After - Anna Todd
reír—. Quítate al menos los zapatos y mójate los pies. Está increíble, y prontoestará demasiado fría para nadar.Mojarme los pies no me parece tan mala idea. De modo que me quito loszapatos y me remango los vaqueros lo suficiente como para sumergir los pies enel agua. Hardin tenía razón, el agua está caliente y limpia. Meneo los dedos y nopuedo evitar sonreír.—Está buena, ¿verdad? —pregunta, y asiento—. Venga, métete.Niego con la cabeza y él me salpica. Me echo hacia atrás y lo miro con elceño fruncido.—Si te metes en el agua, contestaré a una de tus impertinentes preguntas. A laque quieras, pero sólo a una —me advierte.La curiosidad me supera, e inclino la cabeza, pensando. Son tantos losmisterios que lo rodean… y ahora tengo la oportunidad de resolver uno de ellos.—La oferta expira dentro de un minuto —dice, y desaparece debajo delagua.Observo su largo cuerpo nadando debajo del agua clara. Parece divertido, yla oferta de Hardin es difícil de rechazar. Sabe cómo usar mi curiosidad en micontra.—Tessa —dice cuando asoma la cabeza de nuevo por la superficie—. Dejade cavilar tanto y salta.—No tengo nada que ponerme. Si me meto con ropa, tendré que volverempapada —protesto.Casi quiero meterme en el agua. Vale, sé que quiero hacerlo.—Ponte mi camiseta —ofrece, para mi sorpresa, de modo que espero unsegundo a que me diga que era una broma, pero no lo hace—. Venga, ponte micamiseta. Será lo bastante larga como para que te cubra, y puedes dejarte lasbragas y el sujetador puestos, si quieres —dice con una sonrisa.Acepto su consejo y dejo de pensar.—Está bien, pero date la vuelta y no me mires mientras me cambio. ¡Enserio! —Me esfuerzo todo lo posible por intentar intimidarlo, pero él se echa areír.Se da la vuelta y mira en la dirección opuesta, de modo que me quito la blusapor la cabeza y cojo su camiseta lo más rápido que puedo. Me la pongo y veoque tenía razón. Me llega hasta la mitad del muslo. La verdad es que huele demaravilla, a una mezcla de colonia y un olor que sólo podría describir como el deHardin.—Joder, date prisa o me doy la vuelta —dice, y me dan ganas de tirarle unpalo a la cabeza.Me desabrocho los pantalones y me los quito. Doblo cuidadosamente mi ropay la coloco al lado de mis zapatos, sobre la hierba. Hardin se vuelve y yo tirohacia abajo del dobladillo de su camiseta todo lo posible.
Sus ojos se abren más de lo normal y veo cómo recorre mi cuerpo con lamirada. Atrapa su labio inferior entre los dientes y observo que sus mejillas sesonrojan. Debe de tener frío, porque no me puedo creer que reaccione así pormí.—Esto…, métete ya en el agua, ¿vale? —dice en un tono más grave de lohabitual.Yo asiento y me acerco lentamente a la orilla.—¡Tírate!—¡Ya voy ! ¡Ya voy ! —grito, nerviosa, y él se echa a reír.—Coge un poco de carrerilla.—Vale.Retrocedo ligeramente y empiezo a correr. Me siento estúpida pero no voy apermitir que mi tendencia a cavilar en exceso me arruine el momento.Cuando doy la última zancada, miro el agua y me detengo justo en el borde.—¡Venga! ¡Ibas bien! —Inclina la cabeza hacia atrás, riendo, y estáadorable.« ¿Hardin, adorable?»—¡No puedo hacerlo! —exclamo.No sé qué me lo impide; el agua es lo bastante profunda como para saltar,pero no demasiado. Donde está Hardin, le cubre sólo hasta el pecho, es decir, quea mí me llegaría hasta la barbilla.—¿Te da miedo? —pregunta en tono tranquilo pero serio.—No…, no lo sé. Supongo —admito, y él se acerca caminando hacia mí.—Siéntate en el borde y yo te ayudaré a entrar.Me siento y junto las piernas con fuerza para que no me vea las bragas. Alpercatarse de ello, sonríe mientras alarga los brazos hacia mí. Me agarra de lascaderas y, una vez más, estallo en llamas. « ¿Por qué mi cuerpo tiene queresponder de este modo con él?» Estoy intentando que seamos amigos, así quedebo pasar por alto este ardor.Desplaza las manos hasta mi cintura y me pregunta:—¿Estás preparada?En cuanto asiento, me levanta y me sumerge en un agua cálida y agradableque alivia el calor de mi piel. Hardin me suelta demasiado pronto, y me quedo depie en el agua. Estamos cerca de la orilla, así que sólo me cubre hasta el pecho.—No te quedes ahí parada —dice burlándose de mí.Paso por alto sus mofas, pero empiezo a caminar un poco. La camiseta flotay se me sube. Lanzo un grito y tiro de ella hacia abajo. Una vez colocada denuevo, parece que se queda en el sitio.—Podrías quitártela y y a está —dice con una sonrisa malévola, y lo salpico—. ¿Me has salpicado? —Se ríe.Yo asiento y lo salpico de nuevo.
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reír—. Quítate al menos los zapatos y mójate los pies. Está increíble, y pronto
estará demasiado fría para nadar.
Mojarme los pies no me parece tan mala idea. De modo que me quito los
zapatos y me remango los vaqueros lo suficiente como para sumergir los pies en
el agua. Hardin tenía razón, el agua está caliente y limpia. Meneo los dedos y no
puedo evitar sonreír.
—Está buena, ¿verdad? —pregunta, y asiento—. Venga, métete.
Niego con la cabeza y él me salpica. Me echo hacia atrás y lo miro con el
ceño fruncido.
—Si te metes en el agua, contestaré a una de tus impertinentes preguntas. A la
que quieras, pero sólo a una —me advierte.
La curiosidad me supera, e inclino la cabeza, pensando. Son tantos los
misterios que lo rodean… y ahora tengo la oportunidad de resolver uno de ellos.
—La oferta expira dentro de un minuto —dice, y desaparece debajo del
agua.
Observo su largo cuerpo nadando debajo del agua clara. Parece divertido, y
la oferta de Hardin es difícil de rechazar. Sabe cómo usar mi curiosidad en mi
contra.
—Tessa —dice cuando asoma la cabeza de nuevo por la superficie—. Deja
de cavilar tanto y salta.
—No tengo nada que ponerme. Si me meto con ropa, tendré que volver
empapada —protesto.
Casi quiero meterme en el agua. Vale, sé que quiero hacerlo.
—Ponte mi camiseta —ofrece, para mi sorpresa, de modo que espero un
segundo a que me diga que era una broma, pero no lo hace—. Venga, ponte mi
camiseta. Será lo bastante larga como para que te cubra, y puedes dejarte las
bragas y el sujetador puestos, si quieres —dice con una sonrisa.
Acepto su consejo y dejo de pensar.
—Está bien, pero date la vuelta y no me mires mientras me cambio. ¡En
serio! —Me esfuerzo todo lo posible por intentar intimidarlo, pero él se echa a
reír.
Se da la vuelta y mira en la dirección opuesta, de modo que me quito la blusa
por la cabeza y cojo su camiseta lo más rápido que puedo. Me la pongo y veo
que tenía razón. Me llega hasta la mitad del muslo. La verdad es que huele de
maravilla, a una mezcla de colonia y un olor que sólo podría describir como el de
Hardin.
—Joder, date prisa o me doy la vuelta —dice, y me dan ganas de tirarle un
palo a la cabeza.
Me desabrocho los pantalones y me los quito. Doblo cuidadosamente mi ropa
y la coloco al lado de mis zapatos, sobre la hierba. Hardin se vuelve y yo tiro
hacia abajo del dobladillo de su camiseta todo lo posible.