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After - Anna Todd

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—¿Ahora? —digo riéndome.

—Ahora.

—Pero hay mucha gente…

No me contesta. Me coge de la mano y me saca de la carpa. Cuando

llegamos a la casa, me sirve otra copa de champán e intento que no se me

derrame mientras subo a toda velocidad la escalera para seguirle el ritmo.

—¿Qué pasa? —pregunto una vez ha cerrado con pestillo la puerta de su

dormitorio.

—Te necesito —me dice, y se quita la chaqueta.

—¿Te encuentras bien? —pregunto con el corazón desbocado.

—Sí, pero necesito distraerme —gruñe.

Da un paso hacia mí, me quita la copa y la deja encima de la cómoda. Da

otro paso, me coge por las muñecas y me levanta los brazos.

Yo encantada de distraerlo de la sobrecarga emocional que ha supuesto ver a

su abuela por primera vez en años, la boda de su padre y el haber accedido a que

su padre y su nueva esposa vengan a vernos a nuestro apartamento. Es

demasiado para Hardin en tan poco tiempo.

En vez de preguntarle nada o insistir más, lo cojo del cuello de la camisa y

pego las caderas a las suy as. Ya la tiene dura como una piedra. Con un gruñido,

me suelta las muñecas y lo peino con los dedos. Su boca cubre la mía y su lengua

está caliente y dulce, como el champán. En un segundo está metiéndose la mano

en el bolsillo y sacando un envoltorio metálico.

—Tienes que tomar anticonceptivos para que pueda dejar de usar esto.

Quiero poder sentirte de verdad —dice con voz ronca mientras me muerde el

labio inferior y lo chupa con gesto seductor. No puedo desearlo más.

Lo oigo respirar entre dientes cuando le bajo los pantalones y el bóxer hasta

la rodilla. Me sube la mano por el muslo, agarra el elástico de las bragas y me las

baja. Me apoyo en sus brazos para poder quitármelas, con bastante torpeza. Se

ríe y me besa en el cuello. Me aprieta las caderas con las manos, me levanta y

enrosca mis piernas alrededor de su cintura.

Me agarro el escote del vestido para intentar bajármelo, pero Hardin me

suplica al oído:

—Déjatelo puesto. Es un vestido muy sexi… Sexi a la vez que virginal…

Joder… Me muero por follarte. Eres preciosa.

Me levanta un poco más en el aire y luego me baja hasta que lo tengo dentro.

Mi espalda está apoy ada contra la pared y Hardin empieza a subirme y a

bajarme. Lo hace con un fervor y una desesperación que nunca había visto en él.

Es como si y o fuera de hielo y él de fuego. Somos completamente distintos e

iguales a la vez.

—¿Está… bien… así? —pregunta a trompicones mientras me abraza con

fuerza para que no me caiga.

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