La tormenta del siglo - Stephen King
PIPPA: ¡Yo no soy un mono, Harry! ¡Soy una niña, no un mono!DON BEALS: ¡Miradme, chicos, soy un mono!Don empieza a dar saltos al pie de la escalera, rascándose las axilas y comportándose deforma tan absurda como sólo puede hacerlo un niño de cuatro años. Los otros proceden aimitarle de inmediato.PIPPA: ¡Yo no soy un mono!MOLLY: ¡Dejadlo ya, niños! ¡Basta! No resulta agradable, y estáis poniendo triste ala pobre Pippa.La mayoría se detiene, pero Don Beals, un mocoso sin el más mínimo ápice de sensatez,continúa saltando y rascándose.MOLLY: Haz el favor de parar. Es una maldad de tu parte.RALPHIE: Mamá dice que eso que haces es una maldad.Trata de sujetar a Don, pero éste se retuerce hasta liberarse.DON BEALS: ¡Estoy haciendo el mono!Don hace el mono todavía con más ganas, sólo para fastidiar a Ralphie… y a la madrede Ralphie, por supuesto. Se abre la puerta de entrada. Aparecen Mike y Hatch. Este últimose percata de inmediato del problema y reacciona experimentando una mezcla de temor yalivio.PIPPA: ¡Papaíto!La niña empieza a dar tirones de nuevo, tratando de liberarse.HATCH: ¡Pippa! ¡Quédate quieta! ¿Es que quieres arrancarte las orejas?RALPHIE (corre hacia Mike): ¡Papi! A Pippa se le ha atascado la cabeza y Don nopara de hacer el mono.Ralphie se echa en los brazos de su padre. Hatch sube los peldaños hasta donde su hijaha sido atrapada por aquella increíble escalera comeniños y se arrodilla junto a ella. Mollymira por encima de la niña hacia su marido y le transmite un silente mensaje: «Por favor, hazwww.lectulandia.com - Página 40
algo.» Una encantadora niñita rubia con coletas tironea del bolsillo del pantalón blanco decarnicero de Mike. La niña ostenta la mayor parte de su ración de mermelada en la pecherade la camisa.SALLY GODSOE: ¿Señor Anderson? Yo he parado de hacer el mono. En cuanto ellanos lo ha dicho.Sally señala a Molly. Mike le suelta la manita con suavidad. Sally, que también tienecuatro años, empieza acto seguido a chuparse el pulgar.MIKE: Eso está muy bien, Sally. Ralphie, ahora tengo que dejarte en el suelo.Mike deja al niño en el suelo. Don Beals le propina de inmediato un empujón.RALPHIE: ¡Ay! ¡Eh! ¿Por qué has hecho eso?DON BEALS: ¡Por pasarte de listo!Mike coge en volandas a Don Beals hasta que los ojos de ambos quedan al mismo nivel.El pequeño tontaina no muestra el más mínimo temor.DON BEALS: ¡No te tengo miedo! ¡Mi padre es el alcalde! ¡Él te paga el sueldo!Saca la lengua y le hace una pedorreta a Mike. Éste no se inmuta en lo más mínimo.MIKE: A los que empujan acaban por empujarles, Donnie Beals. Más te valerecordarlo, porque es un hecho en esta triste existencia nuestra. A quienes empujanacaban por empujarlos.Don no comprende lo que le dicen, pero reacciona al tono de voz. A la larga volverá alas andadas, pero por el momento le han puesto en su sitio. Mike deja a Don en el suelo y sedirige a un lado de la escalera. Detrás de él vemos una puerta entreabierta con un letreroque pone DUENDES. En la habitación a la que da paso la puerta hay mesas y sillas pequeñas.Del techo penden móviles de alegres colores. Se trata del aula de la guardería que Molly hamontado en su casa. Hatch está empujando la coronilla de la cabeza de su hija. No estáconsiguiendo nada con ello; la única consecuencia es que la niña sea de nuevo presa delpánico porque cree que se quedará atascada para siempre.www.lectulandia.com - Página 41
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algo.» Una encantadora niñita rubia con coletas tironea del bolsillo del pantalón blanco de
carnicero de Mike. La niña ostenta la mayor parte de su ración de mermelada en la pechera
de la camisa.
SALLY GODSOE: ¿Señor Anderson? Yo he parado de hacer el mono. En cuanto ella
nos lo ha dicho.
Sally señala a Molly. Mike le suelta la manita con suavidad. Sally, que también tiene
cuatro años, empieza acto seguido a chuparse el pulgar.
MIKE: Eso está muy bien, Sally. Ralphie, ahora tengo que dejarte en el suelo.
Mike deja al niño en el suelo. Don Beals le propina de inmediato un empujón.
RALPHIE: ¡Ay! ¡Eh! ¿Por qué has hecho eso?
DON BEALS: ¡Por pasarte de listo!
Mike coge en volandas a Don Beals hasta que los ojos de ambos quedan al mismo nivel.
El pequeño tontaina no muestra el más mínimo temor.
DON BEALS: ¡No te tengo miedo! ¡Mi padre es el alcalde! ¡Él te paga el sueldo!
Saca la lengua y le hace una pedorreta a Mike. Éste no se inmuta en lo más mínimo.
MIKE: A los que empujan acaban por empujarles, Donnie Beals. Más te vale
recordarlo, porque es un hecho en esta triste existencia nuestra. A quienes empujan
acaban por empujarlos.
Don no comprende lo que le dicen, pero reacciona al tono de voz. A la larga volverá a
las andadas, pero por el momento le han puesto en su sitio. Mike deja a Don en el suelo y se
dirige a un lado de la escalera. Detrás de él vemos una puerta entreabierta con un letrero
que pone DUENDES. En la habitación a la que da paso la puerta hay mesas y sillas pequeñas.
Del techo penden móviles de alegres colores. Se trata del aula de la guardería que Molly ha
montado en su casa. Hatch está empujando la coronilla de la cabeza de su hija. No está
consiguiendo nada con ello; la única consecuencia es que la niña sea de nuevo presa del
pánico porque cree que se quedará atascada para siempre.
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