La tormenta del siglo - Stephen King
tres Hopewell reaccionan ante lo que ven. Mary rodea con un brazo los hombros de su hijoy mira temerosa a Linoge.LINOGE: Hola, Davey. Vaya redacción podrías hacer sobre el día que has faltado ala escuela, ¿no te parece?Davey no contesta. Linoge le observa unos instantes más, todavía sonriente.LINOGE: Tu padre es un ladrón. Durante los últimos seis años ha robado más decatorce mil dólares de esa compañía de suministros navales para la que trabaja. Sededica a jugar con ese dinero y (añade con tono confidencial) siempre pierde.Davey se vuelve para dirigir a su padre una mirada sorprendida e incrédula. «No locreo», parecen decir sus ojos, «mi padre no», pero por un instante le parece captar unaexpresión de culpa desnuda y pánico acorralado en el rostro de Stan. Sólo por un instante,pero basta para que se tambalee profundamente la confianza del muchacho en su idolatradopadre.DAVEY: ¿Papá…?STAN HOPEWELL: No sé quién es usted, señor, pero está mintiendo, (pausa) Estámintiendo.La defensa es buena, pero no lo suficiente. Nadie le cree, incluidos su hijo y su esposa.Linoge esboza una amplia sonrisa.LINOGE: El que a vicios se entrega, dos veces lo niega… ¿eh, Davey? Al menosdos veces.Concluida su misión con los Hopewell, la de arruinar toda una vida de confianza familiaren cuestión de segundos, Linoge recorre lentamente el pasillo central hacia el estrado. Todaslas miradas que tratan de encontrarse con la suya flaquean y se apartan; todas las mejillaspalidecen; todos los corazones rememoran sus errores y engaños. Cuando llega a la alturade Johnny Harriman, Linoge se detiene y sonríe.LINOGE: ¡Vaya, si es Johnny Harriman! ¡El tipo que hizo arder el aserradero alotro lado del estrecho, en Machias!JOHNNY HARRIMAN: Yono… usted… ¡No fui yo!LINOGE: ¡Por supuesto que lo hiciste! Hace dos años, justo después de que tewww.lectulandia.com - Página 372
despidieran, (se concentra ahora en Kirk Freeman) Y Kirk te ayudó… ¿no es así?Claro que le ayudaste… después de todo, ¿para qué están los amigos? (mira de nuevoa Johnny) Setenta hombres perdieron sus empleos, pero tú conseguiste vengarte y esoes lo que importa, ¿verdad? ¡Aja!Los isleños miran a Johnny como si le vieran por primera vez… y también a Kirk.Johnny se encoge bajo el efecto de esas miradas.KIRK (a Johnny): Ahí lo tienes, tarado. ¡Mira en qué lío nos has metido!JOHNNY: ¡Cállate!Kirk le obedece, pero es demasiado tarde. Sonriendo, Linoge continúa hacia el estrado.Cada persona que mira se encoge como un perro apaleado. Nadie le mira a los ojos. Cadauno de los isleños confía en que Linoge no se detenga para hablarle como ha hecho conStan y Johnny Harriman.Pero Linoge vuelve a detenerse al llegar junto a Jack Carver. Jack se sienta flanqueadopor los dos hombres que Linoge ya mencionara en relación con el asalto a aquel joven gay.Jack alza la mirada hacia Linoge, y la aparta con rapidez. Alex Haber y Lucien Fournier parecenigualmente incómodos.LINOGE: Chicos, de verdad que tendríais que ir a ver a ese homosexual al que ledisteis una paliza. Os volvería locos el parche que lleva en el ojo; un parche conestampado de cachemir.84Interior. Plano de Angie Carver.Frunce el entrecejo con curiosidad. ¿Qué está diciendo ese Linoge de su marido, que ledio una paliza a alguien? Jack nunca haría algo así, ¿verdad?85www.lectulandia.com - Página 373
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tres Hopewell reaccionan ante lo que ven. Mary rodea con un brazo los hombros de su hijo
y mira temerosa a Linoge.
LINOGE: Hola, Davey. Vaya redacción podrías hacer sobre el día que has faltado a
la escuela, ¿no te parece?
Davey no contesta. Linoge le observa unos instantes más, todavía sonriente.
LINOGE: Tu padre es un ladrón. Durante los últimos seis años ha robado más de
catorce mil dólares de esa compañía de suministros navales para la que trabaja. Se
dedica a jugar con ese dinero y (añade con tono confidencial) siempre pierde.
Davey se vuelve para dirigir a su padre una mirada sorprendida e incrédula. «No lo
creo», parecen decir sus ojos, «mi padre no», pero por un instante le parece captar una
expresión de culpa desnuda y pánico acorralado en el rostro de Stan. Sólo por un instante,
pero basta para que se tambalee profundamente la confianza del muchacho en su idolatrado
padre.
DAVEY: ¿Papá…?
STAN HOPEWELL: No sé quién es usted, señor, pero está mintiendo, (pausa) Está
mintiendo.
La defensa es buena, pero no lo suficiente. Nadie le cree, incluidos su hijo y su esposa.
Linoge esboza una amplia sonrisa.
LINOGE: El que a vicios se entrega, dos veces lo niega… ¿eh, Davey? Al menos
dos veces.
Concluida su misión con los Hopewell, la de arruinar toda una vida de confianza familiar
en cuestión de segundos, Linoge recorre lentamente el pasillo central hacia el estrado. Todas
las miradas que tratan de encontrarse con la suya flaquean y se apartan; todas las mejillas
palidecen; todos los corazones rememoran sus errores y engaños. Cuando llega a la altura
de Johnny Harriman, Linoge se detiene y sonríe.
LINOGE: ¡Vaya, si es Johnny Harriman! ¡El tipo que hizo arder el aserradero al
otro lado del estrecho, en Machias!
JOHNNY HARRIMAN: Yono… usted… ¡No fui yo!
LINOGE: ¡Por supuesto que lo hiciste! Hace dos años, justo después de que te
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