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After - Anna Todd

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sin cuidado. Lo único que sé es que lo deseo, lo necesito. Alarga los brazos para

cogerme de las manos y me saca a la orilla junto a él.

Sin saber muy bien qué hacer, me quedo de pie sobre la hierba, sintiendo la

camiseta pesada y empapada de Hardin sobre mis hombros y pensando que está

demasiado lejos de mí.

Desde su posición, se agacha un poco para mirarme a los ojos.

—¿Quieres hacerlo aquí o en mi habitación?

Me encojo de hombros, nerviosa. No quiero ir a su cuarto, porque está

demasiado lejos y el trayecto me dará demasiado tiempo para pensar en lo que

estoy haciendo.

—Aquí —digo, y miro a mi alrededor.

No hay nadie a la vista, y rezo para que siga siendo así.

—¿Estás ansiosa? —Sonríe y y o intento poner los ojos en blanco, pero

probablemente parezca más bien un parpadeo desesperado.

El calor de mi cuerpo se va extinguiendo lentamente cuanto más tiempo pasa

sin que Hardin me toque.

—Ven aquí —dice entonces con voz grave, y las llamas de mi interior se

avivan de nuevo.

Mis pies avanzan lentamente por la suave hierba hasta que me encuentro tan

sólo a unos centímetros de él. Agarra inmediatamente el dobladillo de la

camiseta y tira de él hacia arriba para quitármela. Su modo de mirarme me

vuelve loca, y tengo las hormonas revolucionadas. El pulso se me acelera al ver

cómo recorre mi cuerpo con los ojos una vez más antes de cogerme de la mano.

Coloca la camiseta sobre la hierba a modo de manta.

—Échate —dice, y me guía hasta el suelo con él.

Me tumba sobre la tela mojada y él se tiende de lado, apoy ándose en un

codo, de cara a mi cuerpo tendido boca arriba.

Nadie me había visto nunca tan desnuda, y Hardin ha visto a muchas chicas;

chicas mucho más atractivas que y o. Levanto las manos para cubrirme el

cuerpo, pero él se incorpora, me agarra de las muñecas y me las coloca a los

costados.

—No te tapes delante de mí jamás —dice mirándome a los ojos.

—Es que… —empiezo a explicarme, pero él me interrumpe.

—No, no quiero que te cubras, no tienes nada de lo que avergonzarte, Tess.

—« ¿Lo dice en serio?» —. Lo digo en serio, mírate —continúa, como si me

hubiese leído la mente.

—Es que has estado con muchas chicas —espeto, y él frunce el ceño.

—Ninguna como tú.

Sé que podría interpretar eso de muchas maneras, pero decido dejarlo estar.

—¿Tienes un condón? —le pregunto, intentando recordar las pocas cosas que

sé respecto al sexo.

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