After - Anna Todd

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—¿Hardin? ¿Eres tú? —dice entonces una voz de mujer.Ambos volvemos la cabeza hacia la izquierda. Una anciana ataviada con unvestido de flores blanco y negro y zapato plano nos mira con unos ojos comoplatos.—¡Dios santo, si eres tú!Lleva el pelo gris recogido en un sencillo moño y apenas un toque demaquillaje que le da un aspecto sano y radiante.Por su parte, Hardin se ha quedado lívido. Se levanta y la saluda.—Abuela.Ella le da un abrazo tremendo.—¡No me puedo creer que hayas venido! Hace años que no te veo. Eres unchico muy guapo. Perdón, un hombre muy guapo. ¡Estás muy alto! Pero ¿qué estodo esto? —dice frunciendo el ceño mientras señala los piercings que lleva en lacara.Hardin se ruboriza y se ríe incómodo.—¿Cómo estás? —le pregunta revolviéndose en el sitio.—Muy bien, cielo. Te he echado mucho de menos —dice ella y se seca losojos. Tras una pausa, me mira y pregunta con gran interés—: Y ¿quién es estaadorable jovencita?—Ah… Perdona. Te presento a Tess… Tessa. Mi… novia —contesta él—.Tessa, ella es… mi abuela.Sonrío y me levanto. Nunca se me había ocurrido que iba a conocer a losabuelos de Hardin. Pensaba que estaban muertos, como los míos. Nunca hahablado de ellos, pero no me sorprende. Creo que yo tampoco he hablado de losmíos.—Es un placer conocerla —digo ofreciéndole la mano, pero sus planes vanmás allá de un apretón. Tira de mí, me da un abrazo y un beso en la mejilla.—El placer es mío. ¡Eres una chica preciosa! —dice con un acento muchomás marcado que el de Hardin—. Me llamo Adele, pero puedes llamarmeabuela.—Gracias —digo ruborizándome.Da un par de palmadas. Es evidente que está feliz.—Todavía no me creo que estés aquí; ¿has visto a tu padre recientemente?¿Sabe que has venido? —pregunta volviendo a centrar la atención en Hardin.Él se mete las manos en los bolsillos.—Sí, ya lo sabe. He estado viniendo por aquí últimamente.—Me alegra mucho oír eso. No tenía ni idea —dice, y sé que está a punto deecharse a llorar otra vez.—Damas y caballeros, vay an tomando asiento. La ceremonia está a punto decomenzar —anuncia un hombre por el micrófono de la tarima.La abuela coge a Hardin del brazo sin darle tiempo a rechistar.

—Venid a sentaros con la familia. No deberíais estar aquí atrás.Él me mira pidiéndome socorro, pero me limito a sonreír y a seguirlos. Nossentamos junto a alguien que se parece mucho a Karen, imagino que será suhermana. Hardin me coge de la mano y a su abuela no se le escapa el gestoafectuoso y lo coge de la otra mano.Ken se pone en posición y la expresión de su rostro al ver a su hijo sentado enprimera fila es indescriptible: conmovedora y desgarradora al mismo tiempo.Hardin hasta le sonríe un poco, y Ken le devuelve la sonrisa. No cabe en sí degozo. Landon está de pie al lado de Ken, en la tarima, pero a Hardin no pareceimportarle. Jamás habría accedido a subirse ahí arriba.Cuando Karen entra, todos los presentes suspiran. No hay palabras paradescribir lo bonita que está mientras camina hacia el altar. La expresión de surostro al ver al novio hace que me apoy e en el hombro de Hardin. Irradiafelicidad y su sonrisa ilumina la carpa. Lleva un vestido largo y tiene las mejillasresplandecientes. Es perfecto.La ceremonia es preciosa, y cuando a Ken se le quiebra la voz y dejaescapar un pequeño sollozo mientras recita sus votos se me llenan los ojos delágrimas. Hardin me mira y sonríe, me suelta la mano y me seca las mejillas.Karen es una novia preciosa, y su primer beso como marido y mujer hace quelos asistentes aplaudan y los vitoreen.—Cursilona —me dice Hardin cuando apoyo de nuevo la cabeza en suhombro mientras la gente empieza a salir.Poco después acompañamos a su abuela a la otra carpa. Estaba en lo cierto:es aún más bonita que la primera. Cerca de las paredes hay mesas vestidas conmanteles blancos y servilletas negras. Los centros de mesa son flores blancas ynegras. El techo está cubierto de farolillos como los del jardín, que proporcionanuna iluminación cálida y muy agradable que se refleja en la cristalería nueva yen los relucientes platos blancos. El centro de la carpa está despejado. El suelo esde azulejos blancos y negros, y creo que será la pista de baile. Los camarerosestán en posición, esperando que todo el mundo tome asiento.—No desaparezcas. Quiero volver a verte esta noche —dice la abuela deHardin antes de dejarnos.—Es la boda más lujosa a la que he ido —comenta él, y mira la tela blancaque adorna el techo.—Yo no he estado en una boda desde que era pequeña —replico, y sonríe.—Eso me gusta —dice y me besa en la mejilla.No estoy acostumbrada a que me demuestre afecto en público, pero podríaacostumbrarme rápidamente.—¿El qué? —pregunto cuando se sienta a una de las mesas.—Que no hayas estado en ninguna boda con Noah —responde, y me echo areír para no tener que mirarlo mal.

—Venid a sentaros con la familia. No deberíais estar aquí atrás.

Él me mira pidiéndome socorro, pero me limito a sonreír y a seguirlos. Nos

sentamos junto a alguien que se parece mucho a Karen, imagino que será su

hermana. Hardin me coge de la mano y a su abuela no se le escapa el gesto

afectuoso y lo coge de la otra mano.

Ken se pone en posición y la expresión de su rostro al ver a su hijo sentado en

primera fila es indescriptible: conmovedora y desgarradora al mismo tiempo.

Hardin hasta le sonríe un poco, y Ken le devuelve la sonrisa. No cabe en sí de

gozo. Landon está de pie al lado de Ken, en la tarima, pero a Hardin no parece

importarle. Jamás habría accedido a subirse ahí arriba.

Cuando Karen entra, todos los presentes suspiran. No hay palabras para

describir lo bonita que está mientras camina hacia el altar. La expresión de su

rostro al ver al novio hace que me apoy e en el hombro de Hardin. Irradia

felicidad y su sonrisa ilumina la carpa. Lleva un vestido largo y tiene las mejillas

resplandecientes. Es perfecto.

La ceremonia es preciosa, y cuando a Ken se le quiebra la voz y deja

escapar un pequeño sollozo mientras recita sus votos se me llenan los ojos de

lágrimas. Hardin me mira y sonríe, me suelta la mano y me seca las mejillas.

Karen es una novia preciosa, y su primer beso como marido y mujer hace que

los asistentes aplaudan y los vitoreen.

—Cursilona —me dice Hardin cuando apoyo de nuevo la cabeza en su

hombro mientras la gente empieza a salir.

Poco después acompañamos a su abuela a la otra carpa. Estaba en lo cierto:

es aún más bonita que la primera. Cerca de las paredes hay mesas vestidas con

manteles blancos y servilletas negras. Los centros de mesa son flores blancas y

negras. El techo está cubierto de farolillos como los del jardín, que proporcionan

una iluminación cálida y muy agradable que se refleja en la cristalería nueva y

en los relucientes platos blancos. El centro de la carpa está despejado. El suelo es

de azulejos blancos y negros, y creo que será la pista de baile. Los camareros

están en posición, esperando que todo el mundo tome asiento.

—No desaparezcas. Quiero volver a verte esta noche —dice la abuela de

Hardin antes de dejarnos.

—Es la boda más lujosa a la que he ido —comenta él, y mira la tela blanca

que adorna el techo.

—Yo no he estado en una boda desde que era pequeña —replico, y sonríe.

—Eso me gusta —dice y me besa en la mejilla.

No estoy acostumbrada a que me demuestre afecto en público, pero podría

acostumbrarme rápidamente.

—¿El qué? —pregunto cuando se sienta a una de las mesas.

—Que no hayas estado en ninguna boda con Noah —responde, y me echo a

reír para no tener que mirarlo mal.

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