La tormenta del siglo - Stephen King

ylliasbell777
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PREDICADOR (prosigue): ¡Pero el pecado oculto! El cora​zón egoísta que dice «Nonecesito compartir; puedo quedármelo todo para mí, y nadie lo sabrá jamás.» ¡Pensaden ello, hermanos! Es fácil decir «Oh, puedo guardar ese pequeño y sucio secreto; anadie le incumbe y no me hará daño hacerlo», y tratar entonces de ignorar la llaga decorrupción que empieza a crecer en torno a él… esa enfermedad del alma que em​piezaa desarrollarse…Durante esta perorata, la cámara recorre los rostros de algunos durmientes; entre ellosvemos a Sonny Brauti-gan y Upton Bell, que roncan en un sofá con las cabezas juntas, y en elotro, a Joñas y Joanna Stanhope abrazados. La cámara se aleja entonces flotando hacia lascortinas improvisadas, ahora echadas. Detrás de nosotros, la voz del predicador, quecontinúa hablando de secretos y pecados y egoísmos, se va desvaneciendo. La cámara secuela a través de las cortinas. Escuchamos los típicos sonidos de un dormitorio: toses,resuellos, leves ronquidos.Pasamos por delante de Davey Hopewell, que duerme boca arriba y con el entrecejofruncido. Robbie Beals, sobre un costado, tiende los brazos hacia Sandra. Están durmiendocon las manos entrelazadas. Úrsula Godsoe duerme con su hija, Sally, y su cuñada, Tavia,muy cerca de ella; las tres están todo lo unidas que pueden estarlo ahora que Peter hamuerto.Melinda Hatcher y Pippa han juntado sus catres y duermen frente a frente, y Ralphieestá acurrucado en los brazos de su madre, también dormida. La cámara se traslada a la zonaen que inicialmente se metiera en la cama a los niños y en la que ahora quedan bien pocos:Buster Carver, Harry Robichaux, Heidi St. Pierre y Don Beals.Los habitantes de Little Tall están durmiendo. Su sueño es inquieto, pero duermen.206Interior. Primer plano de Robbie Beals.Murmura algo incoherente. Sus globos oculares se mueven con rapidez tras lospárpados cerrados. Está soñando.www.lectulandia.com - Página 276

207Exterior. Main Street. Isla de Little Tall. Día.De pie en la calle —de hecho sobre la calle, pues Main Street está enterrada bajo unmetro y medio de nieve— vemos a un reportero de televisión. Es joven y atractivo según loscánones convencionales y va ataviado con un traje térmico de esquiar de brillante colormorado y guantes a conjunto. Lleva esquís, y uno asume que es el único modo en queconsigue mantenerse en pie. Hay un metro de nieve en las calles, pero eso es sólo elprincipio. Las tiendas están prácticamente enterradas por ventisqueros de dimensiones casimonstruosas. Los cables de alta tensión caídos desaparecen en la nieve como hebrasdesgarradas de una telaraña.REPORTERO DE TELEVISIÓN: La que llaman la tormenta del siglo ya forma parte dela historia en Nueva Inglaterra: la gente de New Bedford hasta New Hope estásaliendo de entre una nevada de tales dimensiones que no ha añadido sólo entra​dassino páginas enteras a los libros de récords.El reportero empieza a deslizarse lentamente sobre los esquís por Main Street y pasaante la farmacia, la tienda de informática, el restaurante Handy Bob, el bar y el salón debelleza.REPORTERO DE TELEVISIÓN: Nos referimos a que están saliendo en todas partesexcepto aquí, en la isla de Little Tall, un pequeño pedazo de tierra frente a la costa deMaine que alberga a casi cuatrocientas almas, de acuerdo con el último censo. Entorno a la mitad de la población bus​có refugio en el continente cuando quedó cla​roque esta tormenta iba en serio, muy en serio. Esa cifra incluye a la mayoría de niñosen edad escolar hasta los adolescentes en el instituto. Pero prácticamente todos losdemás, unos dos​cientos hombres y mujeres y niños pequeños… han desaparecido.Las excepciones resultan aún más angustiosas y de mal agüero.208www.lectulandia.com - Página 277

PREDICADOR (prosigue): ¡Pero el pecado oculto! El cora​zón egoísta que dice «No

necesito compartir; puedo quedármelo todo para mí, y nadie lo sabrá jamás.» ¡Pensad

en ello, hermanos! Es fácil decir «Oh, puedo guardar ese pequeño y sucio secreto; a

nadie le incumbe y no me hará daño hacerlo», y tratar entonces de ignorar la llaga de

corrupción que empieza a crecer en torno a él… esa enfermedad del alma que em​pieza

a desarrollarse…

Durante esta perorata, la cámara recorre los rostros de algunos durmientes; entre ellos

vemos a Sonny Brauti-gan y Upton Bell, que roncan en un sofá con las cabezas juntas, y en el

otro, a Joñas y Joanna Stanhope abrazados. La cámara se aleja entonces flotando hacia las

cortinas improvisadas, ahora echadas. Detrás de nosotros, la voz del predicador, que

continúa hablando de secretos y pecados y egoísmos, se va desvaneciendo. La cámara se

cuela a través de las cortinas. Escuchamos los típicos sonidos de un dormitorio: toses,

resuellos, leves ronquidos.

Pasamos por delante de Davey Hopewell, que duerme boca arriba y con el entrecejo

fruncido. Robbie Beals, sobre un costado, tiende los brazos hacia Sandra. Están durmiendo

con las manos entrelazadas. Úrsula Godsoe duerme con su hija, Sally, y su cuñada, Tavia,

muy cerca de ella; las tres están todo lo unidas que pueden estarlo ahora que Peter ha

muerto.

Melinda Hatcher y Pippa han juntado sus catres y duermen frente a frente, y Ralphie

está acurrucado en los brazos de su madre, también dormida. La cámara se traslada a la zona

en que inicialmente se metiera en la cama a los niños y en la que ahora quedan bien pocos:

Buster Carver, Harry Robichaux, Heidi St. Pierre y Don Beals.

Los habitantes de Little Tall están durmiendo. Su sueño es inquieto, pero duermen.

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Interior. Primer plano de Robbie Beals.

Murmura algo incoherente. Sus globos oculares se mueven con rapidez tras los

párpados cerrados. Está soñando.

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