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La tormenta del siglo - Stephen King

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MOLLY: ¡Déjame, Kirk!

Tironea con fuerza, y el hombre hace lo que le pide. Cuando Molly ve que Linoge tiene

a su hijo, profiere un grito ahogado y se lleva las manos a la boca. Mike le indica con un

gesto que se quede donde está sin apartar en ningún momento la mirada de Linoge. Detrás

de Molly empiezan a congregarse los compradores, que contemplan con expresión tensa el

enfrentamiento.

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Interior. Pasillo número dos, con Linoge y Ralphie en primer plano.

Linoge apoya la frente contra la de Ralphie, de modo que ambos pueden mirarse a los

ojos. Ralphie es demasiado pequeño para tener miedo. Clava su mirada en esos ojos felinos,

brillantes e interesados que le sonríen con una especie de excitada curiosidad.

LINOGE: Yo te conozco.

RALPHIE: ¿Ah, sí?

LINOGE: Tú eres Ralph Emerick Anderson. Y sé algo más sobre ti.

Ralphie está fascinado, y no es consciente de que Hatch carga con un cartucho la

escopeta, no es consciente de que el supermercado se ha convertido en un polvorín del que

él es la mecha. Se siente fascinado, casi hipnotizado, por Linoge.

RALPHIE: ¿Qué?

Linoge le da un brevísimo beso a Ralphie en el puente de la nariz.

LINOGE: ¡Que tienes una silla de montar para los duen​des!

RALPHIE (sonriendo, encantado): ¡Así es como la llama mi papá!

LINOGE (sonriendo a su vez): ¡Por supuesto! Y hablan​do de tu papá…

Deja a Ralphie en el suelo, pero por unos instantes sigue tan cerca de él que el niño aún

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