La tormenta del siglo - Stephen King

ylliasbell777
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198Interior. Oficinas del ayuntamiento. Noche.Úrsula, Tess Marchant y Tavia Godsoe llevan un registro de la gente que entra medianteunas tablillas sujetapapeles en las que deben inscribir los nombres de los miembros de cadafamilia que quieren pernoctar en el sótano del ayuntamiento. Detrás de las mujeres vemos acuatro hombres que se las dan de importantes pero no colaboran demasiado. Son RobbieBeals, el alcalde, y los tres concejales del pueblo: George Kirby, Burt Soames y Henry Bright.Henry es el marido de Carla Bright y en este momento sostiene en brazos a su hijo, otro delos alumnos de la guardería; Frank está profundamente dormido.De nuevo vemos aparecer rostros que conocemos; una isla cuenta con una poblaciónreducida. No hay niños de más de cinco años; a los niños mayores les ha sido imposiblecruzar el estrecho y han tenido que quedarse en el continente.URSULA (atribulada): ¡Que todo el mundo se inscriba en el registro! Tenemos quesaber quiénes de us​tedes están aquí, de modo que, por favor, ins​críbanse antes debajar al sótano.Dirige una mirada impaciente a los cuatro hombres, que básicamente no hacen otracosa que estar ahí plantados y cotillear.199Interior. Plano angular de Robbie y los concejales.BURT SOAMES: Así pues, ¿qué dijo?ROBBIE: ¿Qué querías que dijera? Demonios, todo el mundo al norte de la bahía deCasco sabe que Peter Godsoe vende al por mayor cinco kilos de hierba por cada kilode langosta.www.lectulandia.com - Página 146

Observa a Ursula y Tavia; esta última hurga en un armario de suministros en busca dealmohadas, algo que Robbie no haría a menos que le pusieran una pistola en la sien.ROBBIE: No le culpo de ello. Maldita sea, ¿acaso no tie​ne una casa llena demujeres que mantener?Burt Soames suelta una carcajada. George Kirby y Henry Bright intercambian unamirada dubitativa. Lo mezquino de aquel cotilleo no les hace sentir del todo cómodos.GEORGE KIRBY: La cuestión, Robbie, es cómo lo sabía ese tipo.Robbie pone los ojos en blanco, como queriendo decir: «Vaya idiota estás hecho.»ROBBIE: Es probable que estén juntos en el negocio. ¿Por qué iba un tipo a matar auna vieja inofensiva como Martha Clarendon, en primer lugar, a menos que estuvieraflipado? ¡Dímelo tú, George Kirby!HENRY BRIGHT: Eso no explica cómo podía saber que Cat Whiters había ido aDerry para un aborto.VOZ DE MUJER: ¡Úrsula! ¿Quedan mantas?URSULA: ¡Robbie Beals! ¡Henry Bright! ¿Os parece que podríais ir al sótano ytraer unas cuantas man​tas del trastero ? ¿ O todavía no habéis llegado lo bastantelejos con vuestros politiqueos?Robbie y Henry se dirigen hacia ella, el primero con una sonrisa desdeñosa; el segundo,con expresión avergonzada por no haber sido de gran ayuda hasta el momento.ROBBIE: ¿Qué te pasa, Ursula? ¿Son «esos días» del mes, querida?Ursula le dirige una mirada de absoluto desdén y se aparta el cabello del rostro.TESS: ¿No te parece que ya va siendo hora de hacer so​nar la sirena y hacerlesvenir a todos, Robbie?ROBBIE: Por lo que parece ya hay bastantes que vienen por su cuenta. Y, en cuantoal resto, se las arre​glarán para llegar hasta aquí. En lo que a mí respecta, todo esto esuna soberana tontería. ¿De veras crees que nuestros abuelos se apiña​ban en elayuntamiento cuando había tormen​ta, como una tribu de cavernícolas asustados delos relámpagos?URSULA: No… nuestros abuelos utilizaban la iglesia metodista. Tengo una fotowww.lectulandia.com - Página 147

Observa a Ursula y Tavia; esta última hurga en un armario de suministros en busca de

almohadas, algo que Robbie no haría a menos que le pusieran una pistola en la sien.

ROBBIE: No le culpo de ello. Maldita sea, ¿acaso no tie​ne una casa llena de

mujeres que mantener?

Burt Soames suelta una carcajada. George Kirby y Henry Bright intercambian una

mirada dubitativa. Lo mezquino de aquel cotilleo no les hace sentir del todo cómodos.

GEORGE KIRBY: La cuestión, Robbie, es cómo lo sabía ese tipo.

Robbie pone los ojos en blanco, como queriendo decir: «Vaya idiota estás hecho.»

ROBBIE: Es probable que estén juntos en el negocio. ¿Por qué iba un tipo a matar a

una vieja inofensiva como Martha Clarendon, en primer lugar, a menos que estuviera

flipado? ¡Dímelo tú, George Kirby!

HENRY BRIGHT: Eso no explica cómo podía saber que Cat Whiters había ido a

Derry para un aborto.

VOZ DE MUJER: ¡Úrsula! ¿Quedan mantas?

URSULA: ¡Robbie Beals! ¡Henry Bright! ¿Os parece que podríais ir al sótano y

traer unas cuantas man​tas del trastero ? ¿ O todavía no habéis llegado lo bastante

lejos con vuestros politiqueos?

Robbie y Henry se dirigen hacia ella, el primero con una sonrisa desdeñosa; el segundo,

con expresión avergonzada por no haber sido de gran ayuda hasta el momento.

ROBBIE: ¿Qué te pasa, Ursula? ¿Son «esos días» del mes, querida?

Ursula le dirige una mirada de absoluto desdén y se aparta el cabello del rostro.

TESS: ¿No te parece que ya va siendo hora de hacer so​nar la sirena y hacerles

venir a todos, Robbie?

ROBBIE: Por lo que parece ya hay bastantes que vienen por su cuenta. Y, en cuanto

al resto, se las arre​glarán para llegar hasta aquí. En lo que a mí respecta, todo esto es

una soberana tontería. ¿De veras crees que nuestros abuelos se apiña​ban en el

ayuntamiento cuando había tormen​ta, como una tribu de cavernícolas asustados de

los relámpagos?

URSULA: No… nuestros abuelos utilizaban la iglesia metodista. Tengo una foto

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