After - Anna Todd

02.05.2023 Views

si de verdad esperara mi respuesta—. En realidad se suponía que iba a ganar laapuesta esa noche. Estaba muy seguro, pero Zed no paraba de decirle que no teibas a abrir de piernas tan rápido. Se ve que Zed estaba en lo cierto pero, aun así,lo hiciste mucho antes de lo que y o imaginaba. Así que me alegro de no habermejugado la pasta…En el bar sólo existen los sonidos horripilantes que emite Molly y los ojos deHardin.Nunca me había sentido así. Este grado de humillación y de pérdida esmucho peor de lo que imaginaba. Hardin ha estado jugando conmigo todo estetiempo, todo esto no ha sido más que un juego para él. Los abrazos, los besos, lassonrisas, las risas, los « te quiero» , el sexo, los planes… Joder, duele como nadaen el mundo. Lo tenía todo planeado, cada noche, cada detalle, y todo el mundolo sabía menos y o. Incluso Steph, que creía que se estaba convirtiendo en unabuena amiga. Lo miro. En medio de la sorpresa me permito tener un momentode debilidad y desearía no haberlo hecho. Está ahí plantado. Ahí plantado como simi mundo no se estuviera desmoronando, como si no me hubiera humillado hastala saciedad ante todos.—Te alegrará saber que has costado una pasta gansa —ríe Molly—, y esoque Zed intentó rajarse un par de veces. ¡Espero que Hardin al menos te invitaraa cenar con el dinero de Jace, Logan y Zed!Jace se termina la cerveza y aúlla:—¡A mí lo que me joroba es haberme perdido el famoso « Te quiero»delante de todo el mundo! He oído que fue de traca.—¡Callaos de una puta vez! —El grito de Tristan los sorprende a todos. Si y ono estuviera tan aturdida, también me habría sorprendido—. Que os jodan. Ya osha aguantado bastante.Hardin da un paso más.—Por favor, nena, di algo.Y con ese nena lastimero mi cerebro por fin conecta con mi boca.—¡No te atrevas a llamarme nena! ¿Cómo has podido hacerme esto? Eres…eres… No puedo… —Tengo tanto que decir que no consigo hacerlo—. No voy adecir nada porque eso es lo que quieres —replico con mucha más confianza enmí misma de la que siento.Por dentro estoy que ardo y tengo el corazón en el suelo, bajo las botas deHardin.—Sé que la he fastidiado… —empieza a decir.—¿La has fastidiado? ¡¿Que la has fastidiado?! —chillo—. ¿Por qué? Dimepor qué. ¿Por qué y o?—Porque estabas ahí —contesta. Y su sinceridad me destroza un poco más—.Era un reto. No te conocía, Tessa. No sabía que iba a enamorarme de ti.Lo oigo hablar de amor y siento justo lo contrario que estas últimas semanas.

La bilis me sube por la garganta.—Tú estás mal de la cabeza. ¡Eres un puto enfermo! —le grito, y corro haciala puerta.Esto es más de lo que puedo soportar. Hardin me coge del brazo y lo apartode un empellón, me vuelvo y le cruzo la cara. Con todas mis fuerzas.Su expresión de dolor me produce una punzante satisfacción.—¡Lo has estropeado todo! —chillo—. Te has llevado algo que no tepertenecía, Hardin. Era para alguien que me quisiera, alguien que me quisiera deverdad. Era suy o, fuera quien fuese, y tú se lo has robado… ¿por dinero? Me hepeleado con mi madre por ti. ¡Lo he dejado todo! Tenía a una persona que mequería, alguien que jamás me haría el daño que tú me has hecho. Eres un serrepugnante.—Pero yo te quiero, Tessa. Te quiero más que a nada. Iba a contártelo.Intenté que no te lo explicaran. No quería que lo descubrieras. Por eso me pasé lanoche fuera, convenciéndolos de que no te dijeran nada. Iba a contártelo yo,pronto, ahora que vivimos juntos, porque ahora ya no importa.Pierdo el control de las palabras que se me agolpan en la boca:—Estás… Eres… ¡Hardin, por Dios! ¿Qué demonios te pasa, eh? ¿Crees queestá bien que vay as por ahí convenciendo a la gente de que no me lo cuente?¿Que todo iba a ir bien si y o no me enteraba? ¿Creías que iba a perdonarte estopor estar viviendo juntos? ¿Por eso insististe en que mi nombre figurara en elcontrato? ¡Por Dios santo! ¡Tú estás mal de la cabeza!Todos los pequeños detalles que me hacían darle tantas vueltas a todo desdeque conocí a Hardin, todos apuntaban a algo así. Estaba claro.—Por eso fuiste a recoger mis cosas a la residencia, ¡porque tenías miedo deque Steph me lo contara!Todo el bar me está mirando y me siento insignificante. Destrozada einsignificante.—¿Qué has hecho con el dinero, Hardin?—Yo… —empieza a decir, pero se calla.—Dímelo —exijo.—Tu coche…, la pintura… y la fianza del apartamento. Pensé que si… Heestado a punto de contártelo tantas veces, en cuanto me di cuenta de que y a noera sólo una apuesta… Te quiero. Te he querido siempre, te lo juro.—¡Guardaste el condón para poder enseñárselo, Hardin! ¡Les enseñaste lassábanas, las putas sábanas manchadas de sangre! —Me llevo las manos a lacabeza y me tiro de los pelos—. ¡Oh, mierda! ¡Qué idiota he sido! Mientras yorepasaba mentalmente la mejor noche de mi vida tú les estabas enseñando lassábanas a tus amigos.—Lo sé… No tengo excusa… Pero tienes que perdonarme. Podemossolucionarlo —dice.

La bilis me sube por la garganta.

—Tú estás mal de la cabeza. ¡Eres un puto enfermo! —le grito, y corro hacia

la puerta.

Esto es más de lo que puedo soportar. Hardin me coge del brazo y lo aparto

de un empellón, me vuelvo y le cruzo la cara. Con todas mis fuerzas.

Su expresión de dolor me produce una punzante satisfacción.

—¡Lo has estropeado todo! —chillo—. Te has llevado algo que no te

pertenecía, Hardin. Era para alguien que me quisiera, alguien que me quisiera de

verdad. Era suy o, fuera quien fuese, y tú se lo has robado… ¿por dinero? Me he

peleado con mi madre por ti. ¡Lo he dejado todo! Tenía a una persona que me

quería, alguien que jamás me haría el daño que tú me has hecho. Eres un ser

repugnante.

—Pero yo te quiero, Tessa. Te quiero más que a nada. Iba a contártelo.

Intenté que no te lo explicaran. No quería que lo descubrieras. Por eso me pasé la

noche fuera, convenciéndolos de que no te dijeran nada. Iba a contártelo yo,

pronto, ahora que vivimos juntos, porque ahora ya no importa.

Pierdo el control de las palabras que se me agolpan en la boca:

—Estás… Eres… ¡Hardin, por Dios! ¿Qué demonios te pasa, eh? ¿Crees que

está bien que vay as por ahí convenciendo a la gente de que no me lo cuente?

¿Que todo iba a ir bien si y o no me enteraba? ¿Creías que iba a perdonarte esto

por estar viviendo juntos? ¿Por eso insististe en que mi nombre figurara en el

contrato? ¡Por Dios santo! ¡Tú estás mal de la cabeza!

Todos los pequeños detalles que me hacían darle tantas vueltas a todo desde

que conocí a Hardin, todos apuntaban a algo así. Estaba claro.

—Por eso fuiste a recoger mis cosas a la residencia, ¡porque tenías miedo de

que Steph me lo contara!

Todo el bar me está mirando y me siento insignificante. Destrozada e

insignificante.

—¿Qué has hecho con el dinero, Hardin?

—Yo… —empieza a decir, pero se calla.

—Dímelo —exijo.

—Tu coche…, la pintura… y la fianza del apartamento. Pensé que si… He

estado a punto de contártelo tantas veces, en cuanto me di cuenta de que y a no

era sólo una apuesta… Te quiero. Te he querido siempre, te lo juro.

—¡Guardaste el condón para poder enseñárselo, Hardin! ¡Les enseñaste las

sábanas, las putas sábanas manchadas de sangre! —Me llevo las manos a la

cabeza y me tiro de los pelos—. ¡Oh, mierda! ¡Qué idiota he sido! Mientras yo

repasaba mentalmente la mejor noche de mi vida tú les estabas enseñando las

sábanas a tus amigos.

—Lo sé… No tengo excusa… Pero tienes que perdonarme. Podemos

solucionarlo —dice.

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