La tormenta del siglo - Stephen King
77Exterior. Mike y Hatch vistos desde el porche.Recorren el sendero. Mike parece tenso, pero se controla; Hatch está asustado y trata deno demostrarlo.HATCH: Incluso si había un tipo ahí, lo más probable es que haya salido por lapuerta de atrás, ¿no crees? La valla del jardín de la señora Claren-don no tiene másque un metro y medio…Mike niega con la cabeza para indicar que no lo sabe, luego se lleva el dedo índice a loslabios para indicarle a Hatch que debe guardar silencio. Se detienen al pie de los peldaños.Mike extrae unos guantes del bolsillo del chaquetón y se los pone. Saca entonces su propiapistola. Le indica con señas a Hatch que se ponga guantes, y éste le tiende la escopeta paraobedecerle. Mike tiene la oportunidad de comprobar el seguro (que aún está puesto), luegose la devuelve.Ascienden los peldaños y examinan el andador. Proceden entonces a cruzar el porche.Ven los pies de la anciana, embutidos en los anticuados zapatos, surgiendo de las sombrasdel vestíbulo, e intercambian una mirada de consternación. Entran en la casa.78Interior. Vestíbulo de la casa de Martha.Detrás de ellos, la locutora del tiempo parlotea de forma interminable.LOCUTORA (voz): Se espera que las condiciones en la costa de Nueva Inglaterrawww.lectulandia.com - Página 74
empeoren drásticamente hacia la puesta del sol, aunque lo cierto es que me temo quenuestros amigos del este no van a ver ponerse hoy el sol. Se esperan vientos muyfuertes en las costas de Massachusetts y New Hampshire, y ráfagas de vientohuracanado en la costa de Maine y sus islas. Va a tener lugar una significativa erosiónde las playas, y una vez que la nieve empiece a caer su grosor va a incrementarsedrásticamente hasta que… bueno, hasta que todo termine. En este punto resultaliteralmente imposible hablar de grosores. Digamos tan sólo que la cantidad total denieve caída va a ser enorme. ¿Un metro? Es posible. ¿Un metro y medio? Incluso esoes posible. Será mejor que permanezcan a la escucha para estar al corriente y tenganla seguridad de que interrumpiremos nuestra programación para informarles si lascondiciones así lo requieren.Los dos hombres ignoran a la locutora; tienen problemas más inmediatos de quéocuparse. Se arrodillan a ambos lados de la anciana muerta. A Mike Anderson se le vesombrío e impresionado, pero se contiene. Se concentra en la tarea que tiene ante sí y en lospasos que debe dar. Por el contrario, Hatch está a punto de perder el control. Alza la miradahacia Mike, con el rostro muy pálido y los ojos llenos de lágrimas. Habla en meros susurros.HATCH: Mike… oh, Dios mío, Mike… ¡No le queda cara! Está…Mike tiende una mano y posa el índice sobre los labios de Hatch. Inclina la cabeza haciael sonido del parloteante televisor, indicando así que puede haber alguien escuchando.Luego Mike se inclina hacia su tembloroso ayudante por encima del cadáver de la anciana.MIKE (en voz muy baja): ¿Te recuperarás? Porque si no es así quiero que me des laescopeta y vuelvas junto a Robbie.HATCH (en voz baja): Estoy bien.MIKE: ¿Seguro?Hatch asiente con la cabeza. Mike le observa detenidamente y decide creerle. Se poneen pie. Hatch le imita, pero se tambalea un poco. Para recobrar el equilibrio apoya una manoen la pared, que se le embadurna de la sangre salpicada. Contempla su propia manoenguantada con sorpresa y consternación.Mike señala hacia el umbral de la sala de estar y el sonido del televisor. Hatch haceacopio de valor y asiente. Muy despacio, ambos recorren el vestíbulo. (Toda la escena sereviste del máximo suspense, por supuesto.) Ya han recorrido tres cuartas partes delvestíbulo cuando el sonido del televisor se interrumpe de pronto. El hombro de Hatch rozawww.lectulandia.com - Página 75
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empeoren drásticamente hacia la puesta del sol, aunque lo cierto es que me temo que
nuestros amigos del este no van a ver ponerse hoy el sol. Se esperan vientos muy
fuertes en las costas de Massachusetts y New Hampshire, y ráfagas de viento
huracanado en la costa de Maine y sus islas. Va a tener lugar una significativa erosión
de las playas, y una vez que la nieve empiece a caer su grosor va a incrementarse
drásticamente hasta que… bueno, hasta que todo termine. En este punto resulta
literalmente imposible hablar de grosores. Digamos tan sólo que la cantidad total de
nieve caída va a ser enorme. ¿Un metro? Es posible. ¿Un metro y medio? Incluso eso
es posible. Será mejor que permanezcan a la escucha para estar al corriente y tengan
la seguridad de que interrumpiremos nuestra programación para informarles si las
condiciones así lo requieren.
Los dos hombres ignoran a la locutora; tienen problemas más inmediatos de qué
ocuparse. Se arrodillan a ambos lados de la anciana muerta. A Mike Anderson se le ve
sombrío e impresionado, pero se contiene. Se concentra en la tarea que tiene ante sí y en los
pasos que debe dar. Por el contrario, Hatch está a punto de perder el control. Alza la mirada
hacia Mike, con el rostro muy pálido y los ojos llenos de lágrimas. Habla en meros susurros.
HATCH: Mike… oh, Dios mío, Mike… ¡No le queda cara! Está…
Mike tiende una mano y posa el índice sobre los labios de Hatch. Inclina la cabeza hacia
el sonido del parloteante televisor, indicando así que puede haber alguien escuchando.
Luego Mike se inclina hacia su tembloroso ayudante por encima del cadáver de la anciana.
MIKE (en voz muy baja): ¿Te recuperarás? Porque si no es así quiero que me des la
escopeta y vuelvas junto a Robbie.
HATCH (en voz baja): Estoy bien.
MIKE: ¿Seguro?
Hatch asiente con la cabeza. Mike le observa detenidamente y decide creerle. Se pone
en pie. Hatch le imita, pero se tambalea un poco. Para recobrar el equilibrio apoya una mano
en la pared, que se le embadurna de la sangre salpicada. Contempla su propia mano
enguantada con sorpresa y consternación.
Mike señala hacia el umbral de la sala de estar y el sonido del televisor. Hatch hace
acopio de valor y asiente. Muy despacio, ambos recorren el vestíbulo. (Toda la escena se
reviste del máximo suspense, por supuesto.) Ya han recorrido tres cuartas partes del
vestíbulo cuando el sonido del televisor se interrumpe de pronto. El hombro de Hatch roza
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