After - Anna Todd
si de verdad esperara mi respuesta—. En realidad se suponía que iba a ganar laapuesta esa noche. Estaba muy seguro, pero Zed no paraba de decirle que no teibas a abrir de piernas tan rápido. Se ve que Zed estaba en lo cierto pero, aun así,lo hiciste mucho antes de lo que y o imaginaba. Así que me alegro de no habermejugado la pasta…En el bar sólo existen los sonidos horripilantes que emite Molly y los ojos deHardin.Nunca me había sentido así. Este grado de humillación y de pérdida esmucho peor de lo que imaginaba. Hardin ha estado jugando conmigo todo estetiempo, todo esto no ha sido más que un juego para él. Los abrazos, los besos, lassonrisas, las risas, los « te quiero» , el sexo, los planes… Joder, duele como nadaen el mundo. Lo tenía todo planeado, cada noche, cada detalle, y todo el mundolo sabía menos y o. Incluso Steph, que creía que se estaba convirtiendo en unabuena amiga. Lo miro. En medio de la sorpresa me permito tener un momentode debilidad y desearía no haberlo hecho. Está ahí plantado. Ahí plantado como simi mundo no se estuviera desmoronando, como si no me hubiera humillado hastala saciedad ante todos.—Te alegrará saber que has costado una pasta gansa —ríe Molly—, y esoque Zed intentó rajarse un par de veces. ¡Espero que Hardin al menos te invitaraa cenar con el dinero de Jace, Logan y Zed!Jace se termina la cerveza y aúlla:—¡A mí lo que me joroba es haberme perdido el famoso « Te quiero»delante de todo el mundo! He oído que fue de traca.—¡Callaos de una puta vez! —El grito de Tristan los sorprende a todos. Si y ono estuviera tan aturdida, también me habría sorprendido—. Que os jodan. Ya osha aguantado bastante.Hardin da un paso más.—Por favor, nena, di algo.Y con ese nena lastimero mi cerebro por fin conecta con mi boca.—¡No te atrevas a llamarme nena! ¿Cómo has podido hacerme esto? Eres…eres… No puedo… —Tengo tanto que decir que no consigo hacerlo—. No voy adecir nada porque eso es lo que quieres —replico con mucha más confianza enmí misma de la que siento.Por dentro estoy que ardo y tengo el corazón en el suelo, bajo las botas deHardin.—Sé que la he fastidiado… —empieza a decir.—¿La has fastidiado? ¡¿Que la has fastidiado?! —chillo—. ¿Por qué? Dimepor qué. ¿Por qué y o?—Porque estabas ahí —contesta. Y su sinceridad me destroza un poco más—.Era un reto. No te conocía, Tessa. No sabía que iba a enamorarme de ti.Lo oigo hablar de amor y siento justo lo contrario que estas últimas semanas.
La bilis me sube por la garganta.—Tú estás mal de la cabeza. ¡Eres un puto enfermo! —le grito, y corro haciala puerta.Esto es más de lo que puedo soportar. Hardin me coge del brazo y lo apartode un empellón, me vuelvo y le cruzo la cara. Con todas mis fuerzas.Su expresión de dolor me produce una punzante satisfacción.—¡Lo has estropeado todo! —chillo—. Te has llevado algo que no tepertenecía, Hardin. Era para alguien que me quisiera, alguien que me quisiera deverdad. Era suy o, fuera quien fuese, y tú se lo has robado… ¿por dinero? Me hepeleado con mi madre por ti. ¡Lo he dejado todo! Tenía a una persona que mequería, alguien que jamás me haría el daño que tú me has hecho. Eres un serrepugnante.—Pero yo te quiero, Tessa. Te quiero más que a nada. Iba a contártelo.Intenté que no te lo explicaran. No quería que lo descubrieras. Por eso me pasé lanoche fuera, convenciéndolos de que no te dijeran nada. Iba a contártelo yo,pronto, ahora que vivimos juntos, porque ahora ya no importa.Pierdo el control de las palabras que se me agolpan en la boca:—Estás… Eres… ¡Hardin, por Dios! ¿Qué demonios te pasa, eh? ¿Crees queestá bien que vay as por ahí convenciendo a la gente de que no me lo cuente?¿Que todo iba a ir bien si y o no me enteraba? ¿Creías que iba a perdonarte estopor estar viviendo juntos? ¿Por eso insististe en que mi nombre figurara en elcontrato? ¡Por Dios santo! ¡Tú estás mal de la cabeza!Todos los pequeños detalles que me hacían darle tantas vueltas a todo desdeque conocí a Hardin, todos apuntaban a algo así. Estaba claro.—Por eso fuiste a recoger mis cosas a la residencia, ¡porque tenías miedo deque Steph me lo contara!Todo el bar me está mirando y me siento insignificante. Destrozada einsignificante.—¿Qué has hecho con el dinero, Hardin?—Yo… —empieza a decir, pero se calla.—Dímelo —exijo.—Tu coche…, la pintura… y la fianza del apartamento. Pensé que si… Heestado a punto de contártelo tantas veces, en cuanto me di cuenta de que y a noera sólo una apuesta… Te quiero. Te he querido siempre, te lo juro.—¡Guardaste el condón para poder enseñárselo, Hardin! ¡Les enseñaste lassábanas, las putas sábanas manchadas de sangre! —Me llevo las manos a lacabeza y me tiro de los pelos—. ¡Oh, mierda! ¡Qué idiota he sido! Mientras yorepasaba mentalmente la mejor noche de mi vida tú les estabas enseñando lassábanas a tus amigos.—Lo sé… No tengo excusa… Pero tienes que perdonarme. Podemossolucionarlo —dice.
- Page 408 and 409: CAPÍTULO 89Cuando me despierto, ta
- Page 410 and 411: —Su comida estará lista dentro d
- Page 412 and 413: haber cedido.—No sé si se te ha
- Page 414 and 415: peleas… Incluso las pesadillas. O
- Page 416 and 417: conozco, siento que soy y o la que
- Page 418 and 419: CAPÍTULO 91Llevamos por lo menos m
- Page 420 and 421: —¿Te parece bien? —Me destapo
- Page 422 and 423: —No hables así de él —mascull
- Page 424 and 425: has hecho, y no hay nada, y quiero
- Page 426 and 427: como para que ese plan le funcione.
- Page 428 and 429: pero hoy no quiero pensar en eso.Me
- Page 430 and 431: —¡Tú! —digo, y enarca las cej
- Page 432 and 433: disfrutar de este momento tan tiern
- Page 434 and 435: —¿Hardin? ¿Eres tú? —dice en
- Page 436 and 437: —A mí también —le aseguro.La
- Page 438 and 439: CAPÍTULO 94—¿Dónde está Lando
- Page 440 and 441: amigos de Hardin, nadie sabe que no
- Page 442 and 443: —Sí —gimo.La sensación de que
- Page 444 and 445: él. Habla de cosas triviales mient
- Page 446 and 447: poco. Hardin enciende el televisor
- Page 448 and 449: —No pasa nada —dice, y se sient
- Page 450 and 451: estoy segura de que no estoy malint
- Page 452 and 453: interesa.—¿Qué? No, los muelles
- Page 454 and 455: Jace me dirige una sonrisa siniestr
- Page 456 and 457: CAPÍTULO 97Todo está pasando dema
- Page 460 and 461: Y me echo a reír. Una carcajada de
- Page 462: AGRADECIMIENTOSLa serie After no ha
La bilis me sube por la garganta.
—Tú estás mal de la cabeza. ¡Eres un puto enfermo! —le grito, y corro hacia
la puerta.
Esto es más de lo que puedo soportar. Hardin me coge del brazo y lo aparto
de un empellón, me vuelvo y le cruzo la cara. Con todas mis fuerzas.
Su expresión de dolor me produce una punzante satisfacción.
—¡Lo has estropeado todo! —chillo—. Te has llevado algo que no te
pertenecía, Hardin. Era para alguien que me quisiera, alguien que me quisiera de
verdad. Era suy o, fuera quien fuese, y tú se lo has robado… ¿por dinero? Me he
peleado con mi madre por ti. ¡Lo he dejado todo! Tenía a una persona que me
quería, alguien que jamás me haría el daño que tú me has hecho. Eres un ser
repugnante.
—Pero yo te quiero, Tessa. Te quiero más que a nada. Iba a contártelo.
Intenté que no te lo explicaran. No quería que lo descubrieras. Por eso me pasé la
noche fuera, convenciéndolos de que no te dijeran nada. Iba a contártelo yo,
pronto, ahora que vivimos juntos, porque ahora ya no importa.
Pierdo el control de las palabras que se me agolpan en la boca:
—Estás… Eres… ¡Hardin, por Dios! ¿Qué demonios te pasa, eh? ¿Crees que
está bien que vay as por ahí convenciendo a la gente de que no me lo cuente?
¿Que todo iba a ir bien si y o no me enteraba? ¿Creías que iba a perdonarte esto
por estar viviendo juntos? ¿Por eso insististe en que mi nombre figurara en el
contrato? ¡Por Dios santo! ¡Tú estás mal de la cabeza!
Todos los pequeños detalles que me hacían darle tantas vueltas a todo desde
que conocí a Hardin, todos apuntaban a algo así. Estaba claro.
—Por eso fuiste a recoger mis cosas a la residencia, ¡porque tenías miedo de
que Steph me lo contara!
Todo el bar me está mirando y me siento insignificante. Destrozada e
insignificante.
—¿Qué has hecho con el dinero, Hardin?
—Yo… —empieza a decir, pero se calla.
—Dímelo —exijo.
—Tu coche…, la pintura… y la fianza del apartamento. Pensé que si… He
estado a punto de contártelo tantas veces, en cuanto me di cuenta de que y a no
era sólo una apuesta… Te quiero. Te he querido siempre, te lo juro.
—¡Guardaste el condón para poder enseñárselo, Hardin! ¡Les enseñaste las
sábanas, las putas sábanas manchadas de sangre! —Me llevo las manos a la
cabeza y me tiro de los pelos—. ¡Oh, mierda! ¡Qué idiota he sido! Mientras yo
repasaba mentalmente la mejor noche de mi vida tú les estabas enseñando las
sábanas a tus amigos.
—Lo sé… No tengo excusa… Pero tienes que perdonarme. Podemos
solucionarlo —dice.