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After - Anna Todd

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tiendas. Me habla del partido de fútbol americano que jugó el viernes, y de cómo

marcó el gol de la victoria. Yo lo escucho con interés y le digo lo estupendo que

suena todo.

—Estás muy guapo hoy —lo piropeo, y él sonríe.

Su sonrisa blanca y perfecta es adorable. Lleva puesta una chaqueta de punto

granate, unos pantalones caqui y unos zapatos de vestir. Sí, la verdad es que lleva

mocasines, pero son bastante monos y, en cierta forma, encajan con su

personalidad.

—Tú también, Tessa —dice, y me encojo.

Sé que tengo un aspecto horrible, pero es demasiado educado como para

decírmelo. A diferencia de Hardin. Él me lo diría sin pensarlo dos veces. « Uf,

otra vez Hardin…» Desesperada por quitarme de la cabeza a don Grosero, tiro

del cuello de la chaqueta de Noah en mi dirección. Cuando me dispongo a

besarlo, él sonríe pero se aparta.

—¿Qué haces, Tessa? Nos está mirando todo el mundo —dice, y señala a un

grupo de adultos que se están probando gafas de sol en un puesto.

Me encojo de hombros con aire juguetón.

—No es verdad. Además, ¿qué más da? —Lo cierto es que me da igual.

Normalmente sí me importaría, pero hoy necesito que me bese—. Bésame, por

favor —prácticamente le ruego.

Debe de haber visto la desesperación reflejada en mis ojos, porque me

levanta la barbilla y me besa. Es un beso tierno y lento, sin apremio. Su lengua

apenas toca la mía, pero es agradable. Es familiar y cálido. Espero que el fuego

se encienda en mi interior, pero no sucede.

No puedo comparar a Noah con Hardin. Noah es mi novio, al que quiero, y

Hardin es un capullo que se acuesta con un montón de chicas.

—¿Qué te pasa? —bromea él cuando intento pegar su cuerpo al mío.

Me pongo colorada y niego con la cabeza.

—Nada, es que te echaba de menos, eso es todo —respondo. « Ah, y anoche

te puse los cuernos» , añade mi subconsciente. Descarto esos pensamientos y

digo—: Pero, Noah, ¿puedes dejar de contarle a mi madre todo lo que hago? Me

incomoda mucho. Me encanta que os llevéis tan bien, pero me siento como una

niña cada vez que, básicamente, te chivas de mí.

Me siento aliviada al haberme quitado esa espinita.

—Tessa, lo siento muchísimo. Sólo estaba preocupado por ti. Te prometo que

no volveré a hacerlo. De verdad. —Me pasa el brazo sobre los hombros y me

besa la frente. Lo creo.

El resto del día transcurre mejor que la mañana, principalmente porque mi

madre me lleva a un salón de belleza, donde me escalan un poco el pelo. Sigo

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