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La tormenta del siglo - Stephen King

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llegar, ambos comprenden instintivamente que Linoge ha tenido algo que ver en lo

ocurrido; advierten su poder. Desde el rincón les llega el chisporroteo de la radio de

frecuencia local.

URSULA (vozpor radio): Mike… Contesta, Mike An… tenemos una situación

de… ayuntamiento… Lloyd… gencia… emergencia…

La última palabra al menos se oye con absoluta claridad. Mike y Hatch intercambian una

mirada de sorpresa y preocupación: ¿qué pasa ahora? Mike se dirige al estante en que reposa

la radio y coge el micrófono.

MIKE: Ursula, ¡repite eso! Repítelo, por favor… y más despacio. El viento ha

arrancado la antena y apenas te recibo. ¿Qué clase de emergencia te​néis?

Deja de oprimir el botón. Sigue una tensa pausa. Hatch tiende una mano y gira el dial

del volumen para subirlo; sólo se oye la estática… y de pronto:

URSULA (voz por radio): Lloyd… shman… Ferd dice que… Robbie Beals…

Henry Br… han ido… ¿pued… oírme?

Mike parece frustrado, pero se le ocurre una idea.

MIKE (a Hatch): Sal por la puerta delantera y trata de contactar con ella desde la

radio del vehículo de asistencia. Vuelve en cuanto te enteres de cuál es el problema.

Hatch comienza a alejarse, pero se vuelve con expresión dubitativa.

HATCH: ¿Estarás bien?

MIKE: Está encerrado, ¿no?

Hatch parece dudar más que nunca, pero se marcha.

KIRK FREEMAN: Mike, ¿tienes idea de lo que está pasan​do aquí?

Mike levanta una mano, como si quisiera decir «ahora no». Rebusca en el bolsillo del

chaquetón y extrae las instantáneas que tomara en casa de Martha Clarendon. Las va

pasando hasta encontrar la de la pared sobre el umbral. La coloca sobre una esquina del

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