After - Anna Todd

02.05.2023 Views

Regreso a mi habitación y me encuentro allí a Zed, a Tristan y a Steph, sentadosen su cama. Tristan no le quita los ojos de encima a Steph, y Zed enciende una yotra vez con el pulgar un mechero de metal. Normalmente estaría molesta anteesa cantidad de visitantes inesperados, pero la verdad es que Zed y Tristan mecaen bien, y necesito distraerme.—¡Hola, Tessa! ¿Qué tal las clases? —me pregunta Steph, y me regala unaamplia sonrisa.No puedo evitar fijarme en el modo en que el rostro de Tristan se iluminacada vez que la mira.—Bien, ¿y las tuy as?Dejo los libros sobre la cómoda mientras me cuenta que su profesor se haderramado el café encima y los ha dejado salir antes.—Estás muy guapa hoy, Tessa —me dice Zed.Le agradezco el cumplido y me uno a ellos en la cama de mi compañera. Esmuy pequeña para que estemos todos, pero conseguimos acoplarnos. Después dehablar durante algunos minutos sobre varios profesores de lo más raros, la puertase abre y todos nos volvemos para ver quién es.Es Hardin. « ¡Uf!»—Joder, tío, a ver si llamas a la puerta aunque sea por una vez —lo regañaSteph. Él se encoge de hombros—. Podrías haberme pillado desnuda o algo. —Seríe. Obviamente, no está enfadada por su falta de educación.—No es nada que no hay a visto y a —bromea él, y el rostro de Tristan seensombrece mientras los otros tres se ríen.Yo tampoco le veo la gracia. Detesto imaginarme a Steph y a Hardin juntos.—Cállate —dice ella, aún riéndose, y coge a Tristan de la mano. Él recuperala sonrisa y se acerca un poco más a ella.—¿Qué hacéis? —pregunta Hardin, y se sienta enfrente de nosotros, en micama.Quiero decirle que se levante, pero no lo hago. Por un momento he creídoque había venido a disculparse, pero ahora veo que sólo pretendía pasar el ratocon sus amigos, y y o no soy uno de ellos.Zed sonríe.—Pues íbamos a ir al cine. Tessa, ¿te vienes?Antes de que pueda responder, Hardin interviene:—La verdad es que Tessa y y o tenemos planes.Detecto algo extraño en su tono.Dios santo, ¿por qué cambia tanto de humor?—¿Qué? —exclaman Zed y Steph al unísono.—Sí, sólo venía a recogerla. —Se levanta y se mete las manos en los bolsillos,señalando la puerta con el cuerpo—. ¿Estás lista o qué?

En mi mente grito « ¡No!» , pero asiento y me levanto de la cama de Steph.—Bueno, luego nos vemos —anuncia Hardin, y prácticamente me empujapor la puerta.Una vez fuera, me lleva hasta su coche y, para mi sorpresa, me abre lapuerta. Me quedo parada, cruzada de brazos, mirándolo.—Vale, recordaré que nunca jamás tengo que volver a abrirte la puerta.Sacudo la cabeza.—¿A qué demonios ha venido eso? Sé perfectamente que no has ido a micuarto a recogerme. ¡Me has dejado bastante claro que no querías salir conmigo!—chillo.Y y a estamos gritándonos otra vez. Me vuelve loca, literalmente.—Sí, es verdad, y ahora métete en el coche.—¡No! Si no admites que no has venido aquí a por mí, volveré ahí dentro yme iré al cine con Zed —digo, y noto que su mandíbula se tensa.« Lo sabía.» No sé qué pensar acerca de esa revelación, pero de algunamanera sabía que lo que Hardin no quería era que fuese al cine con Zed, y ésa esla única razón por la que está intentando salir conmigo ahora.—Admítelo, Hardin, o me largo.—Vale, sí, lo admito. Y ahora sube al puto coche. No voy a volver a pedírtelo—dice, y se dirige al lado del conductor.Aunque sé que no debería, subo y me siento.Hardin aún parece enfadado cuando sale del aparcamiento. Pone laestridente música a un volumen demasiado alto. Alargo la mano y la apago.—No toques mi radio —me regaña.—Si vas a comportarte como un capullo todo el tiempo, no quiero salircontigo. —Lo digo en serio. Si esto va a ser así, me da igual adónde vay amos,haré autoestop o lo que haga falta para volver a la residencia.—No lo haré, pero no toques mi radio.Me viene a la cabeza el recuerdo de Hardin tirando mis apuntes por el aire, yme dan ganas de devolvérsela cogiendo la radio y lanzándola por la ventana. Sisupiera que puedo arrancarla del salpicadero, lo haría.—¿Qué más te da que vaya al cine con Zed? Steph y Tristan también iban air.—No me parece que Zed tenga muy buenas intenciones —respondetranquilamente, con la vista fija en la carretera.Empiezo a reírme y él frunce el ceño.—Ah, ¿y tú sí? Al menos Zed es agradable conmigo.No puedo parar de reírme. La idea de que Hardin esté intentando protegermeme resulta hilarante. Zed es un amigo, nada más. Igual que él.Él pone los ojos en blanco, pero no me responde. Enciende la músicade nuevo y las guitarras y el bajo me perforan los oídos.

En mi mente grito « ¡No!» , pero asiento y me levanto de la cama de Steph.

—Bueno, luego nos vemos —anuncia Hardin, y prácticamente me empuja

por la puerta.

Una vez fuera, me lleva hasta su coche y, para mi sorpresa, me abre la

puerta. Me quedo parada, cruzada de brazos, mirándolo.

—Vale, recordaré que nunca jamás tengo que volver a abrirte la puerta.

Sacudo la cabeza.

—¿A qué demonios ha venido eso? Sé perfectamente que no has ido a mi

cuarto a recogerme. ¡Me has dejado bastante claro que no querías salir conmigo!

—chillo.

Y y a estamos gritándonos otra vez. Me vuelve loca, literalmente.

—Sí, es verdad, y ahora métete en el coche.

—¡No! Si no admites que no has venido aquí a por mí, volveré ahí dentro y

me iré al cine con Zed —digo, y noto que su mandíbula se tensa.

« Lo sabía.» No sé qué pensar acerca de esa revelación, pero de alguna

manera sabía que lo que Hardin no quería era que fuese al cine con Zed, y ésa es

la única razón por la que está intentando salir conmigo ahora.

—Admítelo, Hardin, o me largo.

—Vale, sí, lo admito. Y ahora sube al puto coche. No voy a volver a pedírtelo

—dice, y se dirige al lado del conductor.

Aunque sé que no debería, subo y me siento.

Hardin aún parece enfadado cuando sale del aparcamiento. Pone la

estridente música a un volumen demasiado alto. Alargo la mano y la apago.

—No toques mi radio —me regaña.

—Si vas a comportarte como un capullo todo el tiempo, no quiero salir

contigo. —Lo digo en serio. Si esto va a ser así, me da igual adónde vay amos,

haré autoestop o lo que haga falta para volver a la residencia.

—No lo haré, pero no toques mi radio.

Me viene a la cabeza el recuerdo de Hardin tirando mis apuntes por el aire, y

me dan ganas de devolvérsela cogiendo la radio y lanzándola por la ventana. Si

supiera que puedo arrancarla del salpicadero, lo haría.

—¿Qué más te da que vaya al cine con Zed? Steph y Tristan también iban a

ir.

—No me parece que Zed tenga muy buenas intenciones —responde

tranquilamente, con la vista fija en la carretera.

Empiezo a reírme y él frunce el ceño.

—Ah, ¿y tú sí? Al menos Zed es agradable conmigo.

No puedo parar de reírme. La idea de que Hardin esté intentando protegerme

me resulta hilarante. Zed es un amigo, nada más. Igual que él.

Él pone los ojos en blanco, pero no me responde. Enciende la música

de nuevo y las guitarras y el bajo me perforan los oídos.

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