
echará de menos su pollino. Este se quedó en el corral de la granja, descansando, no hay quien lo ponga
en marcha si no es su dueña. Sin darse cuenta, retira en parte el pañuelo de su rostro, muestra al dúo
de artistas un poco más de sí; se ha dejado llevar por la melancolía. ¿Cómo se puede sentir añoranza a
causa de un animal? Se cree tonta y afortunada a la vez. Con el dinero extra que va a recibir piensa comprarle
unos arreos nuevos a su compañero.
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Don Francisco, poco a poco, va tomando distancia
y deja pintar a Rosario. Ya tiene claro
dónde estampará su firma, en la zona baja izquierda
del cuadro, una jarra colmada de blancura
portará las letras que lo representan, dejando
constancia de que aquella obra común es
la mejor de sus creaciones. La aprendiz, sintiéndose
dichosa, le agradece el detalle a su
maestro, consintiendo la omisión de su autoría.
Prefiere legar un Goya a la posteridad que un
Weiss. Nunca acabará de entender por qué no
lleva el apellido de su padre.
Así quiero
Ana Blanch
No me mires, si solo me observas,
no me hables, si no me susurras,
no me roces, si no me acaricias.
Hazlo entre las malvas y los entredichos,
juega con mis dedos y tus pensamientos,
y olvídame luego, si quedo en silencio.
No me pagues, comparte conmigo,
no suspires, juega con mi aliento,
no me compres flores, búscalas conmigo.
Y si quieres verme, que sea desnuda,
y si me murmuras, que sea despacio,
y si me palpas, que abrasen tus manos.
Y si vuelas conmigo a las nubes,
y si hueles mi cuello de albahaca,
y si meces mi sueño en tu pecho.
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El incómodo embrollo
Rafa Sastre
Si bien mi mujer me engaña, no debería reprochárselo.
Multitud de veces le he dicho: «Nena, si se presenta
una oportunidad no la desaproveches, dale alegría a
tu cuerpo, que tu cuerpo es para darle alegría y cosas
buenas, ¡ahhhhhhhhhhhhh, Macarena!».
Primero sospeché que la alegría se la proporcionaba
algún vecino, un compañero de trabajo, la pareja de
alguna de sus amigas, el cartero, o incluso su místico
profesor de taichí. Al final, conseguí descubrir que solo
me es infiel con mi otro yo. Y eso sí que no. Ah, no. Por
ahí no paso. Toleraría que me pusiera los cuernos con
alguien conocido o cognoscible, pero justamente con
alguien que —por mucho que me lo proponga— jamás
llegaré a conocer, eso no puedo consentirlo. De ninguna
de las maneras. Aunque, si me paro a reflexionar, a
estas alturas dudo si culpar a mi esposa o a mi otro yo,
el perfecto extraño que se la beneficia a mis espaldas.
Mi mujer argumenta que no sabe nada, que debe
ser su otra ella la que se entiende a escondidas con mi
otro yo. Un día de estos he de intentar reunir a los cuatro,
para ver si entre todos resolvemos, de una vez por
todas, este incómodo embrollo.
Este relato forma parte del libro del autor «Sueños y desatinos»,
publicado por ACVF EDITORIAL en 2015.
Estás hecha para mí
Isabel Cortijo
Se accedía a la bodega desde un amplio patio. Macetas repletas de petunias y una enorme parra con
tres pies que entrelazaban sus sarmientos dejando un envolvente entorno de luces y sombras.
Pasaría el domingo con mis amigas en aquella visita guiada. Entramos en la bodega y, aunque no había
llegado todavía el verano, agradecí el frescor de la estancia. Una mesa dispuesta con platos de jamón,
queso, pan y varias botellas de vino esperando a ser descorchadas.
Nos recibió uno de los dos hermanos que regentaba la bodega familiar. Era atractivo. Vestía con un
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look informal. Sin embargo, transmitía elegancia, con su pelo canoso y una barba naciente escrupulosamente
recortada. Se acercaría a los cincuenta, pero era de esa clase de hombres que, a pesar de su edad,
conserva un cierto aire juvenil. Empezó a narrarnos las excelencias de aquellos caldos. Fijaba su mirada
en mí de vez en cuando, con el mayor descaro. Hacía tiempo que la presencia de un hombre no me turbaba
tanto. Yo sonreía más de la cuenta y el juego de las miradas no cesaba. No recordaba cuándo fue mi
último tonteo con el sexo opuesto. El tedio de mi matrimonio había anulado mi libido y el coqueteo en
general, pero lo cierto es que aquel hombre me provocaba y atraía de una manera inexplicable.
Me imaginaba cómo besaría, cómo haría el amor, por cuántas camas habría pasado. Hacía cábalas sin
sentido sobre su vida amorosa. Estaba ausente de su discurso, de si el vino provenía de racimos en cepa
o de cuánto tiempo permanecía el reserva en barrica. Aquel hombre me llenaba el pensamiento y no dejaba
espacio para nada más.
Al terminar la cata y las explicaciones nos llevarían a recorrer los viñedos. El otro hermano acompañaría
al grupo. Los dos nos quedamos en la bodega, yo con jaqueca fingida. Me acerqué a él sin mediar palabra.
Extendió su mano con la clara intención de encontrarse con la mía, y ese gesto dejó a mi espalda
todos los encorsetamientos que habían guiado mi vida, porque delante estaba él… Solo él. Me dijo «ven» y
yo fui.
Me cogió de la cintura y salimos al patio. No sabía a dónde me llevaba, pero no me importó porque no
sentí el más mínimo temor. Se paró sin un porqué y su boca fue al encuentro de la mía. Me dio un beso
lento, y aquel beso anuló todos los que había recibido de los hombres que pasaron por mi vida. Los barrió.
Ya había dicho que se llamaba Carlos al presentarse. Me preguntó mi nombre. «Ana», le contesté.
Me condujo a la vivienda a la que también se accedía desde el patio. El silencio era prueba evidente de
que no había nadie. Comencé a recorrer las estancias. Él me seguía.
Sacó de una vitrina un par de copas y las llenó de un reserva especial. Me fue enseñando el resto de la
casa mientras degustaba la calidez de aquel vino en mi paladar, sintiendo que me inundaba en cada trago.
Se aproximó. Volvió a cogerme de la cintura sin completar el abrazo. Clavó sus ojos en mí, y la fuerza
de su mirada me hizo desear que me poseyera entera, sin dejar ni un resquicio.
Introdujo su mano por debajo de la falda, recorriendo mi pierna. Yo me sentía inquieta, pero sorprendentemente
cómoda, sin ningún miedo. Ya no recordaba lo que eran las ganas, las ganas de comer y de
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que te comieran la boca. Empezó a susurrarme: «Ana, te deseo, te deseo». Escuchar su voz cerca de mi
oreja y notar el liviano aire que soltaba por la boca al pronunciarlo, me transportaba. Nos sumergimos en
una locura de besos, acompasando nuestros gemidos. Después se arrodilló y, con delicadeza, igual que a
una novia de antaño, me fue quitando los zapatos, las medias y la ropa interior… Abrió ligeramente mis
piernas y empezó a mordisquear y besar mis ingles y el interior de los muslos. Acercó su boca a mi sexo y
lo lamió, como si supiera qué era lo que más me excitaba. Con la presión justa, recreándose y saboreándolo
como el más exquisito manjar. Abrazaba mi cintura con sus manos y las mías peinaban con los dedos
sus cabellos. Arqueé mi espalda y la cabeza hacia atrás. Percibía que mi placer era su placer, que
disfrutaba de sentirme disfrutar y eso alimentaba aún más mi deseo. Retiré su rostro hundido de entre
mis piernas. No quería todavía llegar al clímax. No quería que aquello terminara. Me arrodillé a su altura
para besarle en la boca y el sabor del vino, de mi sexo y nuestras salivas formaron un cóctel único.
Paseaba sus labios por mi cuello, arrastrándolos una y otra vez, mientras sus manos inquietas recorrían
mis pechos y las yemas de sus dedos dibujaban el círculo de mis pezones. Acaricié la dureza de su
sexo, gozando de aquellas caricias como si fueran el mayor de los regalos. Se tumbó en el suelo. Me montó
sobre él y sentí aquel cuerpo como la continuación del mío. Noté la presión de sus manos en mi trasero
para ayudarme en mi cabalgada, y aquel vaivén genital fue sublime.
Al terminar el ritual sexual se acurrucó en mi espalda permaneciendo un tiempo en aquella posición
fetal. Pero el letargo se interrumpió por mi necesidad de volver a sentirlo. Acerqué su mano a la hendidura
de mi pubis e introduje dos de sus dedos para que sintiera mi humedad. Ese gesto me hizo sentir poderosa,
al notar cómo se despertaba su miembro del reposo sin ni siquiera tocarlo. Al instante iniciamos
una nueva ceremonia en la que me mostré más activa, serpenteando por todo su cuerpo, dirigiendo los
movimientos y marcando el ritmo. No reprimí mis gritos de placer en aquella sucesión de dominios y rendiciones.
Las voces de la llegada del grupo nos devolvieron a la realidad. Fue un impase en la vida. Como si nos
hubiéramos encontrado en un mundo paralelo desgajado de la rutina. Nos vestimos. Me dirigí a la puerta.
Me llamó. Yo me giré esperando un gesto suyo, una palabra. Se acercó y me besó saboreando cada
rincón de mi boca. Tras el beso, con una leve sonrisa, me dijo: «Estás hecha para mí».
Relato galardonado con el 2º premio de relato erótico Dialogasex 2018
El viaje soñado
Lou Valero
Camino con una sonrisa permanente, inmersa en una aventura esperada durante meses. Villas centenarias
que evocan fiestas estivales y revoltosas. Fragancias marineras, potentes e indestructibles. Un
desierto frondoso, desde donde divisar pequeñas islas que quizá alberguen antiguos tesoros bucaneros.
Pongamos que hablo de mi pueblo.
Cuánto tiempo esperando un retiro escogido, necesitado, de los que no se debe escapar si nuestra intención
es sobrevivir al eco atronador que bloquea las emociones. He tenido que llegar hasta aquí para
darme cuenta de que yo soy mi mejor amiga y compañera, mi salvación.
He escarbado entre los recodos misteriosos de mi instinto para recabar informaciones desviadas de la
consciencia, y así liberarlas, dotándolas de una esencia nueva, sutil y necesaria. Volverme a ver con ojos
desconocidos, más expertos, a los que me iré acostumbrando, a los que ya amo.
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He flotado junto a lágrimas de mar inofensivas y pulpos
de múltiples brazos juguetones, caminado por senderos
repletos de vegetación coloreada de infinitos matices
seductores. He volado acariciando brillantes estrellas extraordinarias.
Me he codeado tanto con una habanera caribeña como
con cálidos reggaes perezosos. He bailado al son del pop
más alternativo y saltado con el heavy metal más cañero.
Me he deslizado, con avidez, entre cuerdas de clásicas
guitarras españolas.
He pateado con inercia instintiva todo lo desagradable
para rodearme solo de lo bueno, de lo que me hace crecer,
sentir, en definitiva, de lo que me permite vivir.
Ha sido un viaje apasionante en el que los escasos kilómetros
recorridos han contrastado con las intensas
emociones experimentadas. Finalmente, en este viaje soñado
me he zambullido en océanos de palabras, que he
ido atrapando de forma selecta para crear historias emocionantes.
Historias que me han llevado desde el lejano Paleolítico hasta un imprevisible futuro, pasando
por el presente más cercano. He viajado por los mundos más diversos hasta reconciliarme conmigo.
He buceado en lo más profundo para regresar, salvada y renovada, al bullicio severo, al viejo universo al
que ahora me enfrento sin escamas adheridas al alma. Limpia. Rescatada. Humana.
Una tierra diferente
Rafael Blasco
Llamaron raro al minino por tener un ojo de cada color y el rabo con los del
arcoíris. El minino raro fue expulsado de su comunidad, nadie quería nada que
saliera de sus normas establecidas, ninguno lo quiso cerca, fue repudiado por
todos. Por ello, y a pesar de su tristeza, emigró a otras tierras, lejos de las miradas
de odio y las risas sucias por la espalda. Vagó y vagó hasta llegar al valle de
una tierra lejana y diferente. Se extrañó mucho al ver una gallina con una concha
de caracol sobre su espalda, y un perro con cola de caballo y patas de ciervo,
mucho más cuando con toda normalidad le dieron los buenos días un periquito
con cresta de gallo y ojos de nutria. Minino raro devolvió cada saludo y la
sonrisa, en especial cuando una ballena y su pareja delfín, le dedicaron una
acrobacia desde el mar junto a su hijo tiburón con cola de sardina y patas de
pulpo.
―¿Cómo se llama este valle y esta tierra? Es que me gustaría establecerme aquí – preguntó a un pato
con piel de lagarto y pies de sapo.
―Este es el valle del Respeto y esta tierra se llama Libertad, y aquí cabemos todos.
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Imagen de qimono en Pixabay
Microrrelatos
Celda número 6
Marta Ortells y Julia Balaguer
Pablo caminaba lentamente a lo largo del pasillo del ala norte del centro penitenciario de Ny Ansalt.
Su labor era sencilla: comprobar a través de la mirilla de las puertas de seguridad el estado de los presos
de alto riesgo que habitaban esa zona de la cárcel.
A medida que avanzaba, sus pasos enlentecían su marcha, como evitando
la llegada a la celda número 6, la del asesino en serie Patrick Nogueira.
La mera presencia del preso a través de la puerta le causaba terror.
Pablo levantó la vista, había llegado. Abrió la mirilla despacio, evitando
hacer ruido para no despertar a Patrick. En la pared del fondo, el paisaje
grotesco pintado con la propia sangre del preso, lleno de rostros torturados,
seguía allí, mirándolo, como cada día, atrapándolo en ese dramático amasijo
de locura. Tardó unos segundos en darse cuenta de que la celda estaba
vacía, los mismos en oír una susurrante voz a su espalda «¿Me buscabas?».
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Ginés J. Vera
Tenía fama de crítico mordaz. En las catas era implacable; solo si un vino le
conmovía, decía, lo salvaba. «Con los años ha perdido paladar», se quejaban quienes
sufrían sus bajas puntuaciones. Aquel año, cuando acudió al evento gastronómico,
hubo comentarios velados y cuchicheos. Él se mostró apático con los dos
primeros caldos a concurso. El tercero, al retirar la copa de sus labios con los ojos
cerrados, le dejó serio, pensativo. «Un infarto», apuntó alguien incisivo, entre el público,
atrayendo las miradas. El crítico abrió los ojos y volvió a beber. Al cerrarlos
de nuevo, se sintió al instante transportado a su juventud, a las tardes de otoño en
la bodega familiar; a cierta noche romántica, ya casi olvidada, tras su primera cata
a ciegas. Un par de lágrimas rubricaron la hoja con su puntuación. Después, nadie
volvió a verle en ninguna otra cata.
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In memoriam
Amelia Jiménez
A Ismael
Hoy me he enterado de tu muerte por una publicación en Instagram de Enric. Ese que a mis amigas y
a mí nos parecía el guapo de los de la línea en valenciano y ahora es escritor reconocido, con varias publicaciones
a sus espaldas.
Él hablaba de los viejos tiempos en el instituto junto a ti, cómo te habías apuntado a la línea hablando
valenciano un poco peor que el resto, cómo se reían de tu corsé para enderezar la espalda, cómo siguió
vuestra amistad en Barcelona al haceros mayores: él, escritor; tú, fotógrafo y editor de una revista.
Ignoro si el corazón puede dejar de latir durante unos instantes, pero el mío lo ha hecho y he recordado,
de golpe, la noche en que pasamos de ser colegas de Letras a algo
más.
He degustado, por un momento, tus labios sobre los míos; he escuchado,
durante un breve espacio de tiempo, tu risa fanfarrona; he tocado,
apenas unos segundos, tu rostro.
Me he acercado a la estantería: a pesar de las múltiples mudanzas, el
ejemplar que me diste de El retrato de Dorian Gray es uno de los pocos
que no he vendido ni regalado.
—A las chicas con las que me enrollo les regalo este libro. Y todas se lo
leen —me dijiste, muy ufano, al día siguiente.
Sería porque tu padre tenía una librería y los libros te salían baratos o
quizás era un farol que te habías tirado, pero me sorprendió gratamente.
¿Significaba el inicio de algo más?
Lo acepté, entre risas, y, cuando a la semana ya estabas con otra chica,
mayor que tú y seguramente más experta que yo, me juré a mí misma que nunca lo leería. Ningún
hombre me iba a decir lo que tenía que hacer y menos en cuestiones de lectura.
He sido fiel a mi promesa hasta hoy, al saber de tu muerte. He comenzado a leerlo. Espero que no me
lo tengas en cuenta, estés donde estés.
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Tercera Era
Relatos
Nº 6
Tercera Era
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El disidente
Francisco Pascual
Ojalá se olviden de mí, me dejen en paz con
mis cosas, en compañía de mis nebulosos recuerdos,
con la memoria muchas veces aturdida
con esas diapositivas que asoman y desaparecen
de mis ojos, todas con escenas inquietantes fruto
de siniestros derroteros.
Desde aquí lo veo todo de otra forma, mucho
más claro. Ojalá me permitan cumplir mi ciclo
vital en la distancia, sin sobresaltos, aunque en
ocasiones sienta el acoso de la locura colectiva,
de las guerras sin sentido (¿alguna lo tiene?), de
las injusticias y del devenir maldito de la especie
a la que pertenezco.
Me alegra estar lejos del mundanal
ruido, pero no recuerdo cómo
fui a caer en este lugar; sin
duda, mis ansias por huir, aunque
fuese a tontas y a locas, tuvieron
mucho que ver. En aquellos momentos
aún formaba parte del tenebroso engranaje,
de la nefasta nomenclatura, aunque al final
conseguí escapar aún a costa de perder todos
mis privilegios. Aquí, de momento, me siento
bastante seguro, aunque no sé cuánto durará;
todavía no llamo mucho la atención, en realidad
soy casi invisible, demasiado pequeño, tan solo
una solitaria hormiga que se salió de la fila; alguien
a quien se puede sustituir con facilidad.
No sé cómo contactaron conmigo esos revolucionarios,
sin, duda, su servicio de información
es eficiente. Lo malo de esto es que creen que soy
como uno de ellos y nada más lejos de la realidad.
Nací aristócrata y siempre miré a los demás
un poco por encima del hombro. Cierto que, en
un momento dado, abrí los ojos y comencé a percatarme
de las injusticias, de los abusos, de lo
mal repartido que estaba el mundo, pero tampoco
hice demasiado por solucionarlo.
Aquí, de momento, me siento
bastante seguro, aunque no sé
cuánto durará; todavía no
llamo mucho la atención, en
realidad soy casi invisible
Sé que al final esos tipos me meterán en un
brete. Todo porque cometí la estupidez de no destruir
unos escritos que contenían unos pensamientos
míos que consideraron rompedores, tremendamente
progresistas, muy comprometidos.
Fue un fallo por mi parte haber dejado rastros sobre
mi paradero, pero ahora ya es tarde para lamentaciones.
Por el momento se contentan con
que les vaya soltando «perlas» filosóficas de vez en
cuando, que ellos después utilizan en sus soflamas.
Alucinan cuando las leen, se muestran identificados,
hasta se ponen a pensar y todo (bueno,
algo es algo), pero sé que querrán más y más; intuyo
que mi tranquilidad va a durar
bien poco.
Me encontraron pese a que este
asteroide B-612 es de los más pequeños
e insignificantes del cinturón
de asteroides. Por eso, he decidido
que, aprovechando el inminente afelio, me
trasladaré al cinturón de Kuiper; cuanto más lejos
esté de esa roca llena de dementes que llaman Tierra,
mucho mejor.
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Revista digital de Valencia Escribe
A contraluz
Jorge Zarco
A Thomas Ligotti.
Había unas tres sillas alineadas, frente al despacho
para las audiciones para medir los niveles
de discapacidad. A un taburete para niños de menos
de diez años se le sumaban dos asientos para
adultos con una base de metal capaz de soportar
cualquier peso que le echaran a corto plazo. El
primer asiento era violeta y su factura plastificada
le daba una apariencia brutalmente inestable,
como si fuese a reventar si un bebé con sobrepeso
se le viniese encima. Los dos siguientes eran
de color gris ceniza y parecían fabricados para
fumadores compulsivos con canceres crónicos, tal
como parecía grabado en el número de serie de
su código de barras.
—Los siguientes —dijo la asistente social. La
madre pasó con sus dos hijos; mayor y pequeño,
y tras una entrevista de media hora, ambos fueron
descartados como aptos para una paga por
minusvalía. Saliendo por la puerta con un amargo
sabor a decepción.
—Esta tarde os vais con la tía a pasar el fin de
semana —dijo la madre casi de pasada, como si
quisiera coger a sus críos por sorpresa—. Os vais
con lo puesto, ella ya tiene ropa de vuestra talla.
Se pasó rápida una media hora en el bus y la
tía los esperaba en la estación. Adiós mamá.
—Un beso, sobrinos, que os quiero mucho.
Fueron dos besos seguidos en cada mejilla como
el bocado de una rana por parte de una tía
pegajosa que, una vez en su casa, los hizo pasar
a la cocina. Había hecho arroz con leche bañado
en canela. «Demasiada glucosa», diría mamá. Pero
la tía era harina de otro costal, y nunca se limitaba
a un solo plato. Al cabo de media hora ya llevaban
tres raciones, y no eran precisamente pequeñas.
Quizá la tía no solía llamarles la atención
con detalles como ese, pero sí lo hizo en el presente
caso:
—No os cebéis como pollos, que no vais de visita
a un matadero.
Después, tarde en el cine en primera sesión
con la última cinta animada de la Disney en el
centro comercial y vuelta a casa. Videojuegos en
la consola mientras la tía hojeaba una revista de
prensa rosa y se balanceaba en la vieja mecedora
que heredó de la abuela, ya tristemente ausente.
La mecedora chirriaba al balancearse y los críos
temían que se rompiera sin soltar sus mandos en
ningún momento ni apartar su mirada del monitor.
Después, sesión de tarde y sesión de noche
tras la cena. La tía dormía poco y no exigía hora-
El pequeño abrió de golpe los ojos sobre las
siete de la mañana. Alguien había abierto la
puerta de la habitación.
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rios en fin de semana. Y hasta las dos de la
madrugada, ambos hermanos no se fueron a
una cama con hedor a limón. No solían hacerlo
de normal.
El pequeño abrió de golpe los ojos sobre las
siete de la mañana. Alguien había abierto la
puerta de la habitación. La luz del ventanal del
cuarto de estar entraba desde el pasillo principal
de una casa con más de medio siglo a su
espalda y recortaba la silueta a contraluz de
una niña en pijama que le observaba desde el
arco de la puerta abierta de una habitación
totalmente a oscuras. Una figura que era una
sombra y observaba al infante echado en una
cama junto a su hermano mayor que empezaba
a desperezarse. Era una niña de unos ocho
años vestida con un pijama y dos coletas a ambos
lados de su oscurecida cara.
—¿Quién eres? —preguntó el chiquillo. Cerca
del infante había un interruptor—. Venga…
dime tu nombre.
La figura permaneció callada e inmóvil
mientras el marco de la puerta la rodeaba, convertida
en una sombra.
La luz invadió la habitación y el niño soltó
un chillido inhumano, pues no le extrañó que
la chiquilla no le hubiera contestado. No tenía
boca ni ojos en un rostro vacío de elementos.
—¡Víctor! —gritó el chiquillo suplicante y su
hermano le miró con un rostro carente a su vez
de boca y ojos. Sus manos carecían de dedos
como sus pies y su vientre de intestinos. Su tía
salió al pasillo principal de la casa alertada por
el grito y abrazó a la niña desde la espalda. Un
solo ojo habitaba su rostro, el único con el que
observaba a su sobrino pequeño, el cual había
perdido sus pies y manos en algún momento
de aquella noche…
Viaje a Fitero
María Amparo Bayo Griñena
No siempre los tiempos pasados fueron mejores,
pero ya se sabe, recordar es volver a vivir.
Se acercaban las vacaciones estivales y, como
todos los años, viajábamos a Fitero, en Navarra.
Yo estaba especialmente feliz porque, como cada
verano, iba a ver a mis abuelos. Entonces las
distancias parecían más largas, los transportes
precarios, las carreteras casi inexistentes. La mejor
opción era el ferrocarril.
Llegó el día de la marcha. ¡Qué agobio! Mi madre,
atacada de los nervios, (siempre le producía
mucha ansiedad viajar), le iba diciendo a mi padre:
—Que no se nos olvide nada, ¿has cortado la
electricidad y el agua? Que no llegamos, el taxi
no viene, el tren no espera a nadie. —Siempre la
misma cantinela minutos previos a la salida.
No era mi primer viaje, íbamos todos los años
al pueblo. Sin embargo, sentí algo especial aquel
uno de septiembre de 1955 nada más llegar a la
estación.
Desde que tengo uso de razón me maravillan
los trenes. Con mis ojos infantiles aquella estación
me parecía enorme y magnífica. Veía todo
tipo de personas, el ir y venir de gente, trenes
que arribaban, viajeros que llegaban, otros que
salían, familiares despidiendo, otros que recibían,
un niño a quien no encontraban, mozos de
estación llevando maletas, todo tipo de bultos,
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sacas de correos... Aunque lo que me apasionaba
era la locomotora, echando vapor sin cesar y
el pito, ¡ah¡, el pito estridente anunciando los
preparativos y puesta en marcha del convoy.
con el banderín y el silbato: piiiiiiiiiiiiiii, un largo
pitido anunciaba la salida del convoy y así era como
siempre empezaba la marcha.
Se iniciaban tímidas conversaciones entre compañeros
de viaje que sin conocerse de nada iban a
compartir una noche. Nos esperaba un largo viaje
de Valencia a Navarra, a mi querido Fitero, allí donde
nació mi padre.
En los andenes las madres sujetaban a los
niños, los padres subían las pesadas maletas de
madera y buscaban los respectivos asientos. Recuerdo
que me llamaban la atención las maletas
de cartón atadas con correas o cuerdas.
—¡Qué maravilla, qué comodidad! —
comentaban los viajeros.
Años anteriores los vagones eran diáfanos,
con asientos de madera. Ahora estaban divididos
en compartimentos y los asientos y respaldos
eran de un material parecido al
escay.
Los grandes ventanales se encontraban
abiertos cuando de
repente sonó el silbido de la máquina,
echando vapor sin parar.
—Cerrad la ventana —dijo alguien —. Entrará
carbonilla y saldremos todos con bigote.
Una gran carcajada de niño captó mi atención.
El reloj de la estación marcaba las diez en
punto de la noche. El jefe de estación preparado
Poco a poco las conversaciones fueron tomando
forma:
―¿Dónde van ustedes?
―Pues nosotros vamos hasta Bilbao.
―Hola, soy Laura! ¿cómo te llamas? ―pregunté.
―Hola, soy Ángel.
―¿Dónde vas?
―A Zaragoza ¿y tú?
― A Fitero.
El sonido de la máquina nos acompañó todo el
trayecto.
Sagunto, primera parada, subieron más viajeros
y ya era hora de cenar.
Se iniciaban tímidas
conversaciones entre
compañeros de viaje que sin
conocerse de nada iban a
compartir una noche
De las bolsas empezaron a salir viandas apetitosas
y servilletas a cuadros, la bota de vino y gaseosa
pasaba de mano en mano.
—¿Ustedes gustan? — se ofrecía amablemente.
Se escuchaban coplas, jotas y risas.
Yo estaba deseando llegar a Barracas, la segunda
parada donde subía el caramelero con regaliz,
rifas y lotería.
—Parece que el tren va más despacio.
—Estamos subiendo las cuestas
del Ragudo —dijo papá.
¡Por fin los caramelos! Me encantaban los del
café con leche. Ahora ya podía acomodarme en el
regazo de mi madre para dormir.
Ángel me imitó reposando la cabeza en el hombro
de su madre, justo enfrente de mi asiento.
A medida que la noche avanzaba el silencio se
vio únicamente interrumpido por el sonido de la
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locomotora y algún que otro ronquido.
Esa fue la primera noche que Ángel y yo nos
dimos las buenas noches y también los buenos
días.
Cuando llegamos a Zaragoza, estaba amaneciendo
y mi padre bajó a la cantina de la estación
y nos subió leche caliente para desayunar.
Por fin llegamos a nuestro destino. Me faltaron
piernas para fundirme en un abrazo con mis
abuelos que allí nos esperaban.
Escenas como esta se repitieron año tras año
hasta que, en uno de nuestros viajes al pueblo,
diez años más tarde, comiendo unas pochas con
codorniz que solía cocinar mi abuela, alguien llamó
a la puerta.
Escuché a mi abuelo diciendo:
―¿Preguntas por mi nieta Laura?
―Sí, se llama Laura y es de Valencia, sí.
Quién me iba a decir que aquel niño al que escuché
reír con tantas ganas y con quien compartí
vagón una noche se iba a convertir en mi compañero
de vida y de mis futuros viajes a Fitero.
Los monstruos existen
Marisa Martínez Arce
Al fin lo conseguí. Llevaba años alquilada en un
cubículo de 40 metros, pagando por él un precio
desproporcionado al tamaño. Cierto que estaba en
el centro, pero se trataba de un edificio sin ascensor.
En la esquina de casa había una inmobiliaria
ante la cual me paraba todos los
días, igual que un niño ante un escaparate
de juguetes. Ilusa de mí,
seguía albergando la esperanza de
que más pronto que tarde encontraría
el piso de mis sueños y a un precio
asequible. Pues bien, los milagros
existen y estaba claro que este
era mi día. Allí estaba. El anuncio
decía: Se vende vivienda de 150 m2. 45.000 euros.
Precio negociable. Características de la vivienda:
Último piso con ascensor. Exterior. Para entrar a
vivir.
No podía creerlo. Aunque tuviera que pedir un
préstamo podía permitírmelo. Seguro que, pese a
la hipoteca, pagaría menos al mes que de alquiler.
Al poco de estar instalada
comencé a escuchar unos
extraños ruidos sobre el techo
del salón. No le di importancia,
sabía que encima había unos
viejos trasteros.
Mi cabeza comenzó a echar humo y entré. Me dieron
cita para por la tarde. La vivienda era amplia,
luminosa y efectivamente estaba en buen
estado. Los de la inmobiliaria me dijeron que
el dueño había muerto hacía unos meses —
tranquila, en el hospital— me dijo el chico
riendo. Y los herederos querían
deshacerse de la casa.
No habían pasado ni dos meses
de la compra cuando me mudé.
Al poco de estar instalada comencé
a escuchar unos extraños ruidos
sobre el techo del salón. No le
di importancia, sabía que encima
había unos viejos trasteros. También que me
correspondía uno. De hecho, se podía acceder
al mismo desde mi casa. Al lado de la cocina
había una escalera estrecha coronada por
una trampilla de madera. Me aseguraron que
estaba tapiada, por lo que ni se me ocurrió
abrirla.
Los ruidos iban en ascenso, primero pensé
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en ratas o quizá que se hubiera metido alguna
paloma y al no poder salir se golpeara contra las
paredes. La verdad, cada vez estaba más asustada.
Me iba a dormir y pese a que en el dormitorio
los ruidos eran apenas perceptibles, no
podía conciliar el sueño. La semana siguiente
comencé a escuchar unos toques monótonos,
como en morse. Toc, toc. Toctoc. Yo ya no sabía
qué pensar. Si aquella casa tan grande me daba
miedo, si me sugestionaba y eso era todo, o si
estaba ocurriendo algo raro.
Al final, no pude más; cogí un destornillador,
un martillo y rompí el candado de la trampilla.
Esperaba encontrar un sillar de ladrillo, pero
no, accedí directa a la buhardilla. Era como
una casa en miniatura. Tenía una ventana y
estaba abierta, pese a lo cual todo olía fatal.
Había una pequeña alcoba. Entré y un grito de
terror desgarró mi garganta. Encontré a un joven,
cadavérico. Al verme se tapó y con voz de
ultratumba me rogó que no le hiciera daño. No
era un fantasma, era la víctima del cerdo que
durante años había vivido en aquella casa y
había abusado de él de forma reiterada. Y yo,
sin pretenderlo, me terminaba de convertir en
su heroína.
Espías al acecho
Maria Grazia Scelfo
Olga es una hermosa mujer rubia, muy alta y
con unas piernas que con frecuencia llaman la
atención de los hombres, pero en realidad es una
refugiada ucraniana que lleva siempre gafas de
sol para ocultar su aparente ceguera.
La mujer llegó a Italia a través de su amistad
con Anna, que trabaja en Roma en una asociación
de personas con discapacidad visual. Anna quiere
ayudarla para que, gracias a esa sociedad, pueda
pedir una compensación económica para vivir en
este país y aprender el alfabeto Braille y, así,
trabajar.
Olga cuenta que ha perdido la vista después de
un bombardeo, pero que afortunadamente ha
logrado salvar su vida. Está muy triste porque su
marido y sus dos hijos no pudieron sobrevivir y
no logra superar su profundo rencor. Se ha
puesto en contacto con Anna a través de la Cruz
Roja italiana.
La Asociación de Ciegos está frente a la
Embajada rusa, en una calle cerrada a los coches
y vigilada por militares. Sus ventanas están
también cerradas y las cortinas impiden ver el
interior de las oficinas. Los rusos quieren ocultar
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sus actividades, pues temen ataques terroristas
en un país que, tienen la certeza, apoya a
Ucrania.
por el movimiento de los labios y lo que le parece
haber entendido, no le ha gustado.
Anna le confiesa que lo sospechaban y
esperaban que Olga se lo asegurase para así
medir las fuerzas. Sabe que en la Asociación hay
una persona del contraespionaje y por eso deben
tener mucho cuidado. Es entonces cuando Anna
enciende una grabación que había conseguido
hacía un tiempo y que tenía escondida. Pudieron
de esa manera escuchar conversaciones
anteriores.
En realidad Anna forma parte de un grupo de
espías de los servicios secretos italianos y la
Asociación, que no está involucrada, constituye
para ella una tapadera, por lo que se encuentra
segura. Ayudar a Olga y ser su amiga le permite
desarrollar mejor su trabajo de espionaje.
Además, lleva consigo unos dispositivos de
rastreo muy potentes por medio de los cuales
puede escuchar las conversaciones del interior de
la Embajada Rusa.
Mientra Anna habla con los jefes
de la Asociación para resolver el
problema de Olga, ella, para
acostumbrarse a los lugares, camina
con su bastón de ciego y se detiene
frente a una ventana. No quiere
ayuda, aunque uno de los
trabajadores que la mira con
insistencia se la ofrece intentando hacer amistad
con ella. Después de un rato hablando, decide
sincerarse con Anna y le confiesa lo que
considera un asunto de gran importancia.
Le explica que su ceguera no es real, que ella
forma parte de los servicios secretos ucranianos y
que sus gafas son especiales. Con ellas puede ver
a través de las cortinas e interpretar las palabras
Las dos mujeres pueden asegurar entonces
que se está preparando un ataque cibernético
contra varios objetivos institucionales italianos
para obtener datos importantes y poder paralizar
actividades fundamentales como, por ejemplo, la
sanidad pública, los sectores energéticos, los
transportes, etc. Sería una tremenda catástrofe
para el país.
La Asociación de Ciegos está
frente a la Embajada rusa, en
una calle cerrada a los coches
y vigilada por militares.
Avisan a miembros del Gobierno, que no las
creen pues piensan que se han vuelto locas o que
lo han inventado. Además, han comprendido el
juego de ellas y las detienen para interrogarlas
pues opinan que han hecho algo ilegal al utilizar
la Asociación para sus actividades, sin informar
ni a la misma Sociedad ni tampoco al gobierno.
Al cabo de una semana surgen graves
problemas en la sanidad y
también en el sector energético.
Al darse cuenta de que las dos
mujeres espías tenían razón las
liberan y les piden perdón.
Olga, que es una gran profesional
en el campo informático, ofrece
su ayuda para intentar resolver
ese ataque que podría tener consecuencias de
carácter todavía desconocido, pero con la certeza
de que sería muy grave.
Consiguen de esa manera, aunando sus fuerzas
junto con los informáticos italianos, no solo
poner fin al enorme problema que se les venía
encima, sino también, devolver a los rusos algo
del odio que Olga almacenaba en su corazón.
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Consejos
para escribir
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Tercera Era
Novela
por entregas
Nº 6
Tercera Era
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Otra oportunidad
Lucrecia Hoyos
Capítulo 6
UNA SIESTA Y UN SUEÑO
Habían establecido una extraña alianza sin saber muy bien las razones, como esas que
se crean cuando se coincide con alguien en la habitación de un hospital durante el tiempo
en que se comparten las dolencias, o durante un viaje con desconocidos.
Cuando Bárbara entró en la pequeña casa, le cambió el color de la cara. En la sala de
la enorme televisión, había un sofá raído, una mesa baja llena de latas de cerveza vacías y
un cenicero rebosante de colillas. Él se apresuró a retirarlo todo, abrió la ventana para ventilar
y cubrió el sofá con una sábana limpia.
—Disculpa, ya te lo había dicho. ¿Crees que podrías descansar aquí? —dijo avergonzado.
—Claro, claro, no te preocupes.
La dejó allí y se fue a su dormitorio que no presentaba mucho mejor aspecto. Cerró la
puerta y se tendió en la cama.
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A las ocho de la tarde sonó el móvil de Bárbara. Le costó volver del sueño y hacerse
una idea del lugar en el que se encontraba. Era la jefa de la empresa de limpieza que le dijo
que la casa estaba reluciente y que la estaban esperando para cobrar el trabajo.
Juan apareció como salido de otro mundo y se fue de nuevo con ella. Por el camino se
despejaron un poco. Los estaban esperando en la puerta. Fliparon los dos al entrar y ver
cómo había quedado la masía. Si el exterior seguía teniendo las mismas señales de deterioro,
el interior lucía en todo su esplendor, revelando un auténtico hogar con muebles rústicos
pero hermosos, olor a limpio y una invitación urgente a tomar posesión de ella. Bárbara no
daba crédito a su suerte.
Cuando se quedaron solos, Juan se ofreció a ayudarla a descargar la camioneta. Como
era muy tarde, eligieron solo las maletas y algunas cajas con utensilios de cocina, libros y
cosas personales. Allí no necesitaba los muebles. Tendría que pensar qué hacer con ellos,
pero eso sería al día siguiente.
—Felicidades —le dijo Juan— tienes una maravillosa casa, envidiable…
—Muchas gracias por tu ayuda, no hubiera conseguido todo esto tan deprisa sin ti. —
Le estrechó la mano.
—Me voy a marchar. Puedo volver mañana si me necesitas.
—Claro que te necesitaré. Ven cuando puedas, por favor. Estaré aquí organizando todo
esto.
...continuará
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Tercera Era
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La entrevista
Nº 6
Tercera Era
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Entrevista a
María Suré, autora de Huérfanos de sombra
Por Ginés J. Vera
Me concede una entrevista la escritora salmantina María
Suré. Estudió Ingeniería Informática en la Universidad Politécnica
de Valencia y actualmente trabaja como analista y
programadora informática.
Desde siempre ha sentido un
gran interés por el pasado de su ciudad de adopción, lo que
la ha llevado a investigar sobre su historia. En su anterior
novela Lágrimas de polvo rojo (Maeva), Suré traza un recorrido
por la Valencia moderna, donde aún pueden visitarse lugares
donde hace siglos se exponía a los ajusticiados como
advertencia. En Huérfanos de sombra, publicada este año,
dos guardias civiles deberán investigar la desaparición de un
niño en la comarca salmantina de Las Batuecas. Desde aquí
mi agradecimiento a la autora y a Maeva ediciones.
P.: Acaba de publicar Huérfanos de sombra, una novela negra
con algunos toques de misterio digamos comunes a su
anterior Lágrimas de polvo rojo. ¿Qué se van a encontrar los
lectores de aquella en esta nueva obra?
R.: Huérfanos de sombra tiene tintes de género negro, pero
también de novela histórica. La trama no es tan negra como
la anterior, lo que me ha permitido profundizar en los personajes y dotarlos de más fuerza y más carisma
si cabe. Los lectores de Lágrimas de polvo rojo seguirán encontrando en esta nueva novela una buena dosis
de misterio que logrará mantenerlos en vilo hasta el final, pero también estoy segura de que se encariñarán
con algún personaje y a otros acabarán odiándolos con todas sus fuerzas.
P.: Huérfanos de sombra está narrada en contrapunto no solo en el marco temporal, pues asistimos a
flashbacks para poder entender ciertos hechos de la trama. También viajamos de Salamanca a Gran Bretaña,
por ejemplo. Coméntenos cómo fue el proceso de gestación de esta novela y si conserva alguna
anécdota de algún viaje documental que realizase para ello.
R.: Inicialmente, las dos tramas, pasado y presente, parecen formar parte de novelas diferentes. Tanto la
ambientación de los lugares en los que suceden como la época o los personajes, son muy dispares. El lector
emprenderá un viaje al pasado a través de las vivencias de una niña judía que huye de la guerra. Irá
recorriendo con ella cada lugar y viviendo cada suceso que le acaece desde la Alemania nazi a la Salamanca
actual, muchos años después. Durante el proceso de investigación, me resultaron muy interesantes
todas las historias que encontré sobre el éxodo de niños judíos a otros países poco antes de comenzar
la guerra. Más allá del conflicto en sí, sobre el que ya se ha escrito tanto, quise centrarme en la vida de
esos niños que muy probablemente nunca volvieron a encontrarse con sus familiares. ¿Qué fue de ellos?
¿Algún día volvieron a su país natal? ¿Lograron perdonar? Los testimonios reales que encontré eran estremecedores
y me tomé la licencia de utilizar algunos de ellos en la historia de Hannah.
Página 58
Revista digital de Valencia Escribe
P.: Para hablar de la ambientación, he recogido un detalle por si nos quiere comentar algo al respecto.
Me refiero a las leyendas locales. La comarca de Las Batuecas se presta a ellas, lo vemos y lo leemos. Por
ejemplo, con esa del caimán disecado de más de quinientos años. Me ha recordado a la del dragón del
Patriarca de Valencia. Qué curioso, ¿no?
R.: A lo largo del relato hago una breve referencia a las tradiciones y costumbres de este ambiente rural,
así como unas breves pinceladas que reflejan el folclore y las leyendas de la zona. Es el caso del caimán
disecado que se encuentra en la iglesia de Santiago de la Puebla. La historia cuenta que fue un regalo
procedente del río Orinoco —poco después del descubrimiento de América—, para el licenciado Toribio
Gómez de Santiago, consejero de los Reyes Católicos y natural de este pueblo. En aquella época parece
que era muy común este tipo de regalos y por eso hay varios ejemplares repartidos por todo el territorio
nacional. Pero, como siempre, las leyendas han prevalecido sobre los hechos reales, trasmitiéndose de
generación en generación y perdurando en el tiempo. Creo que una buena manera de entender a un pueblo
es a través de sus leyendas.
P.: En un pasaje de la novela, Aurelio le pide a su hijo que no insulte a su hermano Simón, porque lleva
su sangre. Me ha recordado a una frase sobre la familia. Algo así como que no es más familia quien lleve
tu sangre, sino quien esté dispuesto a derramarla por uno. Le invito a que nos la comente al hilo de lo
importante de los lazos familiares y la maternidad palpitando en esta novela.
R.: Un lazo de sangre no necesariamente tiene por qué formar una familia, aunque, por tradición nos
sintamos obligados a pensar que debe ser así. En ocasiones, la familia se encuentra en el lugar menos
esperado porque es el corazón y no la sangre lo que la conforma. También hay personas que pueden llegar
a cambiar la vida de otras por el simple hecho de existir. Es el caso de Marcos con su madre y su
abuelo. De manera inesperada, el niño acaba siendo la razón de sus existencias.
P.: Una pregunta, un poco más de fondo, acerca del género negro; durante las últimas décadas está cobrando
fuerza bajo el nombre —no sé si acertado— de rural noire. ¿Qué opina del éxito de las obras que
nos descubren municipios y comarcas lejos del bullicio de la capital y las grandes ciudades a través del
género negro y los thrillers?
R.: Pienso que el lugar en el que se desarrolla una trama deja de tener
importancia cuando la ambientación se hace bien. No creo que
haya una competición entre el noir rural y el urbano ni que últimamente
sea una moda el ambientar la novela negra en ambientes rurales
que reflejan una sociedad quizá más cerrada y, por consiguiente,
más oscura o peligrosa. Tendemos a calificar y encasillar todo y
muchas veces no es tan sencillo. Se habla incluso de un totalitarismo
noir cuando una novela de género se desarrolla en un escenario
dictatorial. En el caso de Huérfanos de sombra, la novela tiene una
parte histórica, aunque no encajaría como una novela de este tipo.
Tampoco se trata de una novela negra o policíaca al uso. Entonces,
yo prefiero limitarme a intentar escribir lo mejor posible, a crear escenarios,
personajes y tramas que lleguen al lector y que el color lo
pongan otros.
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Tercera Era
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Críticas de
cine, series y
libros
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Tercera Era
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Golpe de kárate: Una burla en toda regla
Miguel Moliné
«Cuentos tan breves como contundentes,
en ocasiones perturbadores y en otras perturbadoramente
hilarantes, que escrutan con demoledora agudeza
comportamientos humanos».
«Relatos concisos, sorprendentes y durísimos. La mirada
de Nors sobre las entrañas de las interacciones entre
los seres humanos, en especial aquellas basadas en
la violencia y el dolor, es tan meticulosa que llega a la
vivisección... Una subversiva delicia» (Booklist).
Está claro que, para gustos, colores. Pero que una
contraportada esté llena de frases como las anteriores,
que te lleven a engaño y te hagan perder el tiempo, es
imperdonable.
No dudo de que la escritora Dorthe Nors haya escrito
cuatro novelas excelentes, pero que no nos engañen: los
quince relatos que conforman el libro Golpe de kárate te
dejan con mal sabor de boca, te hacen renegar de la labor editorial, te hacen dudar de si
sabes leer y comprender o si son los demás los que se han tomado sustancias alucinógenas
(autora incluida) al leer esos textos que ni tienen pies ni cabeza.
Un hombre que se hace budista, un ave que se queda posada en un lugar y da para elucubraciones
asesinas, perros muertos… Serán relatos duros, pero yo solo veo perogrulladas
sin sentido, personajes crueles y completamente trastornados.
Como dice un lector en Goodreads, «mirar cómo se seca la pintura de la pared es una
manera más productiva de malgastar tu tiempo».
¿Puedo dejarlo sin tinteros?
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La Caza: Guadiana
Luis Jurado
Debido a la terrible censura impuesta por el límite
de 750 palabras os comunico, de la manera más breve
que puedo, que la tercera temporada de la serie La
Caza: Guadiana es mala. Muy mala.
Como un dolor de muelas.
Pero eso no quiere decir que no debáis verla. Sería
fantástico compartir mi desdicha con más semejantes,
no me dejéis solo. Yo, la verdad, no tenía puestas
muchas esperanzas en ella. Pero para no iniciados en
series españolas es fácil que con su visión te sangren los
ojos, debéis estar preparados. Me imagino a los guionistas
apostando entre ellos, entre risas, cuál de sus ideas
desechadas para otras series por malas y esperpénticas,
podían colar en La Caza: la conversación más pueril, el
argumento más inverosímil, un giro de guion sin sentido. Han debido de usarlas todas. Por no
hablar de los capítulos de una hora con argumentos de quince minutos, actores que ni se les
entiende, ni se les escucha y, lo que más me fascina, guardias civiles que no han vestido de verde
en tres temporadas. En resumen solo puedo deciros una cosa: Por favor, vedla.
Envíanos tus reseñas de libros, películas o series a: revistavalenciaescribe@gmail.com
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