La tormenta del siglo - Stephen King

ylliasbell777
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Mike y Hatch emergen de la abertura entre las cortinas y se dirigen hacia la escalera.HATCH: La radio dice que la tormenta habrá amainado prácticamente paramedianoche. Si Linoge pre​tende hacer algo…MIKE: Me temo que puedes contar con que así es.67Interior. Cocina del ayuntamiento, con Joanna. Noche.La cocina está casi en penumbra: hay dos luces de emergencia a pilas, pero una de ellasno funciona y la otra arroja un débil hilillo de luz amarillenta. Cuando Joanna empieza acruzar la habitación, se apaga del todo. Joanna, ahora sólo una sombra más entre lassombras, pasa junto a la mesa en el centro de la habitación hacia la encimera. Se golpea lacadera y emite un débil grito, más fruto de la impaciencia que del dolor. Al llegar a la encimeracoge una vela de una de las cajas. Junto a una serie de palmatorias hay paquetes decajas de cerillas de madera, y utiliza una de ellas para encender la vela. Coge entonces unapalmatoria e inserta en ella la vela. Coge el resto de las velas, sujetando las cajas cuidadosamentebajo un brazo, y se vuelve. Sobre la mesa, que estaba limpia y desnuda cuandoentrara, está el bastón de cabeza de lobo de Linoge.Joanna emite un jadeo, se vuelve… y ahí está Linoge, con el rostro sonriente iluminadopor la vela. Recuerda al rostro de un duende travieso. Joanna trata de gritar pero sólo emiteun sonido ahogado y las velas, tanto la encendida como las demás, se le escapan de lasmanos. La llama se extingue para sumirla (y sumirnos) de nuevo en una vaga penumbra.LINOGE: Hola, Joanna Stanhope. Estás contenta de que la vieja ramera hayamuerto, ¿no es así? Te hice un buen favor, ¿eh? Conseguiste mantenerte seria, peropor dentro dabas saltos de alegría. Lo sé. Puedo oler tu alegría como si fuera al​mizcle.Joanna empieza a gritar; esta vez sí lo consigue. Pero se lleva ambas manos a la bocaantes de poder continuar haciéndolo. Sus ojos están desorbitados por el terror, ycomprendemos que no ha sido su propia voluntad la que la ha hecho callar.www.lectulandia.com - Página 360

LINOGE (con ternura): Shhh… shhh…68Pasillo del ayuntamiento, con Mike y Hatch.Está en semipenumbra, iluminado tan sólo por un par de débiles lamparillas deemergencia y unas cuantas velas y linternas… quizá incluso por algún que otro mecherosostenido en alto. A través de los ventanales, vemos a las mujeres iluminar el salón de actos.STAN HOPEWELL: ¿Qué pasa con el generador, Mike?ISLEÑO: ¿Crees que nos quedaremos sin corriente duran​te el resto de la tormenta?SEGUNDO ISLEÑO: ¿Y qué hay de la calefacción? ¡Hace años que se llevaronaquella maldita estufa de leña! Les dije que era un error, que la echarían de menos enla siguiente ventisca, un año u otro, pero ya nadie escucha a los viejos…MIKE (sin detenerse): Tendremos luz y calor suficientes, no se preocupen. Y lopeor de la tormenta ha​brá pasado para medianoche, ¿no es cierto, Hatch?HATCH: En efecto.El reverendo Bob Riggins ha seguido a Mike y Hatch, aunque se ha rezagado un poco enla escalera (es un hombre bastante corpulento), pero consigue darles alcance de nuevo.REVERENDO BOB RIGGINS: No es la luz o el calor lo que preocupa a estas buenasgentes, Michael, y lo sabes.Mike se detiene en su marcha hacia la cocina y vuelve. Todas las conversaciones ensusurros del vestíbulo cesan. Riggins ha puesto el dedo en la llaga; ha expresado en palabraslo que los demás no pueden decir, y Mike sabe que es así.REVERENDO BOB RIGGINS: Cuando ese tipo venga, Mike, debemos darle lo quequiere. He rezado mu​cho, y ésa es la guía que el Señor…MIKE: Le escucharemos y entonces decidiremos, ¿de acuerdo?La opinión de Mike es acogida con un murmullo de reprobación.www.lectulandia.com - Página 361

LINOGE (con ternura): Shhh… shhh…

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Pasillo del ayuntamiento, con Mike y Hatch.

Está en semipenumbra, iluminado tan sólo por un par de débiles lamparillas de

emergencia y unas cuantas velas y linternas… quizá incluso por algún que otro mechero

sostenido en alto. A través de los ventanales, vemos a las mujeres iluminar el salón de actos.

STAN HOPEWELL: ¿Qué pasa con el generador, Mike?

ISLEÑO: ¿Crees que nos quedaremos sin corriente duran​te el resto de la tormenta?

SEGUNDO ISLEÑO: ¿Y qué hay de la calefacción? ¡Hace años que se llevaron

aquella maldita estufa de leña! Les dije que era un error, que la echarían de menos en

la siguiente ventisca, un año u otro, pero ya nadie escucha a los viejos…

MIKE (sin detenerse): Tendremos luz y calor suficientes, no se preocupen. Y lo

peor de la tormenta ha​brá pasado para medianoche, ¿no es cierto, Hatch?

HATCH: En efecto.

El reverendo Bob Riggins ha seguido a Mike y Hatch, aunque se ha rezagado un poco en

la escalera (es un hombre bastante corpulento), pero consigue darles alcance de nuevo.

REVERENDO BOB RIGGINS: No es la luz o el calor lo que preocupa a estas buenas

gentes, Michael, y lo sabes.

Mike se detiene en su marcha hacia la cocina y vuelve. Todas las conversaciones en

susurros del vestíbulo cesan. Riggins ha puesto el dedo en la llaga; ha expresado en palabras

lo que los demás no pueden decir, y Mike sabe que es así.

REVERENDO BOB RIGGINS: Cuando ese tipo venga, Mike, debemos darle lo que

quiere. He rezado mu​cho, y ésa es la guía que el Señor…

MIKE: Le escucharemos y entonces decidiremos, ¿de acuerdo?

La opinión de Mike es acogida con un murmullo de reprobación.

www.lectulandia.com - Página 361

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