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El Cadáver de la Novia
Un tributo al Stop-Motion
Vacila, luego se desliza en la habitación. Era una gran sala
lúgubre con cuadros monótonos y formales dominada por un
enorme piano, del tamaño de un pequeño barco. Víctor se siente
irresistiblemente atraído por ella. Se sienta y toca las teclas con
caricia. Sobre el piano ve un pequeño jarrón con un tallo de
jazmín de invierno. Comienza a tocar, al principio entrecortadamente,
pero luego se pierde en la música. Su canción es triste
pero ensoñadora, muy interesante.
Victoria se está ajustando nerviosamente el vestido cuando,
de repente, la música llega flotando hasta ella. Se detiene, paralizada,
y luego continúa bajando los escalones, siguiendo el
sonido del piano.
Se asoma a la puerta del gran salón, donde se han reunido los
padres. William Van Dort cuenta una historia aburrida, gesticulando
ligeramente mientras habla.
-Nunca he entendido por qué los hombres necesitan varios zapatos
negros y otros zapatos marrones adicionales, ¡cuando una rápida
capa de pintura puede convertir unos en otros!
Nell se encoge de hombros, mortificada. Los Everglot permanecen
sentados con el ceño fruncido. Cruzando al otro
lado de la entrada, Victoria llega a la sala de música. Entra en
silencio. Víctor está sentado al piano, de espaldas a la puerta.
Toca, perdido en su música.
-Qué encantador -dice Victoria.
Sobresaltado, Víctor salta en su asiento y golpea el piano con las
rodillas, haciendo que la tapa caiga con un ruido sordo.
Se gira para ver a Victoria, se veía tan guapa como un cuadro,
de pie detrás de él, no lo podía creer.
-Oh... Yo... perdóname. I... -empieza a balbucear.
-Tocas muy bien.
-I... Le pido disculpas, señorita Everglot. Qué descortés de mi
parte...
Victoria se acerca a él impetuosamente.
-La canción. ¿Cómo se llama?
-Oh, fue... sólo algo que me encontré.
-¿Encontraste dónde?
-Bueno... Estaba dentro de mí, supongo.
-Qué bien que hayas encontrado una forma de desahogarte. Mamá
no me deja acercarme al piano. La música es impropia de una
jovencita. Demasiado apasionada, dice.
Víctor se frota nerviosamente las rodillas doloridas.
-Si puedo preguntar, Srta. Everglot...
-Tal vez, dadas las circunstancias, podrías llamarme “Victoria”.
-Sí, sí, por supuesto. Bueno, Victoria...
-¿Sí, Víctor?
-Mañana vamos a estar... (no puede decirlo) Mm... Mm...
-Casados. -dice riendo.
-Sí. Casados.
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