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After - Anna Todd

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poco. Hardin enciende el televisor y se tumba en el sofá. Me acurruca contra su

pecho y nos tapa con las mantas.

—¿Qué planes tienes para las fiestas? —le pregunto nerviosa.

No sé por qué me da apuro preguntarle qué va a hacer en Navidad si estamos

viviendo juntos.

—Pues pensaba esperar hasta la semana que viene para decírtelo porque

estos días han sido una locura, pero ahora que lo mencionas… —Sonríe y parece

estar tan nervioso como y o—. Me voy a casa por Navidad, y me gustaría que

vinieras conmigo.

—¿A casa? —pregunto con voz aguda.

—A Inglaterra…, a casa de mi madre. —Me mira con ojos de cordero—. Si

no quieres venir, lo entenderé. Sé que es mucho pedir y que y a te has venido a

vivir conmigo.

—No, no es que no quiera, es que… No sé…

La idea de viajar al extranjero con Hardin es emocionante y aterradora.

Nunca he salido de Washington.

—No tienes que darme una respuesta esta noche, pero dímelo en cuanto

puedas, ¿vale? Yo me voy el día 20.

—Es justo el día después de mi cumpleaños —le digo.

Rápidamente cambia de postura y me levanta la cabeza:

—¿Tu cumpleaños? ¿Por qué no me habías dicho que estaba a la vuelta de la

esquina?

Me encojo de hombros.

—No lo sé. No lo había pensado. Los cumpleaños no significan gran cosa

para mí. Mi madre solía celebrarlos por todo lo alto y procuraba que todos fueran

especiales, pero dejó de hacerlo estos últimos años.

—¿Qué quieres hacer por tu cumpleaños?

—Nada. ¿Tal vez podríamos salir a cenar?

No quiero una fiesta por todo lo alto, no es para tanto.

—Una cena… No sé y o —se burla—. ¿No te parece un pelín extravagante?

Me río y me besa en la frente. Lo obligo a ver un nuevo episodio de

« Pequeñas mentirosas» y acabamos quedándonos dormidos en el sofá.

Me despierto bañada en sudor en mitad de la noche. Me separo de Hardin,

me quito la sudadera y voy a apagar la calefacción cuando una lucecita azul que

parpadea en el móvil de Hardin despierta mi curiosidad. Cojo el teléfono y

desbloqueo la pantalla con los dedos. Tiene tres nuevos mensajes.

« Deja el móvil, Tessa…»

No tengo por qué curiosearle el teléfono, es de locos. Lo dejo de nuevo en su

sitio y echo a andar hacia el sofá, pero el móvil vibra con la llegada de otro

mensaje de texto.

« Sólo uno. Sólo voy a leer uno. Eso no es tan terrible, ¿verdad?»

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