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La tormenta del siglo - Stephen King

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darle lo que quiere cuando venga esta noche.

ROBBIE: Si nosotros tenemos algo que ese hombre quie​re, ¿por qué no lo coge

simplemente?

ANGIE: No creo que pueda hacerlo. Creo que tenemos que dárselo nosotros,

(pausa) Me dijo que os dijera que sólo nos lo pedirá una vez. Me pre​guntó si me

acordaría de Roanoke, y de Croaton, y de que sólo nos lo pediría una vez. Y yo le dije

que sí. Porque sabía que, si le decía que no, o si tan siquiera le pedía alguna

explicación, me dejaría caer igual que había hecho con George. No tenía que

decírmelo. Yo simple​mente lo sabía. Entonces dejamos de ascender. Describimos un

giro en el aire que me revolvió el estómago, como si me hallara en la montaña rusa de

una feria ambulante en lugar de en el aire… y volví a desmayarme, creo. O quizá él

me hizo algo. No lo sé. Lo siguiente que sé con certeza es que daba tumbos en la

nieve… en plena ventisca… y que escuchaba una sirena… Pensé: «El faro no debe de

haberse desploma​do después de todo, pues escucho la sirena an​tiniebla…» Traté de

dirigirme hacia ella… y vi a alguien surgir de la nieve… y creí que era él… él otra

vez, que pretendía llevarme a lo alto de nuevo… sólo que esta vez me dejaría caer…

y traté de correr… pero eras tú, Jack. Eras tú.

Apoya la cabeza en el hombro de Jack, agotada por el esfuerzo que le ha supuesto el

relato. El silencio se prolonga unos instantes.

JILL ROBICHAUX (con voz chillona): ¿Por qué nosotros? ¿Por qué nosotros?

Se hace un momentáneo silencio.

TAVIA GODSOE: Quizá porque sabe que podemos guar​dar un secreto.

35

Interior. Zona de juegos del sótano. Última hora de la tarde.

NIÑOS (cantando): Soy una pequeña tetera, regordeta y certera…

Cat Withers sigue en pie en el centro del círculo, con El cachorrillo abierto donde

dejara de leer. Advertimos que está asustada pero trata de ocultárselo a los niños. Me-hnda y

Joanna aún están en la escalera. Ahora se une a ellas Kirk Freeman, aún ataviado con la ropa

www.lectulandia.com - Página 340

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