After - Anna Todd
disfrutar de este momento tan tierno.Hardin se pasa el resto del trayecto poniéndome una canción tras otra deldisco y diciéndome qué opina de cada una. Es un gesto pequeño, pero para mí esun mundo. Me encantan estos momentos en los que me muestra una nuevafaceta de sí mismo. Ésta va a ser una de mis preferidas.Cuando llegamos a la casa de su padre, toda la calle está llena de coches. Alsalir, el viento frío me hiela los huesos y me estremezco. Me he puesto unachaqueta muy fina, y el vestido tampoco es que cubra mucho. Hardin se quita lachaqueta y me la echa por los hombros. Abriga más de lo que parece, y huele aél, mi perfume favorito.—Pero quién se iba a imaginar que podías ser todo un caballero —lo chincho.—No hagas que te meta en el coche y te eche un polvo aquí mismo —medice, y ahogo un grito de falsa indignación que le resulta de lo más divertido—.¿Te cabe mi móvil en esa… esa especie de bolso?—Es una cartera de mano, y la respuesta es sí. —Sonrío al tiempo queextiendo la mano en su dirección.Me entrega su móvil y lo meto en la pequeña cartera. El fondo de pantalla y ano es gris, lo ha cambiado por la foto que me ha hecho mientras hablaba con élen el apartamento. Tengo los labios entreabiertos y los ojos llenos de vida; lasmejillas sonrosadas y la piel resplandeciente. Es muy raro verme así, pero ése esel efecto que tiene Hardin en mí: con él me siento viva.—Te quiero —le digo, y cierro el bolso sin hacer ningún comentario sobre sunuevo fondo de pantalla.La casa de Ken y Karen está llena de gente, y Hardin me coge de la manocon fuerza después de retirar su chaqueta de mis hombros y volver a ponérsela.—Vamos a buscar a Landon —sugiero.Él asiente y encabeza la expedición. Encontramos a su hermanastro en la salade estar, junto a la vitrina que sustituy e a la que Hardin rompió la primera nocheque vine aquí. Parece que fue hace siglos. Landon está rodeado de un grupo desesentones, y uno de ellos le pone la mano en el hombro. Sonríe al vernos, sedisculpa con los señores y abandona la conversación. Está muy guapo y lleva untraje parecido al de Hardin.—¡Pensé que no viviría para verte con traje y corbata! —dice muerto de larisa.—Si vuelves a mencionarlo, no vas a vivir mucho —lo amenaza Hardin,aunque es evidente que lo dice de broma.Sé que empieza a gustarle Landon, y eso me hace feliz. Él es uno de mismejores amigos y una persona que me importa mucho.—A mi madre le va a encantar. Tessa, estás preciosa —me dice dándome unabrazo.Hardin no me suelta ni siquiera cuando intento devolverle el abrazo, y tengo
que apañármelas con una sola mano.—¿Quién es toda esta gente? —pregunto.Sé que Ken y Karen viven aquí hace menos de un año, por eso me sorprendeque hay a, por lo menos, unas doscientas personas.—La may oría son amigos de Ken de la universidad y los demás sonfamiliares y amigos. Yo sólo conozco a la mitad —explica Landon riendo—. ¿Osapetece una copa? Tenemos que estar todos fuera dentro de unos diez minutos.—¿Quién tuvo la brillante idea de celebrar una boda en el jardín endiciembre? —protesta Hardin.—Mi madre —contesta Landon—. Aunque las carpas están climatizadas. —Mira a todos los invitados y luego a Hardin—. Deberías decirle a tu padre que hasllegado. Está arriba, y mi madre está escondida con mi tía pero no sé dónde.—Paso… Prefiero quedarme aquí abajo —responde Hardin.Le acaricio la mano con el pulgar y me da un apretón de agradecimiento.Landon asiente.—Bueno, yo tengo que irme, pero os veo luego —dice, y nos deja con unasonrisa.—¿Te apetece salir? —le pregunto a Hardin. Asiente—. Te quiero —le repito.Sonríe, con hoy uelos y todo.—Te quiero, Tess —me dice y me da un beso en la mejilla.Abre la puerta de atrás y me presta su chaqueta otra vez. Al salir veo que elpatio parece un cuento de hadas. Hay dos carpas gigantescas que ocupan casitodo el patio, y de los árboles y del porche cuelgan cientos de pequeños farolillos.Son bonitos incluso de día. La verdad es que es digno de ver.—Creo que es aquí —dice Hardin señalando la carpa más pequeña.Entramos por una abertura lateral. Hardin estaba en lo cierto. Las hileras desillas de madera están colocadas de cara a un altar muy sencillo, de las paredescuelgan unas preciosas flores blancas y todos los invitados van de blanco y negro.La mitad de los asientos están ocupados, así que nos sentamos en la penúltima filaporque sé que Hardin no quiere verlo de cerca.—Nunca pensé que asistiría a la boda de mi padre —me dice.—Lo sé, y estoy muy orgullosa de ti por haber venido. Significa mucho paraellos y, por tu forma de hablar, parece que crees que también será bueno para ti.Apoy o la cabeza en su hombro y me rodea con el brazo.Empezamos a hablar del buen gusto con el que han decorado la carpa, todaen blanco y negro. Es sencillo y elegante. Tan sencillo que siento como si mehubieran invitado a compartir un momento íntimo en familia, a pesar de lacantidad de asistentes que hay.—Supongo que la recepción será en la otra carpa —dice Hardin, y retuerceun mechón de mi pelo entre el índice y el pulgar.—Eso creo. Seguro que es aún más bonita que…
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que apañármelas con una sola mano.
—¿Quién es toda esta gente? —pregunto.
Sé que Ken y Karen viven aquí hace menos de un año, por eso me sorprende
que hay a, por lo menos, unas doscientas personas.
—La may oría son amigos de Ken de la universidad y los demás son
familiares y amigos. Yo sólo conozco a la mitad —explica Landon riendo—. ¿Os
apetece una copa? Tenemos que estar todos fuera dentro de unos diez minutos.
—¿Quién tuvo la brillante idea de celebrar una boda en el jardín en
diciembre? —protesta Hardin.
—Mi madre —contesta Landon—. Aunque las carpas están climatizadas. —
Mira a todos los invitados y luego a Hardin—. Deberías decirle a tu padre que has
llegado. Está arriba, y mi madre está escondida con mi tía pero no sé dónde.
—Paso… Prefiero quedarme aquí abajo —responde Hardin.
Le acaricio la mano con el pulgar y me da un apretón de agradecimiento.
Landon asiente.
—Bueno, yo tengo que irme, pero os veo luego —dice, y nos deja con una
sonrisa.
—¿Te apetece salir? —le pregunto a Hardin. Asiente—. Te quiero —le repito.
Sonríe, con hoy uelos y todo.
—Te quiero, Tess —me dice y me da un beso en la mejilla.
Abre la puerta de atrás y me presta su chaqueta otra vez. Al salir veo que el
patio parece un cuento de hadas. Hay dos carpas gigantescas que ocupan casi
todo el patio, y de los árboles y del porche cuelgan cientos de pequeños farolillos.
Son bonitos incluso de día. La verdad es que es digno de ver.
—Creo que es aquí —dice Hardin señalando la carpa más pequeña.
Entramos por una abertura lateral. Hardin estaba en lo cierto. Las hileras de
sillas de madera están colocadas de cara a un altar muy sencillo, de las paredes
cuelgan unas preciosas flores blancas y todos los invitados van de blanco y negro.
La mitad de los asientos están ocupados, así que nos sentamos en la penúltima fila
porque sé que Hardin no quiere verlo de cerca.
—Nunca pensé que asistiría a la boda de mi padre —me dice.
—Lo sé, y estoy muy orgullosa de ti por haber venido. Significa mucho para
ellos y, por tu forma de hablar, parece que crees que también será bueno para ti.
Apoy o la cabeza en su hombro y me rodea con el brazo.
Empezamos a hablar del buen gusto con el que han decorado la carpa, toda
en blanco y negro. Es sencillo y elegante. Tan sencillo que siento como si me
hubieran invitado a compartir un momento íntimo en familia, a pesar de la
cantidad de asistentes que hay.
—Supongo que la recepción será en la otra carpa —dice Hardin, y retuerce
un mechón de mi pelo entre el índice y el pulgar.
—Eso creo. Seguro que es aún más bonita que…