La tormenta del siglo - Stephen King

ylliasbell777
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En el exterior, el aullido del viento aumenta de intensidad. Molly mira hacia afuera.MOLLY: Será mejor que le des veinte minutos.CAT: De acuerdo.MOLLY: ¿No existe la posibilidad de que se trate de… no sé, de una broma? ¿Deuna travesura?CAT: Ha sido Robbie Beals quien ha avisado. No tiene mucho sentido del humor,¿sabes?MOLLY: Sí. Ya lo sé.CAT: Ha dicho que la persona que lo ha hecho quizá esté aún allí. No sé si Mikequería que te dijera eso o no, pero me parece que tienes derecho a sa​berlo.Molly cierra los ojos unos instantes, como si la aquejara algún dolor; tal vez seaprecisamente eso lo que le sucede.CAT: ¿Molly?MOLLY: Salgo ahora hacia la tienda. Si Mike llega antes que yo, dile que no semueva de ahí.CAT: No estoy segura de que quiera que…MOLLY: Gracias, Cat.Molly cuelga antes de que Cat pueda decir nada más. Se vuelve hacia Ralphie, que aúnexamina la marca de nacimiento en el espejo. Está tan cerca de él que se pone bizco, lo cualresulta gracioso. Molly esboza una amplia sonrisa que sólo convencería a un niño de cuatroaños; sus ojos están empañados por la preocupación.MOLLY: Vayamos a la tienda a ver a papá, grandullón… ¿qué me dices?RALPHIE: ¡A ver a papi! ¡Yupi!Baja de un salto de la silla, pero se detiene y la mira con expresión dubitativa.RALPHIE: ¿Y qué pasa con la tormenta? Sólo tenemos el coche, y en la nievepatina.Molly coge el abrigo del niño del colgador junto a la puerta y empieza a ponérselo atoda prisa. No deja en ningún momento de esbozar esa sonrisa amplísima y falsa.MOLLY: Eh, sólo son cuatrocientos metros. Y volvere​mos con papá en elwww.lectulandia.com - Página 86

todoterreno, porque apues​to a que va a cerrar la tienda temprano. ¿Qué tal? ¿Teparece bien?RALPHIE: ¡Sí, excelente!Molly le sube la cremallera del chaquetón al niño. Mientras lo hace nos percatamos deque está terriblemente preocupada.95Exterior. Frente a la casa de Martha Clarendon.La tormenta empeora gradualmente; los curiosos tienen ciertas dificultades paramantenerse erguidos ante la nieve y el viento que arrecian… pero nadie se ha marchado.Robbie Beals se ha unido a Mike y Hatch. Todavía lleva el revólver en la mano, pero, con elprisionero esposado, parece un poco más tranquilo y lo apunta hacia el suelo.Mike ha abierto el maletero del vehículo de asistencia de la isla, adaptado paratransportar animales perdidos o enfermos. El fondo es de acero. Una malla sirve de separaciónentre ese compartimiento para equipajes y el asiento trasero. En un costado se hainstalado un depósito plástico de agua provisto de un tubo.HATCH: ¿Vas a meterle ahí dentro?MIKE: A menos que quieras sentarte con él en el asiento trasero y hacer de niñera.HATCH (que lo ha entendido demasiado bien): Entre ahí.Linoge no obedece, al menos no de inmediato. En lugar de ello, busca con la mirada aRobbie. A éste no le agrada precisamente que lo haga.LINOGE: Recuerda lo que te he dicho, Robbie; el infierno no es otra cosa querepetición.Esboza una sonrisa; una sonrisa sólo para Robbie, como la que le brindara a Mike. Luegoentra en la parte de atrás del vehículo de asistencia.www.lectulandia.com - Página 87

En el exterior, el aullido del viento aumenta de intensidad. Molly mira hacia afuera.

MOLLY: Será mejor que le des veinte minutos.

CAT: De acuerdo.

MOLLY: ¿No existe la posibilidad de que se trate de… no sé, de una broma? ¿De

una travesura?

CAT: Ha sido Robbie Beals quien ha avisado. No tiene mucho sentido del humor,

¿sabes?

MOLLY: Sí. Ya lo sé.

CAT: Ha dicho que la persona que lo ha hecho quizá esté aún allí. No sé si Mike

quería que te dijera eso o no, pero me parece que tienes derecho a sa​berlo.

Molly cierra los ojos unos instantes, como si la aquejara algún dolor; tal vez sea

precisamente eso lo que le sucede.

CAT: ¿Molly?

MOLLY: Salgo ahora hacia la tienda. Si Mike llega antes que yo, dile que no se

mueva de ahí.

CAT: No estoy segura de que quiera que…

MOLLY: Gracias, Cat.

Molly cuelga antes de que Cat pueda decir nada más. Se vuelve hacia Ralphie, que aún

examina la marca de nacimiento en el espejo. Está tan cerca de él que se pone bizco, lo cual

resulta gracioso. Molly esboza una amplia sonrisa que sólo convencería a un niño de cuatro

años; sus ojos están empañados por la preocupación.

MOLLY: Vayamos a la tienda a ver a papá, grandullón… ¿qué me dices?

RALPHIE: ¡A ver a papi! ¡Yupi!

Baja de un salto de la silla, pero se detiene y la mira con expresión dubitativa.

RALPHIE: ¿Y qué pasa con la tormenta? Sólo tenemos el coche, y en la nieve

patina.

Molly coge el abrigo del niño del colgador junto a la puerta y empieza a ponérselo a

toda prisa. No deja en ningún momento de esbozar esa sonrisa amplísima y falsa.

MOLLY: Eh, sólo son cuatrocientos metros. Y volvere​mos con papá en el

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