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La tormenta del siglo - Stephen King

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duras y atractivas de un hombre recién entrado en la madurez cambian… envejecen. El

rostro de Linoge se transforma en el semblante arrugado y flaccido de un hombre que no es

sólo viejo… sino antiguo. Los ojos escudriñan desde las hundidas cuencas bajo unos párpados

hinchados.

La audiencia profiere gritos ahogados y murmullos. Una vez más, el director intercalará

planos de los rostros que desee, con las subsiguientes reacciones. Por ejemplo, vemos a

Andy Robichaux sentado junto a su hijo y acariciando la manita del pequeño.

LINOGE: De modo que ahora me veis como soy en rea​lidad. Viejo. Y enfermo. Me

estoy muriendo, de hecho.

Vuelve a alzar el bastón y, a medida que su sombra asciende, Linoge va recobrando la

juventud. Espera a que se extingan los murmullos de la audiencia.

LINOGE: Según los parámetros de vuestras efímeras exis​tencias, aún me queda

mucho por vivir… toda​vía recorreré la Tierra cuando todos menos vuestros más

recientes retoños… Davey Ho-pewell, quizá, o el pequeño Don Beals…

Se intercalan planos de Davey junto a sus padres y de Don durmiendo en su catre.

LINOGE: …descanséis ya en vuestras tumbas. Pero en términos de mi propia

existencia, me queda ya poco tiempo. ¿Qué quiero, me preguntáis?

104

Interior. Plano de Mike y Molly Anderson.

Mike ya lo sabe, y en su rostro se están reflejando el horror y una furiosa protesta.

Cuando habla, y su voz se eleva desde un mero murmullo hasta un chillido, Molly le aferra la

muñeca…

MIKE: No, no, no, ¡no…!

www.lectulandia.com - Página 382

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