After - Anna Todd

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—¿Te importaría bajar el volumen, por favor? —le ruego.Para mi sorpresa, lo hace, pero la deja como música de fondo.—Esa música es espantosa.Se echa a reír y tamborilea el volante.—No, no lo es. Aunque me encantaría saber qué consideras tú que es buenamúsica.Cuando sonríe así parece tan despreocupado…, y más de este modo, con laventana bajada y la brisa meciendo su pelo. Levanta una mano y se aparta elpelo de la cara. Me encanta cómo le sienta cuando lo lleva así, hacia atrás.Sacudo la cabeza para borrar esos pensamientos de mi mente.—Pues me gustan Bon Iver y The Fray —respondo finalmente.—Cómo no —dice, y se ríe de manera burlona.Defiendo a mis dos bandas favoritas.—¿Qué tienen de malo? Tienen muchísimo talento, y su música esmaravillosa.—Sí…, tienen talento. Talento para hacer que la gente se duerma.Cuando alargo la mano y le doy una palmada en el hombro de broma, élfinge hacer una mueca de dolor y se ríe.—Pues a mí me encantan —digo con una sonrisa.Si pudiésemos mantener este estado de bromas y risas, podríamos pasarlogenial. Miro por la ventana por primera vez, pero no tengo ni idea de dóndeestamos.—¿Adónde vamos?—A uno de mis lugares favoritos.—¿Que está…?—Tienes que saberlo todo de antemano, ¿verdad?—Sí…, me gusta…—¿Controlarlo todo?No contesto. Sé que tiene razón, pero y o soy así.—Pues no voy a decírtelo hasta que hay amos llegado…, lo que será dentrode unos cinco minutos.Me relajo en el asiento de piel de su coche y vuelvo la cabeza para mirar a laparte de atrás. En un lado hay una pila desordenada de libros de texto y depapeles sueltos y, en el otro, una gruesa sudadera negra.—¿Ves algo que te guste ahí atrás? —pregunta Hardin, sorprendiéndome parami vergüenza.—¿Qué coche es éste? —pregunto. Necesito distraerme, tanto del hecho de nosaber adónde vamos, como de que me haya llamado la atención por ser curiosa.—Un Ford Capri. Es un clásico —alardea, claramente orgulloso.Continúa contándome detalles sobre el coche, aunque no entiendo nada de loque me está diciendo. Aun así, me gusta observar sus labios mientras habla; ver

cómo se mueven lentamente mientras las palabras brotan de su boca máslentamente todavía. Después de mirarme unas cuantas veces durante laconversación, al final dice sin reparos:—No me gusta que me miren fijamente. —Sin embargo, a continuaciónsonríe ligeramente.

—¿Te importaría bajar el volumen, por favor? —le ruego.

Para mi sorpresa, lo hace, pero la deja como música de fondo.

—Esa música es espantosa.

Se echa a reír y tamborilea el volante.

—No, no lo es. Aunque me encantaría saber qué consideras tú que es buena

música.

Cuando sonríe así parece tan despreocupado…, y más de este modo, con la

ventana bajada y la brisa meciendo su pelo. Levanta una mano y se aparta el

pelo de la cara. Me encanta cómo le sienta cuando lo lleva así, hacia atrás.

Sacudo la cabeza para borrar esos pensamientos de mi mente.

—Pues me gustan Bon Iver y The Fray —respondo finalmente.

—Cómo no —dice, y se ríe de manera burlona.

Defiendo a mis dos bandas favoritas.

—¿Qué tienen de malo? Tienen muchísimo talento, y su música es

maravillosa.

—Sí…, tienen talento. Talento para hacer que la gente se duerma.

Cuando alargo la mano y le doy una palmada en el hombro de broma, él

finge hacer una mueca de dolor y se ríe.

—Pues a mí me encantan —digo con una sonrisa.

Si pudiésemos mantener este estado de bromas y risas, podríamos pasarlo

genial. Miro por la ventana por primera vez, pero no tengo ni idea de dónde

estamos.

—¿Adónde vamos?

—A uno de mis lugares favoritos.

—¿Que está…?

—Tienes que saberlo todo de antemano, ¿verdad?

—Sí…, me gusta…

—¿Controlarlo todo?

No contesto. Sé que tiene razón, pero y o soy así.

—Pues no voy a decírtelo hasta que hay amos llegado…, lo que será dentro

de unos cinco minutos.

Me relajo en el asiento de piel de su coche y vuelvo la cabeza para mirar a la

parte de atrás. En un lado hay una pila desordenada de libros de texto y de

papeles sueltos y, en el otro, una gruesa sudadera negra.

—¿Ves algo que te guste ahí atrás? —pregunta Hardin, sorprendiéndome para

mi vergüenza.

—¿Qué coche es éste? —pregunto. Necesito distraerme, tanto del hecho de no

saber adónde vamos, como de que me haya llamado la atención por ser curiosa.

—Un Ford Capri. Es un clásico —alardea, claramente orgulloso.

Continúa contándome detalles sobre el coche, aunque no entiendo nada de lo

que me está diciendo. Aun así, me gusta observar sus labios mientras habla; ver

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