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La tormenta del siglo - Stephen King

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Exterior. Ante el cobertizo, con Billy y Cat.

Billy está a punto de hacerlo. De hecho, vemos cómo la lata de zumo inicia un arco de

descenso en mímico gesto del descrito por las manos de Linoge, pero de pronto se detiene.

La expresión de rabia ciega del rostro de Billy da paso a una de desconcierto y horror: ¡Dios

santo, ha estado a punto de aplastarle el cráneo! Cat no advierte ni intuye nada. Empieza a

caminar penosamente hacia el ayuntamiento con la cabeza gacha y los extremos de la

bufanda flotando al viento.

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Interior. La celda, con Linoge.

Todavía está inclinado y balancea levemente las manos entre las rodillas; es la imagen de

un hombre que acaba de asestar un golpe seco con un objeto contundente. Pero sabe que

ha fallado. Su rostro está perlado de sudor y la rabia le enciende los ojos.

LINOGE: Ella tiene razón. Eres un cobarde.

MIKE: ¿Qué demonios está…?

LINOGE (a pleno pulmón): ¡Cállate!

Sobre la mesa, el vidrio de una de las lámparas de gas estalla haciéndose añicos y

rovocando el estremecimiento general. Linoge comienza a dar vueltas con expresión

violenta y trastornada, con lo que semeja más que nunca un tigre enjaulado, y de pronto se

arroja boca abajo sobre el catre y se cubre la cabeza con los brazos. Está murmurando algo.

Mike se acerca tanto como le permiten los barrotes para escucharle.

LINOGE: Los escalones de atrás… en los escalones de atrás…

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