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La tormenta del siglo - Stephen King

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Molly Anderson sostiene abierta una de las improvisadas cortinas (quizá no sean más

que sábanas colgadas de tendederos para la ocasión) para que Andy Robichaux pueda pasar.

Andy lleva a Cat en brazos. Se dirige hacia una de las camas. Le siguen Molly y la señora

Kingsbury.

Cuando llegan a una cama lo bastante al fondo y alejada de los demás durmientes, Molly

la abre. Andy deja a Cat sobre ella y Molly la tapa con la sábana y la manta. Hablan en voz baja

para no molestar a la gente que duerme.

ANDY ROBICHAUX: ¡Vaya, está completamente fuera de combate!

Molly dirige a la señora Kingsbury una mirada inquisitiva.

SEÑORA KINGSBURY: Estas pastillas para dormir son muy suaves… el doctor

Grissom dijo que si fueran sólo un poquito más suaves podría comprarlas sin receta.

Creo que sólo es víctima del shock. Sea lo que sea lo que ha hecho, o lo que le han

hecho a ella, ahora lo ha olvidado. Probable​mente sea lo mejor.

La señora Kingsbury se inclina y, tal vez para su propia sorpresa, besa levemente en la

mejilla a la chica dormida.

SEÑORA KINGSBURY: Que duermas bien, querida.

ANDY: ¿No debería sentarse alguien junto a ella para montar guardia?

Molly y la señora Kingsbury intercambian una mirada de desconcierto que nos da una

idea de hasta qué punto la situación se ha salido de control. ¿Montar guardia junto a la

inofensiva y menuda Cat Withers? Qué tontería.

MOLLY: No necesita vigilancia alguna, Andy.

ANDY: Pero…

MOLLY: Venga.

Se vuelve para marcharse. La señora Kingsbury la sigue. Andy, que no está tan seguro,

permanece unos instantes más junto al catre. Por fin se marcha a su vez.

www.lectulandia.com - Página 248

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