La tormenta del siglo - Stephen King

ylliasbell777
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Capítulo VII197Exterior. El ayuntamiento. Noche.Jack Carver estaba en lo cierto: los isleños sin estufas de leña, o aquellos que viven en lasenda de una posible crecida del oleaje en pleamar, ya están acudiendo en busca de refugio.Unos llegan en vehículos todoterreno; otros, en motonieve o trineos a motor. Algunos llevanraquetas de nieve o esquís. Incluso a pesar del aullido del viento escuchamos el ronco rugirdel generador del ayuntamiento.Por la acera se aproximan Jonas Stanhope y su esposa Joanna. No son precisamentejóvenes, pero gozan de buena salud y su aspecto es incluso atlético, como el de los actoresen los anuncios de Ensure. Llevan raquetas de nieve y cada uno tira de una cuerda. Detrásde ellos vemos una silla fijada a un trineo de niño; el resultado es una especie deimprovisado vehículo de una plaza. Sentada en la silla, envuelta en ropa y con un enormesombrero de piel, va Cora Stanhope, madre de Jonas. Tiene unos ochenta años y se la ve tanregia como la reina Victoria en su trono.JONAS: ¿Estás bien, mamá?CORA: Mejor que una flor en mayo.JONAS: ¿Y tú, Joanna?JOANNA (apesadumbrada): Lo conseguiré.Doblan hacia el aparcamiento del edificio, que se está llenando con rapidez de vehículosapropiados para la nieve. Varios pares de raquetas y esquís se han clavado en la nieveacumulada frente al ayuntamiento. El edificio, por cortesía de su potente generador, estáiluminado como un transatlántico en plena tempestad, una isla de seguridad y relativascomodidades en una noche horrible. Por supuesto, el Titanic probablemente ofrecía unaspecto parecido antes de chocar contra el iceberg.La gente se dirige hacia el porche charlando con animada excitación. Ya hemos forjadoun elenco considerable de personajes, y en esta escena el esfuerzo se ve compensado por elwww.lectulandia.com - Página 144

hecho de que reconozcamos a viejos amigos del grupito de curiosos ante la casa de Martha yde los compradores del supermercado. Vemos apearse a Jill y Andy Robichaux de un vehículotodoterreno. Mientras Jill desata el cinturón que sujeta a Harry, de cinco años, a su sillita(Harry es uno de los alumnos de la guardería de Molly), Andy se dirige con animosoesfuerzo hacia la familia Stanhope.ANDY: ¿Qué tal estáis? Vaya nochecita, ¿eh?.JONAS: Y que lo digas. Estamos bien, Andy.Pero Joanna, aunque no exactamente a las puertas de la muerte, sí está lejos de sentirsebien. Jadea ostensiblemente y ha aprovechado el descanso para inclinarse y aferrarse lasperneras de los pantalones de esquiar.ANDY: Déjame sustituirte un rato con eso, Joanna…CORA (su majestad imperial): Joanna está bien, señor Robichaux. Sólo necesitarecobrar el aliento, ¿no es así, Joanna?Joanna dirige a su suegra una sonrisa que expresa: «Muchas gracias; oh, cómo megustaría meterte uno de esos parquímetros por tu descarnado y viejo culo.» Andy se dacuenta de ello.ANDY: A Jill le iría bien un poco de ayuda con el niño, Jo. ¿Te importaría? Yo sigocon esto, de veras.JOANNA (agradecida): Cómo no.Andy aferra la mitad del arnés correspondiente a Joanna. Cuando ésta se dirige hacia Jill(Cora le clava una gélida mirada a su nuera, una mirada que expresa claramente: «Rajada»),Davey Hopewell, sus padres y la señora Kingsbury se apean de una enorme furgoneta.JONAS: Bueno, Andy, ¿qué me dices? ¿Listo?ANDY (con tono alegre, que Dios le bendiga): ¡Adelante!Proceden de nuevo a tirar de la anciana dama hacia el ayuntamiento. Cora va con suafilada nariz, típica de los habitantes de Nueva Inglaterra, regiamente alzada. Jill y Joannacaminan detrás, charlando; Harry, tan abrigado que parece un bollo gigantesco, trota junto asu madre asiéndole la mano.www.lectulandia.com - Página 145

Capítulo VII

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Exterior. El ayuntamiento. Noche.

Jack Carver estaba en lo cierto: los isleños sin estufas de leña, o aquellos que viven en la

senda de una posible crecida del oleaje en pleamar, ya están acudiendo en busca de refugio.

Unos llegan en vehículos todoterreno; otros, en motonieve o trineos a motor. Algunos llevan

raquetas de nieve o esquís. Incluso a pesar del aullido del viento escuchamos el ronco rugir

del generador del ayuntamiento.

Por la acera se aproximan Jonas Stanhope y su esposa Joanna. No son precisamente

jóvenes, pero gozan de buena salud y su aspecto es incluso atlético, como el de los actores

en los anuncios de Ensure. Llevan raquetas de nieve y cada uno tira de una cuerda. Detrás

de ellos vemos una silla fijada a un trineo de niño; el resultado es una especie de

improvisado vehículo de una plaza. Sentada en la silla, envuelta en ropa y con un enorme

sombrero de piel, va Cora Stanhope, madre de Jonas. Tiene unos ochenta años y se la ve tan

regia como la reina Victoria en su trono.

JONAS: ¿Estás bien, mamá?

CORA: Mejor que una flor en mayo.

JONAS: ¿Y tú, Joanna?

JOANNA (apesadumbrada): Lo conseguiré.

Doblan hacia el aparcamiento del edificio, que se está llenando con rapidez de vehículos

apropiados para la nieve. Varios pares de raquetas y esquís se han clavado en la nieve

acumulada frente al ayuntamiento. El edificio, por cortesía de su potente generador, está

iluminado como un transatlántico en plena tempestad, una isla de seguridad y relativas

comodidades en una noche horrible. Por supuesto, el Titanic probablemente ofrecía un

aspecto parecido antes de chocar contra el iceberg.

La gente se dirige hacia el porche charlando con animada excitación. Ya hemos forjado

un elenco considerable de personajes, y en esta escena el esfuerzo se ve compensado por el

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