La tormenta del siglo - Stephen King
LINOGE: Si no quieres ver la imitación de la señora Stan-hope de la vela deaniversario mayor del mundo, te aconsejo que no vuelvas a hablar hasta que se tepida que lo hagas. Hatch, cierra la puerta.Hatch la cierra. Linoge le observa hacerlo y luego vuelve a centrar su atención en Mike.LINOGE: No te gusta saber cosas, ¿eh?MIKE: No las de la clase que usted dice.LINOGE: Vaya, pues es una pena. Una verdadera lástima. ¿Acaso no me crees?MIKE: Le creo. Lo que pasa es que sabe todas las cosas malas y ninguna de lasbuenas.LINOGE: Eso resulta tan inspirador que se me llenan los ojos de lágrimas. Pero porlo general, agente Anderson, el bien o lo bueno es una ilusión. No se trata más que depequeñas fábulas que la gente se cuenta a sí misma para sobrellevar sus vidas sinquejarse demasiado.MIKE: Eso no lo creo.LINOGE: Ya lo sé. Buen chico hasta al final, así es como eres… pero me pareceque esta vez te vas a encontrar cargando con las culpas.Mira a Joanna. Alza el bastón y vuelve a bajarlo lentamente. A medida que lo hace,Joanna se va deslizando hacia abajo. Cuando sus pies tocan el suelo, Linoge aprieta los labiosy emite un leve soplido. Un viento recorre la estancia. Las llamas de las velas de la mesa y laencimera vacilan; las de las manos de Joanna se apagan. Al mismo tiempo se rompe elhechizo que la retenía. Deja caer las velas y corre hacia Mike entre sollozos. Se encoge y seaparta al pasar cerca de Linoge. El le sonríe con expresión paternal cuando Mike la rodeacon un brazo.LINOGE: Vuestro pueblo está lleno de adúlteros, pedófilos, ladrones, glotones,asesinos, matones, sinvergüenzas y codiciosos tarados. Conozco a todos y cada unode ellos, además… Que los nacidos en la lujuria se conviertan en polvo. Que losnacidos en el pecado sean bienvenidos.JOANNA (entre sollozos): ¡Es el demonio! ¡Es el demonio! ¡No dejes que vuelva aacercarse a mí!; haré lo que sea, pero ¡no dejes que vuelva a acercarse a mí!MIKE: ¿Qué es lo que quiere, señor Linoge?LINOGE: A todo el mundo en esos bancos dentro de una hora… con eso bastarápara empezar. Vamos a celebrar una pequeña reunión municipal inesperada, a lasnueve en punto. Después de eso… bueno… ya veremos.MIKE: ¿Veremos qué?www.lectulandia.com - Página 364
Linoge cruza la habitación hacia la puerta trasera. Alza el bastón y la puerta se abre.Entra una ráfaga de viento que apaga todas las velas. La forma que es Linoge se vuelve en elumbral. En el contorno de la cabeza vemos aquellas serpenteantes líneas rojas que iluminansus ojos.LINOGE: Si ya he acabado con este pueblo… o sólo acabo de empezar. A las nueveen punto, agente. Tú… él… ella… el reverendo Bobbie… el alcalde Robbie… todo elmundo.Sale al exterior. La puerta se cierra de golpe tras él.71Interior. La cocina, con Mike, Hatch y Joanna. Noche.HATCH: ¿Qué hacemos?MIKE: Y ¿qué podemos hacer que no sea escuchar lo que quiere, sea lo que sea? Siexiste otra opción, no consigo verla. Díselo a Robbie.HATCH: ¿Qué pasa con los niños?JOANNA: Yo los vigilaré… sea como fuere, no quiero volver a estar cerca de él.Nunca más.MIKE: No, eso no nos sirve. Quiere a todo el mundo, y eso te incluye a ti, Jo.(piensa) Los llevaremos arriba. Con catres y todo. Los colocaremos al fondo delsalón de actos.HATCH: Sí, eso funcionará, (cuando Mike vuelve a abrir la puerta) En toda mivida no he estado tan asustado.MIKE: Yo tampoco.Salen a informar de la reunión a los supervivientes de la tormenta.72www.lectulandia.com - Página 365
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LINOGE: Si no quieres ver la imitación de la señora Stan-hope de la vela de
aniversario mayor del mundo, te aconsejo que no vuelvas a hablar hasta que se te
pida que lo hagas. Hatch, cierra la puerta.
Hatch la cierra. Linoge le observa hacerlo y luego vuelve a centrar su atención en Mike.
LINOGE: No te gusta saber cosas, ¿eh?
MIKE: No las de la clase que usted dice.
LINOGE: Vaya, pues es una pena. Una verdadera lástima. ¿Acaso no me crees?
MIKE: Le creo. Lo que pasa es que sabe todas las cosas malas y ninguna de las
buenas.
LINOGE: Eso resulta tan inspirador que se me llenan los ojos de lágrimas. Pero por
lo general, agente Anderson, el bien o lo bueno es una ilusión. No se trata más que de
pequeñas fábulas que la gente se cuenta a sí misma para sobrellevar sus vidas sin
quejarse demasiado.
MIKE: Eso no lo creo.
LINOGE: Ya lo sé. Buen chico hasta al final, así es como eres… pero me parece
que esta vez te vas a encontrar cargando con las culpas.
Mira a Joanna. Alza el bastón y vuelve a bajarlo lentamente. A medida que lo hace,
Joanna se va deslizando hacia abajo. Cuando sus pies tocan el suelo, Linoge aprieta los labios
y emite un leve soplido. Un viento recorre la estancia. Las llamas de las velas de la mesa y la
encimera vacilan; las de las manos de Joanna se apagan. Al mismo tiempo se rompe el
hechizo que la retenía. Deja caer las velas y corre hacia Mike entre sollozos. Se encoge y se
aparta al pasar cerca de Linoge. El le sonríe con expresión paternal cuando Mike la rodea
con un brazo.
LINOGE: Vuestro pueblo está lleno de adúlteros, pedófilos, ladrones, glotones,
asesinos, matones, sinvergüenzas y codiciosos tarados. Conozco a todos y cada uno
de ellos, además… Que los nacidos en la lujuria se conviertan en polvo. Que los
nacidos en el pecado sean bienvenidos.
JOANNA (entre sollozos): ¡Es el demonio! ¡Es el demonio! ¡No dejes que vuelva a
acercarse a mí!; haré lo que sea, pero ¡no dejes que vuelva a acercarse a mí!
MIKE: ¿Qué es lo que quiere, señor Linoge?
LINOGE: A todo el mundo en esos bancos dentro de una hora… con eso bastará
para empezar. Vamos a celebrar una pequeña reunión municipal inesperada, a las
nueve en punto. Después de eso… bueno… ya veremos.
MIKE: ¿Veremos qué?
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