La tormenta del siglo - Stephen King
La gente se está asomando a las ventanas y abriendo las puertas para ver qué pasa.Todos conocen a Davey, por supuesto, pero antes de que alguien consiga detener y calmar alchico, un gran Lincoln de color verde se cruza ante él, como un policía que interceptara elpaso a un fugitivo. En el costado del coche se lee AGENCIA INMOBILIARIA DE LAS ISLAS.De él se apea un caballero corpulento y vestido con traje, corbata y abrigo (probablementeel único atuendo de hombre de negocios de toda la isla). Es posible que advirtamos ciertoparecido con el absurdo maniquí del porche del supermercado. Se trata de Robbie Beals, elmandamás del pueblo, el aún más desagradable padre del desagradable Don Beals. Coge aDavey de los hombros de la chaqueta y le zarandea con dureza.ROBBIE: ¡Davey! ¡Basta ya, chico! ¡He dicho que basta!Davey deja de gritar y empieza a recobrar la compostura.ROBBIE: ¿Por qué estás corriendo por toda Atlantic Street haciendo ese numerito?DAVEY: Alguien ha matado a la señora Clarendon.ROBBIE: Pero ¿qué tonterías estás diciendo?DAVEY: Hay sangre por todas partes. Y le han sacado un ojo. Lo tiene en… en lamejilla.Davey empieza a sollozar. Se está congregando más gente que observa intrigada alhombre y al chico. Robbie suelta a Davey poco a poco. Allí está pasando algo; quizá se tratede algo serio y, de ser así, sólo hay un hombre que pueda comprobarlo. Vemos cómo serefleja en el rostro de Robbie que está siendo consciente de | ello.Vuelve la mirada hacia una mujer de mediana edad con un jersey echado sobre loshombros y que aún lleva en la mano un cuenco con masa para pasteles.ROBBIE: Señora Kingsbury. Cuide de él. Déle una taza de té. (lo reconsidera) No,déle un poco de whisky, si tiene.SEÑORA KINGSBURY: ¿Va usted a llamar a Mike Anderson?El rostro de Robbie refleja amargura. El y Mike no se tienen lo que se dice muchocariño.ROBBIE: No hasta que haya echado un vistazo por mí mismo.DAVEY: Tenga cuidado, señor Beals. Está muerta… pero creo que hay alguien enla casa…www.lectulandia.com - Página 52
Robbie le dirige una mirada de impaciencia. El chico está claramente histérico. Unanciano de rostro curtido y anguloso, típico de Nueva Inglaterra, da un paso adelante.GEORGE KIRBY: ¿Necesitas ayuda, Robbie Beals?ROBBIE: No es necesario, George. Me las apañaré.Vuelve a entrar en el coche. Es demasiado grande para cambiar de sentido en la calle, demodo que utiliza el camino de entrada de una casa vecina.DAVEY: No debería ir allí solo.El grupo congregado en la calle (que aún está creciendo) observa con inquietud cómose aleja Robbie hacia la casa de la señora Clarendon.SEÑORA KINGSBURY: Entra conmigo, Davey. No pienso darle whisky a unmuchacho como tú, pero puedo preparar un poco de té.Rodea con un brazo los hombros del chico y le guía hacia la casa.46Exterior. Casa de Martba Clarendon.El Lincoln de Robbie se detiene justo delante. Robbie se apea. Examina el sendero, elandador volcado, la puerta abierta. Su rostro sugiere que el asunto quizá sea más serio de loque creyó en un principio. En cualquier caso, empieza a recorrer el sendero. ¡Como si fueraa dejárselo a ese sabelotodo de Mike Anderson! ¡Ni en broma!47www.lectulandia.com - Página 53
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Robbie le dirige una mirada de impaciencia. El chico está claramente histérico. Un
anciano de rostro curtido y anguloso, típico de Nueva Inglaterra, da un paso adelante.
GEORGE KIRBY: ¿Necesitas ayuda, Robbie Beals?
ROBBIE: No es necesario, George. Me las apañaré.
Vuelve a entrar en el coche. Es demasiado grande para cambiar de sentido en la calle, de
modo que utiliza el camino de entrada de una casa vecina.
DAVEY: No debería ir allí solo.
El grupo congregado en la calle (que aún está creciendo) observa con inquietud cómo
se aleja Robbie hacia la casa de la señora Clarendon.
SEÑORA KINGSBURY: Entra conmigo, Davey. No pienso darle whisky a un
muchacho como tú, pero puedo preparar un poco de té.
Rodea con un brazo los hombros del chico y le guía hacia la casa.
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Exterior. Casa de Martba Clarendon.
El Lincoln de Robbie se detiene justo delante. Robbie se apea. Examina el sendero, el
andador volcado, la puerta abierta. Su rostro sugiere que el asunto quizá sea más serio de lo
que creyó en un principio. En cualquier caso, empieza a recorrer el sendero. ¡Como si fuera
a dejárselo a ese sabelotodo de Mike Anderson! ¡Ni en broma!
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