Tierra Inconexa - Dramaturgia Hondureña_Libro
Tierra Inconexa: Dramaturgia Hondureña tiene el agrado de presentar su primer libro, en colaboración con PAKAS, Mujeres en las Artes y COSUDE. El prólogo es escrito por Helen Umaña.5 obras de teatro de diferentes temáticas y estilos escritas por 5 autores/as (Walter Lobo, Ishtar Paz, Karina Nelson, Luis Emilio, Heber Villatoro). Algunos de los temas que se abordan son la muerte, el poder, la ética y la historia de Honduras. La corrección de estilo es a cargo de Maria Eugenia Ramos y el diseño y diagramación a cargo de Arleth Rivera.
Tierra Inconexa: Dramaturgia Hondureña tiene el agrado de presentar su primer libro, en colaboración con PAKAS, Mujeres en las Artes y COSUDE. El prólogo es escrito por Helen Umaña.5 obras de teatro de diferentes temáticas y estilos escritas por 5 autores/as (Walter Lobo, Ishtar Paz, Karina Nelson, Luis Emilio, Heber Villatoro). Algunos de los temas que se abordan son la muerte, el poder, la ética y la historia de Honduras. La corrección de estilo es a cargo de Maria Eugenia Ramos y el diseño y diagramación a cargo de Arleth Rivera.
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© Colectivo Tierra Inconexa, 2021
Tierra Inconexa – Dramaturgia hondureña
Primera edición: marzo 2021
Para esta edición
© Mujeres en las Artes “Leticia de Oyuela” - MUA
PAKAS
COSUDE
Textos: Walter Lobo, Heber Villatoro, Ishtar Paz,
Luis Cerna Mazier y Karina Nelson.
Edición: María Eugenia Ramos
Presentación: América Mejía
Prólogo: Helen Umaña
Diseño y diagramación: Arleth Rivera
Tegucigalpa, Honduras
Marzo 2021
Mujeres en las Artes “Leticia de Oyuela” MUA
B° La Plazuela Ave. Cervantes casa 1331
Centro Histórico de Tegucigalpa
Tel.: 2222-3015 | pakascultural@gmail.com
www.pakashn.com
Si desea llevar a la escena una de estas piezas,
escribir a tierrainconexa@gmail.com
TIERRA
INCONEXA
DRAMATURGIA HONDUREÑA
ÍNDICE
PRESENTACIÓN
INTRODUCCIÓN
PRÓLOGO
EL PRECIO JUSTO
ANTES DE UN TÉ
EL JARDÍN DE LAS DELICIAS
LOS PATRONES
CRIATURAS DE LA HONDURA
PERFIL TIERRA INCONEXA
BREVES NOTAS BIOGRÁFICAS
9
11
13
23
43
71
105
163
189
190
7
PRESENTACIÓN
Con la Plataforma de Acción Artística Cultural Solidaria
Pakas se propuso desarrollar una estrategia de apoyo
solidario a los y las artistas y trabajadores de la cultura
en situación de vulnerabilidad económica y social ante
la situación de emergencia sanitaria generada por el
COVID-19, con el apoyo de Agencia Suiza para el Desarrollo
y la Cooperación, COSUDE.
Nuestra intención principal fue siempre el trabajo en red,
atendiendo a la colaboración y los cuidados necesarios para
la época transitada con una mirada humana, teniendo en
cuenta los contextos de todos, todas y cada uno, pensamos
una acción necesaria y urgente, lo llamaríamos actuar desde
nosotros y nosotras.
Para Mujeres en las Artes MUA-Pakas, presentar hoy la
publicación Tierra Inconexa - Dramaturgia Hondureña,
de autoría del Colectivo del mismo nombre; es interactuar
con quienes están siendo parte del cambio generacional en
el arte, escribiendo teatro, explorando diferentes territorios
de procesos de producción artística, asimismo conocer
e intercambiar con los y las artistas que están creando
y pensándose desde otras formas de colaboración y creación,
tanto por sus formatos como por sus contenidos y
enfoques temáticos tales como derechos, violencias de
género, justicia social, relaciones de poder, memoria, resiliencia
y construcción de esperanza, a pesar del contexto.
9
En este breve tiempo compartido con el Colectivo, en modalidad
virtual, hemos aprendido de su ejercicio profesional
en gestionar la publicación del libro como un aporte al
registro de la Dramaturgia Nacional, tan necesaria y urgente.
MUA agradece a cada uno/a de los integrantes del
Colectivo Tierra Inconexa, por convocarnos a ser parte
de cuestionar realidad, también el acompañamiento de
Maria Eugenia Ramos como editora, Helen Umaña como
prologuista, Arleth Rivera en el diseño y diagramación de
la publicación digital de Tierra Inconexa, COSUDE, y al
equipo Pakas. Es tiempo de repensar todo y fortalecer lo
asociativo/ colectivo en lo cultural y artístico.
- AMÉRICA MEJÍA
10
INTRODUCCIÓN
Para explicar el presente libro, su razón de ser y su contenido,
tendríamos que remitirnos indefectiblemente a algunas
de las clásicas preguntas del teatro: ¿Qué? ¿Cómo?
¿Para qué?
Esto es un compendio de obras producto de un primer proceso
de escritura como colectivo exclusivamente enfocado
en la producción de dramaturgia hondureña. En el 2020,
en plena pandemia del COVID-19, entre las ahora habituales
videollamadas, nosotros y nosotras, artistas escénicos
nos reuníamos a conversar y siempre surgía una interrogante:
¿Por qué se escribe tan poco teatro en el país y por
qué la negativa a escenificar estas obras? Así nace Tierra
Inconexa y así mismo ven la luz las cinco piezas teatrales
que aquí presentamos: El Precio Justo, Antes un Té, El Jardín
de las Delicias, Los Patrones y Criaturas de la Hondura.
Obras aparentemente disimiles, inconexas si se quiere,
tanto en forma como en contenido, pero todo producto de
un mismo germen: Honduras.
¿Cómo? La respuesta es sencilla: En colectivo. Si bien se
piensa que el ejercicio de escritura pasa por la idea de la
creación solitaria, no lo vimos así. Eso supuso apoyarnos
en la otredad y cómo consecuencia la pérdida de la timidez
y el miedo a enfrentarnos a un territorio poco explorado
para la mayoría del grupo: Escribir teatro. Pero no nos perdamos,
no hablamos aquí de escritura colectiva, si no de
escritores y escritoras en colectivo, eso grupal que es tan
propio de nuestro quehacer teatral y que lo nutre.
11
En un proceso que duró 5 meses íbamos compartiendo
las ideas de las obras de cada integrante: las discutíamos,
tratábamos de potenciarlas e incluso dejábamos pequeños
ejercicios dramatúrgicos de diferente índole (Estructura,
personajes, uso del lenguaje, etc.).
¿Para qué? Olvidemos en este punto cualquier idealismo,
cualquier utilidad del teatro para la vida. Seamos sinceros:
Cada uno escribe lo que quiere, lo que le genera placer, lo
que lo construye socialmente, con lo que se identifica. Es
en este terreno donde se da la discusión y es donde cada
uno genera su postura. Entonces cada obra, representa
el ideal del autor/a. (Vaya contradicción con lo colectivo,
¿No?) Así pues, esperamos, que usted no encuentre en estas
obras, respuestas, si no más bien preguntas. Y esperamos,
también, que las obras lleguen a su puerto final: La
escena.
-TIERRA INCONEXA
12
AIRES RENOVADORES EN LA
DRAMATURGIA HONDUREÑA
El colectivo «Tierra inconexa» surgió en 2020 y lo conformaron
cinco compatriotas cuando realizaban estudios de
especialización en materias relacionadas con el área teatral
en la ciudad de Buenos Aires. Su interés por la dramaturgia
los condujo a integrar un grupo que sirviese de
incentivo para impulsar su trabajo. Como producto de esa
determinación —gracias a un taller realizado— tenemos
cinco obras que han sometido a la consideración de los artistas
y personas vinculadas a una de las manifestaciones
artísticas más significativas en el desarrollo cultural de
cualquier nación.
Plantear situaciones de violencia contra la mujer es un
objetivo central en El precio justo, obra de Karina Nelson
(1977). 1 El cuadro que ofrece es amplio presentando una
cadena de agresiones a la mujer en el ámbito familiar que
van de la cotidiana violencia verbal y psicológica, al golpe
físico que poco a poco evoluciona hasta llegar a la muerte
en forma cruel. También insidiosa y persistente es la hostilidad
laboral que se manifiesta de formas múltiples: salarios
inferiores desempeñando igual labor a la del empleado
varón, bromas ofensivas o —en este caso— el coro de profesionales
machistas que, soslayando la realidad, le niegan
capacidad intelectual a una profesional calificada a la que
1 Todos los textos son inéditos y los envió «Tierra inconexa» en el
mes de febrero de 2021. Forma parte de una publicación colectiva preparada
para próxima divulgación.
13
relegan a trabajos de menor cuantía. El irrespeto, el chantaje
y el cinismo del hombre que cree que, con dinero, posición
social e influencia en los medios de comunicación,
puede doblegar los principios éticos de la abogada, quien,
al final, muestra en qué forma dejó en claro su inteligencia
e integridad moral con las cuales contribuyó a la caída del
abusador, el personaje de aparente éxito que pagará, con
años de cárcel, el asesinato de su esposa. Con afán de concienciación,
un efectivo llamado de alerta para contribuir
a la prevención de cualquier forma de agresión o minusvaloración
de la mujer.
Pertrechado de elementos culturales de tipo general, Walter
Lobo (1987) escribió Criaturas de la hondura (o historia
de Honduras para principiantes), texto que se centraliza en
la figura de Francisco Morazán y demuestra, nuevamente,
la persistencia del importante tema en la literatura del
país. El dato histórico, la imaginación, y el acudir a creencias
ampliamente difundidas sobre el héroe se mezclan en
una obra que evade el planteamiento mimético y secuencial.
Hay una inteligente incorporación de técnicas y mecanismos
que dejan atrás los modos tradicionales de hacer
teatro como aplicar el distanciamiento épico y acudir a mecanismos
metateatrales. También alterna la prosa y el verso
e introduce regionalismos y expresiones en latín, totalmente
justificadas dada la situación presentada. El empleo
del humorismo es sobrio. No obstante, habría que cuestionar
—especialmente si tomamos en cuenta el subtítulo de
la obra— la ocasional alteración de algunas circunstancias
14
históricas importantes relacionadas con Morazán. 2
Antes un té, de Heber Villatoro (1988), parte de una premisa:
admitir que existe una forma de vida más allá de la
muerte. Creer que esta última no es absoluta y definitiva
sino el paso a otro tipo de existencia. De allí, una expresión
que, a propósito del protagonista, se formula dos veces:
«Un muerto que se siente vivo y un vivo que se siente
muerto», síntesis de dos temas centrales: vivir sin la persona
amada equivale a estar muerto y, aunque se esté muerto,
tener al ser amado cerca, equivale a vida plena. Ideas
que se supeditan a una tercera: la necesidad de renunciar
a la satisfacción personal para cumplir con un deber ineludible.
Durante el desarrollo de la trama surgen temas colaterales.
No priorizar el amor puede ser la fuente u origen de una
íntima frustración personal. Adela sacrificó al gran amor
de su vida en aras de una exitosa carrera de bailarina que
le ganó amantes circunstanciales pero que nunca calaron
en su espíritu. Importante es, también, la idea de no renunciar
a la lucha para alcanzar lo que ardientemente se
desea. Santiago careció del suficiente coraje y del ánimo
de arrostrar imprevistos que le hubiesen conquistado una
situación de gratificante felicidad al lado de Adela.
El amor también tiene otras manifestaciones. Las promesas
nacidas del amor se cumplen. Adela, muerta en un
2 En algunas obras que indican estar basadas en la Historia, su ficcionalización
es válida siempre que no altere aspectos básicos de lo que sucedió.
La anécdota imaginativa que distorsione hechos y circunstancias también
puede hacerse, pero con la aplicación de alguna forma que indique —mediante
recursos metalingüísticos— el código que se aplica. Indicios que siempre están
presentes en cualquier comunicación y que permiten aceptar la forma en
que está planteado el mensaje. En este caso, el subtítulo dado por Lobo anuncia
que ella permitirá aprender hechos históricos.
15
accidente desde hace 15 años, tiene que esperar en un lugar
muy frío y brumoso (¿equivalente al limbo cristiano?) 3
hasta que llegue el alma de Santiago para cumplir lo que le
prometió: regresar de una ciudad distante, visitarlo y llevarle
su té preferido. Cumplir la promesa le permite seguir
su camino para arribar al lugar definitivo que tiene asignado.
Previamente logra convencer a Santiago, quien acaba
de morir, de que tenga la suficiente voluntad como para
responder al tratamiento de emergencia que le aplica una
enfermera y lograr que su corazón funcione: que lo haga
por amor a sus hijos que lo necesitan.
En boca de Adela, la cita textual de los versos del canto
I del Paraíso en la Divina Comedia, que alaban la infinita
gloria de Dios en el universo y que ella lee en voz alta, representa
una confirmación del triunfo del amor. Por ello,
cuando lee los simbólicos versos se escuchan las trompetas
celestiales. Adela sabe que el lugar de los bienaventurados
está listo para ella. La perspectiva idealista del texto salta
a la vista.
Luis Emilio Cerna Mazier (1991) escribió Los patrones,
obra que califica de tragicomedia y la cual evoca a las
tradicionales ‘farsas’, antiguas representaciones de un
hecho real o imaginario plagado de incidentes grotescos
realizados con propósito jocoso, burlesco o moralizante
y que, en este caso, revela con puntualidad un fenómeno
cultural contemporáneo que se ha pretendido absolutizar:
el desencanto de un gran sector de la población —
especialmente entre la juventud— que ha arribado a un
estado de descreimiento total frente a toda posibilidad de
cambio social.
16
3 Una referencia en concordancia con la idea del ‘limbo’ como lugar
temporal, previo a la entrada del reino prometido.
Ubicada en la década del veinte del siglo anterior, la obra
muestra el acontecer cotidiano de una finca en donde
dos esposos (la cocinera y su marido, el mayordomo) son
servidores leales de los propietarios y, dadas las órdenes
recibidas, se encargan de realizar o encomendar a otros
todo tipo de desaguisados: mutilaciones graves a los mozos
(cortarles un brazo, extraerles un ojo, flagelarlos, colocarles
hierros calientes en la espalda, esparcir sangre y
cadáveres de animales sobre la tierra aduciendo que ello
es buen abono, etc.). Por su parte, los dueños son ridículos
y emiten ideas absurdas sobre el arte y la música; utilizan
palabras en francés y términos que suponen refinados.
También se dan comidas pantagruélicas que acompañan
con actos sádicos contra los trabajadores.
La contratación de Juan, trabajador proveniente de la
ciudad, desencadena una rebelión y los dueños pagan con
su vida sus arbitrariedades. Los rebeldes, no obstante, se
tornan en nuevos amos. Inclusive, logran que él se ponga
de su lado. Ello es muy significativo porque con frecuencia
asumía una posición muy consciente frente a las injusticias
y exhortaba a luchar por librarse de tan inicuos patrones.
El ciclo se repite y la posibilidad de cambiar la situación se
esfuma. El sistema oprobioso continúa…
Tal planteamiento retrata, en buena medida, el desencanto
de un buen sector de la población, incluidas personas
jóvenes. Pero la realidad no es tan simple. Existe un
segmento convencido, tanto en jóvenes como en adultos,
de que nada permanece estático. Basta mirar el espejo de
la historia para saberlo. Inclusive, Cerna Mazier, al escribir
su texto y pintar una situación absurda, inequitativa e
injusta, realizó el esfuerzo que ello entraña porque está
convencido del poder transformador y educativo del
teatro y de sus códigos. Si la obra evidencia la existencia
17
de una sociedad enferma puede motivar a la reflexión
constructiva. Como esa actitud, según anotamos, también
se adjudica a la juventud —condición que también atañe
al autor— es útil traer a colación una reflexión de José
Manuel Valenzuela Arce:
Todas estas expresiones [manifestaciones de protesta,
grafitis, consumos culturales, uso de las redes digitales:
la ciber cultura, la ciber militancia, el ciber activismo]
contradicen las narrativas y las retóricas dominantes
acerca de que a los jóvenes no les interesa la política y,
por lo tanto, son apáticos a las grandes problemáticas
del país. Lo que no se entiende, es que ya cambiaron las
formas de acción social y de la participación en la política,
que están en clave cultural, en tanto que no se reducen a la
adscripción a un partido o a la filiación a alguna ideología
definida, o a las votaciones electorales. 4
Un aura de reticencias e inquietantes sugerencias van generando
en El jardín de las delicias de Ishtar Paz (1994)
una atmósfera de oscuros matices en la que se presiente
la existencia de una verdad que tarda en aceptarse pero
que, al asumirla, conlleva una reconfortante sensación de
libertad cuyo último escalón radica en apartar, en forma
violenta, al personaje machista, malévolo y autoritario que
ejercía un control absoluto sobre el sector femenino que él
había construido alrededor del teatro.
Anotamos algunos elementos o aspectos que permiten seguir
las líneas básicas en la bien diseñada obra. Rosa es una
excelente actriz que se retiró varios años del escenario y
permaneció sin comunicación con Jazmín, su gran amiga.
18
4 En: Alfredo Nateras Domínguez (Coordinador) (2016). Juventudes
sitiadas y Resistencias afectivas, Gedisa editorial y Universidad Autónoma
Metropolitana. Unidad Iztapalapa. Consejo Editorial de Ciencias Sociales y
Humanidades, p. 31.
Soportó la acusación de robo de una prenda del vestuario
teatral y regresó porque Napoleón, famoso dramaturgo,
director del teatro, montará la que considera su obra maestra
y cuyo título —El jardín de las delicias— remite al célebre
tríptico de El Bosco. Él manipula y ejerce un dominio
emocional con el elenco femenino de la compañía al que
llama, justamente, ‘su’ jardín. Su control sobre las mujeres
lo llevó a impedir que Jazmín disfrutase de una beca en Indonesia
y frustró su capacidad de dramaturga. Se insinúa
que en los inexplicables accidentes que en momentos diferentes
sufrieron Margarita y Amapola pudo estar su mano.
Hay indicios de un triángulo amoroso que permanece en
claroscuro. El conflicto y la tensión terminan mediante un
acto vindicativo que permite que la ecuación amorosa se
resuelva ratificando la prevalencia de la fidelidad al íntimo
sentir mediante la realización plena del amor homoerótico
y la decisión de ambas mujeres de acompañarse y huir del
lugar. 5 El final de la obra de Napoleón —que también implica
un futuro más humano para toda la sociedad, según
se expresó en un ensayo de la obra— presagia la decisión
personal que liberará a las dos amantes del personaje que
las oprime.
Título y aspectos de la obra de Paz nos remiten al trabajo
de El Bosco, en el que, con intención moralizadora, en el
panel del centro («El jardín de las delicias»), se representa
la explosividad sexual al margen de los códigos morales
existentes en la sociedad. No obstante, las alucinantes escenas
de la pintura también están en necesaria vinculación
con el mandato bíblico del «creced y multiplicaos» dado a
Eva y Adán y que está presidido por el mismo Cristo en el
panel izquierdo, en donde también sobresale la alegórica
escena de los cuatro ríos del edén, símbolos de la vida y
5 Un tema que ha sido tabú en la dramaturgia hondureña.
19
la fertilidad, aspectos reforzados en la figura del tranquilo
cisne, metáfora del entendimiento, la amistad, el amor y el
afecto posible de existir entre los humanos. Las reflexiones
de Jazmín sobre el bien, el mal y el mundo de los valores,
plantean una implícita conexión con la visión de la
realidad que tiene el pintor flamenco.
Formalmente, la obra ofrece una triple perspectiva: 1) en
la parte superior del escenario se escuchan ruidos y voces,
probablemente de los técnicos y observadores teatrales; 2)
retazos de la obra de Santiago que se ensaya y 3) coincidencia
de dicha obra con el drama femenino que se lleva a
cabo en el espíritu de las dos protagonistas. El ensamble
de las tres líneas es tarea del lector o espectador. Inclusive
podríamos pensar que la presencia del Bosco —dadas
las importantes alusiones, empezando por el título de la
obra— es uno de los pilares fundamentales que la sostienen
y que conlleva o demanda otra vertiente de análisis.
Paz también vincula a Rosa y a Jazmín con las máscaras
que aparecen en el escenario. Signo del ocultamiento de
los verdaderos sentimientos que han tenido que afrontar
para ocultar, por años, su auténtica identidad de género. 6
Al mismo nivel de subterfugio puede estar la relación que
guardan con Napoleón hasta que deciden cortar los vínculos
con él y que, a una de ellas, la lleva al extremo de envenenarlo
por haber jugado con sus vidas. Además fue incapaz
de sentir amor (acusa falsamente a Rosa de ladrona,
abusa de ella al sostener una relación sexual en la que se
advierte falta de consentimiento y, por las coincidencias,
se puede conjeturar que fue el probable autor de los accidentes
de Margarita y Amapola). Tampoco los nombres de
los personajes son fortuitos. Los de mujeres son de flores,
20
6 La etimología de la palabra ‘persona’ remite al concepto de máscara.
seres vivos cuya fragilidad —característica que se les trasladada—
ha hecho que Napoleón las domine. De hecho, las
considera de su propiedad. Igualmente, su nombre evoca
el del dictador francés que pretendió dominar a toda Europa.
Nombres, pues, cargados de connotaciones.
Evidentemente, la entrega de cinco obras teatrales de escritores
bastante jóvenes fortalece la dramaturgia hondureña
y alienta la esperanza de que otros autores se animen
a seguir desplegando esfuerzos por revitalizar la dramaturgia
del país.
- HELEN UMAÑA
9 de febrero 2021
21
El PRECIO JUSTO
Karina Nelson
Personajes
Abogada
Cliente
Esposa
Jueza
Voz fuera de escena
Un abogado
Espacio
Una oficina de la penitenciaría central de la ciudad.
Tiempo
Unas semanas antes de presentarse al juicio. La obra se
desarrolla en el transcurso de una semana.
24
ACTO ÚNICO
ESCENA UNO
En la escena hay una mesa y dos sillas. El cliente está sentado
al lado de la mesa y la abogada parada en la penumbra. La
abogada debe preguntar con el ritmo de un interrogatorio
policial.
Cliente: Llegué a casa alrededor de las 2 de la madrugada,
fui a la cocina a tomar agua, subí las gradas y la luz de la
habitación estaba encendida, lo que me pareció extraño
porque Ana duerme temprano y siempre apaga las luces.
Pensé que estaba leyendo. Abrí la puerta y no la vi, fui al
baño y nada, me di la vuelta y ahí estaba tirada con sangre
alrededor de su cabeza. Mi primer impulso fue levantarla,
pero preferí llamar a la ambulancia. Me dijeron que no la
tocara, que ellos llegarían enseguida. No sé cuánto tiempo
pasó. Yo estaba sentado en el borde de la cama viéndola
sin saber que hacer, me sentía confundido y con náuseas.
Cuando llegó la ambulancia, los médicos dijeron que había
muerto de un golpe en la cabeza. Me preguntaban qué había
pasado y les dije que no sabía porque yo estaba llegando
a la casa. Ellos llamaron a la policía, dijeron que era una
muerte sospechosa. Los policías me hacían preguntas, yo
no sabía qué responder.
Abogada: ¿Cuándo fue la última vez que vio a su esposa?
Cliente: Alrededor de las nueve de la noche, cuando salí de
la casa.
Abogada: ¿Qué sucedió esa noche?
25
Cliente: Discutimos antes de que yo saliera, ella intentó
golpearme y yo, en defensa, la empujé. Salí de la habitación
sin mirar atrás. Cuando regresé...
Abogada: ¿Alguna vez pensó en asesinarla?
Cliente: ¡No!
Abogada: ¿Cuántos años llevaban de casados?
Cliente: Veintidós años.
Abogada: ¿Cuántos hijos tienen?
Cliente: No teníamos hijos.
Abogada: ¿Por qué discutieron esa noche?
Cliente: Ella era muy celosa y me armaba escenitas por
nada. Esa noche íbamos a salir con mis compañeros de la
oficina y yo le dije que ella no podía acompañarnos, que
iba a ser incómodo, ya habíamos tenido problemas por una
amiga… Bueno, compañera de trabajo.
Abogada: ¿A qué se dedica?
Cliente: Soy empresario.
Abogada: ¿Usted asesinó a su esposa?
Cliente: Ya le dije que ella me estaba golpeando, fue en
defensa propia. Yo no lo planifiqué…
(La abogada sale de la penumbra.)
26
Abogada: No diga «yo no lo planifiqué».
Cliente: Pero, no lo planifiqué.
Abogada: Se hace ver culpable. Utilice «tuvo que ser un
accidente», «yo no lo sabía». (Acercándose a la mesa.) Otra
cosa: no baje la mirada cuando ella le pregunté, mírela
directamente a los ojos, y responda con propiedad. Con la
misma seguridad con la que habla cuando lo entrevistan
en la televisión.
Cliente: Lo siento, es que me pone nervioso la forma en
que pregunta. Las entrevistas en televisión son una cosa
y una muy diferente cuando te interrogan en un juicio por
asesinato.
Abogada: Tiene que aprender a responder de forma precisa.
La fiscal va a valerse de cualquier error que usted cometa al
hablar y lo va a presionar hasta confundirlo, así que piense
bien lo que va a responder.
Cliente: Usted siempre está un paso adelante en los casos.
Abogada: Hemos terminado. Vendré en cuanto me
comuniquen el día y la hora en la que se realizará la
audiencia.
(La abogada pone dentro de su maletín los papeles que están
sobre la mesa.)
Abogada: (Extiende la mano para despedirse.) De momento,
intente mantenerse tranquilo.
Cliente: (Sin darle la mano.) ¿Usted cree que me condenen?
27
Abogada: Le seré muy sincera: tenemos que comprobar su
inocencia, nuestra defensa alega un delito culposo. Quiere
decir: tienen una pelea acalorada, ella le da una bofetada,
usted reacciona empujándola para que deje de golpearlo,
quiere evitar a toda costa seguir discutiendo con ella, sale
sin mirar atrás. Ella con el empujón pierde el equilibrio, se
va de espaldas y pega la cabeza contra la mesita de noche.
Ese golpe le ocasiona la pérdida del conocimiento y luego la
muerte. Pero fue un accidente, usted nunca quiso matarla.
En las declaraciones sus amigos confesaron que usted
siempre fue bueno y comprensivo con ella, que nunca
hizo nada para lastimarla. Sin embargo, la fiscal alega que
planificó todo, que ese empujón fue con toda la intención
de matarla. Por lo tanto, nos enfrentamos a una acusación
de homicidio doloso.
(La abogada lo mira detenidamente, él mantiene la vista en la
mesa. Entra la esposa.)
Esposa: ¿Puedo acompañarte? ¿Vas con tus compañeros
de trabajo?
Cliente: No, no quiero que nos acompañes.
Esposa: No querés; porque vas a ver a tu amante.
Cliente: Voy a salir con quien yo quiera. Queremos beber
tranquilos, no necesitamos a una loca como vos armando
escenas de celos. Busca qué hacer en la casa o salí con tus
amigas.
Esposa: Sinvergüenza, ¿cuáles amigas? Si te encargaste de
apartarlas de mí. Quiero el divorcio, ya no me vas a tener
encerrada como si fuera una inútil.
28
(Se escucha un grito, un golpe contra una mesa).
Cliente: Ridícula, mártir, levántate y dejá el drama. No me
voy a divorciar de vos. Calladita, si decís algo te mato.
(Las voces se desvanecen. El cliente está con la mirada fija en
la mesa.)
Cliente: ¿Puedo fumar?
Abogada: He estado pensando en un detalle: usted no vio
caer a su esposa, pero cuando iba bajando las gradas ¿no
escuchó ningún ruido? Ella debió caer con mucha fuerza.
(La abogada saca de su cartera un paquete de cigarrillos,
un encendedor y los pone en la mesa. El cliente enciende el
cigarrillo y fuma.)
Cliente: No, no la miré caer.
(La abogada toma su maletín y se dirige a la puerta.)
Cliente: ¿Usted alguna vez ha sido infiel?
Abogada: ¿Infiel? ¿A mi esposo? No.
Cliente: ¿A sus convicciones?
Abogada: Nunca. (Pausa.) La fiscal que lleva el caso es una
de las mejores abogadas de la fiscalía, es muy acuciosa y
detallista. Ella va a buscar todas las maneras de enviarlo a
prisión, será una audiencia dura, debe de estar preparado
para ese momento, porque va a sacar a luz todos los
problemas que tuvo con su esposa.
29
(La abogada se dirige una vez más a la puerta.)
Cliente: ¿Usted va a seguir defendiéndome sin importar lo
que le diga?
Abogada: ¿A qué se refiere?
Cliente: Algunas discusiones se subieron de tono y…
Abogada: ¿Cuántas veces golpeó a su esposa?
Cliente: No sé cuántas veces.
(La abogada camina rápidamente hacia la mesa, saca de su
maletín los archivos del caso y revisa las declaraciones.)
Abogada: (Hablando para sí.) Pero ella nunca lo denunció,
yo he revisado el expediente muchas veces y está limpio, ni
siquiera tiene una multa de tránsito. (Al cliente.) ¿Algo más
que quiera decirme? No quiero sorpresas en la audiencia.
Cliente: Usted me dijo que haría todo lo que estuviera a su
alcance para que yo salga de la cárcel.
Abogada: ¿Qué más tiene que decirme?
Cliente: ¿Por qué aceptó el caso?
Abogada: Bueno, porque creo que es inocente…
Cliente: ¿Está segura que fue solo por eso?
Abogada: Sí.
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Cliente: ¿Usted conoce a la fiscal?
Abogada: ¿Qué tiene que ver eso?
Cliente: La conoce.
Abogada: Sí.
Cliente: ¿Y?
Abogada: ¿Qué es lo que quiere?
Cliente: Usted aceptó mi caso cuando se enteró quién era
la fiscal ¿O me equivoco?
Abogada: Yo acepté su caso porque creo que en su inocencia
y que la muerte de su esposa fue un accidente.
Cliente: ¿Le da miedo perder?
Abogada: Usted puede ir a la cárcel por un delito doloso,
¿Se da cuenta de eso?
Cliente: Abogada, yo sé que usted no lo va a permitir,
quedaría muy mal perdiendo frente a ella y con un caso
que no es difícil de ganar.
Abogada: ¿De qué está hablando? Yo me enfrento con
abogados todo el tiempo, esto no es más que un juicio para
mí.
Cliente: ¿Está segura de lo que me dice?
Abogada: Centrémonos en el caso, ¿Alguien sabe que usted
golpeó a su esposa?
Cliente: La sirvienta.
31
Abogada: Lo que nos faltaba, las testigos que les gustan a
la fiscal. ¿Cómo era su relación con ella?
Cliente: Distante, ella pasaba el día con mi esposa.
Abogada: ¿Hay alguna manera de desacreditarla? ¿Algo
que usted sepa de ella que le haga perder credibilidad?
Cliente: No se preocupe tanto, eso está solucionado.
Abogado: ¿Usted todo lo soluciona así?
Cliente: No soy muy diferente a usted, abogada. Yo también
estudio las situaciones.
(La abogada se levanta de la silla, toma un cigarrillo y el
encendedor. Fuma.)
Abogada: Tiene razón, sí la conozco, me he enfrentado
a la fiscal Alvarado un par de veces. Nunca le he ganado,
porque yo no era la abogada a cargo.
Cliente: ¿Usted se quiere enfrentar a ella?
Abogada: ¿Por qué me dice eso?
Cliente: Yo sí creo que tiene la garra para hacerlo, se ve
en sus ojos. Pero en el bufete nadie confía en usted. ¿Una
mujer penalista?
Abogada: En el bufete todos me respetan.
(Voz fuera de escena.)
32
Voz de abogado: ¿Una mujer penalista? (Se escuchan risas de
otros hombres.) Debió de estudiar derecho familiar, para eso
son buenas las mujeres (ríen). Su currículo es bueno. Para
que vea que somos un bufete que le damos oportunidad
a las mujeres, inicia el lunes a las 9 de la mañana. Será
asistente en los casos de los abogados, archivar informes,
organizar las agendas de ellos.
Abogada: (Apagando el cigarrillo.) Necesito entrevistarme
con la sirvienta, ¿cómo se llama?
Cliente: Catalina López, ella sigue trabajando en la casa,
ahí la puede encontrar.
(La abogada anota en un cuaderno.)
Abogada: Muy bien, iré mañana a visitarla.
Cliente: No creo que sea necesario, ella no dirá nada.
Abogada: Igual necesito orientarla, tiene que saber cómo
responder al momento de ser interrogada. La fiscal es una
mujer muy astuta, la hará cantar como un canario.
Cliente: ¿Ha sido muy difícil su trabajo en el bufete?
Abogada: (Perdiendo un poco el control.) Soy una abogada
responsable y capaz de cumplir con mi trabajo, para eso
estudié al igual que ellos. De hecho, soy mucho mejor
abogada, capaz de ganar casos que perdieron por pura
negligencia, mis méritos universitarios están por encima,
pero soy mujer y por eso… «Si desea otro abogado está en
su derecho».
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(El cliente permanece en silencio, con una leve sonrisa en los
labios.)
Cliente: Usted es la indicada.
Abogada: Volvamos a lo nuestro.
(Tomando los documentos de la mesa.)
Cliente: Necesita conocer todos los detalles.
Abogada: ¿De qué habla?
Cliente: Yo la miré caer…
(Pausa.)
Abogada: (Molesta) ¿Por qué no me lo dijo antes?
Cliente: Quizá por miedo a que no quisiera defenderme.
Abogada: (Frustrada.) Esto cambia mucho las cosas…
con lo que me está confesando… se da cuenta de que su
confesión desestabilizó todo lo que habíamos armado para
su defensa.
Cliente: Yo no pensé en matar a mi esposa, pero la miré
cuando se golpeó la cabeza y simplemente tomé la decisión
de irme.
Abogada: ¿Por qué lo está confesando? Nadie lo vio, su
coartada era perfecta, yo lo iba a defender creyendo en su
inocencia.
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Cliente: Por lo que usted ha mencionado de la fiscal. Es una
mujer audaz, capaz de encontrar pruebas, siempre buscando
detalles. Así que no quiero que pierda contra ella.
Abogada: Es su vida, no la mía. Usted es el que irá a la
cárcel.
Cliente: Y usted la que quedará en ridículo si pierde. La
abogada Medina una vez más enfrentada contra la fiscal
Alvarado, a la que nunca le ha ganado en la corte.
Abogada: ¿Entiende que su libertad está en juego? ¿Por
qué quiere hablar de la fiscal? ¿Qué quiere ganar con eso?
Está jugando, y la verdad yo no tengo ganas de estar en
este circo. ¿Quién se cree que es? Soy una profesional, no
tiene ningún derecho de querer burlarse de mí.
Cliente: Usted es la que no tiene ningún derecho de
hablarme en la forma en que lo está haciendo. Yo soy su
cliente, ¿entiende? Soy el que le paga.
Abogada: Yo no voy a seguir su juego.
Cliente: (Burlón.) Cobarde, buscando cualquier pretexto
para huir. ¿Le tiene miedo a la fiscal?
Abogada: ¿Qué se cree? ¿Qué puede engañar a la fiscal,
al juez? La fiscal va a pedir pruebas psicológicas para
conocer su personalidad. Si usted es un violento, van a
pedir la prueba científica, en la que van a determinar la
profundidad y el tipo de golpe que ella tenía en la cabeza.
Dígame: ¿Cómo fue el empujón que le dio? ¿Suave o con
saña?
(El cliente se levanta de la mesa.)
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Cliente: ¡Ella quería el divorcio, quería que le diera el 50%
de mi dinero! Mi esposa podía irse, pero sin mi dinero.
Abogada: ¿Fue por eso que mató?
Cliente: Yo no lo planifiqué, fue un accidente. Usted misma
lo dijo, yo no la miré caer, no me di cuenta que se golpeó
con tanta fuerza la cabeza.
Abogada: Ella le dijo que se divorciaría de usted, por eso
la empujó de forma violenta. Lo hizo con toda su fuerza,
con la intención de lastimarla. Quizá no pensó en matarla
esa noche, pero lo haría en cualquier momento. Lo que
sucedió es que ese día se descontroló y se le salió de las
manos la situación.
Cliente: Ella fue la culpable de que eso sucediera, si no se
hubiese puesto tan necia... Le dije que se quedara callada,
que se fuera a dormir o viera una película, pero insistió
con el divorcio. Es su culpa, ella no se comportó de forma
racional.
Abogada: Usted es el que demostró su irracionalidad
golpeándola de la forma en que lo hizo.
Cliente: (Violento.) Usted no estaba ahí, no sabe qué
sucedió. (Golpeando la mesa.) Cállese, si no quiere que…
Abogada: (Retándolo). ¡¿Qué?! ¡¿Golpearme?! ¡¿Cómo lo
hacía con su esposa?! Cuando tengan la evidencia científica
dirán que tipo de animal fue usted con ella.
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Cliente: ¡Cállese, cállese! Mujer tenía que ser, no saben
nunca cuándo deben de callarse. Mi mujer era una
perdedora, nunca se callaba, por más que le decía que
cerrara la boca. No se imagina cuantas veces intentó
suicidarse y nunca lo logró. Era tan tonta e inútil, le hice
un favor con el empujón que le di. Todas son iguales,
necesitan que las golpeen para que aprendan cuál es su
lugar en la vida.
Abogada: Usted es culpable, mató a su esposa desde hace
mucho. La fue matando lentamente en esos veintidós años
que estuvieron casados. Hasta que al final lo logró, con una
buena coartada, eso sí. Ya no creo en usted, es perverso,
lo planificó todo muy bien. Puede usted llamar a mi jefe y
pedirle que le envíe otro abogado. Me voy.
(Coloca todos los papeles una vez más en su maletín, se dirige
a la puerta.)
Cliente: Si cruza esa puerta, mañana leerá en todos los
diarios: «La abogada Medina abandona el caso, ¿Miedo al
fracaso? ¿O a la fiscal Alvarado?». ¿Entiende quién soy yo?
Tengo mucha influencia, muchos amigos en los medios de
comunicación. Yo sé mucho de usted. Hace un par de años
había una plaza en la fiscalía, iban a contratar a la mejor
abogada, y usted fue hacer la entrevista. Para su sorpresa,
la que se quedó con ese puesto fue la fiscal Alvarado. Ella
poco a poco se ha ido convirtiendo en la mejor de todos los
fiscales. Usted terminó en un bufete donde su trabajo se
limita en ser asistente de los abogados, como si fuera una
secretaria.
Abogada: ¿Me ha estado investigando? ¿Por qué está
empeñado en que sea yo la que lleve su caso? Busque otra
abogada.
Cliente: Sí, necesito una abogada, pero usted es la única que
aceptó mi caso. ¿Por qué? Sería su primer caso importante.
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Yo le estoy ofreciendo el caso que la va a catapultar a otro
estatus. Si usted le gana a la fiscal ya no la verán de menos,
la van a respetar en el bufete y en la corte. Míreme. ¿Quiere
salir del hoyo en el que la han tenido encerrada todos estos
años? Defiéndame y gane, yo le recompensaré muy bien,
quizá después de esto abra su propia firma de abogados.
(Ella está parada junto a la puerta a punto de salir. Luego
camina hacia la mesa.)
Abogada: No me interesa…
Cliente: (Escribe en un papel y se lo extiende.) Su propia
firma de abogados.
(Pausa.)
Abogada: (Toma el papel y lo mira.) ¿Es un insulto?
Cliente: (Escribe en otro papel.) Piense en todo lo que puede
lograr, todos queremos algo en la vida, muchas veces
necesitamos que alguien nos ayude, y yo puedo ser esa
ayuda para usted.
Abogada: Claro, usted es muy bueno ayudando a la gente.
Cliente: Soy muy generoso con los que saben colaborarme.
Abogada: Tenga cuidado porque hay muchos perros que
muerden la mano del amo que les da de comer.
Cliente: El perro se vuelve más fiel entre más grande la
porción de comida que se le da.
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(Escribe una vez más en el papel, ella lo mira y sonríe.)
Abogada: Mi propia firma.
Cliente: ¿Quién le va a extender la mano como lo estoy
haciendo yo? Les pediré a mis amigos de los medios que
escriban sobre usted: «La abogada Medina una mujer
fuerte y capaz». Funde su propio bufete para contratar a
las abogadas y brindarles las mismas oportunidades que
tenemos nosotros. Podrá demostrar que las mujeres son
tan capaces como los hombres en las cortes. A mí me
interesa su futuro y el de sus colegas. Piénselo: un bufete
de puras mujeres. Su propia firma. ¿Entiende?
(Pausa.)
Abogada: Mi propio bufete donde no seré tratada como
secretaria, ayudando a mis colegas…
Cliente: Será el modelo a seguir de tantas jóvenes…
(Pausa.)
Abogada: Haré todo lo posible.
Cliente: Y lo imposible.
(Se dan un apretón de manos.)
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ESCENA DOS
Se va encendiendo lentamente una luz cenital y vemos a la
abogada. El escenario está vacío.
Abogada: Su Señoría, después de conversar con mi
defendido, solicitamos a usted proceder conforme
a derecho, en estricta aplicación de la ley, y basar su
resolución en lo que los hechos y las pruebas establezcan.
(Se escucha la voz de la jueza leyendo el dictamen final.)
Jueza: Este tribunal tiene muy claro su deber de emitir sus
decisiones en forma completa e imparcial, que el objeto del
proceso es el esclarecimiento de los hechos, determinar si
se ha cometido un delito, procurar que el culpable no quede
impune, que se haga la justicia aplicando el derecho. La
fiscalía ha presentado pruebas contundentes que afirman
este hecho, mediante las pruebas periciales se logra
establecer conforme a los avances científicos, las reglas de
la lógica y la ponderación razonada…
Abogada: Te disfrazaste de oveja delante de tus amigos,
siendo generoso con ellos, los manipulaste a tu antojo,
venías agrediendo sistemáticamente a tu esposa, matándola
lentamente, naturalizando el maltrato y humillación de
forma cotidiana, justificando tus acciones ante los demás,
diciendo que ella era una enferma de celos…
Jueza: …Por tanto, luego de analizar y valorar la prueba
que fue desahogada, cumpliendo las normas esenciales
del procedimiento, este tribunal ha llegado a la firme
convicción de que se acreditó la existencia del delito de
homicidio doloso cometido por el acusado…
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Abogada: …No se puede permitir que un hijo de puta como
vos ande por la vida destruyendo mujeres, sin ningún
remordimiento…
Jueza: …Por lo tanto, este tribunal encuentra al acusado
culpable y dicta una sentencia de 15 años de prisión.
Abogada: Este es el precio justo de tus acciones.
(Se escucha el golpe del final del juicio.)
APAGÓN.
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ANTES UN TÉ
(DRAMA)
Heber Villatoro
Personajes
Adela
Santiago
Voz de la enfermera
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ACTO ÚNICO
En el fondo del escenario, dos puertas, colocadas cada una a un
costado; una lleva a la habitación principal y la otra a la entrada
principal. En el centro y también al fondo, una ventana desde
donde se observa el jardín trasero de la casa. Un desayunador
divide la cocina de la sala. En la sala hay un pequeño comedor,
un librero, una silla mecedora, un antiguo teléfono, un perchero
con sombreros y bufandas, algunos cuadros. En la cocina, una
pequeña refrigeradora, una estufa, tazas y una colección de
teteras.
Música a elección.
Santiago (aparenta 45 años) sale de la puerta de la habitación
principal. Es de caminar lento como si tuviese mayor edad. Se
detiene justo en la ventana, de espalda al público, y observa
el jardín. Con calma transita por la sala de su casa, observa
extrañado mientras recorre cada rincón, luego le grita a la
enfermera.
Santiago: ¡Enfermera!... ¡Venga! ¡Algo extraño pasa!... Esta
es mi casa, de eso estoy seguro, pero al mismo tiempo parece
que no lo fuera… ¡No sé si lo que siento son escalofríos!...
(Santiago se sienta e inhala y exhala lentamente, coloca su
mano en su pecho al costado izquierdo, como deteniendo su
corazón.)
Santiago: ¡Enfermera!... ¡¿Qué pasa que no responde?!...
¡Mi corazón!...
(Santiago inhala nuevamente, se queda tieso un momento y
después exhala, se relaja
Santiago: ¡Enfermera! ¡Ya no venga!... me siento mejor,
solo es este frío que no es normal.
45
(Santiago se pone de pie y nuevamente avanza a la ventana.)
Santiago: Mi jardín de suculentas necesita luz y hoy
amaneció opaco, más que de costumbre.
(Santiago avanza con calma a la cocina, agarra una de sus
teteras y con un paño comienza a quitarle el polvo.)
Santiago: El té de eucalipto y canela sin duda es mi
preferido, aunque hace mucho que no lo bebo. Tal vez hoy
sea diferente.
(Santiago se sienta nuevamente; siente frío, se pone de pie,
avanza hasta el perchero, se coloca una bufanda y un sombrero.)
Santiago: Tengo que estar presentable, nunca se sabe
cuándo puede llegar una visita inesperada.
(Santiago se sienta nuevamente. Saca un peine y un pequeño
espejo de la bolsa de su pantalón y comienza a peinarse.)
Santiago: Hoy me veo más joven que de costumbre…
(Un breve silencio, deja de peinarse.) ¡Enfermera!... no
sé si es que estoy quedando demente, pero hoy me veo
aterradoramente joven, como me veía hace unos treinta
años… ¡Enfermera!... ¿cree usted que estoy quedando
demente? ¿O será tan buena la crema que me envió mi
hijo desde el extranjero?... Debería preguntarle dónde la
compró.
(Santiago marca el teléfono.)
Santiago: ¡Aló hijo!... Aló…
(Se percata de que no funciona y cuelga.)
Santiago: ¡Enfermera!... ¡El teléfono no funciona!...
46
¿Tendrá usted algún amigo en Hondutel?... ¡Enfermera!...
¡Venga!... ¡Mi corazón!... ¡No está funcionando!
(Santiago se queda tieso nuevamente por un momento, luego
se relaja
Santiago: ¡Ya no venga!... me siento mejor… me siento tan
bien que hasta podría bailar.
(Santiago practica unos pasos de baile, lo hace hasta que se
escucha el timbre de la casa.)
Santiago: Ese timbre no suena muy seguido…
(Santiago se acerca a la puerta principal. Antes de abrir se
peina nuevamente. Abre. Entra Adela, aparenta unos 40 años,
trae una pequeña bolsa. Santiago se queda tieso nuevamente.
Adela avanza y deja la bolsa en la cocina, Santiago continúa
tieso, Adela se acerca y lo besa en la mejilla. Santiago se relaja.)
Adela: Te dije que vendría.
Santiago: Por fin llegaste. Te estuve esperando todo este
tiempo, desde el último día bajo la lluvia.
Adela: Traje eucalipto y canela. ¿Tenés una tetera?
Santiago: No es necesario que vos prepares el té, hay una
enfermera en mi habitación, ella podría ayudarnos.
Adela: Dejá que ella descanse, debe ser agotador su trabajo.
¿Tenés una tetera?
(Adela avanza a la cocina y encuentra una tetera.)
47
Santiago: Tengo una colección entera, ninguna ha sido
usada. Si tanto insistís en preparar el té, utilizá la que
más te gusta. Así es como te recuerdo, determinada en tus
decisiones.
Adela: El té de eucalipto y canela es tu favorito.
Santiago: ¿Aún lo recordás?
(Adela se sienta.)
Adela: Lo recuerdo muy bien. Cuando nos despedimos
bajo la lluvia te hice una promesa. ¿Qué creíste? ¿Que no
cumpliría?... También traje rosquillas.
Santiago: Nunca dudé de tu promesa… También tengo una
colección de suculentas en el jardín. Si querés luego te las
muestro.
Adela: El agua no tardará en hervir.
Santiago: ¿Nos dará tiempo de platicar?
Adela: ¿De qué querés hablar?
Santiago: Del porqué.
Adela: No has cambiado en nada, Santiago, te ves igual al
día del entierro, al último día en que te vi.
Santiago: Pudimos… ¿Te das cuenta, Adela?... Lo de
nosotros pudo existir.
Adela: Pero no fue así.
Santiago: ¿Por qué?
48
Adela: Ya no tiene caso hablar de eso, mejor hablemos de
lo que pasó luego.
Santiago: Han pasado treinta años desde entonces.
Adela: Ese día regresé a la gran ciudad, fue un viaje de doce
horas en tren, lloré la mitad del camino, luego me dormí,
desperté resfriada.
Santiago: Me quedé observando el tren mientras avanzaba,
no me importó que lloviera tan fuerte, la lluvia disimuló
las lágrimas… no te veía en muchos años y tenías que irte
tan rápido nuevamente… intenté entenderte, pero te miré
destruida. Debió ser muy duro para vos lo del entierro.
Adela: Tu corazón es noble, siempre lo ha sido.
Santiago: Mi corazón con el tiempo me ha empezado a
fallar… ¿Te conté que contraté una enfermera?
Adela: Lo supuse, si no, por qué habría una enfermera en
tu habitación.
Santiago: Hoy parece no escucharme, ni siquiera ha salido
a saludar.
Adela: Deja que descanse, debe ser muy agotador su
trabajo.
Santiago: Padezco de presión alta, ella me lleva el control de
la azúcar y de los triglicéridos… solo que hoy no sé qué pasa
que no responde, normalmente acude inmediatamente a
mis llamados.
Adela: Tal vez tengas razón y no pueda escucharte.
Santiago: Eso es imposible, mi habitación está aquí cerca,
si le grito me escucha fácilmente.
49
Adela: Tal vez hoy sea diferente.
Santiago: ¿Hoy?... Es cierto, hoy es un día diferente.
Adela: ¿Ya te percataste?... Creí que no te dabas cuenta, es
por eso que el día está nublado, y es por eso el frío.
Santiago: Lo sentí desde que entraste por esa puerta. Este
momento al lado tuyo Adela, es extraño de explicar, pero
es como si me sintiera de nuevo vivo.
(Adela ríe al escuchar a Santiago.)
Adela: ¡Una paradoja!
Santiago: ¿El qué?
Adela: Un vivo que se siente muerto, un muerto que se
siente vivo.
Santiago: No estoy entendiendo.
Adela: No tardarás mucho en entender… ¿Creíste que no
cumpliría la promesa?
Santiago: Tengo grabada en mi mente tu voz mientras
me prometías: «Sí Santiago, en verdad te amé, como a
nadie en la vida —me dijiste mientras subías al tren. Un
día regresaré nuevamente, Santiago, y beberemos té, de
eucalipto y de canela, tu favorito, te lo prometo».
Adela: ¡Soy una despistada!... Creo que no encendí la
estufa, así nunca hervirá el agua.
Santiago: Yo iré a corroborar.
50
(Santiago avanza a la cocina. Adela observa los libros en el
anaquel.)
Santiago: Sí, encendiste la estufa, pero no funciona. Algo
extraño pasa, tampoco funciona el teléfono.
Adela: Hoy es un día diferente, vos lo dijiste hace un
momento.
(Adela agarra uno de los libros y lo hojea mientras habla.)
Adela: En la Divina Comedia, es Beatriz quien guía a Dante
a través del paraíso, Beatriz baja del cielo para buscar al
poeta en el purgatorio.
(Santiago busca entre las gavetas de la cocina, mientras habla.)
Santiago: Te soy sincero, nunca entendí bien ese libro…
En parte entiendo el por qué no regresaste, siempre fuiste
brillante, este pueblo te quedaba pequeño, vos siempre
querías saber más, conocer más, y yo siempre fui tan
cobarde ante lo desconocido. Por eso nunca me atreví a
ir a buscarte hasta la gran ciudad… Por suerte tengo una
pequeña estufa de gas, allí podemos preparar el té, así
continuamos con la excusa para este insólito reencuentro.
(Santiago coloca una pequeña estufa. Antes de que la encienda,
afuera suenan unas trompetas. Santiago se acerca a la
ventana y observa hacia el cielo, Adela no se inmuta en ningún
momento, se concentra en la lectura. Declama un fragmento
de La divina comedia, «El paraíso», canto I. Afuera continúan
escuchándose las trompetas.)
Adela: La gloria de quien mueve todo el mundo
el universo llena, y resplandece
en unas partes más y en otras menos.
En el cielo que más su luz recibe
estuve, y vi unas cosas que no puede
ni sabe repetir quien de allí baja;
51
porque mientras se acerca a su deseo,
nuestro intelecto tanto profundiza,
que no puede seguirle la memoria.
(Las trompetas dejan de escucharse.)
Santiago: ¿Qué fue eso?
Adela: «El paraíso», canto I, La divina comedia.
Santiago: Lo supuse.
(Santiago saca el espejo de su bolsillo y se observa. Se sorprende
de su reflejo.)
Santiago: Algo extraño está pasando, me veo más joven.
Adela: Te dije recién llegué que te veía igual al último día
en que te vi, al día del entierro de mi padre.
Santiago: Hace más frío que de costumbre, y yo sin recordar
donde coloqué los fósforos para encender la estufa. A este
paso nos vamos a congelar antes de que el té esté listo.
Adela: Aprendí a ser paciente, llevo bastante tiempo
esperándote.
Santiago: ¿Qué estás diciendo?... Yo soy el que lleva
bastante tiempo esperando a que cumplieras, a que un día
regresaras y que por fin bebiéramos del té que tanto me
gustaba compartir a tu lado.
Adela: Esa promesa me ha mantenido atrapada en este
lugar frío.
Santiago: Sin vos el té me parece insípido, Adela.
52
Adela: Yo te amé… Te amé como a nadie, Santiago, mi
promesa fue sincera. Solo quería explorar el ambiente de la
gran ciudad algunos años y luego regresarme a este pueblo,
y rendirme en tus brazos, pasar con vos mis mejores años.
Santiago: ¿Qué fue lo que pasó?... ¿Por qué cambiaste de
parecer?
Adela: ¿Y el fuego?
Santiago: Creo que recordé dónde guardé los fósforos.
Adela: Me perdí, era joven y quería fama. La gran ciudad me
permitió desarrollarme como bailarina, aquí no existían
esas oportunidades. Mi sueño tenía un precio, me alejó de
mi familia, me alejó de vos.
Santiago: Nunca lo acepté, solo fingí aceptarlo.
Adela: ¿El qué?
Santiago: Tu pasión por la danza. Me encantaba ver tus
ojos cuando te emocionabas hablando de la danza, y
cuando bailabas para mí eras la mejor, pero al mismo
tiempo odiaba la danza, pues sabía que era la única cosa
que podía separarnos, y así fue.
Adela: Eras mi fan número uno, fuiste un gran apoyo en
mis comienzos.
Santiago: Te dejé de ver por veinte años hasta el día de
la muerte de tu padre y solo fue por un momento, unas
cuantas horas, y ahora ya han pasado treinta años más
desde entonces. ¿Te imaginas si todo este tiempo lo
hubiéramos disfrutado juntos?
Adela: Pero no fue así.
53
Santiago: ¿Por qué?
Adela: No hagas tantas preguntas, es martirizante vivir
con tantos hubieras.
Santiago: Encontré los fósforos, ¿Podrías venir y
ayudarme?... Necesito tu ayuda para encender la estufa.
Adela: Claro, será un placer ayudarte.
(Adela avanza a la cocina, le ayuda a Santiago.)
Santiago: ¿Sabés cómo se encienden estás estufas?
Adela: Creo que debes de girar esta perilla, ahora enciende
el fósforo.
Santiago: Yo nunca la he usado, me la regaló mi hijo… No sé
si estás enterada, me casé. Ya vivía con ella cuando ocurrió
lo de tu padre. Tuvimos dos hijos hermosos, ambos viven
en el extranjero, vienen una o dos veces al año a visitarme.
Adela: ¿Has sido un buen padre?
Santiago: Lo he intentado, los hijos siempre toman su
camino, es la ley de la vida.
Adela: Siempre creí que serías un gran padre… ¿Y con ella
qué pasó?
Santiago: Se apagó la llama.
Adela: Suele pasar.
Santiago: Del fósforo, digo, se apagó la llama. Ayúdame a
cubrir el viento para que no se apague de nuevo.
54
Adela: Entre nosotros siempre hubo chispa, lo recuerdo.
Santiago: Nunca pude olvidarte, mi Adela.
Adela: Dos intensos.
Santiago: Amor a primera vista.
Adela: Te conocí en verano, un día sábado. Yo tenía quince
años y mi papá nos dejó a mi hermano y a mí ir a nadar
al río. Vivíamos a unas cuadras, pero antes de llegar te
cruzaste en el camino.
Santiago: Ese día un amigo me prestó la bicicleta, y no
sabía que estaban malos los frenos.
Adela: Mi hermano te socorrió cuando te estrellaste en el
pavimento.
Santiago: Tu hermano siempre me simpatizó, ¿qué fue de
él?
Adela: Murió hace unos años, de un resfriado. Nos
encontramos ese día, conversamos por un rato, luego él
continuó su camino.
Santiago: Lo lamento tanto.
Adela: Era un tipo listo. Mientras él te socorría, notó de
inmediato que quedé perpleja admirándote.
Santiago: Cuando te vi creí que había muerto del golpe y
que era un ángel que venía a mi recibimiento. Me enamoré.
Adela: Tenías una cara de bobo.
Santiago: Cualquiera, con el golpe que me di. Me distraje
viéndote de lejos, y no pude frenar, me tiré de la bicicleta.
Lo malo es que caí de cara al suelo. Sentí vergüenza de que
observaras mi torpeza.
55
Adela: Tu torpeza de cierta manera me cautivó. Te raspaste
el cachete.
Santiago: Anduve dos semanas con el raspón… lo recuerdo
porque fue el tiempo que tardé para pedirte que fueras mi
novia.
Adela: ¿Querés comer una rosquilla en lo que hierve el
agua para el té?
Santiago: No podría resistirme a tal oferta.
Adela: No me preguntes cómo las conseguí. (Adela come
una rosquilla.) Están riquísimas.
Santiago: ¡Están de infarto!
Adela: ¿De infarto?
Santiago: Es solo un decir.
(Adela ríe.)
Santiago: ¿Por qué la risa?
Adela: Tenés un humor sarcástico… sos muy gracioso.
Santiago: ¿En serio?... ¿gracioso yo?... Es por eso que morí
el último día en que nos vimos, ves cosas en mí que ni yo
mismo percibo.
Adela: Es porque no querés darte cuenta… Hay algo que
debo decirte… seguro ya lo has notado… es la razón por
que la enfermera no te escucha.
Santiago: Más despacio, por favor, Adela, no nos
apresuremos a hablar de eso, aún tenemos tiempo… He
56
practicado algunos pasos de baile durante estos años,
estaba ensayando justo cuando llegaste.
Adela: Eso tengo que mirarlo, ¿Vos bailando? Siempre te
rogué para que saliéramos a una discoteca, pero nunca te
animaste.
Santiago: En parte comprendo por qué te desinteresaste de
mí, vos bailarina y yo una tabla sin ritmo, ¿que podíamos
tener en común?
Adela: No te hagas la víctima, mejor enséñame lo que en
estos años has aprendido.
Santiago: Con mucho gusto acepto, su reto mi bella amada.
(Música y baile a elección.)
(Hablan mientras bailan.)
Adela: Estoy gratamente sorprendida, bailas muy bien.
Santiago: He practicado mucho, tenía que estar a la altura
de una espectacular bailarina… Te conté que tengo una
colección de suculentas. Si querés luego vamos al jardín y
te las muestro.
Adela: Es mejor no salir, la neblina se pondrá más densa.
Santiago: Aquí nunca hay neblina, al contrario, es por eso
que cultivo suculentas, aquí el sol pega fuerte.
Adela: Pero hoy es un día diferente, vos lo dijiste ya varias
veces.
(La música termina y dejan de bailar. Santiago se asoma a la
ventana, se percata de la neblina)
57
Santiago: Hoy es un día diferente… afuera está nublado…
si no querés salir por lo menos acercate a la ventana…
podemos ver algunas suculentas desde aquí.
(Adela se acerca.)
Adela: No sabía que te gustaban las plantas.
Santiago: Algunas cosas han cambiado. Renuncié a la finca
bananera antes de la gran huelga. Comencé a trabajar la
tierra que me heredó mi padre, sembré café. El país de
repente se convirtió en uno de los mayores productores de
café, y eso me benefició. Lo chistoso es que a mí ni siquiera
me gusta el café, siempre preferí el té.
Adela: Lo sé, en eso no has cambiado.
Santiago: ¿Miras aquellas?... Son crasuláceas… son de
las suculentas que más me gustan, siempre te recordaba
al mirarlas, son como flores que no se marchitan, yo me
identifico más con aquellas otras… las cactáceas, con
muchas espinas, son de las que menos agua necesitan,
así como mi relación con el amor… he mantenido en mis
reservas las gotas de cariño que alguna vez me diste, Adela.
Adela: Solo fueron tres años el tiempo en que estuvimos
juntos.
Santiago: Los mejores tres años de mi vida… pudimos
conocer un manantial, pero en cambio nos conformamos
con algunas gotas. Pudimos… ¿te das cuenta, Adela?... lo
de nosotros podía durar más, pudimos disfrutar por más
tiempo de nuestro amor.
Adela: Pero no fue así.
Santiago: ¿Por qué?
58
Adela: El agua ya debe estar hirviendo… por fin cumpliré
mi promesa y podré continuar mi camino.
Santiago: ¿Puedo ir con vos?
Adela: Las trompetas sonarán nuevamente.
Santiago: ¿Eso qué significa?
Adela: ¿No te has dado cuenta?… El agua ya debe estar
hirviendo. ¿Me podés ayudar y colocar la tetera en la
mesa?, yo llevaré las tazas.
Santiago: Con mucho gusto.
Adela: Tené cuidado, está caliente.
Santiago: Tengo tantas preguntas… vos también te ves
como el último día en que te vi, lo cual es raro, ya que han
pasado treinta años desde ese día.
Adela: ¿Al fin lo notaste?
Santiago: Durante el velorio, ¿por qué te escapaste un
momento conmigo, si sabías que no ibas a regresar?
Adela: ¿Y vos por qué no me dijiste que te habías casado?
Santiago: No quería arruinar ese maravilloso momento, en
que te tenía después de tanto tiempo en mis brazos.
Adela: No estaba preparada para afrontar la muerte de mi
padre. A pesar de eso, fue lindo estar con vos nuevamente.
Me fui creyendo que regresaría.
Santiago: En ese tren se fue mi vida. Una parte de mí murió
ese día.
59
Adela: ¿Y hoy cómo te sentís?
Santiago: Hoy me siento vivo. Gracias por la visita.
Adela: Te lo prometí bajo la lluvia.
(Suenan nuevamente las trompetas, Santiago se acerca a la
ventana y observa el cielo. Adela, mientras tanto, sirve el té.)
Santiago: Es la segunda vez que se escuchan.
Adela: En realidad es la sexta vez. Las primeras cuatro
sonaron antes de nuestro encuentro.
Santiago: ¿Crees que suenen nuevamente?
Adela: ¿Cómo podría saberlo?… Te serví un poco de té,
deberías de sentarte… ¿Querés que le ponga azúcar?
Santiago: Mejor no, por lo de la diabetes… La enfermera
debió de irse y no me percaté. Normalmente se despide
antes, pero hoy es un día diferente.
Adela: Bebé tu té.
(Ambos beben. Un silencio mientras se observan.)
Santiago: Se llama Sofía.
Adela: ¿Quién?
Santiago: Mi ex esposa… Te esperé por varios años. Yo
estaba casi en los cuarentas cuando conocí a Sofía. Ella
acababa de cumplir veintiuno. Juró que la diferencia de
edad no sería un problema, pero mintió… Envejecí y ella
por fin aceptó que la edad sí era un problema. Se fue un
día y no regresó… rehízo su vida junto a otro tipo más
60
joven que ella. No le guardo rencor, yo realmente nunca la
amé con la intensidad que te amé a vos… eso nunca se lo
dije… No me quejo, me dio dos hijos hermosos: Rodrigo,
el mayor, es ingeniero, y Ernesto, el segundo, es profesor
de idiomas. Ambos viven en el extranjero, ya te lo había
comentado. Mis hijos son mi orgullo… ¿Y qué fue de vos?...
¿te casaste?... ¿tuviste hijos?
Adela: Bebé otro poco de té, mi querido Santiago… te lo
preparé con mucho cariño.
(Ambos beben. Un silencio mientras se observan.)
Adela: No tuve hijos, no me casé. Tuve algunos amantes,
ninguno sorprendente. Mi vida giró en torno a la danza.
Viajé por muchas ciudades, pisé grandes escenarios, brillé,
recibí millones de aplausos. No me quejo de la vida que
me tocó vivir, tuvo su recompensa el sacrificio, no me
arrepiento de nada.
Santiago: Está delicioso el té, muchas gracias.
Adela: Estaba en lo mejor de mi carrera, cuando ocurrió el
accidente… Hace quince años que deambulo en este lugar
frío al que hoy has llegado.
Santiago: Deberíamos de beber té con más frecuencia, mi
amada Adela, el eucalipto ayuda a disminuir el azúcar en la
sangre y la canela es un estimulante natural de la actividad
de la insulina.
Adela: Regresé para cumplir mi promesa. Una vez que
terminemos la última gota de té, me marcharé, y al igual a
como lo hizo mi hermano, yo continuaré mi camino.
Santiago: Dejaré que se enfríe el té por un momento.
61
Me parece muy interesante esta plática, solo que me
avergüenza aceptar que no termino de entender lo que
exactamente tratas de decirme.
Adela: ¿Ya te asomaste a la habitación?
Santiago: Salí de ella antes de que vinieras.
Adela: Pero, ¿miraste hacia atrás?
Santiago: ¿Por qué debía hacerlo?
Adela: Hay un cuerpo tendido en la cama
Santiago: ¡¿La enfermera?!... ¿es por eso que no me
contesta?
Adela: ¿Por qué no vas y lo comprobás?
(Santiago se levanta y se dirige a la puerta que conduce a la
habitación principal. Se sorprende de lo que ve y guarda silencio
por un momento antes de hablar.)
Santiago: ¿Por qué no me lo habías dicho?
Adela: ¿Dirás que no lo sospechabas?
Santiago: Me pareció raro despertarme con la sensación
de que esta era mi casa, pero que al mismo tiempo era un
lugar diferente… Empecé a sospecharlo cuando observé
mi reflejo, mucho más joven… y lo supe cuando te vi
entrar, igual de hermosa… igual al último día en que nos
vimos… Aquí nunca hay neblina, y ese extraño sonido
de las trompetas… Te esperé por tanto tiempo y nunca
regresaste, y hoy así de repente estás aquí… Lo que no me
queda claro, es qué fue lo que ocurrió con la enfermera.
62
Adela: Está aquí, en este momento, en la habitación,
intentando revivirte.
Santiago: Eso no es cierto, no la veo por ningún lado, lo
que veo es el cuerpo de un anciano que acaba de morir de
un infarto. ¿Qué está pasando?
Adela: El amor que me tenés es tan grande que me ha
mantenido atrapada en este lugar tan frío durante quince
años… La promesa que te juré fue verdadera y no podía
continuar mi camino sin antes cumplirla. Ya era en aquella
vida como lo es ahora en esta. Cuando terminemos la
última gota del té que preparamos, yo quedaré libre de
cualquier promesa que me mantiene atrapada en este
limbo, me podré ir y descubrir qué es lo que sigue.
Santiago: Disculpa, Adela, que sea tan maleducado, hace
frío y no te he ofrecido un abrigo. También tengo algunas
bufandas que podrían servirte.
Adela: ¡Ya cállate, por favor!... ¡Sólo decís estupideces!...
¿Por qué nunca fuiste a buscarme?... Ambos somos
culpables de que nuestra historia haya sido tan corta… El
tiempo ya pasó y no podemos hacer ya nada. Lo que ahora
te pido es que me dejes ir. Sé que me has amado y te lo
agradezco, pero ya es necesario que me dejes marchar de
este lugar tan frío. Llevo mucho tiempo aquí atrapada.
Santiago: No te creo que estoy muerto. Al contrario, hoy
me siento vivo, como hace mucho no me sentía, como el
último día bajo la lluvia.
Adela: Un vivo que se siente muerto, un muerto que se
siente vivo. ¿Ahora lo entendés?
63
Santiago: Lo entendí desde la primera vez, solo fingí no
entenderlo. Quiero alargar al máximo posible este hermoso
reencuentro. Nunca ha sido mi intención atraparte,
simplemente he mantenido vivo mi amor por vos.
Adela: Yo también me enamoré, desde el primer día en que
te estrellaste en el pavimento, mis cachetes raspados…
Cuando me pediste que fuera tu novia fue el día más feliz
de mi vida. Los tres años a tu lado fueron maravillosos.
Nunca me volví a enamorar, la danza y vos fueron mis
amores más entrañables.
Santiago: Pero ahora estamos juntos nuevamente. Este
puede ser un nuevo comienzo, no tenemos por qué volver
a separarnos.
Adela: En el largo camino de la vida y de la muerte, cada
quien tiene su propio camino. Es cruel aceptarlo, pero es
cierto. Nuestros caminos se separaron hace tanto tiempo.
(Suena el palpitar de un corazón. Se escucha la voz de la
enfermera, combinado con el sonido de choques eléctricos.)
Voz de la enfermera: ¡Don Santiago!... ¡regrese!... ¡sus hijos
lo están esperando!... ¡Don Santiago!
Adela: Este es nuestro destino… Fue lindo verte de nuevo…
Vos tenés ahora la oportunidad de regresar. No puedo ser
egoísta y pedirte que no lo hagas. Tus hijos te necesitan. Si
no regresás ahora, te quedarás atrapado en este lugar frío.
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Santiago: ¿Y por qué no caminamos juntos por el mismo
camino?... No me importa estar una eternidad en un
limbo si es a tu lado. No quiero que nuevamente tomemos
caminos diferentes… Pasaron veinte años hasta el día del
velorio, en que nuevamente hicimos el amor en el baño del
salón de vela, y luego tan rápido tenías que irte. Te fui a
dejar hasta la estación del tren, sin importar la tormenta
que azotaba, y desde entonces pasaron treinta años más.
En total son cincuenta años que pudimos compartir…
pero no fue así… ¿Por qué?... No quiero regresar a aquella
realidad que llaman vida. Para mí la vida es este momento
que estoy a tu lado. ¿Por qué decís que no podemos irnos
juntos? No quiero regresar a aquel cuerpo de anciano.
Adela: No estás entendiendo. Yo, al cumplir mi promesa,
podré salir de este lugar a vos, en cambio te atrapará el
amor de tus hijos, no podrás salir de aquí hasta que ellos
te dejen ir y continuar, así como vos lo has hecho conmigo.
Santiago: Esto me parece tan absurdo.
Adela: ¿Por qué te parece absurdo?
Santiago: O sea que somos espíritus atrapados en un
limbo, bebiendo té y comiendo rosquillas.
Adela: Son tantas las cosas que ignoramos sobre la vida y
sobre la muerte.
Santiago: Te amo, Adela. Este es el día más feliz de mi vida.
Adela: Hoy moriste Santiago, date cuenta, pero tenés la
oportunidad de regresar… Terminemos rápido de beber el
té, tal vez no quede mucho tiempo.
Santiago: No quiero terminar de beber el té, quiero vivir
este momento eternamente.
Adela: Este momento debe terminar.
Santiago: Eso significa que será el final de nuestra historia.
Adela: Y el principio de una nueva. Por fin descubriré qué es
lo que sigue. Por favor, ya no me mantengas aquí atrapada.
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Santiago: No quiero que te vayas… El pensar que un día
vendrías y nos reencontraríamos me mantuvo vivo todos
estos años. Quería verte de nuevo. Mi mayor deseo era
volver a verte al menos una última vez.
Adela: Ese deseo es el que me ha mantenido aquí, sin poder
salir, y hoy por fin nos reunimos una última vez, así como
lo deseabas. Ahora debo continuar y descubrir qué es lo
que sigue.
Santiago: ¿Y yo?
Adela: Vos ya sabés lo que debés hacer.
(Se escucha nuevamente el palpitar de un corazón, seguido de
la voz de la enfermera.)
Voz de la enfermera: ¡Don Santiago! ¡Regrese por favor!…
¡Sus hijos lo están esperando!... ¡Regrese por favor!
Adela: Te están esperando.
Santiago: Para mí este no será un adiós, sino un hasta luego.
Te amo tanto, Adela, tanto, desde el primer momento en
que te vi y no pude frenar la bicicleta. Sé que debo dejarte
ir y desear que tu felicidad también sea la mía. Ha sido un
placer verte de nuevo… Al final saldrás por aquella puerta
y yo entraré a esa habitación, donde está tendido mi
cuerpo, pero eso no quiere decir que no estaremos juntos.
Vos no sabés lo que nos depara la vida o la muerte. Nadie
jamás podrá negarnos que estuvimos hechos el uno para
el otro. Yo ahora, al igual que vos, debo resolver un asunto
pendiente. Es por eso que regreso a esa muerte que llaman
vida, para enseñarles a mis hijos que deben dejarme
regresar a esta muerte que para mí es vida, porque estoy a
tu lado. Quizás nos veremos luego, Adela.
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(Santiago bebe hasta la última gota del té.)
Adela: Ha sido un placer para mí volverte a ver, y disfrutar
este momento tan grato a tu lado.
Santiago: ¿Ahora te irás?
Adela: Aún no.
Santiago: ¿Y entonces?
Adela: Antes una última cosa.
(Adela besa a Santiago, él se entrega perdidamente. Suenan
nuevamente las trompetas.)
Adela: Se me anunció que al cumplir la promesa sonarían
las séptimas trompetas, que marcarían el fin y el inicio…
el momento de mi partida… pero antes de irme… ¿en qué
estábamos?
Santiago: Me estabas guiando por el paraíso.
(Ambos se besan nuevamente.)
Adela: Me tengo que ir.
Santiago: Lo sé, no puedo ser egoísta, te deseo un lindo
destino.
Adela: Igual yo.
Santiago: ¿Debería de acompañarte a la salida?
Adela: Sería un lindo detalle.
Santiago: Encontraré la manera, ahora soy yo el que
promete buscarte.
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Adela: No prometas nada.
Santiago: Tu promesa fue cumplida, te dejo ir en paz.
Adela: Gracias, Santiago, vos fuiste el amor de mi vida, te
amaré por toda la eternidad.
Santiago: Adiós, mi amor. Gracias por la visita.
(Adela sale. El sonido del palpitar de un corazón se escucha
nuevamente, seguido de la voz de la enfermera.)
Voz de la enfermera: ¡Don Santiago!... ¡Por favor regrese!...
¡Su hijo Rodrigo sigue en el teléfono!... ¡Conteste por favor,
don Santiago!
(Santiago avanza por la sala. Se detiene a la par de la puerta
que conduce a la habitación y observa su interior luego entra.)
Voz de la enfermera: ¡Don Santiago!... ¡Es un milagro!...
¡Está con vida!... ¡su corazón funciona!... ¡Su hijo está al
teléfono, don Santiago!... ¿Quiere hablar con él?... ¿Se
siente capaz?
Voz de Santiago: ¡Enfermera!... Muchas gracias por su
ayuda, quiero hablar con mi hijo… ¡Hijo!... ¡hijo querido!...
¿cómo estoy me preguntas?... ¿Qué puedo decirte hijo
querido?... el amor es tan difícil de explicar.
(Se escucha la voz de Santiago mientras se apagan las luces y
se cierra el telón.)
FIN.
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EL JARDÍN DE LAS DELICIAS
Ishtar Paz
Personajes
Napoleón (50 años, director de teatro.)
Jazmín (30 años, primera actriz del grupo independiente.)
Rosa (35 años, actriz y profesora.)
Lugar
Sala de un teatro independiente.
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OBRA EN TRES ACTOS
ACTO 1
“El paraíso”
Sala de un teatro independiente
En el escenario hay un gran baúl cerrado con un candado; atrás
hay dos cortinas traslúcidas. Alguien está probando luces, ilumina
el baúl. Se oye que tocan a la puerta; baja una mujer vestida
con ropa de ensayo, abre la puerta. Entra una mujer con una
mochila y un reloj de madera mediano.
Rosa: Jazmín.
Jazmín: Rosa.
Rosa: Cuánto tiempo.
Jazmín: (Da un paso hacia ella, lo piensa y le da la mano.) Un
gusto verte. Con que eras la sorpresa. (Ríe.)
Rosa: (Desde la puerta.) Este lugar no ha cambiado nada.
Vos no has cambiado nada.
Jazmín: ¿No? Pintamos el año pasado. (Sonríe.) Vos tampoco,
estás igual que antes… Siento que fue ayer que saliste
por la puerta.
Rosa: (Le da un abrazo.) Que bueno poder trabajar juntas
nuevamente.
Jazmín: (Se sienta.) ¿Napoleón ya te había dicho?
Rosa: No. ¿A vos?
Jazmín: Tampoco. (Silencio.)
73
Se escuchan unas risas, parece que vienen de la planta de arriba
del teatro.
Rosa: Recordé tu abrigo, el grande que usabas en aquella
obra.
Jazmín: ¿Cuál? (Mirando el reloj.)
Rosa: Recuerdo que tenía una cinta roja que lo rodeaba.
El abrigo era café, con manchas negras. Te quedaba muy
grande.
Jazmín: Ah, de El Fausto.
Rosa: Sí. (Silencio.)
Jazmín: Siempre me gustó más Hamlet, todas esas muertes
por envenenamiento, tan poético, tan romántico, tan
trágico, era mucho más divertido actuarla… El Fausto me
aburría.
Rosa: (Ríe.) A mí también me aburría, por eso me fui…
Jazmín: Hace tiempo no te veía… Qué bueno que te haya
llamado Napoleón.
Rosa: Sí.
Jazmín: Hace años no te veía.
Rosa: Veo tan lejana esa época, cuando vos y yo… Fue una
linda época. ¿Te acordás del reloj de madera? Marcábamos
los días y los minutos para el ensayo general… las campanas
sonaban muy fuerte, nos ponía tan alerta y corríamos
a apagarlo cuando faltaban cinco minutos. Vos me diste
este reloj y desde entonces lo uso para todas las obras, bueno…
Las obras que monto con mis estudiantes.
74
Jazmín: Siempre llegás temprano por eso. (Ríe.)
Rosa: Vos también.
Jazmín: No creí que fueras a regresar.
Rosa: Yo no creí volver. Pero cuando me dijeron que Margarita
tuvo un accidente, simplemente no me pude negar,
me llaman las tablas.
Jazmín: Sí. (Se levanta y estira.)
Rosa: ¿Qué le pasó a Margarita? (Deja el reloj en el baúl.)
Jazmín: Lo mismo que a Amapola.
Rosa: (Se levanta y estira.) Por cierto, ¿el abrigo se había
perdido no?
Jazmín: ¿Cuál abrigo?
Rosa: El de El Fausto.
Jazmín: Pasaron 5 años. ¿No? Desapareció casi cuando te
fuiste... Se dijo que te lo llevaste.
Rosa: Sí, lo buscaron en mi casa, Amapola era una persona
que estaba mal de la cabeza. ¿Sigue?
Jazmín: Sí.
Rosa: ¿Y ya no? (Hace un movimiento con la mano.)
Se escucha una risa desaforada.
Jazmín: Lo hace, pero ya no le hacemos caso.
75
Rosa: Es tan raro regresar.
Jazmín: ¿Y lo tenías?
Rosa: ¿El qué?
Jazmín: El abrigo, ¿lo tenías?
Rosa: No.
Jazmín: Era un lindo abrigo.
Rosa: (Bebe agua.) Sí, lo era. Te importó más el abrigo que…
Jazmín: ¿Cómo?
Rosa: Que nosotras, pasé muchas noches pensando. ¿Por
qué nunca me lo preguntaste? ¿Por qué de un día para otro
le creíste a Amapola y no a mí?
Jazmín: Rosa, yo… Esos días fueron muy agobiantes, todo
fue confuso… Pero ahora te creo.
Rosa: (Levanta la voz.) ¿Recién ahora?
Jazmín: Sí, Rosa. Si Napoleón te llamó, es porque sabe que
no te llevaste el abrigo, y yo le creo. Él ve adelante, siempre…
Y que estés acá hará que la obra sea mejor… Lo sé,
siempre fuiste una gran actriz.
Rosa: (Suspira.) Y… ¿cómo te sentís con esta obra? ¿Qué
dice Napoleón?
Jazmín: Napoleón estrenará su «obra maestra», o por lo
menos, él la llama así (ambas ríen.) Y creo en él, ha pasado
incontables noches sin dormir, terminando de escribir, y
analizando cada segundo la obra de El Bosco. Vamos, Rosa,
76
alegrá ese rostro, ya olvidamos el abrigo, y se viene algo
grande. (Le da un abrazo.)
Rosa: Se habla mucho de este estreno.
Jazmín: Todos los reconocimientos que ha ganado en su
vida, ahora toman más fuerza que nunca. Iremos al doble
de países que fuimos antes, es más, ya le han enviado invitaciones
de varios festivales.
Rosa: Siempre fueron importantes sus logros para vos.
¿Verdad?… «El gran Napoleón» siempre ha trabajado con
grupos pequeños, con el mismo elenco toda la vida. «Una
vida dedicada al arte».
Jazmín: Somos su jardín, Rosa, hemos cultivado esto, y
ahora con esta gran obra.
Rosa: ¿Ayudaste a escribirla?
Jazmín: Le serví de inspiración.
Rosa: ¿Solamente eso? ¿Ya no escribís?
Jazmín: Dejé eso atrás, Rosa, Napoleón me dijo que mi
mayor potencial era la actuación, así que dejé de perder mi
tiempo en eso.
Rosa: Pero Jaz…
Jazmín:(Mira el reloj, la interrumpe.) ¿Y tu papá?
Rosa: Murió, un año después de…
Jazmín: Lo siento, yo no sabía… yo…
Rosa: Supe que las giras empezaron en esa época, y todo es
una locura cuando comienzan.
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Jazmín: (Vuelve a ver el reloj.) Debería haber otro reemplazo
además del tuyo.
Rosa: ¿Ah, sí?
Jazmín: Sí, la asistente se fue.
Rosa: ¿Quién será?
Jazmín: No sé, sabes que a Napoleón le gustan los secretos…
Yo no sabía que venías hoy. Aunque seguramente se
quede así… esta obra es un gran secreto, todos saben que
la está haciendo, pero nadie sabe de qué se trata… No creo
que se lo confíe a alguien más.
Rosa: Yo no sabía que seguías acá. Creí que te ibas a Indonesia,
escuché de una beca, de máscaras balinesas.
Jazmín: No, no pude irme, mi deber es estar acá.
Rosa: ¿Para servir de inspiración?
Se vuelven a escuchar las risas. Tocan a la puerta, Jazmín la
abre. Entra Napoleón, un hombre de 50 años, con camisa y
pantalón de tela blanca y sandalias.
Napoleón: ¡Buenas, buenas! Siempre temprano, ¿no? (Le
da un beso en la boca a Jazmín.)
Jazmín: Sí.
Napoleón: Ya se vieron, maravilloso. ¡Ya conocen parte de
la sorpresa!
Jazmín: Vaya sorpresa.
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Napoleón: ¡Sabía que estarías encantada! Los reencuentros
en este grupo se ponen al día. (Mira a Rosa.) Y volvemos a
ser como hace varios años. (Se acerca a Rosa y le da un beso
en la boca.)
Rosa: Maravilloso. (Le quita la mirada.)
Napoleón: Bien, bien. Falta el último comodín y les lanzo
la noticia. (Suena su teléfono, contesta.) ¿Hola? Sí… Sí…
¿No hay nada qué? … No, por supuesto… Claro, bueno, si
no hay nada que se pueda hacer… Listo, bueno… abrazos.
(Cuelga el teléfono.) Al parecer Margarita no podrá caminar
en un año, estará en recuperación y no podrá venir al estreno.
Jazmín: Pobre Marga…
Rosa: ¿Y qué le pasó?
Napoleón:(Ignora a Rosa.) Bueno, las he reunido esta tarde,
encontrándose de esta manera tan abrupta, después
de tantos años de vivir en la incertidumbre que llamamos
vida, porque... Porque tuve una visión, compañeras. Está a
punto de suceder lo que les había dicho años atrás. Se acerca
el inicio de una nueva temporada, y con ella el cambio de
muchos paradigmas, esta será mi obra maestra. ¿Escucharon
bien? ¡Mi obra maestra! Mi visión es la misma de hace
unos años. (Cae repentinamente, se sostiene en el baúl.) Acá.
No queda nada de nosotros ya. ¿No lo entienden? El cambio
es inminente y sólo estamos nosotros tres para cambiarlo,
hoy, todo cambiará. Por su pasado, el mío y todo lo
que eso conlleva…
Se escucha la respiración fuerte y agitada, seguida de aplausos.
Napoleón: Ahora verlas juntas, para terminar mi gran obra
maestra, «El jardín de las delicias», inspirada en El Bosco,
una maravilla de la contemporaneidad, y ustedes serán
parte de ella. Nos quedan dos semanas, debemos retomar
lo antes posible. Rosa, ¿cómo estás con los textos? ¿Viste
los videos?
79
Rosa: (Viéndolo con admiración.) Estoy lista, Napoleón, llevo
años esperando esto.
Jazmín: Rosa, has llegado en el mejor momento del grupo,
y pensar que te fuiste tanto tiempo, y ahora regresaste,
con tu reloj.
Napoleón: Maravilloso, Rosa, este reloj es histórico acá, y
vos también lo sos. Campanas sonando en el estreno, el
Ángel que desapareció por años, regresa. ¿Qué te parece?
¡Para la publicidad!
Se escuchan risas.
Napoleón: ¿Se dan cuenta? Serán parte del más grande trabajo
del cual participarán en su vida, está obra lleva años
gestándose, mil vueltas dieron en mi cabeza, esto como entenderán
no nació hace poco, y tampoco terminará pronto,
lo llevarán en sus recuerdos siempre. Y se completa la obra
al ustedes ser parte de ella, que tan animosamente accedieron
a transitar en sus vidas, como un estilo de vida.
Jazmín: En todas las obras que querrás seré parte.
Napoleón: Y el comodín final es Rosa. ¿No te parece, Jazmín?
¿Qué después de tantas vueltas la vida nos la trajo
de vuelta? ¿Qué malentendidos horribles nos la haya arrebatado
por tantos años? Somos tres, en este espectacular
trabajo… (Se escuchan risas tímidas de arriba.) Y este teatro,
que tanto ha visto de nuestras vidas. (Se sienta sobre el baúl
y lo acaricia.) Y que tantos secretos nos ha guardado. (Se
queda abstraído en sus pensamientos.)
Jazmín: (A Rosa, bajando el tono de voz.) Al final Margarita
no se lo merecía tanto.
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Rosa: ¿Y qué le pasó a Margarita? ¿Vendrá a los ensayos al
menos?
Jazmín: No esperés que venga, ella no quería ser parte de
la obra realmente, venía tarde a los ensayos y no entendía
la obra, era muy compleja para ella… (Le toma la mano a
Rosa.)
Napoleón: (Interrumpe bruscamente.) Vamos, a escena entonces.
A sentir el espacio. (Enciende un parlante y se escucha
música tribal.)
Las dos actrices entran en el escenario, el baúl está en el centro
y hay una luz fría iluminándolas, ambas recorren el espacio,
hacen figuras con el cuerpo, bailan rodeando el baúl, Jazmín se
acerca a Rosa y le da un beso en la mejilla, esta sigue moviéndose
por el escenario y sonríe.
Napoleón: ¡Alto! ¡Texto!
Jazmín: Fuimos Polvo.
Rosa: Y Polvo seremos.
Jazmín: (Se mueve por el escenario, moviendo el cuerpo expresivamente.)
Y de las fauces renaceremos, vivas, rodeando
fuente de la vida, hombres y mujeres por igual, caminando
en el Edén, con el paraíso en nuestras manos, la virtud se
extiende, y con las manos desnudas atravieso el camino a
la libertad.
Rosa: Y volvemos, a donde nunca pudiste llegar, a tu nacimiento
como humanidad.
Las actrices se mueven por el espacio, se escuchan aplausos.
Rosa: ¿Es necesario el baúl acá?
Napoleón: Es necesario todo lo que hay, vas muy bien,
Rosa, te ves despampanante en la escena. ¿Verdad, Jazmín?
81
Jazmín: Muy bien, Rosa. (La abraza.) Como en los viejos
tiempos.
Napoleón: (Apaga la música y se acerca al escenario.) Ahora
quiero que las dos se queden ahí, justo así.
Ambas se quedan abrazadas, Jazmín se deja caer y hace una
vuelta ágil y ahora abraza a Rosa por la espalda.
Jazmín: Y los días son horas, y las horas se convierten en
años.
Ambas se desvanecen y vuelven a colocarse en la misma posición
varias veces.
Napoleón: (Susurrando.) Ahora bésala y siéntela de verdad,
Jazmín.
Jazmín besa a Rosa, ella reacciona tímida, pero igual le devuelve
el beso, ambas siguen besándose, ahora con más ímpetu que
antes.
Napoleón: Y comienza el nuevo jardín de las delicias…
(Sale de escena.)
Ambas siguen besándose en el escenario, se apaga una a una
las luces, se escuchan las risas de la segunda planta.
Fin del primer acto.
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ACTO 2
“La Tierra”
Primera parte
Una semana antes del estreno
Camerinos
Rosa está sentada frente al espejo. Hay un estante con máscaras.
Ella abre y cierra la boca, hace sonidos guturales con la
voz, se para y toma una rosa que está colocada frente al espejo.
La observa, suspira, la guarda en el bolsillo de un abrigo colgado
en un costado del camarín. Practica la secuencia de acciones
de una coreografía cuando llega Jazmín, que se queda observándola
desde la puerta.
Rosa: De nadie estamos más lejos que de nosotros mismos,
de nadie estamos más lejos que de nosotros mismos, de
nadie estamos más lejos que de nosotros mismos. (Repite
varias veces de diferentes formas frente al espejo.)
Jazmín: No somos conocedoras de nosotras mismas.
Rosa da un salto del susto y ríe, inmediatamente vuelve a practicar
la secuencia de acciones de la coreografía.
Jazmín: Desde que te fuiste, las cosas no son iguales.
Rosa: Desde que me fui, mi vida mejoró.
Jazmín: ¿Y cómo crees que me fue a mí?
Rosa: Eso depende.
Jazmín: ¿De qué?
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Rosa: Si te diste cuenta.
Jazmín: ¿Cuenta de qué?
Rosa: (Toca con su mano el exterior del bolsillo del abrigo colgado
y la retira.) Napoleón no ha cambiado, ¿verdad?
Jazmín: Hemos cambiado, aunque no lo parezca.
Rosa: ¿Por qué nadie me dice lo que le pasó a Margarita?
Jazmín: Se cayó de las gradas, como Amapola.
Rosa: Debí imaginarlo. ¿Por qué en este teatro las actrices
tienen los mismos accidentes?
Jazmín: Creo que es por la forma de las gradas.
Rosa: ¿Te parece que es por eso? Jaz, tenes que ver más
allá. (Suspira.) Debo irme, tengo que repasar. Falta poco
para el estreno. (La abraza, y sale por la puerta, regresa inmediatamente).
Me hiciste mucha falta.
Jazmín: Siento lo mismo.
Rosa: Tenés que cuidarte mucho.
Jazmín: Sé cuidarme sola. (Sonríe y se sirve una copa de
vino.) ¿Y vos?
Rosa: (Ríe). Yo también me cuido sola. (Se acerca a Jazmín
y le besa la mano. Sale.)
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Jazmín se sienta frente al espejo, abre y cierra la boca, hace
sonidos guturales con la voz. Se toca la mano que le besó Rosa.
Hace sonidos cada vez más fuertes, toma un vaso, hace gárgaras
y escupe; ahora los sonidos son estridentes. Cae al suelo y
se levanta lentamente.
Jazmín: ¿Bajo qué condiciones inventó el ser humano esos
juicios de valor, del bien y el mal? ¿Qué valor tienen ellos
mismos? ¿Cuándo los recuerdos se volvieron tan amigos
del presente? (Se para sobre la silla.) Hoy vengo a disfrutar
de todos los placeres, todo lo que me fue negado antes
será disfrutado en el resto de mis días. (Se baja, se vuelve
a ver en el espejo y toma vino.) Hace tanto que no la veía,
hace tanto… ¿Pasaron en vano los años, o a qué se refiere?
Siempre fue tan concisa, tan real, tan… (Se sacude la
cara, se sube en un estante de un salto.) La felicidad es solamente
la ausencia del dolor, y este sentimiento que me
abriga no es más que una mentira, con olor a delicias. No
he encontrado un verdadero propósito, ni un solo rasgo
de exactitud en su mirada. (Se sienta, toma el texto.) ¡No,
no! Así no va… ni un solo rasgo de exactitud en su mirada
(Aparta el texto). ¿Qué quería decir con que Napoleón no
ha cambiado? ¿Qué tiene que ver eso con darme cuenta
de quién sabe qué cosas está imaginando? (Se acomoda en
el estante y deja caer el abrigo, lo recoge y encuentra la rosa.)
Claro, «no cambia» (Le habla a la rosa). ¿Verdad, rosita, que
te encanta? ¿Por eso regresaste? … (Vuelve a colocar la rosa
en el abrigo.) Antes era todo perfecto… ahora hay un sinfín
de historias, y sus misterios regresan... Verla me trae
tantos buenos recuerdos y al mismo tiempo me marea, ya
no puedo seguir pensando en ella, no más... (Se coloca una
máscara del estante, con gesto molesto.) «La felicidad es solamente
la ausencia del dolor, y este sentimiento que me
abriga, no es más que una mentira, con olor a delicias. No
he encontrado un verdadero propósito, ni un solo rasgo
de exactitud en su mirada». (Repite varias veces, sube en el
estante, se sienta, recoge la rosa, la guarda, mientras repite el
texto). Y todos los deseos terrenales, vendrán conmigo al
amanecer».
Napoleón entra en los camerinos, observa a Jazmín repitiendo
varias veces el mismo texto, ella no se percata de que Napoleón
entró y sigue repitiendo mecánicamente. Le pone en un florero
un ramo de jazmines.
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Napoleón: Sos fuego, y la mejor actriz que he dirigido en
mi vida, te verás perfecta, mejor que cualquier otra. Fuego
sos, querida. (Aplaude y Jazmín se detiene.) ¿Escuchaste?
(Le toma el rostro.) Fuego. (La besa, se apagan las luces de
repente.)
Napoleón: Si no reparamos ese controlador de luces, se
nos quema el teatro, Jazmín (ríe.)
Jazmín: Eso no va a pasar, ya lo he revisado mil veces y
se siguen apagando las luces al mismo tiempo, no sé qué
conexión rara les hizo el último técnico.
Napoleón: ¿Y vos sos mejor técnica que cualquier técnico
profesional?
Jazmín: Lo arreglaré.
Napoleón: (Aplaude y se encienden las luces, Jazmín ha comenzado
la misma secuencia.) Lo perfecto en el arte, lo sublime
en el arte, viene de la desaparición del tiempo, de
los recovecos profundos del alma, del sufrimiento. (Mira a
Jazmín.) Y de los sacrificios. (Toma las flores y las destroza.)
¿Qué sería del arte sin los sacrificios? (Se vuelve a apagar
la luz.)
Jazmín: Ahora sí, lo arreglaré. (Sale de escena con una linterna.)
86
Napoleón: (Enciende la vela de un candelabro, que lo ilumina
tenuemente.) ¿Quién diría que a unos días del estreno
estaría encendiendo el candelabro de El Fausto, con Rosa
actuando en la obra? Fue casi un milagro que Rosa aceptara,
por un momento lo dudé, el pasado la atormentaba
mucho y yo no le parecía el mejor recuerdo. (Enciende un
cigarrillo.) En esos días las cosas se descontrolaron, y yo
no pude hacer nada para que el jardín se mantuviera unido,
las uniones hicieron que todo se rompiera, y el maldito
abrigo. (Ríe.) ¿Cómo se me ocurrió que viniera? Y ella es
el comodín, hará que la obra culmine con gracia, ahora las
piezas están en su lugar. (Coloca varias llaves en la mesa.)
Ya no hay nada que pueda romper el engranaje, y yo estoy
más contento que nunca, ellas brillarán y yo estaré ahí,
rompiendo cualquier estigma, volviendo sublime lo que se
ve malvado. En unos días marchará todo a favor del viento,
y yo volaré en los hitos de la historia. Volaré, y ellas indómitas
vomitarán fuego. Ya no volverán a ser las mismas,
no, nunca más serán las mismas después de esto.
Napoleón toma una pluma y escribe una carta. Se escucha un
murmullo, seguido de risas tímidas y el sonido del reloj de madera.
Dobla la carta y la guarda en su bolsillo delantero. Sopla
las velas del candelabro y sale de escena.
Camerinos
Segunda parte
A tres días del estreno
Napoleón está revisando el inventario de la utilería. Jazmín
entra en el camerino.
Jazmín: (Cansada.) Tardé en hacer que funcionara de nuevo,
pero está listo. No dará más problemas.
Napoleón: Llegas tarde al ensayo, Jazmín, es el segundo
día consecutivo, esto es inaceptable… ¿Debo pensar que
estás perdiendo el interés?
Jazmín: ¡Nunca! Sé que es inaceptable y no dejaré que
vuelva a pasar.
Se escuchan risas en la segunda planta.
87
Napoleón: Eso espero, Jazmín.
Entra Rosa, desmejorada. Napoleón la abraza y acaricia su cabello.
Jazmín para, les observa, recoge sus cosas y sale corriendo
del camerino.
Napoleón: Rosa, ¿Qué crees de los impulsos de Jazmín?
¿Te parecen dignos de una actriz? (Le sirve una copa de
vino.)
Rosa: (Rechaza la copa.) ¿A qué te referís con impulsos?
¿Qué tiene que ver con dignidad?
Napoleón: Ah, Rosa, siempre tan audaz. (Toma vino y vuelve
a ofrecerle.) ¿Te molesta algo? ¿O solo yo siento que ustedes
dos se siguen queriendo?
Rosa: No, no. (Revisa las máscaras del estante, no encuentra
su máscara, se toca la cara, luce mareada.).
Napoleón: (Le vuelve a ofrecer vino, ella lo toma.) La extrañas,
¿no? ¿Cuánto tiempo tenías de no verla? ¿De no sentir
su cuerpo? (Se acerca a Rosa.) ¿Tuviste otra relación?
Rosa: (Acerca su rostro al de Napoleón.) No tuve otra opción,
todas creyeron que yo me lo llevé.
Napoleón: ¿Vivís tanto del pasado? (Se aleja.) Creí que vivías
día a día.
Rosa: Lo hago. (Bebe, y busca otra vez la máscara.)
Napoleón: Jazmín se la llevó, la máscara…
Rosa: También busco el reloj, hace días no lo veo.
88
Napoleón: Puede ser que lo haya puesto en otro lugar. Ya
sabés que Jazmín es muy despistada, no es como vos. Sabés
que siempre me gustaron las actrices disciplinadas, dejarse
llevar por arrebatos no es profesional. (Rosa se sienta en
una silla frente al espejo, cada vez se ve más cansada. Napoleón
le pone un collar en el cuello.) Actrices con tu disciplina y
talento no se encuentran, a vos te conviene trabajar acá.
(Empieza a acariciar su cuello.) ¿Te imaginas ser la primera
actriz de un grupo tan consagrado? (Comienza a darle un
masaje.) ¿Querés seguir siendo maestra o querés una
experiencia de verdad?
(Se escuchan gemidos cada vez más fuertes en la segunda planta.)
Rosa: Siempre ha sido mi sueño.
(Jazmín llega y se esconde atrás de la puerta para no ser vista;
permanece oculta toda la escena.)
Napoleón:(Besa en el cuello a Rosa.) Sí, Rosa, tu oportunidad
es acá, junto a mí. (Al oído de Rosa.) Tené cuidado,
Rosita, acá hay gente que no les gusta ver triunfar a los demás.
Vos sabes que siempre estoy de tu lado, como con el
abrigo, fui el único que te defendió, Rosa. (Toca los senos de
Rosa.) Tardé años en que todas creyeran que no eras la culpable.
Lo real es que nadie sabe qué pasó, pero yo siempre
supe que no tenías culpa alguna. (Los gemidos invaden todo
el camerino). Cuántos años pasaron sin poder escucharte,
Rosa, tu voz en el escenario conmueve a quien te escuche,
y gracias a tantas peleas te fuiste lejos, por tanto tiempo.
Rosa: Jazmín me dijo que creía en vos, pero no me habló
por tantos años. ¿Por qué no me habló?
Napoleón: Ella habla por sí misma, Rosa, su razón tendría.
¿Pero por qué hablamos de ella?
89
Rosa: ¿Y Margarita?
Napoleón: Hay tantas teorías como hechos. Las dos han
sido buenas flores en este jardín, pero nunca florecieron
por su cuenta. Ella no pudo asumir el papel, y se tiró por
las gradas, o se cayó… O la tiraron. No quiero pensar en
eso… (Deja de tocar a Rosa, bebe vino.)
Rosa: ¿Creés que alguien la tiró? ¿Por qué no llamaron a la
policía?
(Los gemidos terminan abruptamente.)
Napoleón: ¿Y evidenciar a Jazmín?
Rosa: Ella no puede estar involucrada en esto…
Napoleón: Este será su último gran trabajo, ya no volverá
al escenario, no como hasta ahora por lo menos… ¿Vos
te vas a quedar, Rosa? Te necesitamos, no querés ver este
teatro vacío…
Rosa: No lo sé… Tengo que pensarlo…
Napoleón: (Se aleja de Rosa y se dirige a la puerta.) Pensalo,
siempre fuiste la chica inteligente del grupo. (Sale.)
Rosa llora. Se levanta, se coloca una máscara sonriente, se ve
en el espejo; ahora busca el abrigo y saca la rosa, toma su bolso
y saca rosas secas. Empieza a sacarles los pétalos uno a uno,
luego las arranca y destruye las rosas, las espinas hieren su
mano. Se escucha un grito del piso de arriba.
90
Rosa: ¿Qué dijiste? (Escucha.) No puedo hacer eso… No
podría… (Se escucha una risa, bebe vino.) Y ahora soy yo un
chiste. Sí, vine por ella, y nadie me detendrá ahora que ya
sé la verdad… Yo no vine a actuar, no vine a revolcarme
con Napoleón, vine a verla a Jazmín, vine a sacarla de este
infierno y no me van a engañar más tiempo, Napoleón es
«todo» acá. (Sonido de sorpresa, escucha.) Sí, él ya no puede
fingir que Amapola y Margarita se cayeron de las gradas
por «accidente» (ríe.)… su «pequeño jardín» nos llama (estrella
el florero contra la pared, sonido de risas, toma vino.)
Debo ser fuerte, este lugar es más potente que yo, y ya no
soporto nada, estás malditas paredes, la sonrisa falsa y
esos ojos tan mentirosos. Tengo que hacerla entender de
alguna manera que este lugar te absorbe, si no lo hago, me
va a absorber a mí. (Bebe de la botella, se ve en el espejo y se
tambalea.) Tengo que sacar a Jazmín de acá… tengo que…
Liberarla... (Se recuesta en el banquito, y se va quedando dormida.)
Jazmín sale de su escondite, se sienta al lado de Rosa y acaricia
su cabello.
Jazmín: Nos iremos juntas, Rosa, pero no sin hacer que
pague por todo….
Toma las llaves que está en la mesa y las guarda en su bolsillo.
Fin del segundo acto
91
Sótano del teatro.
ACTO 3
“El infierno”
Un día antes del estreno
Hay utilería y escenografía de obras pasadas, se encuentra
justo debajo del escenario, el baúl rojo está a un costado. Se
escuchan campanadas. Jazmín da vueltas por el sótano, buscando
el sonido; se detiene frente al baúl y empieza a forzar
el candado con un clip. Se detiene, escucha, saca la llave de su
bolsillo y abre el baúl. Extrae de él un abrigo grande con manchas
negras.
Jazmín: Que idiota soy. ¿Cómo no me di cuenta? ¿Y él me
quiere exponer a mí? ¿Qué tengo que ver en todo esto?
¿Cuánto pasó desde el Fausto? (Silencio, cuenta, vuelve a
contar.) La cabeza me da vueltas, las palabras y los años
se me olvidan, ya no recuerdo cómo me sentía. (Sigue buscando
adentro del baúl, saca el reloj de madera que hace sonar
las campanadas, lo apaga.) Siempre lo tuvo acá, en nuestras
caras… (Cierra el baúl, se sienta a su lado, llora.)
Rosa entra con el vestuario de la obra, con máscara.
Rosa: Jaz, te estamos esperando arriba. ¿Qué tanto tenés
que esperar para salir? ¿Te pasa algo?
Jazmín: ¿Sabés qué es lo más cercano a la pureza?
Rosa: No tenemos tiempo para esto.
Jazmín: El fuego.
Rosa: ¿Qué te pasa? Decí tus textos en el escenario. ¡Vamos!
92
Jazmín, están todos los de producción arriba esperándote.
Jazmín: ¿A qué se debe ese fuego en su mirada?
Voz en off: ¡Jazmín, Rosa, Jazmín, Rosa! (Risas.)
Rosa: (Acercándose a Jazmín, que se encoge sobre el baúl.) Es
un estreno más, Jaz, no va a salir tan mal.
Jazmín: Es «su» estreno. No tuyo ni mío.
Rosa: ¿Qué pasó?
Jazmín: Anoche, ¿qué hiciste con Napoleón?
Rosa: Jaz, yo, nada.
Jazmín: Los escuché, Rosa.
Rosa: Yo… (Llora.) No lo pude parar, nunca lo pude parar...
Este lugar está maldito, Jaz, ya no quiero seguir acá.
Jazmín: Tenías la razón.
Rosa: ¿De qué?
Jazmín: Has tenido la razón desde que llegaste, y yo no lo
supe ver. (Le muestra el abrigo de manchas.) ¿Cómo no pude
ver la maldad en sus ojos?
Rosa: No esperaba verlo, ni ahora, ni nunca…
Jazmín: Creo que siempre lo supe, lo del abrigo, las cartas
de Amapola, tu silencio por años, el accidente de Margarita,
y cosas que no entiendo, hay muchas cosas en ese baúl.
¿Qué hago, Rosa? No sé qué hacer…
93
Rosa: Vámonos, no volvamos más.
Jazmín: ¿Y el estreno?
Rosa: Eso es lo de menos.
Voz en off: ¡Jazmín, Rosa, Jazmín, Rosa! (Risas.)
Jazmín: (Temblando.) ¿Cómo me voy a ir? No voy a poder
trabajar afuera, aquí es donde sucede el arte, donde de verdad
creemos en lo que hacemos… Voy a terminar siendo
una fracasada, como vos, Rosa (Llora.) Nadie nos va a querer
afuera, nadie, yo no soy nadie sin él, me enseñó todo
lo que sé… No sé trabajar con nadie más y ya no queda
nadie… Me quedaré sola…
Rosa: Estamos juntas Jazmín, mirame, vamos a salir de
esto, esta es la última noche que pasamos acá, no vamos a
volver y se lo vamos a decir todo de una maldita vez. ¿Me
escuchás?
Jazmín: No sé si es suficiente.
Rosa: Por ahora es lo que podemos hacer. Nos esperan,
Jaz, vamos arriba, y terminemos el ensayo general. (Camina
con Jazmín hasta la puerta.) Se lo diremos, después del
ensayo, en nuestro tradicional brindis antes del estreno.
Ahí se lo diremos, y no regresaremos más. Yo me encargo
de todo, Jaz… Todo va a estar bien.
Jazmín: No sé si es suficiente.
Rosa: (Revisa el baúl y saca su reloj de madera, mueve las manecillas.)
Cuando vuelva a sonar, le diremos todo. (Lo vuelve
a meter en el baúl.) Vamos. (Le toma la mano y la besa,
salen.)
94
Arriba se escuchan voces y aplausos.
Voz en off de Jazmín: Y de los recovecos del alma ya no
queda más, no surge nada nuevo, porque acá todo se repite,
no cambia el dolor o el sufrimiento, noche, día, día
noche. Y los terrenos del infierno fríos y calientes son, se
queman las fauces burlonas, todo lo que escuchas, dagas
son, ya no queda salvación, solo las cenizas. Escucha mi
voz una vez más, como liras en el desierto, como cerdos
vestidos de santos escuchaste, te ruego, únete a mí, y devoremos
nuestros cuerpos, hasta quedar reducidos a nada.
(Aplausos.)
Rosa entra en el sótano mientras Jazmín dice el monólogo. Se
la nota cansada. Coloca el baúl en el centro del sótano, coloca
tres copas y sale de escena. Las voces, risas y los aplausos se
escuchan más fuertes.
Jazmín: (Entrando, coloca una botella de vino sobre el baúl.)
Con el paraíso en nuestras manos, la virtud se extiende, y
con las manos desnudas atravieso el camino a la libertad.
Jazmín sirve una copa de vino, la toma de un trago, saca una
nueva botella, sirve una copa y vuelve a guardar la botella. Entra
Rosa, apresurada.
Rosa: ¡Pronto! Napoleón está por bajar.
Jazmín sirve las otras dos copas con la botella que está sobre
la mesa y las deja a la derecha e izquierda de la superficie del
baúl. Cuanto entra Napoleón, ambas lucen felices y animadas.
Napoleón: ¡Aún falta mucho, pero estamos tan cerca de
este estreno!
Rosa: Salió como lo planeaste.
Napoleón: ¡Que final, Rosa! Todos tus textos estaban en
sintonía con el inframundo. ¡Perfectos!
95
Jazmín: No recordaba tanta sinceridad en la escena, Rosa,
gracias por estar acá y ayudarnos a sacar adelante esta
obra.
Napoleón: ¡Ya tienen todo listo por acá!
Jazmín: Estás llegando tarde. (Toma la copa y bebe.)
Rosa: Napoleón, hay algo de lo que nos gustaría hablar.
(Jazmín le acerca la copa de la izquierda.)
Napoleón: (Toma la copa que quedó sobre el baúl.) ¿Qué mejor
momento que este para hablar? Cuando los ánimos
están elevados y nuestros cuerpos encendidos por ese
ensayo general. ¿Qué me dirán, Rosa? ¿Será antes o después
del brindis?
Jazmín: No importa el momento, dado que el resultado
será el mismo. (Bebe.)
Napoleón: Jazmín, estás diferente hoy.
Jazmín: ¡Brindemos, pues! (Se acerca a Napoleón tambaleándose
y lo besa en la boca.)
Rosa: Jaz. ¿Estás bien? (La sostiene.)
Jazmín: ¿Te das cuenta, Napoleón, que esta será tu noche?
(Ríe y lo vuelve a besar.) Brindemos por esta gran noche,
brindemos por el teatro, brindemos por esa maravillosa
obra que hicimos, por vos Napoleón, por haber estado
tan constante tantos años, levantando este grupo. ¡Salud!
(Bebe.)
Rosa: Salud (bebe.)
Napoleón: ¡Salud! Por ustedes, mi jardín. (Bebe.)
96
Jazmín: Sabes… Realmente no pienso nada de lo que te
dije.
Se escuchan carcajadas, y empiezan a sonar las campanadas
del reloj de madera.
Rosa: Napoleón…
Jazmín: No, Rosa, lo haré yo.
Napoleón: (Ríe.) ¿Ahora se les ocurre pelear?
Jazmín: Siempre peleamos, Napoleón. Pero ahora más
después de esto. (Bebe.)
Rosa: Napoleón, Lo sabemos todo… Lo del abrigo, lo de las
cartas de Amapola…
Napoleón: ¿Qué saben de eso?
Rosa: ¡Que fuiste partícipe de eso, escondiste las cosas!
¿Acaso vas a negarlo?
Napoleón: ¿Solo eso?
Jazmín: Que yo pude haber sido culpable de la caída de
Margarita, ¿o cómo era?
Napoleón: ¿De dónde se sacaron todo esto? ¿Tienen pruebas?
Rosa: Tenemos las pruebas. (Camina hacia el baúl y Jazmín
no la deja pasar.) Vamos, Jaz, movete.
Se escuchan carcajadas. Napoleón respira rápido y se sienta en
una silla.
97
Jazmín: (Abre lentamente el baúl, y saca su contenido.) Mirá,
el abrigo de Rosa, del Fausto… Mirá, Napoleón, las cartas
de Bali, de cuando me aceptaron en la beca, las cartas que
nunca me llegaron.
Rosa: Mi reloj, Napoleón ¿Qué hace ahí?
Napoleón: (Carcajadas.) Mi querido jardín tiene malezas.
¡Por fin se volvió salvaje! (Se levanta de repente, respirando
entrecortado.) Ya han crecido y pueden llenar este espacio
por sí mismas, ya conquistarán otros lugares, y la obra se
termina y se culmina acá, el jardín está completo. (Tose
desenfrenadamente, toma el reloj y lo lanza contra el suelo.)
¡El tiempo se ha terminado! (Se tambalea.)
Rosa: ¿Estás bien, Napoleón? ¿A qué te referís con que la
obra culmina acá?
Napoleón: (Ríe.) ¡¿Idea de quién fue?! ¿Quién me da este
final tan digno? «Escucha mi voz una vez más, como liras
en el desierto, como cerdos vestidos de santos escuchaste,
te lo ruego, únete a mí, y devoremos nuestros cuerpos,
hasta quedar reducidos a nada». (Se cae y tose fuerte, tiene
espuma en la boca.)
Rosa: ¿Qué le está pasando? ¡Jazmín, hay que hacer algo!
(Rosa lo levanta de un costado, intenta auxiliarlo.) ¡Llamá a
una ambulancia!
Jazmín se ha quedado sentada en el baúl viendo toda la escena.
Napoleón convulsiona y muere. Se escucha un suspiro del piso
de arriba.
Rosa: ¡No, no! Esto no puede ser cierto. Jazmín, ayudame,
debemos llevarlo a un hospital.
98
Jazmín: Te dije, Rosa, que no era suficiente, él merecía
esto… Ni más ni menos.
Rosa: ¡Mierda! (Llora.) Está muerto…
Jazmín: Se lo merecía. Él nos separó, ya no nos volverá a
apartar nunca más.
Rosa: ¿Qué vamos a hacer ahora?
Jazmín: Esconder el cuerpo.
Se escuchan aplausos, risas, silbidos.
Rosa: Esto está muy mal.
Se escuchan abucheos.
Jazmín: Lo que estaba mal era lo que nos hacía.
Rosa: En unas horas es el estreno, Jazmín, vienen medios,
viene público selecto…
Jazmín: No vamos a dar el estreno… Nos vamos a ir.
Rosa: ¿Y él?
Jazmín: No lo sé, Rosa, no lo había pensado bien… ¿Qué
debemos pensar cuando el mal se acaba de terminar?
Rosa: ¡Lo mataste y no lo tenías planeado! ¿En qué cabeza
cabe esto? No, no. (Se acerca y se aleja de Napoleón.) ¿Qué
vamos a hacer? (Llora.)
Jazmín: ¿No era esto lo que querías? ¿No se cumple tu
venganza acá, Rosa?
Rosa: Lo quería dejar sin estreno, Jazmín, no dejarlo sin
vida… Se van a dar cuenta, todos sabían que se quedaba
con nosotras esta noche.
99
Jazmín: No realmente, les dije a los demás que me quedaría
con vos esta noche…
Rosa: No estamos hablando de esto. (Se tapa los oídos.)
Jazmín: Por favor, Rosa, asumilo de una vez. En vez de llorar,
tenemos que pensar qué hacer con este maldito.
Rosa: Me voy, yo no quiero ser parte de esto. (Se levanta y
corre hacia la salida; Jazmín la intercepta.)
Jazmín: Las dos somos parte de lo que pasó. Estamos juntas
en esto. ¿En serio me querés mandar a la cárcel por
esta escoria? Sigamos con nuestras vidas y destrocemos su
legado, que nadie se acuerde de él, Rosa. Nos encerró por
años en este maldito lugar, jugando a su juego de mierda,
no éramos más que parte de sus obras, juguetes que podía
desechar cuando le pintaba. ¿Me ves, Rosa? ¡Soy libre
como nunca lo fui! Y ya no hay nada que me haga arrepentirme
de lo que hago. Vámonos, lejos, y no volvamos a este
mísero lugar, donde solo odio queda. ¡Liberémonos juntas!
Podemos hacerlo ver como un suicidio y nos libramos de
todo. ¡Vamos Rosa, alegrate, que ese malnacido ya no se
va a vanagloriar con nuestro trabajo nunca más! (Intenta
besarla.)
Rosa: ¿Y damos la función?
Jazmín: No, Rosa, nos vamos.
Rosa: No, demos la obra.
Jazmín: ¿Por qué te obsesiona tanto eso?
100
Rosa: Lo mataste, Jazmín… Esto ya no es un juego… ¿Te
parece que nos vamos a librar tan fácil de esto? Mierda
(mira a Napoleón.), hiciste exactamente lo que él quería,
«un final digno», eso fue para él, hiciste lo que él quería,
hicimos lo que quería. Todo el tiempo… No tenemos forma
de decidir, todo esto es lo que él quería, y ahora ya no sé
qué hacer. (Llora.)
Jazmín: Simplemente nos vamos, y si nos vamos lejos a
nadie le va a importar. ¿Te parece que alguien va a extrañar
a este payaso? (Recuesta con dificultad el cuerpo de Napoleón
en el baúl.) ¡Miralo, Rosa! Ya no nos hará más daño. (Saca
el abrigo del baúl, se lo coloca a Napoleón, revisa sus bolsillos y
extrae un papel; lo lee en silencio, ríe.)
Rosa: (Llorando). Hicimos lo que quería, hicimos lo que
quería. ¡Somos sus fichas de juego, somos su maldita obra,
es lo que quería, es lo que quería!
Jazmín: (Leyendo el papel.) «Queridas flores mías, salvajes
e indómitas, hoy se liberaron de sus cadenas, y con ellas llegaron
a la más sublime belleza existente, lograron derribar
sus barreras, y se mostraron fieras, completaron el ciclo,
la obra está completa, es mi obra maestra la que les heredo,
por fin lograron hacer arte de verdad, que trasciende el
tiempo y la moral, la belleza en su máximo esplendor. Las
amo, mis flores queridas, ahora más que nunca.». (Ríe.)
Rosa: Te lo dije, era un enfermo.
Se escuchan carcajadas.
Jazmín: Ya lo sabíamos.
Rosa: ¿Vamos a hacer la obra?
Jazmín: ¿Por qué deberíamos hacerlo? No busques ahí, las
respuestas se encuentran en mi mano. (Ríe.)
Rosa: ¿Por qué podemos decidir por nosotras mismas? Por
eso…
101
Jazmín: ¿Y él qué? ¿Hacemos la obra con su cuerpo en la
platea? (Juega con el cuerpo de Napoleón.)
Rosa: Él se suicidó, Jazmín, en su delirio de grandeza, llevaba
meses deprimido.
Jazmín: Él no estaba deprimido.
Rosa: Sí, eso solo lo sabías vos, eras su confidente más cercana…
Jazmín, no podemos perder esta oportunidad, Vos
misma lo dijiste, el doble de giras, el doble de reconocimiento…
Jazmín: No estás entendiendo nada, Rosa, él no se merece
ningún reconocimiento, sabía que no lo ibas a entender,
siempre fuiste muy tibia para las grandes decisiones.
Esto es una farsa, Rosa, nada es real, las voces, las risas,
los aplausos, el maldito reconocimiento. Ya te he explicado
de muchas maneras él porqué de su muerte. (Suspira.)
Siempre supe que no lo ibas a entender… Este lugar debe
purificarse, y solo el fuego purifica las cosas, Rosa, debemos
hacerlo realidad. Solo así nos vamos a purificar. Pu-rifi-car.
(Baila lentamente, se ve humo entrando por la puerta.)
Rosa: ¿Qué es esto? (Sale del sótano y entra corriendo.) ¡Fuego!
¡Nos va a consumir!
Jazmín: (Saca el contenido del baúl, se lo pone como adorno a
Napoleón y ríe.) Tu solución no es suficiente, la solución es
purificar este lugar.
Rosa: ¿Qué hiciste, Jazmín?
Jazmín: (Bailando y riendo desenfrenada.) ¡Solo el fuego purifica
la verdad, y de las cenizas renaceremos!
102
Rosa: (Toma las copas en las que bebieron y las guarda en la
cartera.) Tenemos que irnos de acá…
El sótano está completamente lleno de humo, se escuchan carcajadas
y aplausos.
Jazmín: (Bailando.) ¿Sabés, Rosa? Tenés razón, hagamos la
obra, la función debe continuar.
Rosa: ¡Vámonos, Jazmín!
Jazmín: ¡Vámonos al inframundo juntas!
Rosa: Si no salimos no vamos a poder estar juntas.
Jazmín: ¿Por qué no podemos amarnos ahora que somos
libres?
Rosa: ¡Ya no sé qué es ser libre!
Jazmín: Bailando somos libres, Rosa. (Tose.)
Rosa: Vámonos.
Jazmín: A donde me lleve mi eterno letargo. ¡Culpas no
tengo!
Rosa: Donde podamos estar juntas, Jazmín. (Toma su
mano.) ¡Vamos!
Jazmín: ¡Tus manos son dagas!
Rosa: Y sobre dos corazones estamos.
Humo, en toda la habitación, ya no se ve nada.
Off: Vamos.
Ovación.
FIN
103
LOS PATRONES
(TRAGICOMEDIA)
Luis Emilio Cerna Mazier
Personajes
Juan, un antiguo soldado, ahora mozo
La Cocinera
El Mayordomo
Miguelito, mozo joven
Chago, encargado de los caballos
Lincoln Washington
Mozo Primero
Mozo Segundo
Los Patrones:
Don Rafael
Doña Beatriz
Espacio y tiempo
La acción se desarrolla en una finca en la década de 1920.
106
PRIMER CUADRO
La cocina de una finca. Al fondo, a través de una ventana, se
observa un bosque y a lo lejos una casa de campo. En la cocina
hay mesas de madera, sillas, utensilios, trastes, etc. La Cocinera
está de pie frente a la mesa, desplumando una gallina.
Le falta un ojo, por lo que lleva un parche negro. A su lado está
sentado Juan, un hombre en sus treintas. Cerca de sus pies hay
una bolsa de tela.
La Cocinera: Usted ha visto sangre derramarse. Me falta
un ojo, pero con el que todavía tengo veo bien.
Juan: Prefiero no hablar de eso.
La Cocinera: (Mira su bolso.) ¿De qué huye?
Juan: Yo… de nada.
La Cocinera: ¿Está seguro?
Juan: Sí.
La Cocinera: Usted no es de aquí. Conozco a todas las personas
de las aldeas y caseríos alrededor de esta finca.
Juan: Vengo de la ciudad.
La Cocinera: Ah, de la ciudad. Entonces sí huye de algo:
de la guerra. Por más que lo oculte, sus ojos lo delatan.
(Juan le quita la mirada.) Usted quiere trabajar acá, pero yo
no confío en la gente que viene de la ciudad. Son inútiles
y se quejan de todo. Una garrapata les pica y lloran toda la
semana.
107
Juan: Yo soy apto para el trabajo, señora…
La Cocinera: ¿Sí? ¿Por qué dice?
Juan: Porque ahorita vengo de la ciudad, pero no soy de
allí.
La Cocinera: (Impaciente.) No me diga adivinanzas, hombre.
¿De qué está hablando?
Juan: Sí, vengo de la ciudad, y sí, he peleado allí, pero soy
nacido en el campo. Fui a la ciudad a pelear porque la vida
me llevó a eso, pero de chico trabajé en la finca de mi papá.
Sé usar la guadaña, el machete, la fusta; sé cabalgar, ordeñar,
hacer queso o cuajada. Si me acepta obtendrá a una
persona trabajadora y honrada.
(Silencio.)
La Cocinera: ¿Es capaz de seguir órdenes y mantenerse callado?
Juan: Sí.
La Cocinera: Aquí la paga no es grande.
Juan: No hay problema.
La Cocinera: En esta finca a nadie le importa su pasado,
presente ni futuro. Lo que sí queremos son mozos que trabajen
desde que salga el sol hasta que se esconda y que
hagan lo que se les pide sin hacer preguntas.
Juan: Puedo hacerlo.
108
La Cocinera: Bien. Entonces tiene un nuevo trabajo.
Juan: Gracias, señora. Soy un hombre honrado y trabajador.
Sus patrones no se arrepentirán.
La Cocinera: En relación a ellos…
(De repente se escuchan gritos. La Cocinera se acerca a la ventana.)
La Cocinera: ¿Qué mierda es eso?
Chago: (Fuera de escena.) ¡Agárrenlo! ¡Agárrenlo! ¡Se nos
escapa!
(Entra corriendo Miguelito, un mozo joven.)
La Cocinera: ¿Qué es este alboroto?
Miguelito: Por favor, se lo ruego, se lo ruego, no me haga
regresar…
(Entra el Mayordomo, seguido de Chago. Al verlos, Miguelito
se trepa en la mesa tirando todo.)
La Cocinera: ¡Marrano! ¡Bajate de la mesa! (A Chago.) ¡Y
vos, inútil! ¡No te quedés parado!
(Chago trata de agarrarlo, pero Miguelito se le escapa. El Mayordomo
toma un lazo.)
Miguelito: Haré lo que quieran, pero por favor…
(La Cocinera toma un rodo de amasar y golpea en las piernas a
Miguelito. El Mayordomo lo amarra.)
109
Chago: Ahora no te vas a ningún lado.
(El Mayordomo pasa el lazo por su boca violentamente.)
Juan: Señor, ¿No cree que puede ser más leve con el muchacho?
El Mayordomo: (Como el balido de una oveja.) ¡Beeeeee!
Juan: ¿Qué?
La Cocinera: ¡Sáquenlo de aquí pedazo de imbéciles!
(El Mayordomo y Chago sacan a Miguelito. Juan recoge la gallina
que se ha caído y la pone en la mesa.)
Juan: ¿Qué… qué fue eso?
La Cocinera: Ese muchacho es el loquito de acá. Algunas
veces se le disparan los cables y hace desorden. Pero nosotros
lo ponemos en su lugar.
Juan: Oiga… ¿Y ese hombre? Berreaba como una cabra.
La Cocinera: Es mi marido, el mayordomo. No le haga caso.
¿En qué estábamos?
Juan: Me decía algo de los patrones.
La Cocinera: ¿Mira esos bosques? (Señalando a través de la
ventana.)
Juan: Sí.
110
La Cocinera: Esa es la casa de don Rafael y doña Beatriz,
los dueños de estas tierras. Bajo ninguna circunstancia usted
podrá acercarse allí. Si es visto merodeando por esos
lados se le disparará al instante. No tendría que hacerlo,
porque de igual forma hay bastante trabajo que lo tendrá
ocupado. Vino en el tiempo de la Yerra.
Juan: ¿La Yerra?
La Cocinera: Nuestra celebración anual. Ahora, hay mierda
de caballo que debe ser recogida. (Juan recoge su bolsa y está
a punto de salir.) Bienvenido a su nueva vida, Juan.
(La Cocinera corta la cabeza de la gallina. Juan sale. Entra el
Mayordomo.)
La Cocinera: ¡¿Es que tengo que hacer todo aquí?!
El Mayordomo: (Con dificultad para hablar.) ¡Fue-no…fue
no mi...culpa! ¡Beeee!
La Cocinera: ¡Calla! Hay que apaciguar a los mozos. Si los
tenemos que castigar nunca ganaremos su favor. Nuestra
tarea no puede esperar más.
El Mayordomo: ¡Gren-sa! ¡Gren-sa! Santa… sanga… ¡Sangre!
La Cocinera: ¡Sí, Mayordomo! ¡Pero debemos esperar!
El Mayordomo: ¡Beeee!
La Cocinera: ¡Lo sé! Yo quisiera hacerlo ahora mismo si,
pero debemos de seguir con nuestros personajes hasta que
llegue el momento indicado. Por ahora necesitamos ponerle
ojo a Juan, el nuevo mozo. Viene de la ciudad y ha
estado en la guerra.
111
El Mayordomo: (escupe.) ¡Citadinos cuerpos! ¡Cuerpos!
¡Puercos!
La Cocinera: Por eso debemos de estar atentos. Los de
la ciudad siempre andan metiendo sus narices en todo.
Aunque no me guste, tuve que darle el trabajo. Cada día
mueren más trabajadores. Necesitamos sangre nueva que
pueda con las labores de la finca. Juan necesita ser amaestrado,
eso es todo. Pronto será un perro que sigue órdenes
como el resto de mozos.
El Mayordomo: ¡Verdá! ¡Verdá!
La Cocinera: ¡No podemos bajar nuestras cabezas ahora,
Mayordomo! ¡Estamos muy cerca! Aunque el día sea oscuro,
veremos la luz.
112
SEGUNDO CUADRO
Un campo en la finca. Juan, con ropas ensangrentadas, carga
en sus espaldas un balde. Lo deja en el suelo. Mira a los alrededores,
se agacha y saca la cabeza de un caballo. La sostiene
en sus brazos. Entra Chago, quien ahora no tiene una pierna y
anda en muletas.
Juan: Disculpame, Goloso.
Chago: ¡Ey! ¡Ey! ¡Esa cabeza no es para contemplarla ni hablar
con ella! ¡Hay más caballos por descuartizar y usted
está aquí perdiendo el tiempo! ¿Quiere que le diga a la
cocinera?
Juan: ¡No, no!
Chago: Entonces eche esas cabezas a la tierra.
Juan: Es que no entiendo por qué hacerlo. Este caballo estaba
joven y sano.
Chago: ¡Los caballos destazados fertilizan la tierra! ¡Así lo
dicen don Rafael y doña Beatriz!
Juan: (En voz baja.) Eso no tiene sentido…
Chago: Deje el murmullo que lo voy a tomar como una
afrenta al mandato de los patrones. (Le pega con una fusta.)
Además, soy el maestro de caballos. ¡Haga lo que le ordeno,
mozo!
(Juan tira la cabeza al suelo.)
Juan: (Percatándose.) Oiga Chago, ¿Y usted no tenía dos
piernas?
113
Chago: Ehh… La perdí en un accidente hace unos días…
tuve un problema con un caballo. No le dé importancia.
(Chago sale.)
Juan: (Esparciendo tripas.) Cortar las cabezas de las vacas,
ordeñar toros, sacar a pastar a los gatos… En esta finca se
hacen cosas extrañas. Se come carne de perro y se desperdicia
la de chancho. Se usan los burros como tiro al blanco
y a los caballos se les dan de comer zapatos. Hay mozos
que se pierden y cuando los vuelvo a encontrar les falta
una parte de sus cuerpos. Como ese mozo, Miguelito. Llevo
semanas sin verlo.
(Juan continúa con sus labores. De repente, se escucha alguien
que llora. Juan va hacia unos sacos y los aparta: Es Miguelito.
Ahora le falta un brazo.)
Juan: ¡Miguelito! ¿Qué le pasó a tu brazo?
Miguelito: (Dudando.) ¿Mi brazo? ¡Mi brazo…! Eh… se lo
comieron las hormigas.
Juan: ¿Qué?
Miguelito: Sí, las hormigas culonas. Son unas malditas.
Creo que se deben de haber trepado a mi cama mientras
dormía. Las barracas están llenas de ellas.
Juan: ¿Dónde te habías metido? Hace días no te veo la
cara.
Miguelito: Estuve recuperándome en la cabaña de sanación.
114
Juan: ¿Cabaña de sanación? Nunca escuché que hubiese
una.
(Entran la Cocinera y el Mayordomo.)
La Cocinera: ¿Qué hacen?
Juan: Yo solo…
Miguelito: ¡Juan me estaba contando cómo le gusta la vida
en el campo, Cocinera!
La Cocinera: ¡Qué lindos! ¿Y por qué no escriben una
pastorela, se agarran de las manos y van a saltar por
las praderas? ¡No quiero verlos hablando otra vez!
¡¿Entendido?! Estamos en plena Yerra, hay mucho trabajo
por hacer. (A Juan.) Ese muchacho está loco, se lo dije varias
semanas atrás. Ahora, me han dicho que usted cuestiona
sus quehaceres. Juan, ¿le gusta estar aquí realmente?
Juan: Claro, señora.
La Cocinera: Eso pensé. Entonces, si se le pide que lleve
un cabro hasta esa colina y lo arroje al abismo, ¡lo hace sin
preguntar!
Juan: Sí, Cocinera.
La Cocinera: ¿Quiere regresar a la ciudad? ¿A esa pudrición?
Las ciudades de los hombres son peores que las enfermedades
todas revueltas. Son peores que la babesiosis,
la mastitis o la leptospirosis.
Juan: ¿Ah?
115
La Cocinera: ¡Leptospirosis! ¡No se diga más!
(La Cocinera toca un silbato. Aparecen Chago y Lincoln Washington,
seguido del Mozo Primero y el Mozo Segundo.)
La Cocinera: ¡Mozos! Como ustedes saben, la Yerra es un
día especial en el año. Tiempo de fertilidad y de jolgorio, de
alegría y de renovación. Don Rafael y doña Beatriz deben
de ser atendidos con todos los lujos. Tenemos que estar
atentos a todos sus pedidos y ser agradecidos. Sin ellos,
nosotros, pobres huérfanos, no tendríamos rumbo alguno,
recuérdenlo. Nuestro sacrificio es nuestra ofrenda. (Al
Mayordomo.) ¿Quién será el afortunado el día de hoy?
El Mayordomo: (Leyendo un papel.) Lil.. lin.. Linco… Linco-gua…
¡Lincoln!
Lincoln Washington: ¡Lincoln Washington a su servicio,
cocinera!
La Cocinera: (A Lincoln.) Dese un baño, cámbiese y échese
perfume, que en la noche lo esperan los patrones. (Lincoln
sale.)
El Mayordomo: ¡Zomos! ¡Mozos! (Cacarea.) ¡Quíquiriquí!
(Aclara su garganta.) Medemos... debemos aspirar asperezas.
(Saca una biblia.) Recuerden lo que dijo el profe, el profeta:
“No, no, no, no juegen y no se les jugará, ¡juzgará! No
denco, no condenen y no…
116
La Cocinera: El Mayordomo quiere decir que les guardamos
mucho aprecio. Las cosas han sido duras los últimos días.
Les hemos corregido, pero sepan que es por su bien. Son
ovejas que algunas veces se descarrían del camino y con un
poco de disciplina hacemos que regresen a él. ¿O no?
Mozos: ¡Sí, Cocinera!
La Cocinera: Para que vean que no todo es castigo, estuve
todo el día preparándoles su comida favorita. Para Chago,
sopa de frijoles. Para Lincoln, sopa de frijoles. Y para Juan,
sopa de frijoles. ¡Para todos, sopa de frijoles! (Los mozos
aplauden, menos Miguelito.)
Chago: ¡Cocinera, si me permite!
La Cocinera: ¡Hable, Chago, gran maestro de caballos!
Chago: Estos días nos hemos esforzado para ser mejores.
¿Nos va a dejar jugar con Miguelito como recompensa?
La Cocinera: Se lo merecen. Mayordomo, el látigo.
(Los mozos, salvo Juan, celebran.)
Chago: (A Juan.) ¡Ahora viene lo bueno!
Juan: ¿Qué van a hacer?
Mozo Primero: Un jueguito que hacemos todos los años.
Mozo Segundo: Amarramos a Miguelito a un poste y le damos
una buena tunda.
Juan: ¿Qué?
Chago: Sí y a usted le toca estrenarse, muchacho de ciudad.
La Cocinera: Juan, tiene el honor de empezar con nuestro
pequeño juego.
117
(La Cocinera le da el látigo.)
Juan: ¿Juego? ¿Qué clase de diversión es esta? No puedo
hacer algo así.
(Los mozos se ríen.)
Mozo Primero: (Imitándole.) “¡No puedo hacer algo así!”
Mozo Segundo: ¡Maricón! ¡Agarre güevos!
Juan: ¡Suficiente! ¡Esto es inhumano!
El Mayordomo: ¡Co, co, cobarde como Abraham!
La Cocinera: Aquí no hay lugar para los cobardes, Juan. O
lo hace usted, o lo hace Chago, que no le tiembla la mano.
Juan: ¡Pero… pero…!
Chago: ¡Déjeme a mí, Cocinera!
Miguelito: No se preocupe, señor Juan, que mi espalda va
a ser dichosa de probar el látigo de sus manos.
La Cocinera: ¿Ya lo ve? El muchacho está contento. Créame
que después de esto, saldrá… renovado.
Juan: (Mirando al cielo.) Dios, perdóname.
(Salen Juan, Miguelito y el resto de Mozos. Sale la Cocinera.
Mientras El Mayordomo hable se escucharán latigazos, gritos
y risas fuera de la escena.)
118
El Mayordomo: ¡Mozos del cam, campo! El… se… se… El
Señor… es el único camino… ¡Beeeee! «Esto, esto, pues,
digo y redigo… requiero… del Señor; no andéis coco…
como otros misiles, ¡gentiles!, que en la vainilla de su temen…
mente, teniendo el entendimiento embrecido… entenebrecido…
ajenos de la vida de Dios por la ignorancia,
por la zudera de su corazón, dureza, después que, que, que
perdieron toda visilidad, sensibilidad, se entregaron a la
lasaña, ¡lascivia! » ¡Beeee!
119
TERCER CUADRO
La cocina. Es de noche. Se ve una luz a lo lejos que proviene de
la casa de campo de los Patrones. También se escuchan sonidos
de violines. Juan ve desde la ventana. En una mano tiene una
vela encendida y en la otra una botella de ron. Viento y sonidos
de animales.
Juan: En la finca corre sangre y de la casa de mis patrones
se escuchan violines y trompetas. Los animales están
inquietos. Hay viento que anuncia una tormenta. (Bebe.)
Miro mis manos y me dan asco. Pobre Miguelito. (Se escucha
un ruido.) Alguien anda por allí. ¿Será la Cocinera? Me
va a castigar si me ve aquí. No le gusta que nadie se acerque
a la cocina cuando ella no está. Parece que este lugar fuera
su cuartel. (Juan toma la vela y trata de ver quién es.) ¡Dios!
¿Será un fantasma? (Hablando con la botella.) ¿O usted me
tiene loco otra vez?
(Entra Miguelito cubierto con una cobija.)
Juan: ¡Un fantasma! ¡No estaba equivocado! (Golpea a Miguelito.)
¡Dios y los santos me protejan! ¡Toma, maldito!
Miguelito: (Quitándose la cobija.) ¡Señor Juan! ¡Señor Juan!
¡Soy yo!
Juan: ¡Miguelito!
Miguelito: ¿No le basta con los latigazos que me dio hoy?
Juan: ¡Perdón! ¡Pensé que eras un fantasma!
Miguelito: ¿Un fantasma?
120
Juan: Muchacho, mi cabeza está mal. Los fantasmas de
los que maté en la guerra me acompañan todas las noches.
(Besa la botella.) Pero esta es la única que me ayuda con
ellos. ¡Ah! ¡Hablo estupideces! ¿Y vos? ¿Qué hacés con esa
sabana? Me sacaste un susto.
Miguelito: Las heridas del látigo aún están frescas. El simple
roce del viento hace que me arda.
Juan: Soy un desgraciado.
(Juan toma. Miguelito le quita la botella.)
Miguelito: ¡Compóngase, señor Juan!
Juan: No puedo ni verte a los ojos. ¿Por qué me obligarían
a darte el castigo que te di hoy? ¡Ah, pero ustedes le llaman
juego! ¡Es diabólico!
Miguelito: Eso es lo único coherente que ha dicho hasta
ahora. Lo estuve buscando toda la noche. Tenemos que
hacer algo.
Juan: ¿De qué hablás?
Miguelito: Los mozos tienen miedo. Por eso no dicen nada.
Pero estas tierras están cosechadas con huesos, señor.
Juan: Hablá con claridad muchacho.
Miguelito: Mírelo con sus propios ojos. (Señala la casa de
los patrones.) Allí va a obtener todas sus respuestas.
Juan: La Cocinera me ha prohibido acercarme.
Miguelito: Claro, porque lo quiere domesticado.
121
Juan: No tengo problema en ello. Fui por mucho tiempo
una bala perdida.
Miguelito: No señor, créame que no quiere ser domesticado.
Usted es diferente, lo veo en sus ojos... tantas veces
esos hombres tuvieron el látigo en sus manos y no dudaron
en usarlo contra mí, burlándose. Pero usted… usted
mostró compasión. Cuando terminó y todos se fueron, se
quedó y se acercó para ver si yo me encontraba bien. Sé que
me castigó en contra de su voluntad. Y por eso agarré el valor
de acercarme esta noche y hablarle. Usted no está viciado
como la gente de aquí. Necesita hacer algo al respecto.
Juan: Miguelito, no quiero que me echen.
Miguelito: Señor, puede perder algo más grande…
Juan: Ya perdí lo más grande que tenía… mi alma. La dejé
en esa guerra de mierda que peleamos. Me acuerdo cuando
los caudillos iban a los pueblos para reclutar jóvenes. Nos
decían: «Pelearemos contra la injusticia que se vive día a
día! ¡Los terratenientes deben de morir! ¡Alimento y tierra
para todos! ¡Únansenos!» Y nosotros lo creímos. Con fusil
en el hombro marchamos hasta la ciudad. Y lo que vi, ¡no
se lo deseo a nadie! ¿Y todo para qué? Para que los «libertadores»
terminaran pactando con el enemigo. Nos dejaron
sin nada, Miguelito. Tuve que huir. No pude ni regresar a
mi pueblo. Vine acá para trabajar, envejecer y vivir en paz.
Miguelito: Si busca la paz, señor Juan, vino al lugar menos
indicado.
(Se escuchan pasos.)
122
La Cocinera: (fuera de escena.) ¡Ay del hijo de puta que encuentre
fuera de las barracas! ¡No le voy a tener piedad!
Miguelito: ¡Rápido! ¡Escóndase en ese baúl!
(Juan corre hasta un baúl, lo abre y se esconde. Entran la Cocinera
y el Mayordomo.)
La Cocinera: ¡Miguelito! ¡Muchacho del diablo!
Miguelito: ¡Cocinera, solo vine por un vaso de agua!
La Cocinera: ¡No debe haber nadie en mi cocina después
de la cena!
(El Mayordomo saca el látigo y le pega a Miguelito.)
Juan: (Abriendo el baúl sigilosamente.) Son unos salvajes.
La Cocinera: Por tu insolencia, nos vas ayudar a cargar ese
cajón de comida hasta la casa de los patrones.
Miguelito: ¡Lo que usted diga!
El Mayordomo: (Dándole con el látigo.) Apu, ¡apurate!
Miguelito: ¡Ya no más, señor!
La Cocinera: (riéndose.) ¡Cómo llora el niñito!
El Mayordomo: So, so, soy Mi, mi… ¡Beeee! ¡Miguelito! ¡Y
soy un popo, pobre manco!
La Cocinera: Dejalo. No gastés tu energía en esta basura.
Vaya a buscar la botella de la señora, Mayordomo. Yo terminaré
de preparar la gallina.
(El Mayordomo busca en la alacena. La Cocinera va a la estufa.
Miguelito va hasta el cajón. Juan le toma la mano.)
123
Miguelito: ¿Qué hace?
Juan: No soporto ver cómo te tratan, muchacho. Si en esa
casa voy a obtener una respuesta de este mundo retorcido,
entonces correré el riesgo. (Cierra el cajón.)
La Cocinera: ¡Miguelito! ¡¿Cree que ese baúl se va llevar
solo?! ¡Apurate, marrano, que los patrones piden más comida!
Miguelito: ¿Cómo voy a cargarlo si me falta un brazo?
La Cocinera: ¡Entonces arrastralo!
(Miguelito toma el cajón y lo arrastra. El peso de Juan no ayuda.
Sale.)
La Cocinera: Hoy es la noche, mi amado. ¡Hoy es la noche!
Mire lo que tengo por aquí. (La Cocinera saca un cuchillo oxidado.)
¿Se acuerda de él? ¿Se acuerda de él?
El Mayordomo: ¡El cucú, el cucú, cuchillo!
La Cocinera: ¡El mismo cuchillo con el que sacaron mi ojo!
¡El mismo con el que lo hirieron a usted! Lo guardé todos
estos años, esperando que esta noche llegara. Los mozos
están acicalados, durmiendo en las barracas. No nos darán
problemas. Están comidos y bebidos. Los cerdos se hartan
en su mansión, dándose un festín. Cuando llegue la hora,
tomaremos este cuchillo y degollaremos su cuello. ¡Con la
sangre de los patrones haremos morcilla, y entonces seremos
nosotros los que nos demos el gran banquete!
124
(El sonido de los animales se acrecienta. El viento se escucha
más fuerte.)
CUARTO CUADRO
Salón en casa de los patrones. Alguna vez fue elegante, pero
ahora es decadente. Dos sillas de cuero que parecen tronos.
Una mesa larga cubierta con un mantel blanco llena de platos
con sobras. Un baúl de madera en una esquina. Cuadros, libreros
e instrumentos musicales. En un mueble, a la izquierda,
un gramófono. En la pared, colgados, los que parecen trofeos
de caza cubiertos con una tela. Don Rafael está sentado al extremo
de la mesa, chupando el hueso de un pollo. Es cojo de
una pierna. Doña Beatriz está parada, tocando el violín con
guantes negros. Cuando hablen, deberán de tratar de emplear
el tú de manera tosca y poco refinada, alternando con el vos.
La melodía que toca doña Beatriz asemeja una pieza barroca
muy mal ejecutada. Al otro extremo de la mesa está Lincoln
Washington. Bien peinado y con traje que le queda corto.
Don Rafael: ¡Ah! ¡El arte!
(Doña Beatriz termina de tocar. Don Rafael aplaude. Lincoln
Washington tiene sus ojos en la comida.)
Don Rafael: ¡Vamos, Lincoln! ¿Su patrona no se merece
aplausos?
Lincoln Washington: ¡Claro que sí! (Aplaude.)
Doña Beatriz: Eso fue un bourré tocado en mi menor con la
quinta en andante motto y crescendo en allegretto.
Lincoln Washington: ¡Qué bonito!
Doña Beatriz: ¡¿Bonito?!
125
Don Rafael: Al arte no se le llama bonito ni feo, mozo. Se
usan otros términos más elevados. ¡El arte mueve las fibras
de sus huesos! ¡Nos mete en un trance sublime! ¡Nos
da epifanías cual orgasmos! ¡Premoniciones sensoriales!
(A sí mismo.) ¡Premoniciones sensoriales! Me gusta eso.
(Saca una libreta y escribe.) «Premo…» ¿Cómo se escribe
premoniciones?
Doña Beatriz: Con dos zetas y una eñe, mon chérie.
Don Rafael: Gracias, ma chère.
(Lincoln agarra un bocadillo. La señora le pega con el arco del
violín.)
Lincoln Washington: ¡Ay!
Doña Beatriz: ¿Qué va a saber este iletrado de lo subliminal?
¡Solo piensa en comer!
Don Rafael: Mi Beatriz preciosa, son mozos. Saben más de
arte los gusanos que les damos de hartar a los zopilotes.
Toca más querida, toca más.
Doña Beatriz: Nah. Me he puesto melancólica. Mejor escuchemos
algo en el grafómono.
Don Rafael: Granomofo, mi amor.
Doña Beatriz: Rafael, sos tan instruido en el verso. (Acercándose
a uno de los estantes. Saca un disco de vinilo.) Veamos…
¿Qué tenemos para hoy? (Leyendo con dificultad.)
Bacchh… Chukoski… Engels… Yiu… yiu… Giuse…
126
Don Rafael: Giusepi Tortoni. Ah sí, un músico impresionista
de la edad media. Griego. Excelente elección, ma chere.
(Suena Tartini. Doña Beatriz hace un baile extraño.)
Don Rafael: ¿Cómo va el hierro, mi amor?
(En una esquina, dentro de un asador, se ve el mango de un
hierro para marcar ganado. Doña Beatriz lo abre.)
Doña Beatriz: Diría que está tres cuartos. Jugoso.
Don Rafael: Fantástico. Hoy es noche de Yerra.
Doña Beatriz: Noche de travesuras.
Don Rafael: Noche de disparates.
Doña Beatriz: Noche de barbaridades.
Ambos: Noche de compensación.
Lincoln Washington: De verdá, soy agradecido de que ustedes…
pues… ¿Cómo se dice? Me haigan invitado a tan
exquisito banquete.
Doña Beatriz: (Remedándole.) ¡«Exquisito»!
Don Rafael: El mozo sabe palabras. Maravilloso. Pensé que
los suyos solo sabían bramar como los toros.
Lincoln Washington: (Halagado.) Ay, gracias, señor.
Don Rafael: ¿Cómo no honraríamos al hijo de Donaldo?
¿Sabía que yo conocí a su padre, Lincoln Washington?
127
Lincoln Washington: ¿Mi padre? ¡Nunca lo llegué a conocer!
¡Murió cuando yo era un niño!
Don Rafael: Sí, querido Lincoln. Conocemos a cada uno de
los padres que los parieron a ustedes. ¡Ah! ¡Pero eso no importa!
El pasado es pasado.
Doña Beatriz: En efecto. Ahora siga bebiendo.
(Lincoln Washington toma de una copa.)
Lincoln Washington: Nunca había tomado vino. Qué rico.
Tiene sabor azucarado y gusto a clavos de olor.
Doña Beatriz: ¿Y ese toque al final lo siente?
Lincoln Washington: Sí, como amarguito.
Doña Beatriz: Es sangre de garrapata.
(Lincoln Washington escupe el vino. Los Patrones se carcajean.)
Doña Beatriz: ¿Qué pasa? ¿No le gusta? Mire que ese vino
fue preparado con estas manos.
Don Rafael: Esas «exquisitas» manos. Exuberantes. Fantasmagóricas.
(Don Rafael besa las manos de doña Beatriz. Se pone de pie y
empieza a besar su cuerpo.)
Doña Beatriz: Ay, ay, ay…
128
(Don Rafael la sube a la mesa y se besan apasionadamente.
Lincoln Washington aprovecha para comer.)
Don Rafael: Estoy tan duro como un toro, mujer.
Doña Beatriz: Basta… basta… basta… no delante de nuestro
invitado.
Don Rafael: ¿Y cuándo hemos tenido reparo en ello?
Doña Beatriz: ¡Nunca!
(Lincoln Washington eructa.)
Doña Beatriz: ¡Animal!
Lincoln Washington: ¡Me disculpo! ¡Se me salió!
Don Rafael: No te preocupes, querida. Nada que no se pueda
solucionar.
(Don Rafael va hasta una pared en la cual hay colgada una fusta.
La toma y se acerca a Lincoln, quien no para de comer.)
Don Rafael: A ver. Tus manos.
Lincoln Washington: ¿Mis manos?
Don Rafael: ¡Sí!
(Lincoln Washington pone sus manos en la mesa.)
Don Rafael: ¡Mirá, amor! Parecen los huesos del pollo que
me acabo de hartar.
Doña Beatriz: Hasta tiene tierra en las uñas.
Lincoln Washington: Es que estuve todo el día…
129
Don Rafael: (Pegándole en las manos.) ¡Silencio cuando habla
la patrona!
Lincoln Washington: ¡Ay! ¡Ay!
(Don Rafael le pega violentamente y Lincoln se sube a la mesa.
Entra la Cocinera con bandejas de comida, seguida del Mayordomo
y de Miguelito, quien arrastra el cajón.)
La Cocinera: ¡Lincoln! ¡¿Qué hacés en la mesa, marrano?!
Lincoln Washington: ¡Señora, yo…!
Don Rafael: Está bien, está bien, Cocinera. No pasa nada.
(El Mayordomo mira a Lincoln y brama como un toro.)
Doña Beatriz: ¡Ash! Ya viene este con sus sonidos. Afectan
mi oído absuelto.
La Cocinera (Al Mayordomo): ¡Cállese! (A Doña Beatriz.)
Ilustre a una pobre ignorante, doña Beatriz. ¿Qué es un
oído absuelto?
Doña Beatriz: Quiere decir que puedo escuchar y reconocer
todos los sonidos habidos y por haber.
Don Rafael: ¡Tenemos hambre! ¡Se han tardado con la comida!
La Cocinera (A Miguelito): ¡Vamos, inútil! ¡Dejalo en la esquina!
130
(Miguelito arrastra el cajón hasta una esquina. Doña Beatriz
se acerca a él.)
Doña Beatriz: Hola, muchacho precioso. Usted y yo nos divertimos
bien bonito la vez pasada.
Miguelito: Ho… hola… señora Beatriz.
Doña Beatriz: Siempre me excito cuando estás cerca.
Don Rafael: Natural, querida. Es producto de las feromonas,
serotonina y dióxido de carburo.
Doña Beatriz: ¿Qué versado es mi marido, verdad Miguelito?
Miguelito: Sí… sí… señora.
Don Rafael: ¿Cómo va ese brazo, muchacho?
Miguelito: Bien, señor.
Doña Beatriz: Te tenemos una sorpresa. Muéstrale, my
love.
(Don Rafael saca de un cajón algo enrollado. Lo destapa: es un
brazo.)
Don Rafael: ¿Te gusta, chiquillo? Le pedí al Mayordomo
que lo embalsamara.
Miguelito: ¡Mi brazo!
Doña Beatriz: ¡Nuestro brazo! ¡Nuestro! ¡No es tuyo! ¡Entiendan,
mozos estúpidos, ustedes nos pertenecen!
La Cocinera: (En voz baja.) Veremos qué tanto dura eso…
131
(Juan da un golpe dentro del cajón.)
Doña Beatriz: ¿Qué fue eso?
Miguelito: Eh… probablemente el viento. Parece que se
acerca una tormenta, señora.
La Cocinera: (Pegándole.) ¡Nadie te preguntó a vos! Pero
siéntense, señores y coman. (Les sirve comida.)
Don Rafael: Hoy es noche de Yerra.
Doña Beatriz: Noche de diversión.
Don Rafael: Noche de picardías.
La Cocinera: Noche de compensación. (Al Mayordomo.)
¡Vamos! ¡Rápido! ¡El mejor vino!
Doña Beatriz: Con el vino van bien el queso y la mortadela.
(Miguelito busca queso y mortadela del cajón. Juan asoma la
cabeza.)
Juan: ¿A dónde me has traído, muchacho?
Miguelito: ¡Silencio que lo pueden descubrir!
La Cocinera: Señores, ¿cómo se está portando Lincoln
Washington?
Doña Beatriz: Como un asno.
132
La Cocinera: (A Lincoln Washington.) Espero no le des problemas
a los patrones, ¿Entendiste, asno?
Doña Beatriz: (A la Cocinera.) ¿Asno? Pobre igualada. Quieres
imitar a tu señora.
Don Rafael: ¿Quién no querría imitarte a ti, que eres un
derroche de finura y delicadeza? Te escribí un poema
elogiando tus atributos: «Los alacranes gimen como tu
murmullo en la cresta del sol. Los cometas del firmamento
son tan delicados como tu resbaladizo encaje. Cada día que
pasa, me atormenta tu racconto».
(Todos aplauden, menos Miguelito.)
La Cocinera: (A Miguelito.) ¡Aplaudí!
Miguelito: ¡Solo tengo un brazo!
Doña Beatriz: Mi amor. Eres una maravilla. (A La Cocinera.)
Pero este saco de huesos jamás podría imitar mi finura
y delicadeza. (La Cocinera se ríe.) ¡¿Te ríes, hija de puta?!
¡¿Se te olvida quién soy?! ¡¿No te basta que te haya sacado
un ojo?! ¡¿Querés perder el otro?!
La Cocinera: No, señora.
Don Rafael: Vamos, vamos, que no se agüe la fiesta.
Doña Beatriz: Vos la defendés porque te gusta. Cerdo.
Don Rafael: Beatriz… no empecemos…
Doña Beatriz: Sí, como dijiste una vez: «Sus ojos claros color
carmesí». (A la Cocinera.) ¡Pues tu ojo ya no es carmesí!
¡Tiene el color de la mierda! ¡Está pudriéndose en el lodo,
donde lo enterré!
133
Don Rafael: ¡Querida! ¡Querida! El hierro ya está caliente.
Doña Beatriz: ¡El hierro! ¡Sí!
Don Rafael: ¡Lincoln!
Lincoln Washington: ¡Dígame, patrón!
Don Rafael: Venga conmigo, buen hombre.
(El Mayordomo ata a Lincoln y lo lleva detrás de un biombo.
Don Rafael toma su fusta. Se escuchan golpes y los gritos de
Lincoln.)
Doña Beatriz: ¡Noche de Yerra!
Don Rafael: ¡Noche de pasión!
Doña Beatriz: ¡Noche de fervor!
El Mayordomo: (Con la biblia en la mano.) «¡Despojos del,
del, jievo, viejo hombre…!»
Doña Beatriz: ¡El fierro, Cocinera!
El Mayordomo: «…que está civiao, viciado, conforme a los
deseos en, en, ¡engañosos!»
(La Cocinera le da el fierro caliente a Doña Beatriz. Va detrás
del biombo. Se escucha el sonido del hierro candente en la espalda
de Lincoln.)
Lincoln Washington: ¡Ayy! ¡Dios mío!
134
El Mayordomo: “¡Dío! ¡Dío! ¡Dío!”
Don Rafael: ¡En estas tierras no hay dios que te salve!
El Mayordomo: ¡Cocinera!
La Cocinera: ¡Es nuestra oportunidad! (Saca el cuchillo
oxidado.) ¡Verá quién es la verdadera hija de puta!
(Juan sale del baúl.)
Juan: ¡Paren esta atrocidad, bárbaros!
La Cocinera: ¡¿Qué?!
(Don Rafael y Doña Beatriz salen del biombo.)
Don Rafael: ¿Quién es este mal nacido?
La Cocinera: (Escondiendo el cuchillo.) ¡Es Juan! ¡El nuevo
mozo!
Don Rafael: ¡Ah! ¡El mozo de la ciudad!
Don Beatriz: ¡Impertinente! ¡¿Qué no sabes tu lugar aquí?!
Juan: ¡Mi lugar es hablar en nombre de la cordura! ¡Dejen
a ese pobre hombre en paz!
Don Rafael: ¡Vienes a contaminarnos con tus enfermedades
de ciudad! ¡Peores que la babesiosis, la mastitis o la
leptospirosis!¡Ya verás, malevo!
(Don Rafael toma una espada y ataca a Juan, quien lo esquiva.)
Doña Beatriz: ¡Mi amor, deja el honor por un momento!
135
(Doña Beatriz toma un revólver. Dispara, pero Juan logra esquivar
el tiro.) ¡Dicen que la tercera es la vencida! (Juan sale
corriendo.) ¡No se queden parados, imbéciles! ¡Atrapen a
ese maldito!
Don Rafael: ¡Rápido! ¡Liberen los perros! ¡Avisen a los
mozos que el que me traiga la cabeza tendrá una buena
recompensa! ¡Apuraos!
(El Mayordomo y Miguelito salen.)
Doña Beatriz (A la Cocinera): ¡Quiero este lugar protegido
con tus mejores hombres! ¡Y si sale algo mal no volverás a
ver la luz del día, escarabajo pelotero!
(La Cocinera sale. Se escucha un silbato. Ladrido de perros. Relámpagos
y luego una tormenta.)
136
QUINTO CUADRO
El campo en la finca. La tormenta está desatada. Los animales
están revueltos: mugidos, cacareos, ladridos, gruñidos, etc.
Entran el Mozo Primero y el Mozo Segundo con machetes en
sus manos.
Mozo Primero: ¡Ya quiero encontrar a ese mal nacido!
Mozo Segundo: No estaría mal ganarse unas cuantas monedas.
Mozo Primero: ¡Si lo encontramos nos repartimos el botín!
Mozo Segundo: Depende quien le corte su cabeza primero.
Mozo Primero: ¡Lo que digás, eunuco!
Mozo Segundo: ¡No te burlés de mis güevos!
Mozo Primero: ¡Dicen que cuando el señor te los cortó
hizo que te los tragaras!
Mozo Segundo: Y vos, tullido de mierda, ¿de qué hablás?
(El Mozo Segundo le tira un machetazo al Mozo Primero. Pelean.
Entra La Cocinera y el Mayordomo.)
La Cocinera: ¡Estúpidos! ¡Dejen de pelear! ¡Mayordomo,
dele sus cuantos azotes!
Mozo Segundo: (A la Cocinera.) ¡Si siguen con los azotes
será su cabeza la que le llevemos a los patrones!
La Cocinera: ¡¿Qué es ese atrevimiento?! (Le quita el látigo
al Mayordomo.)
137
El Mayordomo: (En voz baja.) ¡No, Cocinera! No nos coco,
conviene.
Mozo Primero: ¡Vamos! ¡Quiero verla!
La Cocinera: ¡Queridos! ¡No estamos pensando con nuestras
cabezas si no con nuestro culo! ¡El villano aquí es Juan!
¡No peleemos entre nosotros! ¡Piensen! ¡¿No quieren unas
buenas monedas?! ¡Hay que complacer a los patrones!
Mozo Primero: ¡Yo quiero mis monedas!
La Cocinera: ¡Bueno, entonces a buscarlo! No debe estar
lejos de aquí.
(Se escucha un sonido de un balde cayéndose.)
Mozo Segundo: ¡Se escucha algo por los establos!
La Cocinera: ¡Vayan por él!
(Los Mozos salen.)
La Cocinera: (Al Mayordomo.) ¡¿Habrase visto semejante
cosa?! ¡Yo tratando a esas basuras de esta manera solo para
obtener su favor! ¡Estuvimos tan cerca, mi amor! ¡Tan cerca!
Iba a deslizar este cuchillo por el cuello de Doña Beatriz
cuando ese imbécil de Juan echó a perder mis planes.
El Mayordomo: (consolándole.) Mia… mia amor….
La Cocinera: Nunca nos vamos a librar de ellos… estamos
destinados a cargar con este martirio por siempre. Dios…
138
El Mayordomo: Dío… dío… dío…
La Cocinera: Dios me abandonó, Mayordomo. Cuantas veces
no le oramos para que don Rafael se atragantara con un
hueso de pollo o que doña Beatriz confundiera el vino con
veneno. Pero nunca sucedió, Mayordomo. Y yo nunca tuve
el valor de matarlos. ¡Hasta esta noche de Yerra! ¡Y se fue
todo a la mierda! ¿Cuándo se acabará este infierno?
Chago: (fuera de escena.) ¡Allí está!
Mozo Primero: (fuera de escena.) ¡Atrápenlo!
Mozo Segundo: (fuera de escena.) ¡¿Qué hacés, Miguelito?!
Miguelito: (fuera de escena.) ¡Hay que amarrarlo!
Chago: (fuera de escena.) ¡¿Y pensás hacerlo con una sola
mano, imbécil?!
Mozo Primero: (fuera de escena.) ¡Su cabeza es mía!
(Entran Chago, el Mozo Primero, el Mozo Segundo y Miguelito,
quien sujeta a Juan.)
Chago: ¡¿A dónde lo llevás, Miguelito?!
Miguelito: ¡Hay que amarrarlo! Se… ¡Se nos puede escapar!
(En voz baja.) Disculpe, señor Juan. Estoy tratando de darle
tiempo.
La Cocinera: ¡Déjenmelo a mí!
Chago: ¡Eh, Cocinera! ¡Usted quiere cobrar el dinero por
nosotros!
139
La Cocinera: ¡A mí que me importan unas monedas! (A
Juan.) Estiércol de puerco, pus de cabro, cáncer de hígado,
me las vas a pagar.
Mozo Segundo: ¡Es nuestro!
La Cocinera: ¡Imbéciles!
Mozo Primero: ¡Insultando esta tuerta!
La Cocinera: ¡¿A quién le decís tuerta, desgraciado?!
Juan: ¡Compañeros! ¡Dejen las peleas! ¡No gasten su fuerza
entre ustedes! ¡Úsenla para detener las atrocidades que
suceden en estas tierras!
Chago: ¿De qué atrocidades habla?
Juan: ¡Mírense! ¡Son pobres cristianos desmembrados por
unos amos salvajes!
Chago: ¡No se puede referir así a los patrones! ¡Son unos
santos!
Juan: ¡¿Santos?! (Escupe al suelo.) Señores, pensé que en
la guerra había visto la miseria, pero allá, por lo menos,
algunos derramaron sangre peleando por algo noble. ¡Pero
aquí se hace para complacer a dos infelices!
La Cocinera: (Abofeteándole.) ¡Calla, desgraciado!
Juan: ¡Pégueme todo lo que quiera! Es más, ¡corten mi cabeza!
¡Pero ustedes sufrirán eternamente!
140
Mozo Primero: ¿Sufrir? Usted no sabe lo que es la Yerra.
Nuestra sangre renueva esta tierra para que se vuelva fértil,
para que los campos se llenen de geranios, hortalizas y
diamantes…
Juan: ¡Estupideces! ¡Nada de eso tiene sentido!
Mozo Segundo: ¡Es lo que dicen los patrones! ¡Campos llenos
de mandolinas!
Juan: ¿Sabe siquiera que es una mandolina?
Chago: (Riéndose.) ¿Qué cree? ¿Qué somos ignorantes por
ser campesinos? La mandolina es una piedra preciosa.
Juan: (A sí mismo.) Dios mío. (A los mozos.) ¡Escuchen! ¡Si
esto continúa están destinados a perecer en estas tierras!
¡No van a tener una muerte rápida si no que van a sufrir
lentamente hasta que los gusanos se los coman!
Mozo Segundo: ¡Desde que estábamos pequeños hemos
vivido de esta manera!
Chago: ¡No venga a cambiar nuestras costumbres, degenerado!
Mozos: ¡Chancho de ciudad! ¡Chancho de ciudad!
Juan: ¡No! ¡Yo, de niño, me crié en un campo! Fui a la ciudad
a pelear porque en nuestras tierras abundaba la hambruna,
la injusticia… Cuando vi perdida la batalla escapé y
vine a esta finca para reencontrarme con el olor del monte,
la leche de la vaca, el canto de los gallos. ¡Pero aquí lo único
que se escucha son los gritos de los hombres!
141
El Mayordomo: (A la Cocinera.) Mimi, mira como lo escusan,
escuchan.
Juan: ¡¿No extrañan sus brazos?! ¡Sus piernas! ¡Sus ojos!
Miguelito: ¡Yo extraño mi brazo!
Chago: ¡Y yo mi pierna!
Mozo Primero: ¿Y qué quiere que hagamos? Los señores
son los dueños de esta tierra.
Chago: Son sanguinarios.
Mozo Segundo: ¡Han metido a mozos en aceite hirviendo!
Mozo Primero: ¡Yo vi como tiraron a un mozo moribundo
en el campo para que se lo comieran las abejas!
Chago: ¡Me han hecho atar a pobres mozos de los caballos
hasta desmembrarlos!
Mozo Primero: ¡Está loco si cree que podemos enfrentarnos
a ellos!
Juan: ¡Nosotros somos más! ¡Podemos contra dos personas!
Chago: ¡Prefiero ser rico!
Mozo Primero: Hay una buena recompensa por su cabeza.
Juan: ¿Ustedes han visto los lujos esparcidos en esa casa?
Serán más ricos que un par de monedas que les den.
142
(Los mozos hablan entre ellos.)
Miguelito: ¡El señor Juan dice puras verdades!
Mozo Primero: (A Miguelito.) ¿Y quién te preguntó algo a
vos?
La Cocinera: ¡Juan! ¡Juan! Cuando llegó aquí supe que no
andaba algo bien con usted… Pero esta noche… esta noche…
me ha hecho recordar. Años y años de tortura, de
crueldad…. ¡Mozos, este hombre es un predicador del bien!
Mozos: ¡¿Qué?!
La Cocinera: ¡Señor Juan! Si yo antes era una pagana, usted
me ha convertido. Creo en su fuerza, en su chispa. Esos
señores deben pagar por todo lo que nos han hecho.
Chago: ¿Cocinera? ¿Es usted la que habla?
La Cocinera: ¡Estoy más viva y lúcida que nunca! Todos
hemos sido víctimas de las peores atrocidades. ¡Mírenme!
¿Saben por qué soy tuerta, muchachos? Porque la señora
decía que mis ojos eran demasiado hermosos y creyó que
con ellos seducía a don Rafael. Hasta que un día me arrancó
uno con su cuchillo. ¡Lo tiró y lo destripó en el lodo! ¡Y a
mi pobre Mayordomo! ¡Mi querido esposo!
El Mayordomo: Mi, mi lenga, lengua…
143
La Cocinera: El Mayordomo leía la biblia, día a día, al lado
de la mesa de don Rafael, con la esperanza que la palabra
de Dios le cambiara ese corazón de piedra. ¿Y saben qué
hizo don Rafael? Tomó el mismo cuchillo con el que la señora
me sacó mi ojo y le cortó la lengua al Mayordomo.
Pero no terminó allí. Para humillarlo más, le cosió una lengua
hecha con partes de varios animales. ¡Y ahora no puede
hablar bien! ¡Perdió su hermosa voz con la que cantaba
salmos!
El Mayordomo: ¡Mal, mal, malditos!
La Cocinera: (Saca el cuchillo.) ¡Este cuchillo fue el responsable!
Chago: ¡El cuchillo!
La Cocinera: ¡Sí! Oxidado y viejo, pero todavía tiene filo.
¡Yo creo en Juan, amigos míos!
Mozo Primero: ¿Ahora nos dice amigos?
Mozo Segundo: ¡Usted ha sido la peor de todas!
Chago: ¡Sí!
La Cocinera: Este personaje de la cocinera es uno que he
tenido que actuar. ¡Si yo no cumplía con las órdenes de los
patrones me ganaba un castigo peor del que les di a ustedes!
Miguelito: Yo a usted… ¡A usted no le creo nada!
144
La Cocinera: Miguelito… Sé que he sido dura contigo. ¡Pero
juro que ellos me pedían que te hiciera cosas peores! ¡Y no
lo hice!
Miguelito: ¿Y si tanto rencor les ha tenido, por qué nunca
los mató?
La Cocinera: ¡Por miedo, al igual que ustedes! Esta noche,
esta misma noche los iba a degollar, pero no contaba con el
alboroto que hizo Juan.
(Los mozos murmuran entre ellos.)
La Cocinera: ¡Ante ustedes me arrodillo y les pido perdón!
¡Hagan conmigo lo que quieran! ¡No le corten la cabeza a
él! ¡Córtenmela a mí! ¡Pero paremos este circo!
Mozo Primero: ¿Cortarle la cabeza? Eso no estaría mal…
La Cocinera: ¡No merezco existir! ¡Mátenme! ¡Pero escuchen
a Juan!
Juan: ¡No! ¡Basta! ¡No se hará lo mismo! ¡Suficiente sangre
se ha derramado ya! La Cocinera está con nosotros. ¡Es
una amiga!
El Mayordomo: ¡Yo, yo, yo también!
Miguelito: ¡Sigo sin creerles!
Juan: Miguelito. Apartá el rencor de tú corazón.
La Cocinera: Ay Miguelito… no soy digna.
Miguelito: ¡Estos dos son lobos vestidos de corderos, señor
Juan!
145
Juan: ¡Vamos, Miguelito! Debemos de encontrar el perdón.
Que el pasado se entierre. Juntos somos más fuertes.
Juntos venceremos. ¡Juntos haremos que los patrones paguen
por lo que han hecho!
Chago: ¡Compas! ¡Este hombre habla la verdad! ¡Esos salvajes
cortaron mi pierna!
Mozo Primero: ¡Yo estoy con ustedes!
Mozo Segundo: ¡Y yo!
Juan: ¡Eso es! ¡Ahora soltame, Miguelito! (Miguelito lo desata.)
Mozo Primero: ¡Yo quiero ser el primero que los destaje!
Chago: Yo con que me dejen a ese gordo nefasto estaré satisfecho.
Juan: ¡Hermanos! ¡No haremos nada de eso!
Mozos: ¡¿Qué?! ¡¿De qué habla?!
Juan: Iremos a la casa y los echaremos de estas tierras…
Chago: ¡¿Y no los humillaremos como ellos lo han hecho
con nosotros?!
Juan: ¡No! ¡La paz debe reinar! ¡Recuerden! ¡El perdón!
Chago: ¡Ellos no fueron así de considerados!
146
Juan: Sí, Chago, pero no somos iguales. Seamos mejores, y
que sus pecados sean juzgados en el juicio final.
Mozo Primero: ¡Está loco!
Chago: (A Juan.) ¿Y qué quiere que hagamos, entonces?
Juan: Dejarlos ir, nada más. Lejos de aquí. Que anden sin
rumbo. Que sean errantes como Caín. Eso es algo peor que
la muerte: tener que cargar con el peso de sus acciones.
(Los mozos murmuran entre ellos.)
Chago: Está bien. Pero no espere que los lujos de esa mansión
se los demos a los pobres.
Juan: Todo será de ustedes. Cada pieza de oro.
(Los mozos murmuran entre ellos nuevamente.)
Chago: Usted verdaderamente es un hombre diferente, señor
Juan. Trato hecho.
Juan: ¡Ahora despertemos a los demás mozos! ¡Que esta
tierra se estremezca!
147
SEXTO CUADRO
La sala en la mansión de los patrones. Afuera, llueve. Don
Rafael mira por una de las ventanas mientras sujeta un rifle.
Doña Beatriz está sentada escuchando música en el gramófono.
Lincoln Washington está amarrado de espaldas en el centro
de la habitación, con dos grilletes. En su piel tiene las marcas
hechas por el fierro caliente. Permanecerá inmóvil en gran
parte de la escena.
Doña Rafael: ¿Por qué se tardarán tanto esos imbéciles?
Con nuestros sabuesos es fácil capturar al mal nacido. Me
parece raro que no los escuche ladrar. (Asomándose por la
ventana.) Nuestros mozos están en el bosque, protegiéndonos
como perros guardianes y fieles. Pero no veo más
allá… la tormenta no tiene cara que se vaya a detener en
ningún momento.
Doña Beatriz: (A sí misma.) Ahogarle en agua fría… no…
Despellejarlo vivo… puede ser… Aceite hirviendo… salpica
mucho… Desmembramiento por caballos… sí… desmembramiento…
un clásico… eso me gusta. ¡Ese mozo de Juan
pagará por lo que ha hecho!
(Afuera se escucha un gran disturbio. Don Rafael mira.)
Doña Beatriz: ¡Allí viene mi cuerpo!
Don Rafael: Espera. Parece que los mozos hablan con los
guardianes.
Doña Beatriz: ¡¿Qué?!
148
(Se escuchan gritos. Luego, sonido de puertas derribándose.
Entran mozos por diferentes partes de la casa. Por la entrada
principal, entran Juan, la Cocinera, el Mayordomo, Miguelito
y Chago.)
Don Rafael: ¡¿Qué es esto?!
Doña Beatriz: (Viendo a Juan.) ¿Por qué anda suelta esta
basura?
Juan: Doña Beatriz, le pediría un trato más moderado hacia
mi persona.
Mozo Primero: ¡No les hable con tanto respeto, Juan!
(Los mozos percuten en el suelo con sus machetes.)
Don Rafael: ¡¿Qué es este jolgorio en nuestra santa morada?!
Juan: (A los mozos.) ¡Señores! Hay que…
La Cocinera: Déjeme hablar a mí.
Doña Beatriz: (A la Cocinera.) ¡Muchacha del demonio!
¡¿Por qué no pones orden?!
La Cocinera: Queridos patrones nuestros. Queridos verdugos
nuestros.
Mozos: ¡Eso!
Don Beatriz: ¡¿Verdugos?! ¡¿Quién crees que eres?! ¡Amor!
¡Dispárale!
149
(El Mayordomo le da un latigazo y Don Rafael tira su rifle.
Doña Beatriz trata de tomarlo, pero un mozo la detiene con
un machete. Otro mozo toma a don Rafael y lo amenaza con su
machete. Los ponen contra el suelo.)
Don Rafael: ¡Hija mía!
Doña Beatriz: ¡Ratas! ¡Ratas! ¡¿Cómo tienen a su patrona
en el suelo?
La Cocinera: Por mucho tiempo he esperado este día. Con
mi ejército de minusválidos recorro la noche y reclamo estas
tierras llenas de cuerpos rancios y podridos.
Don Rafael: ¡Traición!
La Cocinera: ¡Eso! ¡Chilla! ¡Chilla como un cerdo!
Mozos: ¡Cerdo, cerdo!
Don Rafael: No te reconozco, Cocinera.
La Cocinera: ¡Es porque nunca me has conocido, bola de
cebo! Yo era simplemente un títere que usabas para controlar
a estos pobres mozos.
Juan: Cocinera…
La Cocinera: ¡Cocinera no! ¡Ahora sabrán como me llamo!
¡Amelia es mi nombre! Uno que no se pronunciaba en estas
tierras desde hace mucho.
Doña Beatriz: ¡Mayordomo, haga algo!
150
Mayordomo: ¡Dienes! ¡Dien, dienes! ¡Mí, mi nombre es
Denis!
Doña Rafael: Amelia, ¿por qué este trato?
La Cocinera: La pregunta es descarada. Miren a estos deformes
delante de ustedes. Cuánto han sufrido sus cuerpos.
Doña Beatriz: ¡Por la Yerra!
Don Rafael: ¡Su sangre purifica la tierra! Ha sido nuestra
tradición por años…
La Cocinera: ¡Mentira! ¡Ustedes lo han hecho para divertirse
con nosotros!
Don Rafael: Es verdad… ¡Es verdad! Se nos ha ido un poco
la mano.
Doña Beatriz: (A Don Rafael.) Querido…
Don Rafael: (En voz baja.) Más vale calmarnos un poco,
amor. ¡Amelia! ¡Hija mía! ¡Mírate! ¡Me sorprendes! ¡Segura
de ti, fuerte y con templanza!
La Cocinera: ¡Claro que sí!
Don Rafael: ¿Y a quién le debes eso?
La Cocinera: Lo único que le debo a ustedes es ser una maldita
a la que le falta un ojo.
151
Don Rafael: Sí… pero eres más que eso… escucha cómo hablas…
¿De quién aprendiste esas palabras, Amelia? ¿Quién
te enseñó a leer y a escribir? ¡Cultivamos tu mente! ¿Mayordomo,
es que no reconoces a tu patrón?
El Mayordomo: ¡Caca, caca, calla infeliz! ¡Mi lengua, mi
lengua! (Relincha. Doña Beatriz trata de liberarse, pero Amelia
le pega.) ¡Coco, cortale la lengua para que aprenda!
Chago: ¡Yo digo que les saquemos la pierna a los dos!
Juan: ¡Señores! ¡Cordura!
Miguelito: ¡Tranquilícense!
(Los mozos gritan.)
Juan: ¡Señores! ¡Por favor! ¡No hagamos algo de lo que nos
arrepentiremos después! (Los mozos siguen gritando.) Toda
mi vida he buscado la justicia y tuve que pelear en una
guerra que creí cambiaría todo. Pero no fue así. Muchos
murieron y perdí la esperanza. La sangre no lleva a nada
bueno. ¡Que nuestra nueva vida sea una fundada en la paz
y no en…
La Cocinera: Muy bonito lo que dice, Juan, pero usted no
ha sufrido lo que nosotros. La guerra de la ciudad y lo que
ha pasado aquí son cosas muy distintas.
Juan: ¡Puede ser! ¿Pero sabe de qué sí estoy seguro? Que
los patrones no son diferentes a nosotros. Son seres que
han cometido atrocidades…
Mozos: ¡Sí!
152
Juan: …Que los han tenido bajo el yugo…
Mozos: ¡Sí!
Juan: …Pero que respiran como ustedes y yo. Son humanos.
Cometieron errores. Hubo un tiempo en que yo pensaba
que se debían de empalar las cabezas de los terratenientes.
Pero mientras escapaba pude pensar en el camino.
Me harté de la violencia. Hice un pacto con Dios de no volver
a matar y quiero mantenerlo.
Don Rafael: ¡Este muchacho tiene razón! ¡Somos seres humanos!
¡Y fuimos mozos como ustedes!
La Cocinera: Eso fue hace mucho.
Chago: (A la cocinera.) ¿A qué se refiere?
La Cocinera: ¡Hablen, infelices!
Don Rafael: Ustedes nos ven como patrones, pero hace
mucho fuimos simples campesinos. Don Gil y Doña Elizabeth
eran los verdaderos dueños de esta finca. ¡Quisiera
olvidar esos nombres! ¡Si ustedes creen que somos desalmados
es porque no los conocieron a ellos! Beatriz y yo
trabajábamos aquí. Los padres de ustedes fueron nuestros
compañeros. A pesar que todos hacíamos nuestras labores
arduamente, Don Gil y Doña Elizabeth se divertían maltratándonos,
sin razón alguna. Muéstrales, querida.
(Doña Beatriz se quita los guantes negros. Sus manos tienen
quemaduras.)
Doña Beatriz: Metieron mis manos en aceite hirviendo.
¡Tenía apenas 15 años!
153
Don Rafael: ¡Y los padres de ustedes lo vieron! ¡Los
tuyos, Cocinera! ¡Los tuyos Mayordomo! ¡Chago! ¡Lincoln
Washington! ¡Miguelito! ¡Y ninguno hizo nada! Pero una
noche nos cansamos, así que Beatriz y yo tomamos los
machetes y degollamos las cabezas de los patrones.
Mozos: ¡Mentira! ¡Mentira!
La Cocinera: No, señores, lo que dicen es verdad.
(La Cocinera y el Mayordomo van hasta una de las paredes y
destapan los trofeos de caza. En lugar de animales, vemos dos
cabezas embalsamadas: los antiguos patrones. Los mozos se
inquietan y gritan.)
Don Rafael: ¡Son los verdaderos patrones! ¡Nosotros los
embalsamamos!
Doña Beatriz: Con estas mismas manos.
Don Rafael: Con tus exquisitas manos, querida. (A los mozos.)
¿Se fijan? No fuimos muy diferentes a ustedes… ¡Tengan
piedad de nosotros!
La Cocinera: ¿Piedad? ¡Me da risa esa la palabra! Creo que
olvida un pequeño detalle de su cuento de hadas, el cual
el Mayordomo y yo conocemos bien. ¿Qué pasó con todos
nuestros padres?
Doña Beatriz: ¡Un desliz!
La Cocinera: ¿Un desliz? ¡Mentira! ¡Ustedes los asesinaron!
154
Mozos: ¡Que hablen! ¡Que hablen!
La Cocinera: ¡Torturaste a mi padre y a mi madre hasta
matarlos! ¡Al padre de Denis! ¡A las padres y madres de todos!
(A los mozos.) ¡Ustedes eran muy pequeños, por eso no
lo recuerdan! ¡Pero yo sí! ¡Denis también! ¡Nosotros, que
éramos los mayores, los criamos! ¡Y por eso los patrones
inventaron la Yerra! ¡Para recordar su venganza!
Mozos: ¡Deben morir! ¡Deben morir!
Juan: ¡Señores!
La Cocinera: ¿Siguen creyendo en la paz de Juan? ¿O debemos
de darles una cucharada de su propia medicina?
Mozos: ¡Que sufran! ¡Que sufran!
La Cocinera: ¡Entonces, déjennos al Mayordomo y a mí
guiarlos por esta oscura noche, amigos! ¡Nosotros, los portadores
de la antigua historia, iluminamos el camino!
El Mayordomo: (Haciendo gruñido de lobo.) ¡Nosotros!
Mozos: ¡Que viva la Cocinera! ¡Que viva el Mayordomo!
La Cocinera: (A los patrones.) ¿Escuchan? Ellos nos claman.
Su destino está sellado. (A los mozos.) ¡¿Qué piensan?! (Se
saca el cuchillo.) ¿Los despellejamos vivos?
Mozos: ¡Los caballos! ¡Los caballos!
La Cocinera: ¿Desmembrarlos?
Mozos: ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!
155
La Cocinera: ¡Los caballos entonces! ¡Mi cuchillo no
probará sangre esta noche!
Los Patrones: ¡Hijos de puta! ¡Mal nacidos!
La Cocinera: ¿Lo ven? Ni en sus últimos segundos estos
chanchos muestran respeto hacia nosotros. ¡Chago, maestro
de los caballos! ¡Prepare sus corceles!
Chago: ¡Con gusto, señora!
La Cocinera: ¡Y cuando terminen nos traen sus cabezas!
¡Hay que poner nuevos trofeos de caza!
(Los mozos se llevan a los patrones.)
Miguelito: Cocinera, esta no era la manera.
La Cocinera: ¡Calla, muchacho! ¡Ahora en adelante las cosas
como son! Doña Amelia y don Denis. Los nuevos patrones
de estas tierras.
Miguelito: ¿Qué?
La Cocinera: Esta finca necesita orden.
El Mayordomo: ¡Y no, no, sonotros, nosotros somos los
llamados para hacerlo!
Miguelito: ¡Juan! ¡Haga algo!
Juan: No creí ver esto nuevamente.
(El Mayordomo desencadena a Lincoln.)
156
Lincoln: Mi espada… mi espalda…
El Mayordomo: Buen hombre, leva… levantate... cu, cu, cururaré
tus heridas.
Lincoln: Señores… almas nobles… ¿Cómo podría agradecerle
lo que han hecho por nosotros?
El Mayordomo: ¿Quieres servirnos, querido Lincoln?
Lincoln: ¡Por ustedes haría lo que sea!
La Cocinera: Entonces, toma esto. (La Cocinera le da un
machete.) ¡Y capturá a Juan!
(Lincoln toma el machete. Juan trata de huir. Pelean. Lincoln
gana.)
Lincoln: Ni piense moverse…
La Cocinera: (A Juan.) Creo que es un hombre fuerte, Juan.
Un hombre sabio. Nos sería de gran ayuda que trabajara
para nosotros.
Juan: Señores, por favor, les hago un llamado a la cordura…
El Mayordomo: Los corderos… la cordura, no existe en estos
lares, señor Juan. A-a-a acepte, o es su caca, cabeza en
nuestras manos.
Miguelito: ¡Él jamás aceptará!
La Cocinera: Ahora veremos eso. ¡Lincoln! ¡Llévelo a ese
biombo!
157
(Lincoln lleva a Juan hasta uno de los biombos.)
Juan: ¡Déjenme, infelices!
Miguelito: ¡Señor Juan!
La Cocinera: (Sacando su cuchillo.) Parece que sí probarás
sangre, querido.
(La Cocinera y el Mayordomo se van detrás del biombo.)
Juan: ¡Ahh! ¡Mi ojo! ¡Mi ojo! ¡Malditos!
La Cocinera: ¡Te sacaremos el otro si no te estás quieto!
Juan: ¡Noooo!
La Cocinera: ¡¿Nos servirás?!
Juan: ¡Déjenme!
El Mayordomo: ¡¿Nos servirás?
Juan: ¡Sí!
La Cocinera: ¡¿Seguirás todas nuestras ordenes?!
Juan: ¡Sí!
La Cocinera: ¡¿Trabajarás desde que salga el sol hasta que
se esconda?!
Juan: ¡Sí!
158
La Cocinera: ¡Muy bien!
El Mayordomo: ¡Ahora nos perteneces!
(El Mayordomo lo sella con el hierro. Juan grita.)
Miguelito: ¡Déjenlo en paz, infelices!
La Cocinera: ¡Lincoln! ¡Callá a ese idiota!
(Lincoln sale con el machete. Pelea con Miguelito. Lo hiere. Antes
que lo mate, Miguelito escapa y sale. La cocinera aparece.)
La Cocinera: ¡Dejalo! Que corra todo lo que quiera. No llegará
lejos en estos campos sin fin. ¡Que todos los mozos
que deseen huir lo hagan! ¡Pero que los perros vayan tras
ellos! El que quiera irse es porque no entiende que en estas
tierras se avecina un porvenir donde todo será mejor,
donde los pájaros volverán a cantar y los ríos darán agua
limpia y fresca.
(Juan sale arrastrándose y cubriéndose el ojo ensangrentado.)
La Cocinera: Juan, necesitaremos un nuevo cocinero.
Juan: (Convaleciente.) A sus… a sus órdenes….
El Mayordomo: Besa nuestras manos, hijo mío. (Juan besa
sus manos.) Has hecho lo correcto.
La Cocinera: Don Denis… tu voz.
El Mayordomo: ¡La he recuperado!¡Puedo hablar normalmente!
La Cocinera: ¡Alabado sea Dios!
El Mayordomo: Verdaderamente, alabado sea. (Saca la biblia
y la besa.) Seremos los nuevos dueños de esta tierra,
mi querida. Gobernaremos justamente, los árboles darán
frutos frescos, los hombres cantarán y bailarán…
Lincoln: ¡Alabado sea Dios!
La Cocinera: ¡Calla, ignorante! ¡Las palabras de cierre nunca
se interrumpen!
El Mayordomo: ¡Este quiere latigazos! (El Mayordomo saca
su látigo y golpea a Lincoln sin reparo.) ¡Aprenderán a quedarse
callados!
Lincoln: ¡Sí, señor! ¡Sí, señor!
(Sonido de galopes.)
La Cocinera: ¡Escuchen! (Sonido de cuerdas tensándose, gritos
y huesos crujiendo.)
Doña Amelia y don Denis: ¡Está hecho! ¡Está hecho! ¡La
noche es nuestra! ¡Noche de Yerra! ¡Noche de travesuras!
¡Noche de barbaridades! ¡Noche de refundación!
Apagón.
160
CRIATURAS DE LA HONDURA
(O HISTORIA DE HONDURAS
PARA PRINCIPIANTES)
Walter Lobo
Personajes:
Narrador 1
Narrador 2
Francisco Morazán
Dionisio de Herrera
El clero
José Trinidad Cabañas
Pueblo
164
PARTE 1:
Morazán
PRIMER CUADRO
(Los narradores)
Durante la entrada del público los dos narradores aplican una
encuesta. con preguntas de carácter curioso sobre los próceres.
La escena la componen la orquesta y el resto de los actores.
La orquesta comienza a tocar una música como de entrega de
premios. Entran el narrador 1 y 2. El narrador 1 está vestido
elegante, con corbatín y bien peinado. El narrador 2, en
cambio, tiene aspecto desprolijo, jovial. Con esmoquin, pero sin
corbatín y despeinado.
N1: Muy buenas noches, señoras y señores, les estamos
profundamente agradecidos por acompañarnos en este
viaje a los más profundos recovecos de nuestra historia.
La historia de Honduras. Pedacito de tierra en el centro
mismo de América (grandilocuente.) y del mundo.
N2: Buenas noches, banda. Nosotros seremos sus
anfitriones. Y estamos listos para aclarar cualquier duda,
si se da el caso. Y si en algún momento la cosa se pone
aburrida, aquí estoy yo para hacerles el rato más ameno.
Insisto, si tiene alguna duda, pregunte, que es mejor pasar
por tonto una vez que ignorante por toda la vida.
N1: Yo esa frase la conozco.
N2: Obvio, es famosa, lo dijo Francisco Morazán.
N1: Obvio.
N2: Pregunta. Para vos, ¿Cuándo empieza la historia de
Honduras?
165
N1: Pues obvio que con la llegada de Colón. El
descubrimiento, pues. Año 1492 de nuestra era.
N2: No puede ser.
N1: ¿Por qué?
N2: Porque todavía no se llamaba Honduras.
N1: ¿Cómo no? Nada de historia sabés. No escuchaste la
famosa frase «gracias a Dios que hemos salido de estas
honduras». Y es que se los estaba tragando el mar. Y
entonces pudieron llegar a tierra. A Gracias a Dios. Por eso
es que se llama así.
N2: Nombe. Eso es pura anécdota. No hay registros. Mirá.
Si vamos a hacer esto lo vamos a hacer bien, yo digo que
nos centremos en los hechos que se pueden corroborar.
Y en los personajes que realmente importan. Como en la
vida del general Francisco Morazán Quesada, por ejemplo.
N1: Chico Ganzúa. Ya sé por dónde vas. Que se me hace
que vos sos revoluco.
N2: Revolucionario. Sí. (Despectivo.) Y vos, medio
conservador...
N1: Sí. ¿Y qué?
Inicia una discusión que va subiendo de tono. La orquesta
acompaña con música de pelea hasta que los músicos no pueden
más y paran. Los narradores se percatan del público y llegan a
un arreglo decidido por este.
N1: (Arreglando su peinado.) Distinguido público. Les
ofrecemos nuestra más sincera disculpa por hacerles
partícipes de esta infructífera disputa ideológica. Mi
compañero y yo hemos decidido diplomáticamente dejar
en ustedes el peso de la disyuntiva que nos aqueja. Así,
pues…
166
N2: Ya mucha casaca. Lo que quiere decir es que decidan
ustedes. Eso es todo. Entonces. Si quieren que la obra hable
de Colón y dure tres horas y media… levanten la mano.
(Esperan). Y si quieren que la obra se enfoque en Morazán
(Eufórico.) y su valiente lucha por la independencia y la
unidad de la República Federal Centroamericana, griten
conmigo. Tres… dos… uno… Acción.
Fin del primer cuadro.
167
SEGUNDO CUADRO
(Delirio)
15 de septiembre de 1842. San José Costa Rica.
Suena la orquesta y va iluminando poco a poco la imagen de
Morazán, semejante a una estatua de parque.
Voz en off: En nombre el autor del universo en cuya religión
muero. Declaro: que todos los intereses que poseía, míos y
de mi esposa, la señora María Josefa Francisca Úrsula de la
Santísima Trinidad Lastiri del Lozano, viuda de…
Morazán: Sí. Soy yo. José Francisco Morazán Quesada. Y
este es el día de mi muerte. Sí ( Hacia afuera).
Oyeron bien, cobardes… José Francisco Morazán Quesada.
Pacificador de la República de Honduras, el más grande
político y militar de Centroamérica. Jefe del Ejército
Aliado Protector de la Ley. No crean que la muerte me hace
justicia. Porque, aunque esté muerto, viviré. Llevarán mi
nombre las universidades, honrarán mis estatuas en las
plazas. Desfilarán frente a mí las escuelas y los colegios.
Porque no soy cualquiera. No es un perro al que tienen
encerrado. Soy José Francisco Morazán Quesada. Amigo
íntimo del gran Simón Bolívar. Qué digo amigo. Soy el
Simón Bolívar de Centroamérica. Y aun así me desprecian.
Así como también desprecian la capacidad y el destino de
grandeza del hombre y la mujer centroamericana.
Voz en off: (testamento de Morazán.) Declaro: Que no he
merecido la muerte, porque no he cometido más falta que
dar libertad a Costa Rica y procurar la paz a la República.
Por consiguiente, mi muerte es un asesinato, tanto más
agravante cuanto que no se me ha juzgado ni oído. Yo no
he hecho más que cumplir los mandatos de la Asamblea, en
consonancia con mis deseos de reorganizar la República.
168
Morazán: No desesperes, Morazán. Tranquilo, ya vendrá el
fiel Cabañas al rescate. Ay de mí, que no tengo mi valiente
ejército de Texíguat. No desesperes porque el tiempo
hace siempre justicia. Traga veneno, Morazán. Que el
tiempo todo lo equilibra. Uff… Que olor a muerte, uff…
como cuando en la isla de Lemnos el guerrero Filoctetes
agonizaba en su propia pestilencia. ¡Ay, ay, ay! Como
cuando burlado por la diosa Atenea, el valiente Ajax dio
muerte a todo un rebaño y después a sí mismo aplicó el
filo mortal para evitar la vergüenza y el oprobio. Ay de mí,
pues también soy víctima del capricho del Altísimo. ¿Qué
chiste? ¿Qué paradoja? ¿Qué azar dispone el final de mi
epopeya, enviándome al cadalso justamente hoy, que se
cumplen 22 años de la independencia del yugo imperial?
(Se congela la escena y entran los narradores.)
N1: Que aburrido. ¿Quién escribió esto? Yo pensé que la
idea es que la obra sea entretenida.
N2: A mí me parece que está buena. ¿Qué es lo que no te
gusta?
N1: Habíamos acordado comenzar por la independencia. Y
de entrada ya están matando al pobre Morazán. Además,
que lo estamos pintando medio loquito. ¿No te parece?
N2: (Ríe.) Bueno. Un poco, sí. Pero mira. Te explico.
N1: Ay no. Me asusta cuando te pones en plan «mira, te
explico».
N2; No, tranquilo. Mira. La idea de comenzar por el final es
justamente para que no sea aburrida. Vamos de un evento
a otro sin importar el orden cronológico. (En plan profesor.)
Como una elipsis.
N1: Mmm… No sé. Vamos a confundir a la gente. Además,
mirá al pobre Morazán (lo miran y sigue congelado). Ya ha de
estar cansado.
N2: ¡Huy! Es cierto. Bueno, te propongo un juego. Si yo
gano, la obra sigue de manera elipsoidal. Y si no, pues
como vos digás.
169
N1: Bien. Pero yo decido el juego.
N2: Ok.
N1: Entonces… bien. La idea es esta. Vamos a decir de
quiénes son las caras en los billetes de menor a mayor
denominación. Además de un aporte que hayan hecho a la
historia. El primero que se equivoque pierde.
N2: Démole, pues. Empiezo yo. En el de un lempira está
Lempira. Obvio. Fue el cacique más importante de la
resistencia indígena contra la invasión española. Murió a
traición en Congolón, Coyocutena y Piedra Parada. (Saluda
al público a la espera de aplausos.)
N1: Billete de dos lempiras; Marco Aurelio Soto. Fue
presidente de Honduras entre 1876 y 1883. Gestor de la
reforma liberal, abrió a Honduras al capital extranjero y
cambio la capital de Comayagua a Tegucigalpa.
N2: El primer corrupto mayor de Honduras.
N1: Somos narradores. No jueces de la suprema corte.
Además, me gusta la idea de que cambió la capital de lugar
por amor. Dicen que la mujer era de Teguz y no le gustaba
Comayagua.
N2: Te la creíste, es todo mentira. Cambió la capital
para Teguz porque planeaba robarse todo el oro de San
Juancito. Lo de abrirse al capital extranjero era más bien
despatarrársele a su amigo el gringo.
N1: ¿Vos creés?
N2: Por supuesto. Pero sigamos. Cinco lempiras: Francisco
Morazán. Insisto en que esta obra tiene que centrarse en
él. (Al público.) Además, miren ustedes que buen actor lo
interpreta.
Morazán sigue congelado al fondo de la escena.
170
N1: Huy, pobre. Ya le están temblando las piernas.
N2: Descanse, mi general. (Morazán descansa.) El más
grande de todos. Y no digo más porque esto se hace eterno.
N1: Billete de a diez: José Trinidad Cabañas. El más
honesto de todos. Fiel amigo y compañero de Morazán en
sus batallas.
N2: 20 lempiras: aparece José Cecilio del Valle. El Sabio.
N1: Perdiste. Es Dionisio de Herrera.
N2: Estoy seguro, es Valle. (Consulta al público.)
N1: Lo sabía, todo mundo los confunde. Porque son
primos y se parecen.
N2: ¡Qué vergüenza!
N1: Bien. Ahora vamos a seguir. Y vamos a seguir como yo
quiero. A ver. ¿Dónde nos quedamos?
Morazán: En que me van a fusilar el día de aniversario de
la independencia. (Salen de escena narrador 2 y Morazán.)
N1: Una luz cenital sobre mí por favor. (Se apagan todas
las luces y queda el solo iluminado, Afina su voz y prosigue con
tono de presentación). Quince de septiembre de 1821 en la
Capitanía General de Guatemala.
Fin del segundo cuadro
171
TERCER CUADRO
(Día de la independencia)
Es la calle de la Capitanía General. Los músicos participan de la
escena. Hay ambiente murguesco. Los narradores, ya vestidos
conforme a la época, están mezclados con el pueblo.
El pueblo:
Urge la independencia
En este preciso momento
Ya nos cansaron sus cuentos
Y esta vida sin querencia
Horas cuatro nomás os damos
Para resolver el asunto
Si no quieren ser difuntos
Pues apresto viene Thanos
Cuatro horas ofrecemos
Para resolver el asunto
O por vivos y difuntos
Fuego a todo le metemos.
N2: ¿Qué pasa? ¿Por qué hablan así?
172
N1: No sé. Es verso, endecasílabo. Probemos, dale. (Sigue
sonando la música.)
N2. Ah, no. Yo de poeta no tengo ni un pelo. Será que es
necesario hablar así acá.
N1: No sé. Pero es peligroso si se dan cuenta que no
somos de acá, mejor lo intentamos. Así, mirá. (Con un poco
vergüenza.) Mi padre es una rosa, mi padre es un clavel. Yo
soy un botoncito acabado de nacer…
N2: Cuando era pequeñito, me daban muchos abrazos. Y
ahora que soy grande, me agarran a pi…
N1: Shsssss.
El pueblo: ¡Hey! ¿Y ustedes quiénes son?
N2: Eh… Ehhh...
N1: Somos hermanos centroamericanos.
El pueblo: ¡Mentira! Seguro son infiltrados de la corona y
los conservadores.
N1: ¿Conservadores? Jamás.
N2: Es cierto. Somos amigos de Francisco Morazán.
Uno del pueblo: ¿Y quién demonios es Morazán?
N1: (A N2, en secreto.) ¿Qué hacemos? Esta gente nos va a
linchar.
N2: No digas nada. Déjamelo a mí. (Al pueblo.) Queridos
hermanos, déjenme explicarles...
Nosotros venimos de Honduras. Por encargo de don
Francisco Morazán.
El pueblo: ¿Quién es Francisco Morazán?
173
N1: Es el sobrino de don Dionisio de Herrera.
El pueblo: ¿Y quién es Dionisio de Herrera?
N2: Es el primo del sabio Valle.
Uno del pueblo: ¡Ah bien! A él si lo conocemos… Pero
está allá adentro, diciendo que no estamos listos para la
independencia. ¡Vaya sabio!
N2: Nos dijeron que hablemos con doña María Dolores
Bedoya de Molina.
Uno del pueblo: Sí claro. Ella fue la que organizó esto para
hacer presión y que declaren la independencia.
Todos: ¡Viva Centroamérica! ¡Viva Centroamérica! (Todos
cantan.)
Cuando el pueblo se levanta,
De su terrible letargo,
Aunque el trago esté amargo,
El valor no se quebranta.
Los que están arriba dicen
Que aún no estamos preparados,Pero a la tierra va el arado,
Antes que la flor, laaaas aveeejas poliniiiiicen.
N2: Vamos, compañeros y compañeras. A tomarnos la
Capitanía. ¡Independencia o muerte!
Todos: Independencia o muerte… ¡Independencia o
muerte!
174
Fin del tercer cuadro
CUARTO CUADRO
(Los pliegos)
Tegucigalpa, 28 de septiembre de 1821. En la plaza se baila
música folklórica. Al fondo de la plaza, apoyado en la base de
una farola, está Morazán, inquieto. Entran los narradores
visiblemente cansados, haciéndose lugar entre la gente. Suenan
las campanas. Algarabía total. Los narradores interrogan a los
transeúntes.
N1: Disculpe, señora. ¿Ha visto a Morazán?
El pueblo: ¿Quién es Morazán?
N2: ¡Ey! ¡Muchacho! ¿Conoces a Morazán?
N1: Hola, buenas. ¿Usted conoce a Francisco Morazán?
La señora: Ay sí, joven. Sí lo conozco. Es un muchacho muy
guapo. Y esas patillas largas que tiene…
N2: ¿Y lo ha visto?
La señora: No, fíjese.
Los narradores siguen encontrando respuestas imprecisas,
hasta que uno se acerca a Morazán y le pregunta.
N1: Oiga joven... Disculpe la molestia. Pero usted se ve una
persona sabedora. ¿Por casualidad conoce a un muchacho
que se llama Francisco Morazán?
Morazán: ¿Quién lo busca?
N1: Es que tenemos un encargo de Guatemala.
Morazán: (Empuña una daga que porta por debajo de la
camisa.) Insisto, mi señor. ¿Quién lo busca?
175
N2: (Acercándose.) ¿Lo encontraste? ¡Hola, joven!
Morazán: (Exaltado, desenfunda el puñal.) Es suficiente. O
me dan sus nombres, o este cuchillo probará sangre.
N2: ¡Tranquilo joven! No se exalte. Mi nombre es… eeh...
Doroteo. Doroteo Cano.
N1. Y yo soy su hermano, Cipriano, Cipriano Cano.
N2: (Aparte.) Muy bien. ¿Cómo supiste?
N1: Leí el libro.
N2: (Al público.) En el libro Los brujos de Ilamatepeque, el
escritor hondureño Ramón Amaya Amador nos cuenta
la historia de dos hermanos, soldados de Morazán
que le acompañaron en sus batallas y sus viajes por
Centroamérica…
N1: En esos viajes, Morazán aprovechaba para enseñarles
a sus soldados a leer y escribir, además de técnicas de
irrigación para mejorar sus cultivos.
N2: Cuando volvieron a su pueblo, mientras los demás
habitantes de Ilama, dormían, ellos aprovechaban para
regar sus milpas, lo que ocasionó que sus cultivos fueran
mejores. Por eso el pueblo comenzó a odiarles. Y con
la ayuda de la iglesia, fueron linchados por sus propios
vecinos.
Morazán: ¿Bueno, y de dónde son?
N1 y N2: De Ilamatepeque.
N1: Pero nos gusta viajar. Ahora mismo venimos de
Guatemala. Tenemos un encargo para que Morazán se lo
entregue a su tío.
176
Morazán: ¿Y cuál sería ese encargo?
N2. Los pliegos.
Morazán: ¿Cuáles pliegos?
N1: Los de la independencia. Hemos viajado por trece
días, estamos muertos de cansancio. Pasamos por Valle
y Comayagua, donde quisieron atacarnos. Pero logramos
escapar. Y recién llegamos acá.
Morazán: Entonces ustedes son ángeles. Portadores de
buenas nuevas. Ya verán cómo la historia hablará de
ustedes y su valiente gesta. Vamos rápido con mi tío. Ya
la gente sabe de la independencia, pero es importante
proteger los pliegos.
N2: ¿Entonces vos sos Morazán?
Morazán: Sí. Es un placer conocerles, compañeros.
N1. Pero… ¿Y las patillas?
Morazán: ¿Qué patillas?
N2: Las tuyas. Nos dijeron que tenías unas hermosas
patillas largas.
Morazán: Ah... (ríe). Me las corté. Para pasar desapercibido.
Son tiempos difíciles. Los conservadores, principalmente
de Comayagua, quieren que nos unamos al imperio
mexicano. Los terratenientes tienen miedo y son
peligrosos. Pero tenemos un enemigo peor. Escuchen
cómo suenan las campanas. (Salen).
Fin del cuarto cuadro
177
QUINTO CUADRO
(El clero)
En la parte superior de la escena está el sacerdote. Habla en
el tono en que se oficia una misa. Como oposición en la escena
está Dionisio de Herrera, viendo cómo en el centro de la escena
se queman todos los libros de su biblioteca. Alrededor de la
hoguera están otros clérigos.
El clero: Psalmus cantici, in die sabbati.
Bonum est confiteri Domino,
et psallere nomini tuo, Altissime:
ad annuntiandum mane misericordiam tuam,
et veritatem tuam per noctem,
Vir insipiens non cognoscet.
Dionisio: Soy don Dionisio de Herrera, jefe de Estado de
Honduras. El primero. Pero no será por mucho tiempo. Esa
hoguera que ven ustedes, es mi vida entera…
N2: (Aparte.) Se supone que Herrera tenía la biblioteca
más completa de su época.
Dionisio: Montesquieu. Rosseau... todos los enciclopedistas
franceses. Sófocles, Esquilo, Shakespeare. Todos herejes,
según esta pandilla de ignorantes que causan horrores en
nombre del Altísimo (llora.)
El pueblo: ¡Hereje! Ese hombre es un hereje. Que lo
quemen. En nomine del cristes… A la hoguera.
El clero: Et stultus non intelliget haec.
178
Dionisio: No sean tontos. Es que no entiend… (Ruido de
un golpe).
N1: (Aparte). Ni alcanzó a terminar la palabra «entienden»,
cuando uno del bulto le asestó un golpe seco en la cabeza
con una biblia del tamaño de un bloque. Fue capturado y
puesto en prisión.
Dionisio yace en el piso. Fade out. Suena música.
El Clero: Oiusti
Meditabitur
Patientiam et lingua eius
Loquetur indicium.
Final del quinto cuadro
179
SEXTO CUADRO
(Morazán y el mar)
Una noche de 1841
Morazán en la proa de una barcaza en la que también viajan
su familia, Cabañas, el general Saravia, los coroneles Orellana
y Escalante, el capitán Gómez y el teniente Molina.
Morazán: Todos preguntan por qué vuelvo. Que he perdido
el favor de mi pueblo. Que la patria no es la misma de hace 22
meses que me autoimpuse este exilio. Pero pienso distinto,
no es posible que el pueblo se mantenga en este terrible
letargo. Y nosotros que hemos ayudado a construirlo somos
los llamados. Más aún cuando los que acarician el yugo han
permitido el avance de fuerzas extranjeras. Detesto el mar,
porque amo la tierra. He conocido a grandes personajes en
este viaje, que me han hecho reflexionar sobre el camino
a recorrer para salvar la unidad de Centroamérica. Pero
no estoy solo, me acompaña mi fiel amigo Cabañas y me
esperan otros tantos que darían la vida por mí. De eso
estoy seguro. Ha sido largo el viaje desde Callao. Noche
tras noche hemos tenido por compañía la oscuridad de
la noche y la inmensidad del mar. Pero el trayecto está
claro, no nos detendremos hasta arrancar de las garras del
enemigo la patria… Nuestra patria.
Cabañas: ¡General, por favor! Entre al barco, la tormenta
es demasiado fuerte, se va a caer.
Morazán: No temas, Cabañas. Que ninguna fuerza es
mayor que la de las ideas libertarias.
Cabañas: ¡Sí, mi general! Pero esta es la fuerza de la
naturaleza. La tormenta nos ha desviado… Hace dos
días debimos llegar a Chiriquí. Doña Josefa está muy
nerviosa, estamos perdidos.
180
Morazán: ¿Perdidos? No, mi amigo. El mar nos pone a
prueba. ¡Ay de nosotros si damos lugar a la cobardía!
¿Acaso Ulises se acobardó ante tantos obstáculos en su
regreso a Ítaca? A ver, dame la lista de nuestros aliados.
¿Eres aliado o enemigo, Cabañas?
Cabañas: Me ofende la pregunta, mi general.
Morazán: Hagamos la lista, pues. (Gritando en la proa.) Si
están de mi lado, digan presente. ¡Y si no, serán echados
como Jonás!
Cabañas: Pero, mi general...
Morazán: Nada de peros… (Comienza a gritar los nombres de
los ocupantes de la embarcación. Todos responden presente.) Y
por último, aunque no esté presente, mi amigo don Pedro
Mayorga. (Un trueno, precedido de la embestida de una ola,
les hace caer estrepitosamente.)
Fin del sexto cuadro
181
SÉPTIMO CUADRO
(Madrugada del día de la Batalla de la Trinidad. O
donde el caballo botó a Morazán).
Noviembre de 1827.
Están resguardados en una cueva. Morazán duerme,
Cabañas está con los narradores y otros soldados alrededor
de una pequeña fogata. Limpian fusiles y espadas. Uno de
los narradores toca un motivo romántico. Se detiene, afina la
cuerda.
Morazan: ¡No! No.
Todos: ¡General!
Cabañas: Shss. ¿Un trago?
Morazán: Sí.
Cabañas: ¿Qué pasa, general?
N2: Perdón, general, lo desperté con el ruido de la
guitarra.
Morazán: No, no. Está bien, me gusta que toques, tuve
una pesadilla… Un sueño.
Cabañas: Cuente, pues…
N1: (Aparte). Por favor, otra vez.
Morazán: Bueno, pero bajémosle un poco al fuego. Ya está
menguando la lluvia y hay mayor visibilidad. Entonces...
Estaba yo en un barco. Volvía de Perú, de conocer a Simón
Bolívar. Estaba mi mujer, y también vos, Cabañas. En el
sueño, había sido presidente de toda Centroamérica. ¿Se
182
imaginan? Lo malo es que al final del sueño me fusilan.
Y vos no estás ahí, Cabañas (a los narradores.) y ustedes
tampoco. Pero eso fue un sueño. La realidad en este
momento es que tenemos que ser cautelosos en la batalla.
De forma despreciable y traicionera han actuado nuestros
enemigos, encerrando a su propio presidente. A mi tío
Dionisio, que tan buen proceder ha tenido con todos.
Mordieron la mano que le ofreció amistad y justicia.
Cabañas: Me ofende que diga todo eso sobre la traición y
el buen proceder. Justo después de presumir que no daría
mi vida por usted y por la patria, como pasó en su sueño.
Morazán: No te preocupes, amigo, un sueño es solamente
eso. Confío plenamente en tu lealtad.
Cabañas: Igual me siento ofendido… Quiero reivindicar las
palabras de mi padre cuando me entregó junto con mis dos
hermanos, al servicio de don Dionisio. (Silencio.) Solicito
permiso para repetir las palabras de mi padre, señor.
Morazán: Adelante.
N2: «Señor, el peso de mis años no me permite
acompañarlos al campo de batalla, pero aquí tenéis a mis
tres hijos que pueden lo que yo debiera hacer, dispuestos
a derramar su sangre al pie de la bandera que defendéis.»
N1: (Aparte a N2.) ¿Eso le dijo? Vaya padre ese. Oíme, yo
siempre pensé que Cabañas era más viejo que Morazán.
N2: Yo también. Supongo que es por como salen en los
billetes. Y Morazán siempre de perfil. Dicen que fue en
esta batalla que perdió la oreja…
N1: ¿En serio? Bueno. Ahora si se va a poner emocionante
la cosa. Eso sí me gusta, las batallas. Apuremos esto, que si
no Morazán no se calla nunca y la obra se hace larga.
N2: Bien, vamos.
Apagón.
183
Al volver la luz a la escena se ve a Morazán. Montado en un
burro, entrando victorioso a la plaza central de Comayagua.
Ahora está siempre de perfil. Gritos de júbilo.
El pueblo: ¡Viva el general Francisco Morazán!
Viva, viva Honduras, viva (bis)
N1: Ah no. No, no, no.
N2: ¿Qué pasó?
N1: Hacete el tonto. ¿Qué hacemos acá? Se supone que
estábamos en la batalla. En cambio estamos acá. Viendo a
Morazán tirándoselas de Jesucristo salvador.
N2: Ya, hombee. Tranquilo.
N1: No es justo. Mirá que ni la oreja tiene ya. Nunca
sabremos que pasó. Nos perdimos toda la acción.
N2: Shss. Tranquilo. Yo te lo explico. Pasa que no podemos
poner escenas violentas porque nos cancelan. Por eso
pasamos a la entrada triunfal. Morazán ordenó que le
consiguiéramos un burro. Y ahí lo tienes. La verdad sí
es medio loco. En la batalla peleaba como si no hubiera
mañana. Así como lo vemos, todo chaparrito, es una fiera
con la espada.
N1: Claro que tenía siempre a Cabañas cubriéndole las
espaldas.
N2: Y mira que fue así hasta el final. (Al público.) Este día
fue el más importante en la vida de nuestro amado general.
Este triunfo le valió la fama que llevo a ser presidente e
toda Centroamérica durante nueve años, dominando por
completo la escena política de la región.
N1: ¿O sea que Morazán estuvo dos períodos de presidente?
N2: Ese fue el error de Morazán. Las segundas elecciones
las perdió con el Sabio Valle. Pero tuvo que quedarse en el
puesto porque este murió antes de asumir el cargo. Creo
que ahí comenzó el declive de Morazán.
N1: Yo creo que fue por meterse con los ticos.
N2: No lo sé. Hay muchas cosas…
Morazán: (Mientras avanza montado en el burro.)
Compatriotas, hermanos y hermanas. La victoria nos ha
sonreído. Porque no hemos luchado por nosotros mismos,
sino por nuestra patria. Quiero contarles que anoche he
tenido una pesadilla. Pero ahora es un sueño. Porque no
temo morir en defensa de mi pueblo.
El pueblo: ¡Viva Morazán! ¡Viva!
Morazán presidente, sí, Morazán a la presidencia. ¡Viva,
viva, viva!
185
CUADRO FINAL
(Morazán duerme)
Voz en off de Morazán: Costarricenses: Han llegado a mi
destierro vuestras súplicas, y vengo a acreditaros que no
me son indiferentes las desgracias que experimentáis.
Vuestros clamores han herido por largo tiempo mis oídos,
y he encontrado al fin los medios de salvaros, aunque sea a
costa de mi propia vida (Sonido de fusiles.)
FIN
186
COLECTIVO
TIERRA INCONEXA
DRAMATURGIA HONDUREÑA
En el 2020, en medio de la pandemia del COVID-19, cinco
teatristas de Honduras (Walter Lobo, Heber Villatoro, Ishtar
Paz, Luis Cerna Mazier y Karina Nelson) se reúnen mediante
sesiones virtuales con un propósito: Crear dramaturgia.
Luego se suman al colectivo los compañeros Rodin Ruiz y
Leo Banegas.
Esta necesidad surge por la escasa escritura y montaje de
texto teatrales hondureños, pero a la vez, sabemos que hay
muchas personas antes que nosotros que han realizado dramaturgia.
Sin embargo, sus obras están casi en la oscuridad.
Aparte de crear, tenemos el propósito de investigar y difundir
estos aportes para que nuevas generaciones conozcan lo
que se hizo antes.
Por último, queremos que nuestros textos motiven a más
generaciones de teatristas hondureños/as para escribir
teatro.
189
BREVES NOTAS BIOGRÁFICAS
ISHTAR PAZ
Egresada de la ENAD, es artista escénica, que se desarrolla
en el trabajo de la dirección de puesta en escena. También
se desenvuelve con un incipiente trabajo dramatúrgico,
trabaja el clown y expresiones artísticas callejeras, además
es estudiante del cuarto año de carrera de Dirección Escénica,
Universidad Nacional de las Artes, Argentina (UNA).
WALTER LOBO
Artista escénico. Se desenvuelve en la actuación, escenografía,
espacio sonoro y actualmente en la dramaturgia.
Es pasante de la licenciatura en Escenografía de la Universidad
Nacional de las Artes, Argentina (UNA), además es
integrante del grupo argentino “La Polenta”.
KARINA NELSON
Egresada de la ENAD. Artista escénica, desarrollándose en
las áreas de dirección, actuación y docencia.
Dando sus primeros pasos en la dramaturgia. Estudió en
el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación
Teatral (CELCIT). Actualmente finalizando el posgrado
en arteterapia en la Universidad Nacional de las Artes,
Argentina.
190
LUIS CERNA MAZIER
Director de cine y teatro. Actualmente incursiona en el terreno
de la dramaturgia. Ha trabajado en múltiples grupos
de teatro tanto en Honduras como en Argentina. Egresado
de la ENAD, continuó su formación en el CELCIT y la UNA
en Buenos Aires, Argentina.
HEBER VILLATORO
Actor, dramaturgo, director y pedagogo. Egresado de la
Escuela Nacional de Arte Dramático. Publicó en el 2013
“Desde el Desorden”, un libro con dramaturgia de su autoría.
Sus obras han sido montadas. Ha trabajado en múltiples
grupos de teatro, entre ellos el Teatro Taller Tegucigalpa,
Proyecto Coral y otros.
RODIN RUIZ
Artista escénico nacido en la ciudad de Tegucigalpa,
Honduras. Ha desarrollado su proceso de formación
en su país de origen y posteriormente en España
y Argentina. Reside en Washington D.C. donde
trabaja como artista independiente y a la vez en compañías
de teatro locales (Teatro de La Luna, Synetic Theater).
LEO BANEGAS
Actor, egresado de la Escuela Nacional de Arte Dramático
(ENAD), miembro fundador de Proyecto Teatral la Fábrica
y colaborador de Proyecto Fantasma, donde aborda
poesía desde diferentes expresiones artísticas. Actualmente
trabaja con la Casa del Teatro Memorias, además explorar
diferentes lenguajes literarios, como la dramaturgia, la
poesía y la novela.
191